5. El ruido del silencio
Jungkook POV
Ya había pasado una semana con mi madre y navidad ya estaba llegando.
Aunque fuéramos a pasar esa festividad solos, mi madre estaba entusiasmada pensando en los distintos platos de comida que haría. Increíblemente había estado cocinando bastante, en los momentos donde no se quedaba en su cama bebiendo.
Me sorprendía ya que ella solía cocinar únicamente para impresionar a mi padre, pero estando yo allí, por primera vez había hecho sólo comida para nosotros dos, sin pedir nada por delivery, había buscado las recetas por internet y me decía que la comida era más rica cuando se hacía para seres queridos, y ciertamente no se equivocaba.
Por momentos me causaba gracia su entusiasmo, y ella me decía que no me riera de ella, que la hacía sentir como una loca.
Una mañana me levanté y en la casa podía escuchar música, la cual noté que provenía del living. Con un gran cansancio y pesadez en mis pies como cada que me despertaba y comenzaba un nuevo día, bajé por las escaleras frotando mis ojos y mirando con mi entrecejo fruncido cuando vi a mi madre limpiar mientras bailaba en el living en una escena que jamás había presenciado antes.
Ladeé mi cabeza, observando cómo cantaba. Parecía estar feliz, y no recordaba haberla visto así en mi vida.
Se giró con la escoba en manos y fue en ese instante que notó mi presencia. Yo no estaba preparado para que se acercara a mí, dejando la escoba de lado y tomara mis manos con las suyas, incitándome a bailar con ella. Al principio me resistí, negando con la cabeza pero ella insistió, arrastrándome y motivándome a moverme.
Estábamos en el medio de la sala, aquella mañana del 24 de diciembre, bailando como si nunca hubiéramos estado distanciados, como si nuestras vidas se hubieran convertido en perfectas por unos minutos, como si no supiéramos lo que era la soledad.
- La música hace todo mejor, ¿No crees? – sonrió dulcemente sin dejar de llevarme al ritmo de la música – Recuerdo cuando te encerrabas en tu cuarto y ponías música.
- ¿Te dabas cuenta de eso? – pregunté sorprendido, creyendo que jamás lo había descubierto.
- Siempre me di cuenta de todo, cielo – incluso aunque su sonrisa seguía plantada en su rostro, sus ojos reflejaban tristeza y culpabilidad. Entendí a qué se refería con aquello que dijo – Lamento no haberte apoyado nunca... ni haberme plantado contra tu padre a pesar de saberlo.
- ¿Él lo sabía?
- Creo que lo sospechaba... o temía que sucediera – reflexionó. Yo solté una risa irónica.
- Se esforzó tanto por enderezarme, y al final no pudo.
- ¿Cómo está Jimin? – preguntó, tomándome por sorpresa – Te veo decaído... algo me dice que tiene que ver con él – bajé mi mirada a nuestros pies, algo tan simple como escuchar su nombre se sentía terriblemente pesado.
- Hice cosas malas, mamá... - murmuré, mi garganta entumeciéndose por la angustia que me producía el hablar del tema – y él no puede perdonarme... creo que nunca lo hará. Supongo que él no puede estar conmigo como tú estuviste con papá.
- Pero aun así no pude perdonarle, hijo.
- ¿Y cómo pudiste soportar su compañía tanto tiempo? - era una duda que siempre rondaba en mi cabeza.
- Porque... me gustaba tenerles a ambos aquí – contestó.
Mis ojos observaron los suyos con consternación. Me sentí algo confundido, porque hubiera jurado que ella me respondería que era porque le amaba, que era porque quería tenerle a su lado. Pero nunca se me pasó por la cabeza la posibilidad de que yo también fuera parte de eso, incluso cuando Jimin había pensado en esa opción una vez.
Su expresión triste se difuminó para verla sonreír otra vez mientras retomaba los pasos de baile con su mano derecha en mi hombro y la izquierda en mi mano derecha, moviéndonos de un lado a otro con nuestros pies.
- Me gustaba el ruido que había en casa cuando tú estabas aquí, cuando estabas estudiando en la mesa y me decías que te ayudara. El ruido de la televisión encendida mientras tu padre estaba en el sofá. El girarme y verlos a ambos aquí, a diferencia de cómo está esta casa generalmente, tan vacía y silenciosa – fue entonces que entendí por qué ella había soportado por tantos años las cosas que mi padre hacía, y por qué no podía dejar de invitar a amantes luego de divorciarse – Sabía que te gustaba la música cuando la escuchabas solo en tu habitación, y cuando estoy sola siempre pongo música porque me recuerda a ti, me hace sentir acompañada, y espero que la música de hoy te haga compañía a ti también.
No noté en qué momento mis ojos se habían llenado de lágrimas, pero al darme cuenta de ello no pude hacer más que esconder mi rostro en su hombro para comenzar a sollozar como un niño. Ella me enrolló en sus brazos, apretándome fuertemente entre ellos haciéndome sentir cálido y sostenido. Hacía meses no recibía un abrazo de nadie, que nadie había estado allí para consolarme o hacer que mi dolor se apaciguara al menos un poco. Sentir aquel abrazo me hizo saber que que eso era lo que había necesitado todo ese tiempo que estuve solo.
Antes pensaba que a mi madre sólo le gustaba alardear de que éramos una familia perfecta, y sólo por eso insistía en que estuviéramos juntos, pero entonces comprendí que estaba equivocado. Mi madre aguantaba a mi padre para mantener la familia unida, porque quería tenerme allí con ella. Porque la soledad realmente apestaba. El silencio apestaba.
Sentí que en ese momento mi madre era la única persona capaz de reparar un poco todo el daño de aquellos últimos dos meses, y todo el dolor que tenía dentro mío por haber perdido a Jimin.
Sin embargo, no fue fácil cuando ambos miramos hacia la ventana, viendo cómo en la casa de al lado estaba él bajando de un auto y siendo recibido por sus padres con un abrazo de ambos. No esperaba verle, y eso lo único que lograba era lastimarme el doble, hacía temblar los pocos cimientos que mantenían mi cuerpo aun viviendo.
Podría haber salido de la casa y me hubiera dirigido a verle si hubiera sido que no me importaba nada en absoluto, si hubiera sido que al menos un mínimo de mi confianza y seguridad siguieran intactos, pero la realidad era que no quedaba nada entero dentro de mí, todo estaba hecho roto.
Más aún cuando bajó del auto alguien más, acompañándole, y me contraje al ver que era nada más y nada menos que Wonho.
"No creo que quieras saber mucho de él ahora, pero sí, está bien" me había dicho Yugyeom hacía tiempo atrás.
Verle allí, acompañado de otro hombre me hizo comprender de que Jimin había rehecho su vida en ese tiempo que yo estuve desaparecido. Sentí como si las pocas esperanzas que tenía dentro de mí terminasen por destrozarse, todos los recuerdos, todo lo que habíamos tenido, todo lo que nos habíamos amado simplemente se había ido tan fácil como si nunca hubiera existido.
Mi madre sostuvo mi mano mientras yo no podía dejar de verle desde la ventana de mi sala, sintiendo el mundo caerse sobre mí, el cielo desbordándose y todo desapareciendo.
El momento donde me había sentido algo feliz, bailando con mi madre y escuchando música, pronto se volvió en un recuerdo, opacado por toda mi oscura realidad.
Cuando es tiempo de vivir y dejar morir, cuando simplemente no puedes volver a intentarlo, algo dentro de tu corazón muere y estás en ruinas. Nunca más te volverás a sentir como antes.
Mi madre intentó anímame por el resto del día, pidiéndome que la ayudase a preparar la cena de navidad, la decoración y esas cosas.
Me sentía demasiado mal, demasiado triste y desolado.
Ella preparó la cena, preparó también la bebida para el brindis, aunque ya me había convidado de algo de champagne.
Quise distraerme y no pensar en lo que pasaba en la casa de al lado, en el hecho de que Jimin estuviera con alguien más, de que estuviera tan cerca de mí, tan a mi alcance y que aun así yo no pudiera hacer nada, sólo esconderme para dejarle vivir en paz su propia vida.
El imaginarle feliz con alguien más me dolía, porque yo quería ser feliz con él, quería que fuéramos felices juntos, pero eso al final era imposible. Yo no volvería a ser feliz otra vez, la única vez que pude sentirme libre de verdad fue cuando le pedí que fuera mi novio, cuando finalmente pude armarme de valor y hacer lo que siempre había querido hacer.
"Recuerdo cuando te la pasabas mirando a Jimin por la ventana, había tantos niños jugando fuera, pero tú sólo lo mirabas a él".
Incluso de pequeño, Jimin brillaba tanto que para mí era imposible no poner mis ojos en él.
Mi madre decía eso, y cada vez estaba más convencido de que en vez de haberme ignorado, lo que ella había intentado era protegerme, porque incluso sabiéndolo, ella nunca se lo había dicho a mi padre, se lo calló siempre, como si hubiera sido un secreto sólo de nosotros dos.
Me había convertido en una persona malhumorada y agresiva, era el calco de mi padre, la única figura masculina de la cual tuve una referencia en mi infancia. Solo gracias a Jimin pude aprender a ser otra persona, aunque eso no había importado al final de cuentas porque terminé pagando por mis errores del pasado y siendo arrastrado al infierno al que yo mismo había llevado a las personas de mi entorno.
En lo que iba de la noche, sólo me enfoqué en mi madre, en sus charlas, en la música, en la comida, en la bebida.
Fue entonces cuando el timbre retumbó en la casa, haciéndonos dar un pequeño brinco en nuestros asientos. Mi madre me había dicho que no esperaba a nadie, por lo que supusimos sería algún vecino para saludar por las festividades.
Pero no, no era ningún vecino.
- ¿Usted es la señora Choi Mina? – preguntó el hombre uniformado en la puerta. Las luces rojas y azules del vehículo estacionado hacían destellos en toda la calle.
- S-sí... ¿Hay algún problema, oficial? – preguntó nerviosa. Me acerqué para ver qué estaba ocurriendo pero antes de que yo pudiera decir algo, mi madre había sido volteada sobre sus talones y el policía colocó unas esposas en sus muñecas.
- Queda arrestada por robo de artículos en el centro comercial.
- ¿Qué? – fue lo primero que salió de mis labios. Me acerqué a ella y posé mi mano en su hombro, deteniéndola y haciendo que el oficial me observara – Tiene que haber un error.
- No hay ningún error, señor. La señora Choi ha sido grabada por las cámaras de seguridad del edificio y me temo que esto será llevado a una corte.
- No puede ser – negué rotundamente. Ellos comenzaron a empujarla para que caminara hacia el auto – No pueden llevársela, ella no ha hecho nada – caminé con prisa sintiéndome desesperado, aun tomándola del hombro para evitar que se la llevaran pero sólo conseguí que me hicieran a un lado, alejándome de ella.
- Hijo, por favor – dijo ella con lágrimas en sus ojos, sorprendiéndome, nuevamente con esa mirada de culpa que terminó por desviar – Lo siento... siempre arruino todo.
Me quedé estático en mi lugar, como si me hubiera congelado y no pude mover ni un músculo.
Vi cómo hacían que mi madre entrara al auto, cerrando la puerta trasera del coche mientras los oficiales subían a sus lugares.
Mi madre me miró con una sonrisa quebrada por las lágrimas mientras yo no sabía qué hacer. No entendía nada, simplemente se la habían llevado, y observé el auto alejarse sin que nadie pudiera explicarme ni una sola cosa de lo que estaba ocurriendo. Mi madre jamás robaría algo, teníamos dinero de sobra, para mí era imposible, pero su rostro y la forma de no resistirse ni luchar hizo que me diera cuenta de que ella lo estaba aceptando. Evidentemente era culpable.
Caminé hacia mi casa, subiendo las escaleras del porche, pasando de la entrada hacia la puerta y cerrándola detrás de mí. La música aún estaba encendida, pero la casa se veía totalmente solitaria de repente. Las luces completamente encendidas, haciendo brillar los muebles y los adornos junto al arbolito de navidad cerca de la chimenea.
El rojo, el verde y el dorado le daban un color festivo y cálido pero yo me sentía frío, incluso con la calefacción encendida. Era mi pecho el que se había congelado.
Las lágrimas volvieron a superarme en voluntad, y no pude hacer más que odiar todo eso, que odiarme a mí mismo, odiar mi vida.
La casa realmente era horrible. El hambre se había desvanecido de mi estómago porque más ahuecado estaba mi pecho en esos momentos.
Decidí apagar todas las luces de la sala, la comida quedaría en la heladera hasta nuevo aviso, no me importaba absolutamente nada si no podía comerla en compañía de mi mamá.
Subí las escaleras para encerrarme en mi habitación y no tuve mejor idea que asomarme por el ventanal de mi balcón, de aquel lugar que me traía tantos recuerdos a penas lo veía.
Otra vez, deseaba poder asomarme por allí y lanzar una piedra a la ventana de en frente, y decirle al lindo chico que era mi vecino que quería estar con él. Necesitaba un abrazo, necesitaba algo de calor y tranquilidad.
Podía volver a ver a ese Jungkook que tenía tantas dudas y preocupaciones que ni si quiera podía definir bien lo que sentía porque se negaba a aceptarlo. Pero era tan evidente, todo lo que me generaba el mirar por la ventana y ver a Jimin ahí del otro lado. Cuando le hablaba, cuando buscaba llamar su atención, cuando la última vez habíamos tenido un momento íntimo a la distancia, sólo mirándonos de balcón a balcón y al teléfono con nuestras respiraciones entrecortadas.
Quería retroceder el tiempo y que él saliera a salvarme. Que al menos pudiera dedicarme unos míseros minutos, unos cinco minutos, con eso me bastaba. Quería que me hablara de cualquier cosa, quería escucharle hablar, verle sonreír, lo que fuera que me hiciera olvidar la mierda que estaba viviendo, que me hiciera olvidar que acababan de llevarse a la única persona que me quedaba y que había podido entenderme.
Quería que al menos por cinco minutos pudiéramos volver a ser los mismos de antes, que pudiera sentir que él estaría ahí para mí cuando me desmoronase como en esos momentos, pero no era así.
Él ya no estaba, y él ya no me quería.
Miré a su ventanal, su cortina estaba completamente cerrada, era imposible que pudiera ver si él estaba allí. Sólo podía imaginar su habitación, aquella en la que habíamos estado juntos muchas veces.
Me senté en el suelo y posé mi espalda contra el marco de mi ventanal, mirando hacia su dirección como si estuviera esperando por verle, sintiendo una pequeña pizca de esperanza, pidiendo por mis adentro que se le ocurriera correr la cortina como yo había hecho, buscándole.
Pero su cortina nunca se corrió, y él nunca apareció.
Terminé por acostarme en mi cama, sintiéndome más solo que nunca y al borde del abismo que hacía tiempo había comenzado a tragarme.
Entendía a mi madre, entendía cómo se sentía el odiar el silencio. Porque el silencio a veces era peligrosamente ruidoso. Y cuando Jimin estaba conmigo el silencio desaparecía, y me sentía feliz. Me sentía libre.
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Capítulo sorpresa ♡
Nos leemos!
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