32. La receta para el desastre.

Jungkook POV.


Tenía a Jimin recostado sobre mi pecho y con su rostro escondido en la curvatura de mi cuello. Ambos respirábamos pacíficamente, apreciando la calma de ese momento. Pasé mis manos por su cuerpo, acariciando su piel desde su trasero, subiendo por la curvatura de su cintura hasta llegar a su espalda alta y volvía a hacer lo mismo, en un recorrido buscando grabarme la forma de su cuerpo en mi memoria con mis manos.

Aquella paz se esfumó cuando mi celular sonó.

Era mi madre y me estaba haciendo una llamada.

- Maldición... - me quejé. Jimin elevó su rostro para ver qué ocurría mientras yo atendía la llamada, aún con él encima - ¿Qué haces llamándome? – pregunté sin ganas.

- No has respondido mis mensaje, así que no tuve opción – se excusó y suspiró antes de volver a hablar – Tu padre ya ha llegado. Cenaremos en familia hoy – me masajeé la sien mientras la escuchaba, sintiendo el estrés haciéndose presente en mi sistema – Él querrá conversar contigo.

- Como sea – solté un bufido. Realmente deseaba no tener que compartir nada con mi padre, ni si quiera una estúpida cena.

- Te espero, cielo – se despidió y cortó la llamada.

- ¿Tu madre?

- Sí – respondí dejando mi celular a un lado, teniendo ganas de lanzarlo por la ventana – Mi padre ya está en casa... debo irme – él se hizo a un lado para que yo pudiera comenzar a vestirme. Me puse de pie para colocarme mi pantalón.

- Bueno, si las cosas se complican ya sabes que podemos visitarnos por el balcón – dijo con una sonrisa pícara y yo le miré, sonriendo también. Abroché mi pantalón y me acerqué arrodillándome sobre el colchón y tomando su rostro entre mis manos para besarle.

En lo que menos pensaba era en mi familia, era lo último en lo que quería pensar. Ni si quiera sabía qué era lo que quería mi padre. No quería tener que tragarme sus estúpidas preguntas sobre mi carrera en la universidad, sobre cómo estaban mis calificaciones, sobre qué tan bien me estaba yendo. No quería que me preguntara si tenía alguna novia, si andaba con chicas, si planeaba en algún momento tener una esposa e hijos. De tan sólo pensarlo me daban ganas de vomitar.

No quería escucharle hablar de su empresa, de que pronto tendría que ir a aprender sobre sus negocios, sobre cómo manejar sus asuntos para que él pudiera encargarse de cosas más importantes y a mí dejarme a cargo de un montón de cosas que ni si quiera me interesaban.

Tampoco quería ver cómo mi madre le preparaba la comida y le sonreía como si fuera el mejor esposo del mundo, o escucharles pelear de un momento a otro o incluso peor, escucharles follar.

Me exasperaba de tan sólo ver cómo mi madre se arrastraba, cómo dejaba su dignidad de lado para contentarlo sólo a él, fingiendo ser la esposa perfecta, con el esposo perfecto y el hijo perfecto. 

Vaya farsa de mierda.

Nuestra familia era la más disfuncional de todas, pero ellos se comportaban como si fueran un ejemplo, sólo para guardar las apariencias, para el "qué dirán".

De haber sido por mí me hubiese quedado con Jimin toda la tarde, aunque de todas formas no era posible ya que sus padres en cualquier momento llegarían. Aun así, tenía que controlar un poco más mis pensamientos, Jimin había ido allí para ver a su familia, para pasar el rato con ellos, no para verme a mí. Más bien, yo había ido a mi antiguo vecindario para verle a él, ya que hubiera preferido escapar a la situación de tener que pasar tiempo con mi familia.

Sus padres, por otro lado, le querían y buscaban pasar tiempo con él también, por lo que sólo me restaba ser paciente y calmar mi ansiedad por acaparar todo su tiempo.

Me desesperaba, me desesperaba verle tan tranquilo todo el tiempo, sentía que yo era el único que estaba al pendiente de él las 24 horas del día. Ya podía sentir a mi antiguo yo queriendo darme un puñetazo en el medio del rostro por haber perdido la dignidad.

Y allí estaba, sentado en la mesa de nuestro comedor. Con mi padre al extremo de la mesa, en el lugar que siempre tomaba por ser el "hombre de la casa". Yo me encontraba en mi sitio, a la mitad, y mi madre en frente.

Mi madre había preparado pollo asado. Y mientras ellos hablaban yo me concentré en el sabor de la comida casera que casi nunca tenía el placer de poder comer. En nuestra casa casi siempre se pedía delivery, mi madre cocinaba únicamente cuando mi padre estaba en casa. Cuando ambos estaban casados él trabajaba todo el día y casi ni venía a comer, sólo por la noche y a veces ni si quiera eso.

Saboreé la comida, y bebí intentando mantener la calma ya que la presencia de mi padre me agobiaba demasiado, el simple hecho de escucharle hablar de sus negocios me enfermaba.

- Dime, hijo, ¿cómo van las calificaciones? – preguntó limpiándose la comisura de los labios con una servilleta y mirándome con atención.

- Bien, papá – respondí sin quitar mi vista del plato – Igual que siempre.

- Excelente, me imagino – sonrió - ¿Te has inscripto a concursos éste semestre?

- He estado un poco ocupado con las tareas y exámenes... - me excusé. La realidad era que no tenía ganas de participar de ningún estúpido concurso.

- Sabes que los concursos son tan importantes como las materias, Jungkook. Aumentarán tu nivel y reputación en la universidad y son importantes para que te gradúes con honores – llevó un trozo de comida hacia su boca – No quiero un hijo mediocre como vicepresidente de la empresa, tienes que ser el mejor – dijo antes de tomar un sorbo de su copa de vino. Lo saboreó y puso cara de desagrado – Mina, ¿Qué demonios es este vino? – preguntó a mi madre.

- ¿Qué pasa, cielo? ¿No te gusta? – preguntó sorprendida y con clara preocupación.

- Es una aberración. Ya sabes cuál es el vino que me gusta. ¿A caso lo haces apropósito?

- No, cariño – negó de inmediato – No sabía que éste no te gustaría... es que no había más del vino que te gusta.

- Tíralo y trae una cerveza, inlcuso eso es mejor que esta porquería – negó con la cabeza, ofuscado y le tendió a mi madre su copa – lávala – dijo de mala gana – A veces me pregunto por qué me casé con una mujer tan inútil.

Mi madre sólo fue a hacer lo que él le dijo. Yo, por otro lado, sólo quería irme de allí y dejar de escucharle. ¿Cómo podía mi madre dejar que él la tratase así? No se defendía, ni si quiera le pedía que la tratara bien. Él sólo escupía pura basura y ella le daba la razón.

No me extrañaba que ellos hubieran terminado así, separados pero aún yendo y viniendo como si fuesen dos adolescentes en una relación tóxica. Ella le permitía todo aquello, así como siempre había permitido que él me criara a su manera. Una manera completamente fría y hostil para un niño. Ahora, incluso siendo adulto, me sentía igual de indefenso y sin ayuda.

- Hablando de matrimonio – comenzó él – Hay un colega mío, socio más bien, de gran confianza con quien tenemos proyectos importantes a futuro para unir nuestras empresas. Es algo realmente grande que nos traerá mucho dinero – mi madre volvió a la mesa con la cerveza en mano y le sirvió a mi padre. Tomó asiento luego – Y tiene una hija bellísima que está muy interesada en conocerte. Ya hasta hablamos con su padre de una futura boda.

Mi garganta se cerró en ese mismo instante impidiendo que pudiera tragar la comida. No sé si se notó desde afuera, pero el pánico me invadió inmediatamente, con mi corazón latiendo rápido. Aquello me quitó el aliento y las ganas de seguir comiendo. Despegué mis ojos del plato para mirar a mi madre. Ella se veía tan sorprendida como yo, pero lo que más me dolió fue que me mirara con lástima.

Apreté los cubiertos en mis manos y respiré forzosamente sin saber qué hacer o qué decir, clavando mi mirada en mi plato con la comida a la cual pocos bocados le había sacado. Finalmente, sin esperarlo en absoluto, mi madre habló.

- Pero... cielo... ¿No crees que es demasiado pronto? – levanté mi mirada. Ella observaba a mi padre con una sonrisa algo temerosa.

- ¿Pronto? Claro que no, de hecho ya bastante tiempo le he dejado para que disfrute su soltería – soltó una carcajada, como si me hubiera hecho un favor.

- Pero él es muy joven todavía... aún le queda por terminar la Universidad... un matrimonio a su edad es-

- Mina, no estás aquí para opinar al respecto. Está claro que no sabes nada de negocios ni cómo se manejan estas cosas – le paró en seco, sin dejar que ella siguiera hablando. Tomó su plato y lo puso frente a ella – Ve y sírveme más – le dijo y así obedeció – La chica es muy linda, además de ser inteligente, aunque eso no importa mucho hijo, ambos sabemos que lo importante es lo de afuera – me miró con una sonrisa burlesca, y yo sentí mi estómago contraerse.

- No quiero casarme ahora, papá – hablé aun sintiendo que me faltaba el aire. No quería eso, no quería que hablara de mi futuro como si fuera el suyo, no quería que decidiera por mí como si mi opinión no valiera una mierda.

- Eso no lo decides tú, Jungkook. Tú bien sabes que serás el vicepresidente de la empresa, ya sabes cómo se hacen estas cosas y lo importantes que son las relaciones intra-empresariales. Estos matrimonios están por todos lados y es tu responsabilidad, eres mi hijo y no vas a decepcionarme – comenzó a comer a penas mi madre puso su plato frente a él – Así que piensa en ello y mentalízate. Además en algún momento tendrás que tener hijos y no los tendrás con una cualquiera o con alguna de esas putas con las que te acuestas por ahí.



Estaba recostado en mi cama pensando. Todo lo que me había dicho mi padre divagaba por mi cabeza sin dejarme estar calmado. Aún sentía que la respiración se me volvía pesada y las manos me sudaban. Mi colchón incluso se sentía incómodo como nunca. Sólo podía mirar el techo y preguntarme por qué mi familia no podía ser normal.

Fue en ese momento cuando recordé a Jimin y lo tanto que había llegado a envidiarle. Para mí siempre parecía tener una vida brillante, sus padres eran buenos con él, y aunque las apariencias engañan, al conocerle pude comprobar de que en el caso de ellos sí eran perfectos, incluso a pesar de que Jimin decía que no lo eran.

Al lado de mi familia, cualquiera era perfecta para mí.

¿Qué haría? Casarme no estaba en mis planes, jamás lo había estado aunque sabía que mi padre tenía eso pensado para mí. No me importaba y antes no me hubiera interesado, lo hubiera hecho de todas formas porque de igual manera hubiera seguido acostándome con cualquier mujer que se me ocurriera, siéndole infiel a quien fuera mi esposa.

Ya no sabía qué quería, porque a esa altura, donde todo se había vuelto así de complicado, hubiera preferido seguir igual que siempre, acotando las órdenes de mi padre porque total lo único que me interesaba era tener dinero y follar con mujeres.

Pero ya no. Ni si quiera era lo que realmente quería en ese momento. Lo que quería, realmente en el fondo, era que me dejara en paz y ser libre de vivir mi vida sin que él interviniera.

Luego, al conocer a Jimin y verme en una nueva faceta de mí mismo, aquella idea de casarme con una mujer me parecía tan irreal e imposible que escuchar a mi padre decir eso me hizo pensar, por un momento, que estaba bromeando. Pero no, mi padre era así de bastardo y hablaba muy en serio.

Me sobresalté al ver que la puerta se había abierto. Era mi madre, como de costumbre sin tocar antes de pasar. Volví mi vista al techo y ella se sentó a mi lado suspirando.

- Ha quedado pollo para mañana al medio día – dijo ella – él irá a jugar tenis con unos amigos y yo iré, estarán las esposas de ellos también – explicó y yo sólo emití un sonido en asentimiento. Posó su mano en el dorso de la mía y la acarició – Lo siento, cariño – dijo con voz suave – Aunque le diga que no es tiempo él no cambiará de opinión... - explicó con pesar. Era la primera vez que mi madre genuinamente intentaba consolarme - Quizás se le pase en algún momento...

- ¿Y sino qué? – mi voz sonó frívola y ella me observó con atención. Mis ojos estaban clavados en el techo, sin parpadear, sin querer mirarla - ¿Me casaré con una mujer? - el sólo decirlo en voz alta hacía que me costara respirar, incluso aunque sólo lo había susurrado - ¿Me obligará a no ser feliz?

- Lo sien-

- ¿Qué le diré a Jimin?

Mi madre no respondió, y yo no dije nada más. Aquella pregunta era suficiente, suficiente para que al salir de mi boca hiciera tanto ruido dentro de mi mente como también en la mente de mi madre.

Las ganas de gritar que tenía en aquel momento eran insufribles, insoportables. Eran las mismas ganas de gritar que había tenido por mucho tiempo, casi todos aquellos años de mi vida bajo el techo de esa maldita casa.

Mi madre bajó su mirada y se mantuvo en silencio aun sosteniendo mi mano.

Ella tenía razón, hiciera lo que hiciera, dijera lo que dijera, mi padre no cambiaría de opinión. Me obligaría a casarme con una mujer, me obligaría a casarme y a olvidarme de ser feliz.

Y tendría que en algún momento decirle a Jimin que lo nuestro había sido bueno mientras duró.

Probablemente le mentiría, diciéndole que en ningún momento me interesó tener algo con él.

Le diría que fue un simple experimento, que estaba aburrido. Le diría que las mujeres ya eran demasiado corrientes para mí y que sólo quería saber cómo se sentía estar con un hchico. Me reiría y le diría que por qué había sido tan estúpido de creer que yo me interesaría en él, que yo jamás gustaría de un hombre, ni mucho menos de una zorra como él.

Le diría que yo no era un marica.

Le diría que no me gustaba.

Le mentiría y volvería a ser el mismo de antes, sólo para poder soportarlo todo y enorgullecer a mi padre una vez más.

Pero la simple idea de hacer eso ya no sonaba tan fácil como antes. El tener que echarme hacia atrás, hacer un puñado de basura todo lo que había pasado entre nosotros y desecharlo para olvidarlo, simplemente no se sentía para nada bien.

Era por ello que no quería ver a mi padre, era por ello que no quería volver a casa. No quería tener que soportar las locuras con las que fuera a salir. No quería escucharle si quiera decir lo que él creía que era mejor para mi vida, para mi tan espectacular y prometedor futuro. Porque cada vez que le tenía cerca me sentía insignificante y sofocado, me hacía recordar por qué era más fácil simplemente asentir a todo lo que él dijera, porque alzaba la voz y me anulaba si yo pensaba diferente. Y si intentaba replicar una segunda vez, terminaría por golpearme.

Eran esos sentimientos los que quería evitar a toda costa. Era el tener que enfrentarme a la situación de realmente sentirme mal por tener que obedecer a mi padre. Era aquel conflicto en el que me encontraba donde ya no me era indiferente lo que él hiciera con mi vida. Había comenzado, sin darme cuenta, a resistirme a él y su estilo de vida de mierda, y a sus creencias.

Como había dicho mi madre, jamás le había llevado la contra.

Una vez supe cómo se sentía vivir por mi cuenta, hacer lo que realmente deseaba hacer, se me volvía imposible el fingir que todo era igual que antes. Ya no lo era, ahora, Jimin estaba en mi vida, y eso me había dejado jodido.

El que mis padres pasaran el mediodía y parte de la tarde me permitieron invitar a Jimin a otra cita. Realmente no sabía qué estaba haciendo, llevándole a aquel lugar apartado del mundo. Un viejo muelle algo abandonado pero que aún se veía bonito. Era calmo, un lugar donde sólo te permitía despejar la mente, la brisa algo húmeda que provenía del mar era refrescante. Había algo de nubes ya que esos días estaba pronosticado lluvia, pero aun así el sol aparecía de vez en cuando, y estaba presente tras las nubes en una leve resolana.

Jamás me había sentido tan nervioso y tan amargado en la vida. Ni si quiera sabía en qué momento esa clase de sentimientos habían nacido en mí, pensaba que no los tenía. Era la clase de persona que podía siempre tener bajo control su forma de pensar y sentir. Era selectivo, si había emociones que no me servían o me entorpecían, simplemente las borraba.

Ahora sólo me encontraba en silencio, caminando a su lado y sin saber qué hacer con todos mis sentimientos. 

Miró a su alrededor, él estaba sonriendo como siempre. Me sentí terrible, me sentí culpable por primera vez en mi vida.

- Wow... - dijo asombrado al mirar desde el borde del muelle hacia el agua golpear contra las maderas que lo sostenían – Es increíble, aunque da miedo.

- Dicen que por eso es peligroso nadar por aquí – comenté, apoyándome sobre el borde del barandal al igual que él.

- No planeaba hacerlo de todas formas – soltó una risa y se agachó para sentarse. Con sus brazos cruzados y apoyados sobre la segunda barra del barandal, le vi cerrar los ojos mientras dejaba que la brisa golpeara en su rostro, agitando sus cabellos al aire – Jungkook... - pronunció mi nombre en un tono que parecía adormilado - ¿Iremos a ese baile juntos? – preguntó – Ya sabes... como pareja... - ladeé mi cabeza y él abrió los ojos dándose cuenta de lo que había dicho – quiero decir, no es como si fuéramos a hacerlo público pero... realmente quisiera... ir contigo – aquello agitó mi interior como un huracán y las palabras de mi padre se removieron con él.

- Dije que iríamos... así que sí – me senté detrás de él. Mi corazón se encogía con cada latido. Apoyé mi mentón sobre su hombro y le rodeé con mis brazos, cerrando los ojos. Soltó una leve risita por lo bajo.

- Siempre quise ir a un baile así... como en las películas... – no pude evitar sonreír con gracia mientras le escuchaba – Esos bailes donde hay un rey y una reina, donde bailan toda la noche... - se giró un poco para mirarme – esas cosas maricas y cursis que tanto te gustan – solté una carcajada por su claro sarcasmo.

- Puedes ser el rey de éste baile... - comenté apretando el agarre sobre él – sin dudas llamarás la atención de todos...

- No tiene gracia si no puedo tener un rey que me acompañe... - se encogió de hombros – ...si tú no puedes ser mi rey...

Lo único que podía hacer en ese momento era quedarme en silencio y dejar que sus palabras y aquel momento se hundieran junto a mí. Por un instante sentí que el sonido del mar me tragaría hasta hacerme desaparecer. No podía, sin dudas, seguir manteniéndome ajeno a lo que ocurría, a lo que Jimin me decía.

Me pregunté qué demonios estábamos haciendo de esa manera, en el medio de la nada solos y abrazados. ¿Qué se suponía que intentábamos hacer si quiera? Él claramente me veía como una pareja para él, como alguna clase de compañero con quien se proyectaba para compartir cosas, momentos como ese que estábamos teniendo. Y yo no me había negado a nada de eso.

Era por mi culpa que estábamos en esa situación donde sentía que era imposible salir ileso. Porque había dejado que todo siguiera su curso como si no hubiera una consecuencia luego.

Había dejado que algo creciera entre nosotros, había dejado que Jimin tuviera la suficiente confianza como para llamarme "pareja", como para decir que quería ir a un baile conmigo como una pareja común y corriente, como lo hacen las parejas heterosexuales. Había dejado que sus ilusiones crecieran cuando yo no podía darle nada de eso que él quería.

Creí que las cosas se solucionarían solas, que mágicamente me encontraría pudiendo seguir con aquello que teníamos, indefinidamente. No había querido pensar en aquel futuro donde tendría que tomar cartas en el asunto y decidirme de una vez por todas qué quería hacer con mi vida.

Había dejado que aquella pequeña bola de nieve creciera y creciera, no sólo en Jimin sino adentro de mí también. Y allí estaba sin ser capaz de evadir esa situación, sin poder rechazar sus sentimientos. Porque maldición, él tenía sentimientos por mí. Y rogaba, rogaba por sentir aunque sea una pizca de disgusto al respecto pero me odié al darme cuenta que lo único que podía sentir era felicidad.

- Creo que dejaríamos en ridículo a cualquier otra pareja – dijo burlonamente – Ahora que lo pienso... - volvió a mirarme – Será la primera vez que te veré con smoking – se giró por completo, acomodándose para quedar frente a mí y con sus piernas sobre mis muslos a cada lado de mi cuerpo – Qué sexy... - dijo con una sonrisa sugerente mientras peinaba mi cabello y yo reí por su expresión juguetona.

- ¿Y qué hay de ti? – me acerqué a sus labios, hablando contra ellos – Te verás aún más caliente... con smoking y este cuerpo que te gastas – le besé, humedeciendo nuestros labios.

- Ya te dije, dejaríamos al resto en ridículo... - dijo traviesamente y rodeando mi cuello con sus brazos.

Pero no, yo no podía ser feliz, porque tarde o temprano me casaría con una mujer, y Jimin debería olvidarse de mí.

Y yo debería olvidarme de él.

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