8. Ya es tarde

Jimin acababa de bajarse de aquel taxi que le había llevado hasta esa calle algo desolada y malograda. Le pagó al chofer y le agradeció con una reverencia una vez bajó del vehículo. Sonrió levemente y el hombre puso en marcha su auto para comenzar a alejarse.

Miró a lo largo aquella calle en la que se encontraba, había sido un viaje de una hora, el lugar estaba lejos del centro donde se encontraba su universidad y además, por lo que podía ver mientras se quedaba en su lugar, plantado como si no supiera qué hacía allí, era una zona con bastante mala pinta. Las paredes de las viviendas, muy descuidadas y sucias, estaban llenas de escrituras, grafittis, humedad y falta de una buena mano de pintura.

Jimin no acostumbraba a ver lugares así, siempre había vivido en buenos vecindarios, con casas grandes y bien cuidadas, pero ese lugar era totalmente lo contrario a lo que siempre había estado habituado. Ese barrio era el típico donde podría correr peligro de que le robasen o peor, que le matasen.

Además de todo, el lugar era desconocido para él, por lo que no se sentía para nada seguro.

De todas formas, decidió que era mejor dejar de mirar tanto a su alrededor y comenzar a caminar. Tenía en manos aquella calle en un papel pero no recordaba la dirección exacta, planeaba preguntar hasta dar con el lugar, pero a medida que empezó a caminar, fue necesaria hacer una sola cuadra para comenzar a ver algunos individuos de los cuales su presencia era bastante ingrata. Ya no estuvo muy seguro de preguntar y pedir indicaciones.

Principalmente vio a un hombre descalzo y con harapos en lugar de ropa decente. Completamente sucio y con su piel maltratada, seguramente por la dura vida en la calle.

El hombre desde el suelo extendió su mano en forma de saludo y a la vez para pedir algo de limosna. Jimin le miró y con preocupación hurgó en sus bolsillos. Sacó sólo un par de billetes y se acercó al hombre.

- Lo siento... es todo lo que tengo – se disculpó, se sintió algo culpable pero era cierto que no cargaba con mucho más dinero que eso.

- Gracias, muchacho – dijo el hombre tomando entre sus manos el dinero que le había dado.

El rubio continuó caminando a paso lento y cauteloso. La gente que se cruzaba al caminar, si no eran simples vagabundos, eran personas que notaba eran de recursos bastante carentes. Sus ropas eran desalineadas, sucias y rotas. Pasó lo más rápido que pudo por el costado de una pareja que se estaban peleando, discutiendo, Jimin no sabía de qué pero le alarmó la forma en la que se gritaban a todo pulmón, la mujer chillaba mostrando sus dientes ennegrecidos y el hombre con una botella de cerveza en mano atinaba con querer golpearla mientras le gritaba que le dejara en paz.

Apresuró su paso, pasando bajo la atenta y curiosa mirada de más personas que estaban allí.

Todos dejaban de hacer lo que hacían para mirarle. Era en esos momentos que hubiera deseado ser invisible, poder pasar desapercibido, se veía en sus rostros que se preguntaban qué hacía un chico de su categoría en un lugar como ese. Jimin tenía miedo de verse como un interesante target para un asalto o algo por el estilo.

Le pareció terrible el estado en el que las personas estaban en esas calles, los pocos locales que había estaban muy avejentados y poco pulcros, las ventanas y las puertas de vidrio tenían suciedad acumulada o rajaduras.

Cuando siguió caminando, se topó con la escena de un hombre sentado en el suelo, rodeado de dos más, que estaba con una jeringa, con la aguja de esta justo incrustada en su brazo. Para Jimin fue difícil mover sus ojos de aquella imagen, sintió una mezcla de miedo y de pena. Aquellos hombres estaban delgados y sus rostros faltos de vivacidad, claramente consumidos por su vicio. Era lamentable y a Jimin le afligía el pensar que esas personas alguna vez habían tenido una vida y una oportunidad de hacer algo con ellas, pero al final terminaron por destruirse a sí mismos llevándose al camino de la drogadicción.

Debía sentirse afortunado por crecer en un vecindario y familia que le había llevado por buen camino, aunque su vida últimamente parecía haber estado cuesta abajo esos meses.

Había estado tan al pendiente de su entorno que no había si quiera tenido tiempo de ponerse nervioso, cuando recordó para qué estaba allí, el pánico le invadió. Si era sincero no tenía ni idea de qué iba a suceder en los siguientes minutos, había ido allí por impulso, en un intento por buscar respuestas, por querer disminuir al menos un poco su inquietud, aquella que golpeaba y taladraba a ritmo lento dentro de su cabeza recordándole las cosas que había hecho mal y las cosas que no había resuelto. Recordándole que había dejado atrás a alguien y que no importaba el esfuerzo que hiciera, no podía olvidarlo.

Se detuvo en medio de la calle cuando divisó una figura conocida a casi una cuadra de distancia. Por un momento creyó haberse confundido, quizás por haber estado asustado y anticipándose al hecho su cabeza le había hecho confundir a un extraño con alguien más. Pero no podía, no podía confundirle, incluso desde lejos, podía sentir perfectamente que estaba viendo a la persona que había estado buscando.

Caminó rápido para seguirle y no perderle de vista.

No sabía qué había querido hacer Yugyeom dándole aquella dirección, y por un momento pensó que quizás le había jugado una broma o tenía algún plan macabro bajo la manga esperando por él, pero había sido cierto, le había mandado ahí.

Estaba en una guarida de ratas y víboras, pero era donde Jungkook había estado todo ese tiempo.

El corazón de Jimin palpitaba cada vez más rápido y fuerte con cada segundo y cada paso que daba. Podía sentir los nervios ahogando su respiración, la incertidumbre asechando de cerca.

Detuvo su paso a la vez que aquel pelinegro lo hizo, se había parado a hablar con alguien, un tipo que tenía una muy mala pinta como toda persona que había visto allí.

Sólo podía ver a Jungkook de espaldas, su espalda ancha aún resaltaba bajo esas ropas grises y descuidadas. Jungkook nunca había vestido así en su vida, nunca le había visto usar un par de borcegos que estuvieran en ese estado, con parte de la suela casi despegada, con abolladuras y polvo. Sus pantalones jeans estaban rasgados y le quedaban algo flojos. La chaqueta que llevaba puesta era de cuero pero parecía arruinada por el uso prolongado, o como si la hubiera encontrado en la basura.

¿Qué había ocurrido con Jungkook?

El hombre se alejó de él al instante que alguien más llegó. Un chico de cabello grisáceo y estatura un tanto más baja que el pelinegro. Tenía unas facciones llamativas, una nariz algo prominente y sonrió al acercarse a Jungkook.

Tenía en sus manos una bolsa de papel marrón, se la mostró a Jungkook con una sonrisa y entonces vio que el contrario levantó su mano y la llevó al cabello del chico, peinando unos mechones rebeldes de su frente.

Jimin palideció por el tacto delicado y afectuoso de la mano temblorosa de Jungkook.

- ¿Jungkook...? – el tono de su voz estaba algo ahogado, gangoso por la conmoción.

Cuando el contrario escuchó su nombre, pensó por un segundo que debía de estar demente, o que la droga ya había dado sus frutos. Porque podía escuchar la voz de Jimin en sueños o estando drogado casi dormido, pero no despierto y sobrio, aunque su abstinencia no le ayudaba a estar del todo lúcido.

Jimin le vio voltearse para ver quién le había llamado. Los ojos de Jungkook se abrieron más grandes de lo normal, dejando ver las venas rojas que rodeaban a su iris y se acumulaban en los lagrimales. Sus ojeras y su piel pálida, su mandíbula más marcada que lo normal, sus mejillas ahuecadas, los pómulos pálidos y huesudos. Sus labios lastimados y su cabello desarreglado. Sin mencionar que tenía un ojo morado.

Todo aquello se tradujo en sonidos de alarma en la cabeza de Jimin, quien no podía lograr procesar lo que veía. Hubiera pensado que se sentiría feliz y aliviado de verle finalmente luego de tanto tiempo, pero sólo pudo sentir la tristeza invadirle.

Apretó sus labios, su corazón queriendo escaparse por su boca.

- Jungkook... - susurró lastimosamente.

El pelinegro sintió el aire dejar sus pulmones, una gran necesidad de reparar el aire perdido le hizo respirar más rápidamente.

¿Qué demonios hacía él ahí?

El último lugar donde creía que vería a Jimin era en ese lugar, en ese barrio de porquería. Los ojos de Jimin se habían vuelto rojizos y Jungkook sintió la necesidad de hablar finalmente.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó, su tono siendo demasiado brusco, no pasando desapercibido por el rubio.

- He... he venido a verte... - Jimin sintió sus labios temblando – Quería... quería saber cómo estabas... dónde estuviste todo este tiempo...

- Yo no quiero verte.

Jimin pensó que de ser posible, aquel filo en las palabras de Jungkook ya le hubieran desangrado. La puntada en su pecho era prueba de esa posibilidad. Abrió su boca, dejando salir un jadeo de sorpresa, o quizás el último aliento que había podido retener bajo la mirada aturdida del pelinegro.

Había notado cómo los ojos de Jungkook no eran los mismos que solían ser, no sólo estaban rojizos, sino que por momentos su mirada parecía volverse demasiado fuerte, mientras que por otros perdía intensidad. Le hacía ver como si no pudiera mantener sus ojos quietos o concentrados al frente, se veía perturbado.

Lo que sucedía era que Jungkook sentía sus ojos picando, el aire se le hacía demasiado seco y le hacía arder sus ojos, al igual que su garganta los sentía secos. Además estaba alterado desde hacía ya unos días y al ver a Jimin allí no podía mejorar su estado.

Había estado soportando la abstinencia como había podido, comiéndose las uñas y arrancándose por momentos los cabellos de su cabeza, por lo que no era fácil para él lidiar con eso, el ver a Jimin allí había sido un detonante más a su estado de decadencia.

- Por favor... hablemos – suplicó el rubio, dando unos pasos hacia delante para acercarse pero el contrario inmediatamente se alejó.

- Vete – fue lo único que dijo, evadiéndole por completo.

- Jungkook.

- No hay nada de qué hablar... - negó con la cabeza, desviando su mirada para dejar de ver a Jimin. Los ojos color miel tenían aquel deje de súplica que sólo lograban poner a temblar sus piernas - ¿Cómo me encontraste? – preguntó al percatarse de que era imposible que él supiera dónde se encontraba.

- Yo... por favor, Jungkook, en serio quiero hablar contigo... quiero... quiero ayudarte...

- ¿Ayudarme? – repentinamente, Jungkook irguió algo más su espalda, su mirada volviéndose a la de Jimin y penetrándole de manera fría.

- Lo siento... - Jungkook no comprendía a qué se debía el tono de culpabilidad de Jimin – lamento lo que te sucedió...

Jimin no sabía cómo encarar el tema, sabía que así no era lo mejor, no era el lugar ni las circunstancias, pero la desesperación había crecido dentro y no podía controlar sus impulsos por querer intervenir. El pelinegro había terminado desaparecido por meses, había dejado la universidad, había dejado todo y estaba en ese lugar rodeado de adictos, y con esa mirada que a Jimin le hacía entender que Jungkook no estaba para nada bien, estaba demacrado. No podía entender cómo había terminado de esa manera, cómo nunca nadie pudo notar que algo andaba mal en él para salvarle a tiempo.

- No sé de qué hablas... - negó con la cabeza.

- Lo que sucedió la noche que te llamé – los ojos de Jungkook se congelaron en el rostro dolido de Jimin. Una sensación tan ácida y vomitiva se revolvió en su vientre al escuchar de lo que Jimin estaba hablando – Lo que te hizo...

- No sucedió nada – su tono de voz era duro y frío, sus dientes apretados por los nervios acrecentándose – No sé de qué hablas.

- Esa noche te llamé... te llame y no fuiste tú quien atendió... - él comenzó a hablar, observando cómo la expresión de Jungkook parecía luchar por mantenerse inmutada – Por favor, Kook... hablemos... necesito hablar... ambos lo necesitamos.

- No – firmemente, Jungkook respondió alto y claro – Yo no necesito hablar de nada.

- No puedes... no puedes estar así... no puedes cargar con eso solo...

- Necesitaba hablar – aquello interrumpió las palabras de Jimin, quien tragó duro al ver que el contrario parecía determinado a decir algo más – Quise hablar, aquella tarde en la universidad... quise explicarte lo que había ocurrido pero no me dejaste... no me escuchaste...

- Estaba... estaba en shock... no entendía qué estaba ocurriendo.

- Lo hubieras entendido si me hubieras dejado explicarte – se rascó la cabeza en un gesto de nerviosismo, sentía el piso temblando bajo sus pies, sus piernas volviéndose más débiles.

- Lo sé... lo sé... - a Jimin no le salían las palabras, su pecho dolía demasiado – Sé que debí haberte escuchado... pero estaba confundido... y no pensé... no pensé que te harían eso, y que tendrías que pasar por todo solo... cuando te llamé en serio quería arreglar las cosas, en serio planeaba hablar... pero luego... pensé que estabas con alguien más... y estaba tan dolido-

- No quiero oírte.

- Jungkook por favor-

- Yo te supliqué, Jimin – respondió, interrumpiéndole en seco. Jungkook no planeaba escuchar nada más, no quería, le partía el corazón pero estaba demasiado asfixiado y lastimado – Te supliqué y no me oíste... y ahora... ¿ahora tú quieres hablar?... - soltó una risa con ironía y también dolor – Ya es tarde.

- No podemos dejar las cosas así, Jungkook, no podemos vivir con esto sin resolver.

- No hay nada por resolver, Jimin, ¿No lo entiendes? – le dedicó una mirada llena de despecho y enojo. Sentía que Jimin no estaba comprendiendo las cosas, que estaba allí hablando como si supiera algo pero la realidad era que no sabía nada de él y su actual vida – Piensas... ¿piensas que se puede arreglar algo como esto?

- Yo-

- No se puede, ¿entiendes? – rió, su mandíbula desencajándose en una sonrisa quebrada – No hay una puta mierda que pueda arreglarse aquí. Pagué, Jimin. Ya pagué por lo que hice – su mirada se opacó, oscureciéndose – Ahora solo vete y déjame en paz - Aunque a Jimin le doliese lo que le decía, no planeaba dejar las cosas así.

- No merecías pasar por eso...

- Creí que pensabas que sí.

La frialdad en los ojos negros que alguna vez le habían mostrado amor ahora sólo le helaban, le miraban de una manera tan distante que Jimin sentía estaba siendo castigado, casi parecía que le miraba de la misma manera despreciable que al principio de su relación. 

Iba a hablar pero Jungkook le ganó de antemano, determinando el final de aquella conversación, y con ello, de todas las esperanzas que tenía.

- No vuelvas, Jimin. No quiero verte, ni a ti ni a ninguno de ustedes.

Jimin no tuvo más palabras que pudieran salir de su boca, no tenía ni aliento ni fuerzas para articular algo. El pelinegro no volvió a mirarle y solo tomó al chico a su lado del brazo para comenzar a caminar con la urgencia de alejarse.

Wooyoung había escuchado todo perfectamente y observado la situación en silencio y con paciencia. Hubiera apostado que si Jungkook se encontraba con Jimin nuevamente, terminaría por lanzarse sobre él abrazándole o algo por el estilo, pero ese comportamiento evasivo le había sorprendido, al menos al principio.

Entendió, de todas formas, que era de esperarse. Jungkook estaba terriblemente dolido, dañado, se notaba en su tono de voz forzado y su mirada perdida, y ver a Jimin significaba echarle más sal a la herida.

Pero no pudo evitar, mientras era arrastrado por el pelinegro, mirar hacia atrás con preocupación a aquel rubio con sus cejas juntas y mirada hacia el piso, soltando lágrimas en silencio.

- Jungkook... - le llamó en voz baja aun siendo arrastrado por nombrado.

- Nos vamos – respondió secamente, haciéndole entender que no se detendría.

Wooyoung hubiera deseado tener a alguien que llorara por él, que fuera a buscarle con la idea de ayudarle. Jungkook era afortunado y no lo sabía.

No había sido extraño que al llegar a su habitación, Jungkook se le había casi tirado encima, escondiendo su rostro en su pecho, rogándole por caricias y algo de calor corporal, desesperado, abatido y por sobre todo destrozado.

Wooyoung no iba a negarle nada, sabía lo que Jungkook necesitaba, era compañía y algo de cariño, aunque no fuera de la persona que él quería, algo era algo y él se lo daría.

Sabía que Jungkook sufría de un gran pánico a la soledad, porque el dolor se hacía más fuerte en esos momentos, y no le parecía extraño que estuviera buscando cariño en un momento donde se había sentido débil y expuesto, donde apartar a Jimin de su vida le había dolido tanto como cortar con un cuchillo su propio corazón.

- No debiste haberle dicho eso... - murmuró suavemente mientras acariciaba el cabello del pelinegro – él... parecía estar muy triste.

- No puede simplemente aparecerse así y pensar que puede arreglar algo.

- ¿No puede? – preguntó, realmente sorprendiéndose de lo cabezota que era el pelinegro.

- ¿Qué crees? – Jungkook levantó su rostro para mirarle – No, no puede arreglar nada.

- Creo que sería el único capaz de ayudarte...

- No necesito ayuda – dijo sentándose de repente, en un impulso por observar a su compañero más de lejos y con una expresión que le reprochaba lo que le estaba diciendo – Cuando le necesité él no estuvo allí para mí.

- Eso debes decírselo a él.

- No tiene sentido decir nada ahora.

- Deberías hacerlo.

- ¿Ahora te pondrás en mi contra tú también? – el peligris ya podía ver lo enojado que estaba, fruncía su ceño y su cuerpo estaba tenso. Tomó la misma posición que Jungkook, sentándose y acercándose a él, tomó entre sus manos el rostro del pelinegro, se veía tan agotado y estresado. Le dio un suave y cálido beso en los labios.

- Tienes suerte... de que alguien te ame como para volver por ti.

- Vino tarde, Wooyoung.

- No lo suficiente... puede revertirse...

- No puedes reparar un vidrio roto cuando está destrozado en tantos pedazos – bajó su mirada, unas lágrimas escapando de sus ojos y cayendo bajo los pulgares del chico que aún le sostenía con cuidado – No quiero hablar más de él... sólo durmamos, necesito dormir.

- Claro, bebé... - volvió a besarle.

Jungkook no tardó en tomar una de las pastillas que él mismo le había conseguido y llevársela a su boca.

Era milagroso, Jungkook podía sentir que la Oxicodona se extendía por todo su cuerpo como caricias cálidas llenas de afecto. Eran momentos donde casi podía sentir que su pecho estaba en paz con su mente, como si no hubiera malos pensamientos y recuerdos que aceleraran su corazón y le hicieran sentir corto de aliento. Sus pulmones no se sentían enfermos, sus entrañas no se contraían involuntariamente por nervios. Sus piernas dejaban de moverse al igual que sus manos.

Él finalmente podía descansar en esos momentos, los únicos momentos donde el silencio se volvía agradable y no un barullo sin pausa o dirección. Eran los momentos donde su cuerpo se sentía tan liviano como si estuviera plácidamente sostenido en el aire, su cuerpo dejaba de doler y no había superficies duras que le hicieran sentir rígido. Sus parpados pesaban de una forma agradable, sus ojos se cerraban y sus labios se aflojaban, su mandíbula descansaba de estar tan apretada, todos sus músculos entraban en un estado de adormecimiento tan placentero que llenaba su alma vacía.

Era como si tuviera otra oportunidad, donde el dolor descansaba.

Jungkook era libre y se sentía cálido, igual que como solía sentirse estando con Jimin.

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Hola, gente bella ✨

Jimin finalmente encontró a Jungkook. Se llevó una gran sorpresa al ver cómo su vida ha cambiado, pero eso es solo el comienzo.

Este encuentro será el puntapié para todo lo que se vendrá.

No se angustien, disfruten del drama, las cosas están difíciles pero Jimin no va a dejar a Jungkook ahora que lo encontró.

Gracias por leerme y apoyarme 💙

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