Final

«Muy bien, Satoshi, tal vez conozcas a los pokemóns de Kanto y Hoenn, ¿pero qué tal las historias de Alola?»

Una sensación de angustia y desesperación hizo que la garganta se le anudara en tanto las palabras de la pequeña loli azul hacían eco en sus memorias. Sus pies chocaban con un ritmo apresurado sobre el suelo mientras se abría paso por la maleza de Mele Mele queriendo dar con la ubicación de Serena.

¿Cómo había sido tan tonto de dejar que se marchara? La culpa, ese sentimiento ruin capaz de entorpecernos cuando necesitamos la plenitud de nuestras facultades, ahora carcomía su pecho convirtiéndose en la gota que rebalsó el vaso, y ante aquella presión desproporcionada, el río de sus emociones desbordaba rompiendo las barreras que las habían estado conteniendo, como el agua en la represa, como la lágrima que sabe convertirse en mar.

«Cuentan los pescadores que aquí mismo, en este mismo bosque a altas horas de la noche es extremadamente peligroso adentrarse a explorar puesto que si te acompaña la mala suerte podrías encontrarte con Shiinotic, un aterrador pokemón con rostro humano y cuerpo de hongo.»

El bosque de los Morelull había sido, sin lugar a dudas, el sitio más aterrador que había encontrado desde que llegó a la isla. ¿Por qué siempre permitía que Serena, estando junto a él, corriera peligros de ese tamaño? La muchacha, joven y enamorada, rehuyó en reiteradas ocasiones a su propio bienestar a cambio de poder acompañarlo: encuentros cercanos a la muerte en aquella mansión repleta de pokémon que te arrastraban al más allá, una agrupación de criminales internacionales persiguiéndolo a él, ¡a él!, todo por quedarse con su Pikachu y consiguiendo en el camino llevarla incontables veces a situaciones de peligro que nunca mereció, y ni hablar de todos los pokémon violentos que encontraron, las locuras enfermizas del team Flare, las zonas despobladas que transitaron sin alimentos, las exposiciones a injurias por parte del clima y del paisaje, y así una larga lista de etcéteras que lo hacían vacilar sobre si estar junto a él era realmente lo mejor para la muchacha.

Corrió una cortina de lianas y hojas secas buscando el sitio donde se encontrara la damisela en apuros para encontrarse, pese a todo pronóstico, con el equipo Rocket caminando con sigilo, como si pretendieran escaparle a algo.

—¡El mocoso! —exclamó Meowth al verlo llegar.

—Qué les parece —añadió Jessie—, quizás estemos de suerte después de todo.

—Es una señal del destino, hoy por fin capturaremos a Pikachu. —Las interpretaciones siempre precipitadas de James lo pusieron en guardia al instante. No tenía tiempo para combatir contra ellos; necesitaba encontrar a Serena antes de que la noche cayera y los Shiinotic lo hicieran primero. Sus exigencias de tregua y paz fueron ignoradas cuando el dúo de malhechores lanzó a sus pokémon al duelo.

Lo que le faltaba, una batalla pokémon contra el mismo par de siempre. Mimikyu y Pikachu avanzaron el uno contra el otro siguiendo las órdenes de sus entrenadores a fin de destrozarse mutuamente con los mejores ataques de su arsenal.

«Su luz confunde a los caminantes que terminan perdiéndose entre las arboledas, las esporas parpadeantes que despide tienen un efecto somnífero y si te duermes, él absorberá tu vitalidad hasta dejarte hecho un cadáver.»

La noche avanzaba sobre el ocaso y cientos de destellos, como estrellas en el cielo, iluminaron los espacios entre las arboledas indicándole al azabache que su mayor temor no dejaba de ser una amenaza latente. Los ataques de sus adversarios inundaban el claro donde combatían demostrando que volver a pelear tras todo el daño sufrido esa mañana enfrentando a los kahuna irremediablemente había sido una pésima idea.

—Esta vez no perderemos, ¡hemos sido bendecidos por Alola y por eso por fin podremos llevarle tu Pikachu a nuestro jefazo!

Basta. Simplemente basta. No toleraría más que lo acosaran, que dañaran el buen nombre de las batallas pokémon ni que amenazaran a su mejor amigo sin dar lo mejor de sí para que todo aquello acabara de la mejor manera. La energía brotó de su interior como el hervor de un géiser en plena erupción logrando, en un desborde de poder, alcanzar a su Pikachu que sin dudarlo le siguió el ritmo en cada movimiento.

—Giga voltio destructor, ¡ahora!

¿Era posible realizar aquella hazaña dos veces en un mismo día? Cualquiera, sin pensarlo mucho, habría dicho que aquello sería una mala idea: ese ataque consumía tanto al pokémon como al entrenador, pero en este caso su espíritu de lucha fue más que suficiente para evocar toda la energía que requería la elaboración del movimiento Z. El equipo Rocket voló por los aires, aunque antes de que tuvieran tiempo de desaparecer de su vista, un enorme oso vino a su rescate.

—Eso es todo —se dijo a sí mismo—, debo buscar a... —Lentamente sus fuerzas flaquearon. Las esporas en el aire comenzaron a hacerle efecto con la eficacia de un francotirador acechando a su presa, en tanto veía al roedor amarillo caer con los ojillos cerrados bajo el poder de los Morelull— No, Pikachu —Se arrastró como pudo, resistiendo el instinto de apagar su conciencia hasta alcanzar a su pokémon, sacudió el cuerpo de su amigo y con mucho esfuerzo logró que se levantara para luego verlo reaccionar exasperado disparando rayos por diestra y siniestra hasta ahuyentar a los tenebrosos hongos devoradores de vida.

"Pi pi pi" Repetía la rata amarilla. Él, haciendo abuso de sus propias fuerzas, se levantó tambaleante y avanzó cubriendo a Pikachu con su ropa para que no respirara los vestigios de las esporas que aún permanecían en el aire. Una figura femenina atravesó a paso ligero el tramo entre dos árboles, camino a la playa, haciendo que su corazón diera un vuelco.

Corrió tanto como pudo sintiendo como poco a poco sus pulmones se depuraban con el aire limpio de ese paraíso tropical, removió con sus brazos los arbustos frondosos que se interponían entre él y la playa, y cuando por fin sentía que las piernas le dejaban de temblar, vislumbró contra el reflejo del mar la silueta seductora que lo había invitado a un encuentro ameno en medio del bosque.

Caminó por la arena a paso cansado, rodeado de las tonalidades azuladas que prosiguieron al ocaso, escuchando las olas romper contra la orilla en un danzar lento e interminable. Ya no se oían murmullos de pokemóns. Todo estaba quieto en las costas de Alola, a excepción de la figura del muchacho acercándose de a poco a la chica que lo había guiado hasta aquel sitio.

—¡Satoshi! —El rostro de Serena se veía preocupado—, ¿estás bien? Este lugar es monstruoso, apenas pude huir de unos pokémon que parecían querer dormirnos a toda costa.

—¿Los enfrentaste? ¿Cómo lograste escapar?

—Tengo una Pokemon de fuego, ellos eran planta... —La chica observó a su entrenador favorito torcer la cara como si no entendiera ni jota de lo que le estaba queriendo explicar— Claro, olvidé tu pequeño problemita con la tabla de elementos.

—¿Mi qué?

—Olvídalo.

Serena se desplomó en el suelo y el muchacho copió su acción tomando sitio junto a ella para observar la noche caer. La voz de las olas atravesaba sus silencios volviéndolos aún más sórdidos, pero eso estaba bien. Al contrario de su sueño, Serena parecía cercana, palpable, cándida. Su dulzura se había convertido en un elemento casi cotidiano para él hasta el borde de no poder tolerar la idea de volver a tenerla lejos. El tiempo que habían permanecido distanciados le había enseñado a valorarla de verdad.

—Estaba aterrado por la idea de que te fueras —confesó al fin cuando logró en medio de la penumbra encontrar su mano—, y no es que te culpe por hacerlo.

Serena lo calló. —No me justifiques, sé que estuve mal en huir tan súbitamente. Es sólo que...

—Te superó —dijo completando su frase.

—Sabía que me entenderías.

Satoshi se sorprendió mucho con aquella afirmación. —Eres la primera persona que cree que yo podría entender algo.

—Te subestiman —opinó sin grandes análisis.

—Posiblemente.

La chica recargó su cabeza sobre el hombro de su enamorado haciendo que el viento fresco pareciera una brisa agradable al ser apabullada por semejante calor.

—Siendo sincero, a mí también me superó —Rodeó sus hombros para atraerla hacia sí y no sentirse tan vulnerable, como si de cierta forma también fuera su culpa todo el desorden que había comenzado en Alola desde la llegada de sus viejos amigos—: los kahunas nos apoyan, el gobierno de la isla también, pero su gente... Bueno, mis propios amigos están moviendo cielo y tierra para poder frenar los proyectos que acercamos a la isla. No estoy seguro de poder estar en medio de esto.

Serena suspiró con hastío y se aferró aún más fuerte de la ropa del entrenador antes de contestar.

—Tus amigos son buena gente, al igual que las personas de la isla, es sólo que todos los cambios cuestan. Para mí fue muy difícil dejar mi pueblo el día que salí detrás de ti y comencé mi primer viaje. Fue aún más difícil dejarte para ir a Hoenn, y esta nueva aventura me tuvo más de un día sin dormir. Cambiar cuesta.

—Lo sé —Se apretaban con tanta fuerza el uno al otro que casi sin darse cuenta fueron girando sus hombros hasta abrazarse de frente y Serena dejó caer su cabeza sobre el pecho de Satoshi escondiendo su rostro de la mirada enternecida del entrenador—. Uno pretende demostrar firmeza, alegría, ¡algo!, pero cada viaje nuevo incluye un momento de duda e incluso un poco de dolor: los amigos que van quedando en el camino, el tiempo no compartido con tu madre, los pokémon que dejas atrás.

—No hace falta que dejes a todos tus pokémon.

Bufó casi ofendido. —Serena, por favor.

La chica se lanzó sin previo aviso hasta aplastar al entrenador del Pikachu abrazándolo con tanta fuerza que sin querer, más que unir sus partes rotas, lo rompió en varias partes hasta dejarlo sin aire.

—¡Me estás ahogando!

—¡No me sueltes!

Satoshi comprendió enseguida el verdadero significado de su mensaje. —Nunca lo haría.

Aflojó su agarre acimentada en la idea de que aquel momento les pertenecía, y aun sin estar segura si aquello era necesario o podía esperar, resolvió al fin plantearle todas sus inquietudes al soñador que le robaba el sueño.

—Me iré de la isla, Satoshi.

Las olas rompiendo contra la playa musicalizaron con su bramar la dureza con que aquellas palabras aplastaron al azabache.

—¿Te rendirás?

Un nuevo silencio vino a erosionar la faz de sus emociones. Serena parecía dudosa, triste, como si estuviera a punto de llorar. Para Satoshi las cosas no iban muy diferentes.

—Esta nunca fue mi pelea. Entiendo si no quieres acompañarme, pero quería que supieras que esté donde esté, siempre habrá un lugar para ti.

Intentó acariciar su rostro, pero la chica lo ocultó de él haciendo que su mano se quedara frustrada en el aire. Brock le había recomendado que abandonara el proyecto, Dawn sabía arreglárselas más que bien estando sola, pero Serena... ¿ella estaría bien si la dejara?

—No creas que es una decisión tan fácil... —Estaba mintiendo. Hacía sólo un par de días había planeado abandonarlo todo e ir detrás de ella, ¿qué le impedía hacerlo nuevamente ahora que la tenía cerca?— ¿Ya pensaste a dónde irás?

—Si he de seguir los deseos de mi corazón, mi mayor anhelo es volver a Hoenn y pelear por el título de Maestra de concursos para así volverlo a intentar en Kalos.

—Así que Hoenn... Sería la segunda vez que me dejas por esa región, me voy a poner celoso.

La pelimiel rió. —¿Celoso de qué? Nunca me pediste ponerle un título a esto que tenemos. Somos sólo amigos, hasta donde sé.

Él la atrajo aún más hacia sí y sin pedir permiso la besó en los labios como nunca había hecho.

—¿A un amigo le harías esto?

—Tal vez...

La besó nuevamente y aún con más pasión.

—¿Segura?

Serena tardó unos segundos en contestar. —... Bueno, no.

—Así que Hoenn nos aguarda.

Los ojos de la perfourmer se iluminaron. —¿Nos?

—Claro: tú no besas amigos de esta forma, yo no siento lo mismo por nadie de esta forma.

—Yo no beso a nadie, sólo a ti... Bueno, quizás también a Sylveon, pero no es de esa forma y...

—Ya está bien, gracias por aclarar —Luchó internamente por borrar todo rastro de ideas locas en su cabeza antes de proseguir—. Como sea, el punto es que quizás estés de acuerdo en que yo no quiero ser sólo tu amigo.

—¡Igual yo!

—¡Quiero ser tu mejor amigo!

El fantasma de la friendzone comenzó a flotar sobre Serena endureciendo sus facciones justo a tiempo para que Satoshi estallara en una risa malintencionada.

—Es broma. Sólo sé que pase lo que pase, y sin importar el tiempo, yo quiero estar a tu lado. Johto, Hoenn, Teselia, Kalos; donde sea, pero a tu lado.

Un nuevo soplo de vida invadió las esperanzas románticas de nuestra querida protagonista y aunque las predicciones de Kiawe por poco y aciertan, al final el sentimiento que los unía resultó ser más fuerte.

—Entonces qué, ¿partimos antes del mediodía?

—¡Tan pronto? Ni siquiera tengo tiempo de despedirme de todos los amigos que hice en este tiempo aquí. Me tendrás mucho tiempo contigo a donde sea, ¿Tan apurada estás que no quieres compartirme un ratito más con mis amigos antes de empezar el resto de nuestras vidas?

—Lo sé, pero cuando te das cuenta que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible.

—Esa es una frase de una película.

—Cuando Harry encontró a Sally.

—Muy buena película.

Echó un brazo sobre el hombro de su nueva novia y juntos emprendieron el retorno hacia la ciudad.

—Creo que ya no volveremos a cruzarnos con esos tres del equipo Rocket porque no creo que vuelvan a una región donde ya estuvieron, de manera que ésta fue nuestra última batalla...

—¿Los echarás de menos?

—... No.

—¿Y a todos tus amigos, el profesor, el director, la gente... ?

—Hablaré con ellos y partiremos en el avión de las seis... Quizás algunos se enojen, pero está bien. Ellos tienen sus razones y yo tengo las mías.

Sabía que se refería a ella al decir que tenía sus propias razones, y esa sensación de saberse importante para la persona que amaba la hizo sentir plena por unos segundos.

—No te preocupes, aunque se ponga pesado, yo voy a estar a tu lado.

Y así, en una charla amena, un poco despegados del mundo y de las pretensiones que otros habían arrojado sobre ellos dos, el resto de sus vidas dio inicio.

Fin.

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