13. Te daré tu preciado orgasmo

Jimin POV

Llevaba sólo dos días y Jeon ya me estaba tocando los cojones. No quería verle ni mucho menos hablar con él, ¿Y él que hacía? Se aparece en mi casa pidiéndome un encendedor que terminó por robarme, se sentó en mi porche, me habló e incluso vino a decirme que la luz de su casa no funcionaba cuando sí lo hacía. Me cabreaba que me hiciera perder mi tiempo sólo para burlarse de mí y en mi cara.

Decidí olvidar el hecho de que se había quedado con mi encendedor luego de fingir buscarlo y de haberme hecho una broma de mal gusto y con doble sentido únicamente para hacerme poner nervioso. ¿Y a qué había venido esa sonrisa? Realmente no tenía vergüenza, ni un poco de consideración a la hora de joderme la vida.

Por suerte tenía planes para la noche de ese día, necesitaba distenderme porque siempre que se trataba de Jeon me agarraban casi dolores de cabeza, perdía la paciencia, porque sí, al principio me gustaba el condenado, porque era caliente, pero con sus actitudes de mierda ya era imposible que me gustara alguien así.

Cuando la noche se acercó, mi madre y mi padre salieron, ya que yo les dije que también iba a salir, por lo que no debían de preocuparse por dejarme solo, después de todo yo quería que ellos salieran también, habían estado muy ocupados con el trabajo las últimas semanas, según lo que me habían contado.

Me tomé una ducha rápida y mientras secaba mi cabello con la toalla me dirigí a mi habitación. Afuera llovía como la mierda, pero por suerte me iban a buscar en auto, aunque a ese paso iban a tener que ir a buscarme en canoa o algo así. 

Pensé en qué podría ponerme, siempre era tan indeciso para decidir qué ropa usaría que me demoraba bastante en el proceso. Miré todas las camisas que me había llevado y finalmente me decidí por una luego de probarme varias. Me quité la toalla que tenía sujeta a mi cintura y me puse unos bóxers negros. Busqué en mi valija unos jeans negros y me los coloqué. Terminé por mirarme al espejo y mientras estaba acomodándome la camisa y peinándome, escuché un ruido en mi ventana.

Me giré y miré hacia donde había venido aquel sonido, sintiéndome algo desorientado. Me acerqué a mi ventanal para ver y al mirar al frente vi a Jeon del otro lado, en su balcón. Casi se me cae la mandíbula al verle allí. Abrí el ventanal y salí al balcón, por suerte era techado y la lluvia no llegaba a mojarme.

Le observé, esperando una explicación de por qué había tirado algo contra mi ventana.

- ¿Siempre te cambias con la cortina abierta? – preguntó con una expresión divertida. Sentí el calor llegándome a las mejillas.

- ¿Me espiabas? – le pregunté con clara irritación – Mejor no respondas – me apreté el puente de mi nariz con mis dedos – En fin, ¿Qué quieres?

- Sólo quería decirte que tengas cuidado al desnudarte frente a tu ventana, algún pervertido podría verte – se encogió de hombros.

- Pues quien no quiera verme que no me mire – claramente eso lo dije por él.

- Eres lento – masculló, yo ladeé mi cabeza sin comprender - ¿Vas a algún lado?

- Sí, saldré por la noche – me crucé de brazos.

- ¿No crees que llueve mucho para salir?

- ¿Eres mi madre? – solté una risa sarcástica – Digamos que la salida de hoy me motiva mucho como para salir, aunque esté lloviendo.

- ¿Ah, sí? – alzó una ceja - ¿Y qué harás?

- No tienes por qué saber – me volteé, listo para seguir con lo mío, pero antes de volver a mi habitación volví a mirarle – Aunque, de hecho, voy a follar, así que sí, no me importa mojarme – le sonreí con sorna y cerré mi ventanal una vez que entré.

Quería que viera que sus actitudes e intentos por molestarme no iban a funcionar en lo más mínimo conmigo, ya podía ir olvidándose de que yo me dejara pisotear por él otra vez, eso no iba a pasar.

Mientras terminaba de alistarme, el timbre de mi casa sonó y yo pegué un salto. Era algo temprano para que llegara mi amigo a recogerme.

Bajé las escaleras rápidamente y al ver por la mirilla maldije entre dientes. Era una pesadilla. Abrí la puerta.

- ¿Ahora qué? – le miré de pies a cabeza, estaba empapado. Su cabello negro estaba pegado a su frente y se lo peinó hacia atrás. Sacó su mano de su bolsillo y me mostró un objeto.

- Lo encontré – dijo con mi encendedor en su mano.

- Oh... gracias – lo tomé – Ya puedes irte.

- No me iré.

- ¿Cómo? – su mirada me dio escalofríos porque la oscuridad con la que me miró me tomó por sorpresa.

- ¿Están tus padres? – preguntó de la nada.

- N-no... - respondí, y me arrepentí de ello porque no pude evitar que se metiera a mi casa, obligándome a retroceder. Cerró la puerta como si fuera el dueño de la casa - ¿Qué haces? – me alarmé – Dime qué quieres y lárgate.

- ¿Qué quiero? – inquirió elevando sus cejas – Adivina – se me acercó peligrosamente y yo retrocedí.

- Aléjate – le empujé levemente – Ya te he dicho que no quiero saber nada contigo... ya basta.

- ¿Estás seguro?

- S-sí - titubeé. Cerré mis ojos queriendo asesinarme mentalmente.

- No suenas muy convencido – rió. Jamás le había escuchado reír, o al menos no se mostraba así frente a mí. Me quedé pasmado, mi cerebro dejó de funcionar por un momento. Me tomó de los brazos y me puse muy nervioso.

- No quiero...

- Pero sí irás a follar con alguien más – musitó.

- Ya sabes por qué no quiero follar contigo.

- ¿Quieres que te haga venir? – preguntó descaradamente y me hizo temblar de la sorpresa y también de la vergüenza. Se acercó más a mí, su rostro estaba terriblemente cerca, tanto que podía sentir su respiración chocar con la mía. Jamás le había tenido tan de cerca y mierda, era intimidante lo hermoso que era – Te follaré tan bien y te haré venir tantas veces que me pedirás que pare... - la sangre se me congeló pero mis mejillas se sintieron arder – O puede que me pidas más, tú decides... - volvió a sonreír, sin malicia alguna a diferencia de como siempre lo hacía. Me quedé estático.

Tomó mis manos con las suyas y las dirigió a su cabello. Mis manos temblaban, todo en mí temblaba. Comencé a sentir una inquietud tan grande que no sabía cómo hacer para calmarme. No podía entender qué sucedía, no podía entender cómo ni por qué tenía a Jungkook tan cerca y mirándome de esa manera.

Mi cuerpo terminó de rendirse ante él cuando posó sus labios sobre los míos, sorprendiéndome pero también haciéndome responderle al instante.

Enredé con cuidado mis dedos en su cabello y disfruté del sabor de sus labios y del calor de sus besos, los cuales eran la primera vez que los probaba y me estaba encantando, algo que tanto había deseado.

Si antes había pensado que ya no me gustaba, pues ya podía ir despidiéndome de esa vil mentira.

Comenzó a lamer mis labios, incitándome a abrir mi boca y recibirle con mi lengua, siendo totalmente exquisita la forma en la que besaba. Sentí sus manos en mi cintura y un escalofrío recorrió mi columna. Los nervios no se me iban, su cercanía estaba superando todas mis expectativas. Me alejé un poco, separando nuestros labios pero nuestras respiraciones chocaban con la otra.

- ¿Qué haces...? – mi voz sonó lamentosa. Sentía como si su beso me hubiera quitado toda mi vitalidad, toda mi fortaleza y decisión de no dejarle jugar conmigo.

- Te pruebo... - respondió y volvió a besarme.

- No soy un plato de comida, Jungkook... - me alejé un poco – Que me beses no cambia el hecho de que ambos somos diferentes... jamás podremos tener sexo en buenos términos.

- ¿Por qué no? – preguntó incrédulo.

- Porque eres heterosexual... - sí, era eso, y también el hecho de que era un abusivo.

- No importa – volvió a acercarse, tomándome por la cintura y me pegó a su cuerpo, posó su nariz en mi cuello e inhaló, haciéndome sentir un cosquilleo que se convirtió en piel de gallina. Luego me besó y también sentí los dientes tironear un poco mi piel mientras me apretaba contra él, rozando nuestras entrepiernas.

- Ahh... mierda... - me mordí el labio al sentirle restregarse contra mí. Sus manos terminaron en mi trasero y lo apretaron con vehemencia. Movió sus caderas en un vaivén leve y mi vientre comenzó a sentir un cosquilleo innegable – No te gusto, Jungkook... - susurré mientras él no dejaba de tocar mi cuerpo – Te reirás de mí... me humillarás... me insultarás... - mi voz temblaba, sentía una gran pesadez dentro de mí.

- Quiero follarte... y tú quieres que te folle... - su lengua jugó con el lóbulo de mi oreja y yo erguí mi espalda al sentir que la presión en mi entrepierna se acrecentaba. Apretó sus dientes fuertemente contra mi piel y tironeó, luego chupó y lamió. Aquello estaba despertando tantas sensaciones en mí que no pude seguir resistiéndome, por lo que no dije más nada y dejé que hiciera lo que él quería.

Fue empujándome hacia atrás mientras no dejaba de besar mi cuello y de apretarme por la cintura. Quiso llevarme al sofá pero lo detuve.

- Aquí no, o mis padres me matarán – dije mirándolo. Sus labios estaban rojos y sus ojos brillantes – Vamos arriba, a mi habitación – dije en un susurro, sintiendo el deseo apoderándose de mí.

Miró hacia las escaleras, analizando la situación, luego volvió a mirarme y sorpresivamente puso sus manos en mi trasero y me impulsó hacia arriba, alzándome. Me sujeté rodeando su cuerpo con mis piernas y su cuello con mis brazos para no caerme.

Sentí algo de vergüenza, o quizás era que me había sorprendido haciendo eso. Me llevó de esa manera, subiendo las escaleras. Si nos matábamos al caernos por allí realmente no me importaba.

Al llegar al piso de arriba le dije dónde quedaba mi habitación y me llevó aún sosteniéndome, y comenzó a besarme los labios. Mi cuerpo temblaba de emoción porque sólo había podido fantasear con saber cómo se sentía besar a Jeon. Me sentía inseguro al besarle porque creía que en cualquier momento se alejaría de mí y me miraría con asco, pero era él quien buscaba mi boca en esos momentos.

Una vez en mi habitación cerró la puerta y finalmente me bajó. Me giró y con algo de fuerza me puso frente a mi puerta y apretó su cuerpo contra mi espalda, tocando mi torso con sus manos. Era la primera vez que me tocaba, la primera vez que se interesaba por sentir mi cuerpo.

Al sentir sus manos meterse dentro de mi remera cerré mis ojos, apoyando mi mejilla contra la puerta. Desde mi cintura sus manos se movieron con suavidad por mi abdomen, subiendo hasta mi torso y deteniéndose en mi pecho. Arrugó mi remera y tironeó, por lo que levanté mis brazos y así me la quitó, dejando mi torso al descubierto.

Luego de eso desabrochó mi pantalón y lo bajó junto a mi ropa interior. Yo estaba totalmente duro, pero por suerte no me vería, no quería que me viera y recordara que no le agradaba.

Apretó mis glúteos con sus manos, luego los soltó y comenzó a desabrocharse el pantalón. Me sentí nervioso por lo que sucedería, me vi sintiendo dolor otra vez, pero de repente él habló.

- Prepárate – escuché que se bajó el pantalón – quiero verte hacerlo – su voz sonó grave y peligrosa, tanto que mi estómago se contrajo. ¿Iba a estar viéndome mientras lo hacía?

Hice lo que me dijo, llevé mis dedos a mi boca y los chupé, jugué un poco con mi lengua y luego haciendo movimientos metiéndolos y sacándolos de mi boca. Sabía que él me estaba mirando con atención, por lo que los succioné fuerte, haciendo un sonido bastante obsceno y le escuché suspirar con dificultad. Terminé y los dirigí directo a mi trasero, me acomodé separando un poco más mis piernas y adentré mis dos dedos entre mis glúteos, haciendo presión sobre mi entrada y abriéndome paso.

Los metí y los saqué varias veces y luego jugueteé manteniéndolos dentro, abriéndolos y cerrándolos para estirar lo más posible mi ano. Mi respiración se acortaba y cuando quise prestar atención a lo que él hacía, noté que su respiración estaba igual y no solo eso, se estaba masturbando. Aquello no me lo esperaba pero me hizo sentir bien, si estaba masturbándose mientras me veía significaba que estaba caliente y que realmente estaba compenetrado en el momento que estábamos por tener.

Luego de mi tercer dedo y de haber aflojado lo más posible mi entrada, quité mis dedos y apoyé ambas manos sobre la puerta, suspiré con nerviosismo bajo su constante mirada.

Tomó su polla con su mano, se colocó el condón que había sacado de su envoltorio hacía un minuto y se acercó a mí. Alineó la punta con mi entrada y luego empujó lentamente. Cerré mis ojos e intenté relajarme y me concentré en sentir cómo se metía dentro de mí.

Fue cuidadoso, cosa que nunca había sido así, pero simplemente lo hizo lento. No llegó a meterse profundo pero se quedó quieto, yo solté un suspiro aliviado.

- Dime dónde es – dijo y yo asentí levemente con la cabeza. Separó un poco sus caderas y se volvió a empujar pero solo sentí un cosquilleo muy tenue. Se acomodó, moviéndose un poco sobre su lugar y volvió a pegarse a mí, esta vez con más fuerza y hasta el fondo.

- ¡Ah! – gemí al sentir que había tocado justo donde tenía que hacerlo.

- Supongo que es ahí – se escuchaba como si hubiera aguantado una risita. Repitió el mismo movimiento.

- Aaahh... - otro gemido se me escapó. Me mordí el labio para evitar que volviera a pasar.

Fue entonces cuando comenzó a moverse. Sus caderas tomaron un ritmo moderado, que a veces iba descendiendo en velocidad, volviéndose lento y bastante tortuoso, aunque me gustaba. Le podía sentir perfectamente dentro de mí, me gustaba la sensación que me dejaba al embestirme tan pausadamente, mi próstata se iba estimulando, provocándome descargas eléctricas que iban desde ese punto hasta el resto de mi cuerpo, mi erección ya estaba totalmente lista para ser tratada, pero preferí aguantarme de momento, quería disfrutar del placer que estaba sintiendo.

Mi respiración estaba calma por el momento, ya que los lentos movimientos me habían metido en una especie de trance del que realmente no quería salir. Mi interior poco a poco comenzaba a ponerse más caliente y ese calor se extendía también a todo mi cuerpo.

Le escuchaba soltar leves suspiros, por momentos se transformaban en gruñidos, hasta que en un momento me tomó más fuerte de la cadera y comenzó a moverse más rápido.

Todo mi cuerpo comenzó a moverse contra la puerta, mi mejilla dolía un poco pero tampoco me importaba demasiado, ya que el dolor en mi erección aumentaba y la estimulación en mi próstata también, poniéndome aún más caliente.

Realmente se movía bien, sus movimientos eran fluidos y certeros, no perdía ninguna oportunidad de dar con mi punto dulce.

El placer fue creciendo, sintiéndonos aún más excitados, por lo que noté que él comenzaba a impacientarse al igual que yo. Le escuché maldecir, mientras comenzaba a soltar varios jadeos. Para ser sincero quería verle, quería poder tener una vista completa de su rostro mientras me lo hacía, pero me bastaba con escucharle. Cambié un poco mi posición, separándome de la puerta y apoyando mi frente mirando hacia el suelo y tirando mis caderas hacia atrás. Sentí las gotas de sudor recorrerme el cuello. Llegó un punto donde ambos gemíamos o producíamos cualquier tipo de sonido erótico que nos salía por el fuego del momento, ya no podía acallármelos.

- ¿Te gusta...? – pregunté. Mi mente estaba ida, inundada en el placer, y aquella pregunta la pronuncié sin pensar.

- Sí... - jadeó.

Desde mis caderas sus manos pasaron hacia mi cintura, bordearon todo mi cuerpo hasta llegar a mis brazos y me hizo levantarlos, estirándolos y apoyando mis codos contra la puerta. Aproveché a descansar un poco mi cabeza sobre mi brazo derecho.

Sus movimientos se volvieron más intensos y la habitación ya era un lío de gemidos, que quizás hasta los vecinos podían escuchar pero estábamos compenetrados en llegar, en quitarnos esa sensación placentera que ya nos volvía locos.

- Mierda... más rápido... - supliqué, mi voz me falló, quebrándose al hablar – Ya no puedo más... - sentí que sus manos se dirigían a mi pecho y apretó mis pezones con fuerza – aahh... no... - se me acercó y mordió mi oreja. El sudor bajaba por mi frente.

- ¿"No" qué? – la puerta retumbaba, haciendo ruido con cada golpe cada vez que él empujaba con fuerza. Mi respiración ya era incontrolable, el placer me estaba llevando a mi límite de tolerancia. Llevé mi mano a mi miembro pero inmediatamente él la quitó y me obligó a volverla a la posición anterior.

- Jung...kook...

- Te vas a venir con mi polla... ¿entiendes? – sonó soberbio, y no podía esperar menos de él. Suspiré rendido, a esa altura podría convertirme en su esclavo sexual y no me importaría mientras hiciera que me viniera.

- Entonces empuja... maldición – dije entre dientes. Junté mis cejas, me estaba desesperando.

- Creí que no querías que te rompiera – dijo algo burlón, volvió a apretar mis pezones.

- Aahhh... - gemí y me retorcí en mi lugar sobre la puerta – Ya no sé qué quiero...

- Me quieres a mí – me mordió el cuello y chupó con fuerza.

Luego de unos minutos de intensas estocadas, de manoseos y besos sucios, ambos pudimos acabar, corriéndonos sin contenernos en lo absoluto, sintiéndonos liberados finalmente, sintiendo el alivio de haber soltado todo aquel placer tan apabullador.

Me mantuve recargado sobre la puerta mientras él salió de mi interior. Se quitó el condón y lo tiró en el tacho de basura que había en mi habitación.

Fue entonces cuando escuché mi celular vibrando. Mierda, había olvidado que tenía planes. Me apresuré a tomar papel que tenía en el cajón de mi escritorio y procuré limpiarme mientras atendía mi celular.

- Hola – respondí.

- ¿Qué sucedió? Hace 30 minutos te espero y te llamo pero no me atiendes – maldije por mis adentros. Giré mi rostro y Jungkook estaba observándome de arriba a abajo. Sentí vergüenza y lo único que pude hacer fue tomar una camiseta mía que tenía en la silla del escritorio y la usé para taparme la entrepierna.

- Perdón... se me pasó la hora... ¿Sigues abajo? En un minuto vo- no pude terminar porque Jungkook me quitó el celular.

- Está ocupado, vuelve a intentarlo en otro momento – dijo con su rostro inexpresivo y cortó la llamada. Le miré con ojos bien abiertos, sin poder creer lo que había hecho.

- ¡¿Qué haces?! – le quité mi celular y lo miré enojado.

- Ya has follado, no le necesitas.

- No iba a follar, es un amigo, idiota – le dije con molestia y caminé hacia mi cama, sentándome y listo para enviarle un mensaje a mi amigo.

- Me quedaré aquí – dijo y yo le miré confundido.

- ¿Aquí? Claro que no – negué y él se acercó. Aún estaba desnudo y acercó demasiado su cuerpo a mí, al maldito aún no se le había bajado.

- Planeo seguir follándote, y además mi madre está con su amante, no quiero volver – aquello lo dijo con clara amargura. Suspiré y me puse de pie frente a él.

- Siempre haces lo que quieres, ¿cierto?

- ¿No eres tú el que siempre hace lo que quiere? – noté cómo recorrió mi rostro con sus ojos y los detuvo en mis labios. Sentí algo al ver sus ojos, me gustaban, eran lindos y a diferencia de como siempre los veía, oscuros y amenazantes, en ese momento parecían algo perdidos.

- ¿Puedo tocarte? – me atreví a preguntar y su mirada volvió a encontrar mis ojos.

- Hazlo – fue lo único que respondió.

Llevé mis manos a su cuello, sintiendo su piel suave. Las deslicé por sus clavículas y luego a su torso, finalmente podía ver y tocar su amplio y trabajado pecho. Todo en él era tan masculino que disparaba mis hormonas, incluso su olor. Se mantuvo quieto mientras le tocaba. No estaba seguro si hacer lo que realmente quería, pero me animé de todas formas.

Me acerqué a su cuello, inclinando levemente mi cabeza y pasando mi lengua. No pareció disgustarle, de hecho soltó un suspiro que a mi entender era de placer, incluso ladeó un poco su cabeza, descubriendo su cuello para mí. Nunca pensé que alguien que fuera tan dominante pudiera dejarse hacer de esa manera.

Comencé a descender, pasando por su clavícula, dando chupetones a medida que me iba moviendo. Me incliné más y llegué hasta sus pezones. Lamí su pezón derecho y dio un respingo que atinó a alejarme pero en cambio sólo apoyó sus manos en mis hombros. Encerré su pezón con mis labios, chupándolo y dándole leves mordiscos. Me deleité con sus jadeos, únicamente producidos por mí.

Fui bajando de a poco por su abdomen y finalmente llegué a su erección.

Hice igual que siempre y engullí su polla a la primera, metiéndola en mi boca hasta el fondo y luego sacándola para volverla a introducir por completo. Repetí aquello utilizando bastante presión y luego me concentré en lamer y chupar la punta.

Se la chupé hasta que acabó en mi boca, y sólo para darle el gusto a él tragué su semen, porque no me había obligado a hacerlo esta vez.

Volvimos a hacerlo como tres veces esa noche.

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Esto merece una celebración (?

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