9. Dulce y sanador
Jungkook POV
Había estado todo el día fumando, mordiéndome las uñas y caminando de un lado al otro. Wooyoung intentaba calmarme a como diera lugar, distraerme, pero era en vano. Sentía el sudor traspasando mi piel, bañando mi cuerpo en frío pero incluso así la temperatura de mi cuerpo no bajaba.
Mi cabello era un desastre, pegado contra mi frente y el dolor de cabeza me generaba náuseas. Los temblores y movimientos compulsivos de mis manos y piernas habían vuelto.
Mi compañero me tomaba de las manos y las acariciaba para que dejase de moverlas, de atinar con rascarme la piel y seguir lastimándome.
- Inyéctame... sólo inyéctame... - le pedí, sintiendo mis ojos y garganta picando.
- No haré eso... no puedes dejarte llevar por lo que sientes ahora – se negó a ayudarme.
- No me importa, lo necesito, sabes lo que es... sabes lo que se siente, no puedes dejarme así.
- No te daré eso, Jungkook, no necesitas empeorar.
- ¡¿Por qué no quieres ayudarme?! – le grité, poniéndome de pie y haciendo que me suelte las manos bruscamente. Me observó desde la cama con clara preocupación.
- Estoy intentando ayudarte... y empeorando esto no lo haré.
- No estás ayudándome... ¡Me estás matando! – me volteé en dirección a la pared, llevando mis manos a mis ojos y presionándolos con las palmas de mis manos. Mis piernas se movían solas, estaba inquieto e irritado – Por favor... no puedo soportarlo, sólo un poco... necesito un poco y estaré bien... - me acerqué, arrodillándome frente a él y posando mis manos sobre sus rodillas. Yo no dejaba de temblar, sujetarme a él era lo único que podía hacer para sentir que no caería de un precipicio.
- Lo siento...
- ¡Maldito! – grité, haciendo que se sobresaltara. Me puse de pie y me alejé en dirección a la puerta, dándole una patada a la madera. El golpe retumbó en la habitación – Yugyeom... Yugyeom, hijo de perra... - volví a golpear la madera – él tiene fentanilo... - volví a girarme hacia él – ustedes... todo lo que hacen es torturarme... tú... ¡eres un puto adicto y no eres capaz de darme!
En ese momento no me daba cuenta de lo que decía, lo último que hubiera querido era hablarle así a él. Pero yo estaba demasiado desesperado.
La puerta se abrió de repente, llamando nuestra atención al instante. El hombre de panza y cabello canoso, mirada decaída y poco agradable nos observaba con desaprobación. No era la primera vez que escuchaba gritos, y a pesar de estar bastante acostumbrado al caos que se daba en todas sus habitaciones, él hacía todo lo posible por mantener el orden, no perdía la oportunidad de amenazarnos con echarnos si rompíamos algo o armábamos alboroto.
- ¿Debo advertirles que si siguen les echaré a la calle? – fue lo único que anunció, sabía que nos quedaba más que claro que no le temblaría el pulso al momento de tomar un decisión.
Apreté mi mandíbula, si me hubiera dejado llevar habría abierto mi boca y lanzado una buena cantidad de improperios hacia el hombre que nada tenía que ver con lo que estaba ocurriendo, quien tenía todo el derecho de exigir que nos comportásemos, pero yo no estaba en mis cabales como para tomar la situación con sensatez.
Sin embargo pude discernir que si me quedaba callado era mejor que ser impulsivo y buscarme mi propia patada hacia la calle. Su mirada amenazante y tajante me lo decía, si me echaba no había vuelta atrás. No podía darme el lujo que quedarme sin techo.
El hombre se fue del lugar.
- Creo... creo que puedo conseguirte algo... pero no puedo asegurarlo... tengo algunos contactos, puedo salir ahora mismo – le miré, esperanzado por lo que acababa de decirme. Mi cuerpo tembló en anticipación y tragué duro, sintiendo aún más sed y necesidad.
- Sí... sí, sí... - asentí impulsivamente con la cabeza, murmurando, mientras que por mi mente comenzaba a repetirme que pronto me sentiría mejor, que debía aguantar un poco más, que Wooyoung lo solucionaría. E inevitablemente las ansias eran más grandes y a la vez más calmas, una sensación extraña, ansioso por sentirme lleno nuevamente y a la vez calmado por saber que pronto lo conseguiría. El calvario se terminaría.
Fue luego de eso que vi a Jimin.
Mi estado de abstinencia no me tenía bien para nada, y el verle fue un golpe demasiado duro. Mis sentidos se dispararon, mi cabeza se llenó de pensamientos y confusión, de preguntas y ninguna respuesta.
No sabía qué hacía ahí ni cómo me había encontrado, pero lo que menos quería era que me viera. No quería que viera dónde estaba, ni tampoco quería verle, porque me dolía. No podía evitar pensar en lo tanto que le necesitaba.
Le extrañaba cada día, y cada día me auto-convencía de que él no era para mí, de que él merecía estar con alguien más, de que nunca debíamos de haber estado juntos. Las imágenes de él mirándome con decepción y duda aquella vez me seguían cortando desde adentro, haciéndome imposible la tarea de intentar olvidarme de cómo me sentí con su rechazo. La vez que luego de esa noche él simplemente no volvió a buscarme si quiera para pedirme explicaciones, y tampoco me había llamado cuando yo me comuniqué con Hoseok, todo eso no hacía más que martirizarme.
Pero lo que más me destrozó fue ver que mientras yo estaba completamente desmoronado, intentando sujetarme a la vida y sin poder olvidarme de él, él había elegido a alguien más, me había reemplazado como si nada.
Me hubiera imaginado pasando la navidad con él, sintiéndome cálido a su lado, pero al final terminé sintiéndome tan frío y solo, tan abandonado cuando le vi eligiendo a Wonho y olvidándose de mí.
Ni si quiera tuve con quién descargar mis lágrimas cuando se llevaron a mi madre.
Aquella soledad, aquel abandono que sentí por su parte, jamás podría dejarlo atrás. Y el verle sólo había removido todo el rencor.
Estaba seguro de lo que le había dicho, aunque Wooyoung me había dicho que no era necesario y Jimin parecía realmente estar intentándolo, yo no quería saber nada. El dolor en mí aún permanecía como hacía ya tres meses atrás, tan latente y bombeando. No podía perdonarle.
Y otra cosa que había rondado mi cabeza luego de su aparición era el hecho de que había mencionado lo de aquella noche. Realmente no quería hablar de ello, pero era claro que él sabía algo, y no sabía cómo, pero no me agradaba para nada la idea de que él lo supiera, no a esas alturas. No quería la lástima de nadie.
Yo pensaba que había sido claro al decirle que no quería saber nada de él, pero aún así, dos días después de eso, el señor Lee llamó a mi puerta, con su voz ronca, afectada por el tabaco. Cuando abrí la puerta él me observó y habló.
- Jeon, te buscan. Sal ahora.
Por un momento me pregunté en qué líos me había metido, si alguien había venido a decirme que le debía dinero o algo por el estilo, pero grandísima fue mi sorpresa cuando salí al hall de la pensión y vi a Jimin mirando a su alrededor con una expresión temerosa.
Me acerqué rápidamente a él, quien apenas me vio pude notar que comprendió lo enojado que me encontraba.
- ¿Qué demonios haces aquí? – cuestioné - ¿No te dije que no vinieras? – apretó sus labios y bajó su mirada. Sus cejas estaban juntas. Mierda, no quería que llorara, si lloraba en ese instante iba a terminar de romperme.
- Quería verte...
- No puedes verme – respondí de manera tosca y él seguía con su cabeza a gachas, como si estuviera aceptando el reproche – No puedes estar aquí, ¿qué no ves el tipo de gente que hay? ¿Quieres que te diga lo que podría pasarte? – su labio inferior tembló, y con ello mis manos. Apreté mis puños para recobrar las fuerzas que iba perdiendo – Debes irte.
- Por favor... déjame estar un rato contigo – cuando levantó su rostro, su mirada de súplica y sus ojos marrones brillosos fueron como una daga directo a mi pecho. Él hacía las cosas aún más difíciles, todos los sentimientos que yo intentaba mantener bajo llave afloraban al verle ahí.
Suspiré rendido, y tras decirle que serían sólo unos minutos, le tomé de la muñeca y caminé en dirección a mi habitación.
Wooyoung estaba trabajando, por lo que afortunadamente no estaba. Era mejor así, porque la situación ya era lo suficientemente tensa y no quería meterlo a él en el medio, más siendo que Jimin era mi ex y él la persona con la que actualmente salía.
No era como si fuésemos una pareja, después de todo era imposible con el tipo de trabajo que él tenía, pero sí estábamos juntos, además de vivir bajo el mismo techo.
Cerré la puerta una vez ambos estuvimos dentro.
- Lamento molestarte... pero ahora que sé dónde vives... no pude evitar querer venir a verte – me mantuve de cara hacia la pared contraria de donde él estaba. No podía mirarle a los ojos, era devastador.
- ¿Por qué haces esto? – pregunté, mirando hacia el piso.
- Te extraño, Jungkook... - murmuró débilmente - ¿Quién es... ese chico con el que estabas? – cuestionó, y pude entender que era obvio que tendría esa duda, pero tampoco tenía ganas de tener esa conversación sin sentido.
- Es con quien salgo actualmente, y con quien vivo aquí.
- ¿Le quieres...? – al escucharle me volteé. Entrecerré mis ojos, viendo que esperaba por mi respuesta.
- ¿Qué es lo que quieres, Jimin? – me sentí irritado por su pregunta fuera de contexto. Decía que quería verme, pero lo único que hacía era hacerme un interrogatorio para saber de mi vida amorosa.
- Lo siento... sólo... sólo me preguntaba si aún me sigues queriendo.
- ¿Y tú, Jimin? ¿Aún me amas? – sus cejas se alzaron, mirándome con sorpresa.
- Claro que lo hago.
- No parecía eso cuando llevaste a tu casa a tu estupendo novio, Wonho, para navidad – se quedó callado, como si hubiera recordado que terrible detalle se le había pasado desapercibido. Solté una risa seca – Al parecer se te dio muy bien seguir con tu vida.
- No es así... yo... yo aún te amo... te amo a ti, es a ti a quien quiero, y a quien no puedo olvidar – se acercó a mí pero yo retrocedí, queriendo defenderme de su cercanía. La respiración se me alzaba al sentirme acorralado.
- Es tarde.
- ¿Ya no me amas?
- Duele demasiado, Jimin – negué, mirando hacia un costado, sin poder soportar encontrar sus ojos, me hacía sentir débil y rendido – Tal vez lo nuestro nunca tendría que haber sucedido.
- ¿Dices que fuimos un error? – su voz tembló, y ya no pude evitar mirarle. Sus ojos se llenaron de lágrimas, rompiéndome el corazón en mil pedazos, más de lo que ya estaba.
Apreté mis labios, mi corazón latía demasiado fuerte y no sabía qué hacer con todas las emociones explotando en mí. ¿Cómo podía soportarlo más tiempo? Viéndole así, justo en frente de mí no me hacía las cosas más fáciles, era un martirio, pero era cierto, nada de eso podía estar bien, nada de lo que habíamos vivido, porque al final todo había terminado en desgracia, terminamos dejándonos, alejándonos mutuamente.
¿Cómo podíamos no ser un error cuando nuestros corazones estaban tan dañados, cuando dolía tanto quererle de esa manera?
- Cuando te vi... parecías estar siguiendo adelante tan fácilmente... sólo has eso, Jimin. Sigue adelante como hiciste, sigue con Wonho y olvídate de mí.
Me había dolido tanto decirle aquello, buscar alejarle cuando sus lágrimas ya estaban mojando sus mejillas, cuando su pequeña nariz ya estaba roja y sus ojos tan brillantes y tristes.
Mi corazón se alarmó cuando se acercó.
- No lo hagas más difícil... - supliqué en un susurro. Quería que se alejara, no ne dejaba pensar con claridad.
- Me niego a pensar que lo nuestro fue en vano...
- Tienes a Wonho.
- Me importa una mierda Wonho – dijo apretando sus dientes – a quien quiero es a ti... - posó sus manos en mi nuca y acercó su rostro al mío, haciéndome sentir tan nervioso y desprotegido. Sentir su respiración contra mis labios me estaba sacando toda la fuerza de voluntad que había podido reunir.
- Esto duele... Jimin... - murmuré, mi voz se estaba apagando.
- Entonces haré que deje de doler... - en ese momento fue cuando acortó la distancia y sentí la mullidez de sus labios, en conjunto con su calidez.
Me apretó contra ellos, atrayéndome hacia él.
Tardé en responder, estaba en shock. Intenté convencerme de que no funcionaría, pero era como la maldita droga de la cual era dependiente. Sólo un poco, un poco y nada más.
Cuando respondí luego de que depositara repetidamente pequeños besos sobre mi boca para insitarme a corresponderle, mis brazos se movieron solos, rodeando automáticamente su cintura y pegándole a mí, como si ya supieran lo que tenían que hacer y como si hubieran esperado por eso todo ese tiempo. Se sentía como si hubiera encontrado nuevamente aquella pieza faltante, aquella pieza vital. Como si hubiera encontrado la respuesta.
Mi cabeza se vació por completo, y como una avalancha me dejé llenar por los sentimientos que desbordaron de mi interior y que n7nca se habían ido.
Él se abrazó fuertemente a mí, la necesidad era palpable, ambos lo sentíamos en la cercanía que buscábamos del otro, las caricias que pedíamos casi a gritos, los besos insistentes y nuestras respiraciones exigidas. Había pasado demasiado tiempo y lo único que buscábamos era el consuelo del otro, las caricias y los besos.
No tardé en dirigirlo a la cama, avanzando y haciendo que retrocediera. Con desesperación le quité la ropa, y él la mía, desnudándonos mutuamente con movimientos rápidos, como si el tiempo no esperara por nosotros.
No perdimos la oportunidad de seguir besándonos y acariciando nuestros cuerpos entre cada acción que hacíamos.
Había extrañado el calor de su cuerpo, sentir su piel delicada bajo mis manos, apretar su cintura con vehemencia.
No sabía qué estaba haciendo, ni las consecuencias que eso podría traernos, ni el dolor ni el arrepentimiento, sólo sentía que era lo que más quería, lo que más necesitaba.
Había tenido una descarga de adrenalina, estaba erupsionando en mi interior, imparable, llevándome a la perdición, perdiéndome en su cuerpo, en sus caricias, en sus ojos tan hermosos porque no podía parar de mirarlos ni un segundo. Nuestras miradas se conectaban con intensidad, y en mi pecho solo reinaba la melancolía, dejándome llevar por todas las sensaciones de estar esplorando su cuerpo, oliendo su cuello, besándolo y escuchando sus suspiros contra mi oreja.
Su boca entreabierta soltaba leves gemidos mientras yo comenzaba a tocarle para estimularle, había extrañado tanto eso, había extrañado tanto tenerle así conmigo.
La humedad entre mis manos se hacía presente al sentir el pre-semen de su miembro, lo había estado tocando por bastante tiempo, era algo que solía disfrutar, el ver cómo se derretía entre mis manos.
No tardé en bajar mis pantalones y colocarme un condón sobre mi creciente erección. Tal acción hizo que él me mirara con cierto decaimiento. Era obvio que no podíamos tener sexo como antes, yo había estado llevando un estilo de vida demasiado imprudente y realmente no iba a ponerle en riesgo por un momento de placer.
Le preparé como solía hacerlo, aunque estaba demasiado impaciente, le toqué suavemente con mis dedos en su interior, besando sus labios una y otra vez mientras gemía y se retorcía dulcemente, intentando soportar las sensaciones que le estaba provocando.
Cerraba sus ojos con fuerza, se mordía sus labios, y a mí me estaba volviendo tan loco como siempre. Me hipnotizaba al verle, le miraba fascinado, recorriendo con mis ojos su pecho, subiendo y bajando, su piel blanca y sus pezones rosados. Sus clavículas pronunciadas, por donde reposaba un delicado collar de plata, los musculos de su cuello completamente tensos, estirado y con leves marcas rojas que mis dientes dejaron.
No esperé más y me adentré en él con algo de fuerza. Ambos soltamos un gemido al unísono, lleno de placer y alivio. Lo sentí liberador, como si la sensación que me ahogaba todos los días hubiera desaparecido. Tenía incluso ganas de llorar, estaba rendido ante aquella sensación tan reparadora, ante el hecho de sentirle tan cerca, de que era él realmente, de que no era un simple sueño.
Me moví insistentemente a un ritmo constante, buscando que gimiera aún más para mí, buscando escuchar su voz mientras decía mi nombre entre jadeos excitados.
Su expresión desprendía una sensualidad a la que aún parecía no poder acostumbrarme, era deslumbrante. Incluso después de conocerle desde hacía años, no podía dejar de verle y pensar que no había conocido a alguien tan hermoso como él, con unas facciones tan peculiares, con aquellos ojos rasgados donde sus obres de color avellana se asomaban mientras me observaba, con sus cabellos alborotados sobre las sábanas, sus labios esponjosos completamente enrojecidos por los besos que no había podido evitar darle, su nariz pequeña y respingada, su mandíbula exquisitamente marcada que le daba una estructura intensa y sexy a su rostro.
- Dios... no puedes... no puedes ser tan hermoso... - mordí su labio en un arrebato de desesperación, moviéndome dentro de él, sintiendo el calor de su cuerpo arrullándome, sus paredes cerrándose con fuerza contra mi miembro, haciéndome delirar.
- Te necesitaba tanto... - soltó entre gemidos, su voz temblaba cada vez que daba una estocada. Era tan dulce y tan atrayente.
- Yo también... - susurré contra su oreja - no puedo... dejar de pensar en ti... - seguía moviéndome y empujando en su interior. Besé repetidas veces sus mejillas y luego sus labios.
- Yo pienso en ti cada día... aah - gimió cuando di una embestida profunda - te extraño demasiado...
Apretó sus piernas con fuerza contra mi cintura, cerrándolas y pegando sus caderas aún más a las mías. Volví los movimientos aún más rápidos, ya eran algo erráticos, el orgasmo cercano a llenar nuestros cuerpos, haciéndonos temblar y cegándonos por el placer nos volvió un enredo de gemidos y jadeos desesperados, imposibles de acallar.
Al llegar, me empujé fuerte, adentrándome lo más que podía, sintiendo una ola de placer y calor, y cómo su cuerpo temblaba contra el mío. Vociferó un largo gemido, su voz quebrándose por el estremecimiento del orgasmo, su cuerpo dando leves contracciones y bombeando mi miembro, haciéndome venir.
Respiramos cansados, sólo ahí notando el sudor escurrirse por nuestras pieles. Sin fuerza aun de movernos y separarnos. Apoyé mi frente contra la suya manteniendo mis ojos cerrados y respirando con fuerza.
En cuanto recuperé un mínimo de energías me separé de él, dejándome caer a su lado.
En la habitación se es uchaban nuestras respiraciones y nada más, ni si quiera teníamos fuerza para pronunciar una palabra. Yo quería girar mi rostro y mirarle, como solía hacer antes, pero no quería sentirme aún más débil, rendido ante él.
Entonces, sin preverlo, sentí su cuerpo amoldarse al mío, pasando su brazo sobre mi pecho y reposando su cabeza en mi hombro.
Se abrazó a mí de manera cariñosa y yo solo pude ladear mi cabeza y apoyarla contra la suya.
Quizás estaba bien seguir amándole, seguir queriéndole. Al menos sólo por ese momento.
.
.
.
.
.
Capítulo de hoy ♡
Espero les haya gustado, un respiro entre tanto drama.
Nos leemos 🌈
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top