Cuando el tiempo se enamora

CAPÍTULO 1

Cuando el tiempo se enamora

Disclaimer: los personajes de esta historia no me pertenecen, son propiedad de Reki y A1, no hay intención de lucro en este fic. La imitación es la mejor forma de admiración.

·

·

El sol se puso en el horizonte y el lugar dejó de tener esa combinación de colores fríos propios del sol de media tarde, para adoptar los suaves tonos de anaranjado, como si fueran llamas que arden pero no queman. Incluso la cascada cercana, que tantos secretos guardaba, reflejó ese espectáculo.

Varías hojas de los árboles danzaban en el viento que, a esas alturas, soplaba más fuerte.

El chapoteo del agua acompañó los ruidos de las ramas chocando entre sí. Los pasos dificultosos se detuvieron cerca de una enorme roca, la que tradicionalmente era usada para sentarse a meditar bajo la caída del agua.

La mirada negra, como la fría noche, atrapó la clara; su opuesta, pues ella era el reflejo del día.

Con la yema de los dedos le acarició la mejilla, fue tan delicado como si tratara con el filo de su katana. No estaba de más tratarla cual pétalo delicado, después de todo era una mujer, una valiente mujer que hubo derrotado a la mitad de los estudiantes de ese lugar.

Bajo toda esa ropa masculina, solo él sabía su secreto.

—¿Te rendirás?

Ella sonrió. Con el mango de su espada le presionaba el abdomen para evitar un acercamiento más íntimo.

Él no estaba en posición de decir tales palabras, no tenía arma o más bien no pensaba usarla. No contra ella. No obstante, ella no planeaba rendirse, lucharía hasta dar la última gota de su fuerza.

—Iba a preguntar lo mismo —hizo un poco más de presión, obligándolo a retroceder unos centímetros.

Negándose a perder de nuevo, aunque ya había aceptado su derrota varios minutos atrás. Guió su otra mano hacia la trenza de su oponente. Ella al notarlo trató de retroceder, pero era ya muy tarde, la posición en que se encontraban envueltos se lo impedía.

—Sé que alguien puede vernos —susurró para calmarla. —Pero deseo...

Ella lo calló poniendo un dedo sobre sus labios. Lo conocía tan bien que no necesitaba decir más que eso, el silencio fue lo que los acercó en primer lugar.

Era indestructible la profundidad con que se miraban. Hasta podría decirse que se llamaban de esa forma. Y eso hacían, reducían la distancia al ritmo del ocaso a sus espaldas; fueron acoplando el espacio, sus respiraciones chocaron antes que el suave tacto de sus labios.

Se unieron de esa forma, con roces suaves que profundizaban ante cada movimiento de sus bocas, para entregarse con la intensidad de un par de amantes a escondidas.

La mano de él se movió despacio, atrapando la trenza que fue su primer objetivo, cumpliendo su deseo desató el abundante cabello que, en una sueca cadencia fue mostrando su esplendor.

Apenas se separó para apreciarla, se rindió nuevamente y volvió a unir sus labios.

Ese fue más que solo su primer beso... era el recuerdo más latente de que alguna vez, se sintieron dichosos.

El tiempo y el destino, no fueron compasivos con ellos.

·

·

Japón 1,171

Honor... quizás era demasiado joven para entender la carga que esa palabra significaba.

El mundo en el que le tocó nacer no era justo, ni mucho menos generoso. Pero si había un ciclo: el que lo posee todo, domina y vive. Quien no posee nada, obedece y muere.

Era una cruda realidad que le tocaba vivir.

Se sentía furioso al ver en el filo del cuchillo el rostro de su padre, se mantenía calmado a pesar de la tragedia que amenazaba con devorarlos.

Su madre lo abrazaba, como nunca lo había hecho; no entendía si para tranquilizarlo o era su forma de despedida. Padre no se unió, solo le dedicó una fugaz sonrisa, para luego volverse al señor de esas tierras.

Tal vez su padre no estaba enojado, pero él sí, sentía la rabia arder en cada parte de su cuerpo. Deseaba, solo deseaba despertar de esa pesadilla e ir con sus padres a disfrutar del festival.

No fue así. No era un mal sueño.

El daimyō dio la orden para que lo sacaran.

Trató de aferrarse al kimono de su madre, sus brazos eran débiles y no pudo hacer mucho ante el musculoso samurái que por su bien lo sacaba del lugar.

Llamó incansablemente a sus padres pero estos no voltearon a verle. Luchó con todas sus fuerzas para que le bajaran, quería ir con ellos, estar a su lado, aunque fuera cruel. Incluso le quitaron esa decisión.

Cual saco de arroz fue arrojado al suelo, le dolió, pero no emitió quejido. Esperó por un par de segundos, que le parecieron eternos. El samurái seguía ahí, sin mostrar un ápice de pena por él.

Un poco de sangre quedó en el suelo tras levantarse. No le dio importancia y casi arrastrándose se dirigió al lugar donde se encontraban sus padres. Nadie lo detuvo.

Se levantó un poco para deslizar la puerta. Sus ojos se llenaron de lágrimas al sentir en toda su piel lo que "mantener el honor" significaba. Ahogó un grito de desesperación al ser consciente de que ya no recibiría las enseñanzas de su padre, ni vería la sonrisa de su madre nunca más.

Los pasos de quien decidió darle ese dolor se detuvieron a su costado.

—Vive, en ti recae pagar la deuda de tu familia. —Fue una orden seca, sin emoción alguna, como si aquella masacre fuera algo no reseñable, casi equiparable a declinar un almuerzo.

No hizo por mirarlo a la cara, si lo hacía, estaba seguro que trataría de vengar la muerte de sus progenitores.

Apretó los puños con fuerza y dejó que su cara siguiera pegada a la madera.

Era débil, no podría hacer nada, pero no siempre sería así.

·

·

Año 1,180

La quietud del joven de cabellera negra se mantenía, a pesar del ruido excesivo en el ambiente; la punta de las flechas perforando la corteza de un moribundo árbol que usaban en las lecciones de práctica, una pelea sin sentido de la cual no quería ser partícipe y, algo más alejado, el sonido de una cuerda siendo tirada para sacar agua del pozo.

El viento y él, estaban en sintonía.

No le molestaba nada, pero la pelea a su espalda parecía estar a punto de alcanzar unas cotas tales que acabarían por arrastrarle al centro del tumulto. Justo cuando sus párpados se movieron perezosamente, alguien le tocó el hombro forzándole a acelerar su apertura.

El semblante pequeño y delgado del estudiante más vulnerable de la escuela fue lo primero que captó. Cargaba una cubeta con agua, la cual parecía no poder aguantar.

—Esto se pondrá feo, deberías moverte.

Con algo de mal humor iba a expresar lo obvio, decidió callar. Hablar con ese joven por alguna razón le resultaba incómodo. No creía que fuera a causa de poseer rasgos demasiado finos y dulces para ser hombre, características por las que, además de su debilidad, era molestado. Claro, él se alejaba del tumulto.

—No debiste desviar tu camino.

Le dijo al ponerse de pie. Al girar hacia la situación más de una docena de hombres se enfrentaban a puño limpió. Agradecía la amabilidad del chico, pero en su estado, sería el más afectado si no se movía rápido.

Respirando hondo, regresó su atención al joven, seguía luchando con no derramar el agua.

—Debes irte antes de que...

Su advertencia quedó a medias, alguien lo empujó, haciendo que cayera sobre el débil joven. Ambos acabaron en el suelo, mojados tras derramarse el agua. Y eso no fue todo, al segundo siguiente se encontraban en el ojo del huracán.

Tan rápido como pudo, pues el peligro estaba sobre ellos, se puso de pie, no sin antes ayudar al joven de la cubeta a levantarse para que no sufriera una muerte lenta, pero dolorosa. No sabían la causa de la trifulca, si bien, eso no fue motivo suficiente para que los creyeran parte del conflicto, los golpes llegaron de ambos lados.

—Aquí no hay honor —le dijo mientras desviaba un golpe—, si quieres vivir pelea.

Aunque se notaba asustado, el joven delgado asintió y le siguió, o más bien, copiaba lo que hacía, casi como si se reflejara en él un espejo.

Le sorprendió su forma de aprender con rapidez. Quizá no morirían en el proceso, si mantenían el ritmo hasta podrían salir vencedores.

Tras el paso de los minutos y golpes, se vieron más confiados. Hacia buen dúo a pesar de ser polos opuestos.

Al acabar la pelea, o más bien al dejar inconscientes a quienes la iniciaron. Recostó su espalda en una de las sólidas columnas de madera y escupió un poco de sangre. Le dolían las costillas, solo pudo sostener esa parte con su mano. "No estaba tan mal" se dijo al observar al resto de hombres sobre el lodo y la tierra.

Su atención fue a la derecha, donde por gracia de los dioses, el joven castaño seguía respirando; con moretones y sucio, pero vivo.

—¿Te han roto un hueso?—Le preocupó al ver la manera en que sostenía su pierna.

Haciendo un esfuerzo sobre humano, el joven se levantó, dio un par de pasos para asegurarse que todo estaba en su lugar.

—Estoy bien, ¿y tú?

Quería reír, lo cual no hizo al sentir el dolor en su cuerpo. Al encargarse de los más grandes, se llevó la peor parte.

—No soy "tú", mi nombre es Kazuto—dijo al elevar el rostro al cielo. Hace tiempo que no le decía su nombre a otro, siempre vivió alejado.

—Un placer, yo soy As... Kouchirou—le devolvió el gesto—, pero puedes llamarme Kou.

Ignoró esa sonrisa tímida que se formó en su bonito rostro. Después de todo no era un hombre frágil que podía ser aplastado como un insecto, tenía madera para ser un buen guerrero. Solo le faltaba un poco de confianza.

Sin decir más, pues no era necesario gastar palabras, se quedaron viendo el desastre que controlaron.

.

.

—Nunca pierdas la postura.

Le dijo al ejercer presión sobre su bokken, obligándolo a retroceder. Kouchirou se mostraba en apuros al no poder salir de esa situación.

—No cedas.

—Eso intento —se excusó.

Aunque le veía futuro, sería un largo camino el que debían recorrer para mejorar la habilidad de su amigo. A pesar que aprendía rápido, aún le faltaba obtener resistencia.

La intención que en un inicio era de solo enseñarle a sobrevivir, al final, resultó en una amistad.

Si deseaba que mejorara, debía ser rudo y estricto con su amigo, optó por blandir con rapidez, no le dio tiempo para asimilar la situación. Kou desvío la primera oleada de ataques, pero no la segunda, perdió el equilibrio y cayó sobre el tatami.

Bajo el bokken antes de ofrecerle la mano. Su sorpresa fue que rechazó la ayuda, recogió su espada y se puso de pie.

—Aún puedo seguir.

No le observaba a él cuando habló con determinación, miraba hacia el Kamidana. Como si el altar le diera la fuerza necesaria para vencerle está vez.

Debía admitir que o poseía un gran espíritu o era muy terco, no le quedaba claro. Sin embargo, ambas opciones eran buenas para su cometido de hacerle más fuerte.

—Bien, un combate más —una media sonrisa se perfiló sutilmente bajo la sombra de su largo flequillo.

·

El agua llegó a refrescar su rostro, por lo que tomó otra generosa cantidad y está vez fue su torso desnudo el que la recibió gustoso. Solo buscaba deshacerse del cansancio del duelo, pero al parecer la idea de limpiarse en ese momento no sonaba tan mal.

Miró hacia su compañero que insistía en seguir blandiendo su bokken. ¿Nunca se cansaba? No comprendía de dónde sacaba esa energía. Aún cuando lo aplastó en varias ocasiones durante el entrenamiento.

—¿No te asearas?

Su compañero pareció no escucharle, por lo que tuvo que repetir la pregunta, con más fuerza, está vez siendo efectiva. Tan pronto captó su atención, quedó un poco desconcertado ante la forma en que le vio. ¿Tenía las mejillas sonrojadas, o era solo el efecto del esfuerzo?

—No, más tarde —de un sutil movimiento colocó el bokken en su cintura y se alejó, casi sintió que huía.

Era normal que hiciera eso, hablar con ese deje de incomodidad, que le hacía tener un tono demasiado suave, a veces llegaba a asemejarse a una chica en apuros. No lo entendía, pero a Kou nunca le había gustado asearse con el resto, era muy tímido en ese sentido.

Con el pasar de los soles le restó importancia. Miró hacía el horizonte y continúo su aseo.

·

·

El frío de la noche llegó. La penumbra no era tan espesa como las anteriores, apilados en filas sobre viejos futones, un cuarto de los guerreros se encontraban durmiendo en esa habitación.

Y, aunque estaba cansado, pues ese día tuvieron un entrenamiento que lo dejó exhausto, algo le despertó. No fue un ruido, sino mentalmente ya había cogido ese mal hábito. Sin moverse, abrió un poco sus párpados, Kouchirou no estaba en su futón, con el sigilo de un felino se dirigía a la puerta.

Le iba a preguntar a dónde iba, pero ya sabía la respuesta, una vez le preguntó y con un toque de vergüenza, según notó entre su sueño, dijo que al baño. Terminó acompañándolo, le fue sospechoso que fuera el único que adoleciera de esa urgencia tan nocturna.

No quería que se metiera en problemas, pero tenía el presentimiento de que su compañero estaba escondiendo algo. No creía que fuera un tipo de espía, ni que cansado del estricto entrenamiento buscara escapar. Había algo más que no lograba dilucidar por meras conjeturas.

Tras escuchar el casi indistinguible sonido de la puerta se deshizo del resto de cansancio y, se levantó. Y, aunque confiaba en él, en esa ocasión lo seguiría pues su curiosidad era la causa de un insomnio ya turbador.

La luna en su fase llena adornaba el oscuro cielo, su contorno era más dorado que su centro. Varías estrellas la acompañaban.

Su corta coleta fue empujada por el viento. Mismo que amenazaba con enfurecer en cualquier momento. Con ese clima no entendía por qué salió a esa hora. Tras colocarse su getas se adentró en la espesez del bosque, siguiendo el rastro que su compañero hubo tomado. Tras varios minutos llegó hasta la mayor fuente de agua de la academia, el río. Las cristalinas aguas se encontraban en plena calma, así lo notó mientras caminaba entre los arbustos y la sombra de los árboles.

Creyó escuchar un ruido inusual unos metros más abajo, por lo que se abrió camino. Sin salir del bosque. Tan rápido notó una presencia se agachó para no ser descubierto.

Desde esa posición logró distinguir la silueta de una persona en el río. Quedó impactado, una mujer le daba la espalda, estaba desnuda al menos de la cintura para arriba, pero se notaba la diferencia en porciones y curvas.

Sabía que no tenía nada de honor espiar a una dama, no se movió, había algo más que le perturbaba. Era el hecho de que en ese lugar no se admitían mujeres, ¿qué hacía una ahí? Siguió observando, de un momento a otro, ella se giró y pudo admirarla con mayor detalle, exceptuando su rostro, que por la distancia no pudo distinguir. Aunque en ese momento no estaba del todo concentrado en descubrir de quien se trataba, siendo sincero, sus ojos se enfocaron otros puntos de su natural belleza.

Hechizado por la magia de esa noche, sin intención, apretó las ramas del arbusto, provocando un leve ruido, aunque fue el suficiente para asustar a la dama, que prefirió salir apresurada del agua.

Antes que quisiera hacer o decir algo, era tarde, despavorida, ella ya se había ido.

Después de varios minutos decidió dejar su escondite. En el lugar donde la misteriosa mujer estuvo, encontró un peine, nada más.

·

·

¿Quién era esa mujer?

Esa duda le había atacado por las últimas semanas. Era tanta su curiosidad que regresó a la noche siguiente, pero no la encontró, ni las que le siguieron.

Parecía que lo que vio solo fuera una alucinación.

—¿Estas escuchando, Kazuto?

Dejó de pulir su espada, levantó la vista, se topó con la tez clara de su amigo.

—Lo siento, ¿qué decías?

Kouchirou se mostró ofendido, más no expresó su descontento al ser ignorado. Después de todo era normal que se quedara en silencio por varios minutos.

—Sobre los duelos, cada vez están más cerca, debemos luchar con espadas reales, ¿no te asusta?

Rio.

—Para ese entonces ya habrás mejorado, debes tener más confianza. Además es a la primera sangre.

Un poco sorprendido, lo notó tensarse como si de verdad sintiera miedo por esa prueba. Admitía que varios de los estudiantes eran más fuertes, pero estaba seguro que ambos podrían dar un buen espectáculo sin salir lastimados.

—Por cierto, quería preguntarte algo, ¿no has notado algo extraño cuando sales por la noche?

La mirada del más joven mostró cierto deje de impacto.

—¿Cómo qué?

Quizás escuchó mal, pero creyó sentir sus palabras temblar.

—En el río... —ante la expresión que le dedico, decidió no decirlo. —Por nada, olvidado —continúo puliendo.

No creía que Kou pudiera haber visto algo, aquella noche cuando regresó él ya estaba durmiendo en su futón. Aunque un detalle que recordaba le hizo volver a elevar el rostro y mirar fijamente a su compañero.

El color de cabello era similar.

Además, si no fuera porque mantenía su cabellera en una trenza, el largo casi sería el mismo.

—Dijiste que tienes una hermana..., ¿sois parecidos?

Asintió.

—No tanto, nuestro cabello y color de ojos es diferente. Y... ella nunca ha salido de nuestro pueblo natal —agregó como si necesitara recalcar ese detalle.

Era cierto, sería loco que su amigo trajera a escondidas a su pequeña hermana. Pero su curiosidad no disminuía. Si usaba su imaginación, y trataba de usar los rasgos de su amigo y compararlos con la misteriosa mujer... tenía al menos un molde muy parecido a lo que recordaba.

—Sabes, escuché una historia cuando ingresé a la academia —señaló su amigo. Aquello le hizo salir de sus pensamientos ante el repentino cambio de conversación.

—Una ninfa en el río. Se dice que atrae a los hombres con su belleza y luego los devora.

Aunque eso debió asustarlo, no lo hizo. Estaba lo suficientemente despierto para confirmar que lo que observó no fue un yokai femenino.

—¿Crees que es real?

—No lo sé, pero ni loco iría al río de noche. — Kou levantó los hombros restándole importancia.

Esa era una advertencia. Al menos así lo sintió.

—¿Sabes en qué parte aparece?

Su compañero lo pensó un poco antes de asentir.

·

·

Su obsesión por aquella mujer no hizo más que aumentar. Durante las últimas noches, iba a buscarla al lugar donde la vio aquella primera vez, sin suerte. Necesitando más detalles de la historia que le contó su amigo, tuvo que confesar lo que observó.

Fue vergonzoso, Kou lo acusó de ver fantasmas y de hacerle creer que no fue real. Pero él poseía aquel peine, prueba de que no fue producto de su imaginación y siendo muestra de la vanidad femenina. Al final, trató de convencerlo para que le acompañara, su amigo preso del miedo, al creer que se toparían con Isoonna, así era conocida la yokai devoradora de hombres, se negó. Por lo que tuvo que recorrer esa travesía solo.

Pero cada noche que pasaba bajo la luz de la luna, no había más que calma y búhos cantando, se rindió. Haciendo el juramento de no desperdiciar más horas de descanso por una dama que no conocía. Siendo aquella su última noche en vela.

En esa ocasión cambio de táctica, se dirigió río arriba. Cerca de la cascada, donde trepó a un árbol y se sentó a vigilar en la rama más fuerte donde las abundantes hojas, le servirían de camuflaje. No paso mucho cuando una presencia se acercó por esa zona. Le sorprendió que se tratara de su amigo, que parecía estar demasiado nervioso, pues miraba en todas direcciones como esperando encontrar a alguien.

Quería llamarlo, pero desistió. Siempre le dio curiosidad qué escondía Kou, y aunque sabía que no sería correcto espiar, algo le decía que callara y no lo perdiera de vista.

Al creerse solo. Kouchirou comenzó a desvestirse. Para su sorpresa se quitó dos uwagi, algo que no era normal, menos en verano. Pero mucho más llamativo fue descubrir que una venda rodeaba su pecho. No quería creer lo que estaba viendo, pero las piezas comenzaban a encajar en su cabeza, no tenía que ser muy listo para saber que lo que escondía no era una lesión. Las curvas que se formaban bajo el vendaje le gritaban que había sido vilmente engañado.

Ahora todo comenzaba a tener sentido.

Después de meditar lo que debía hacer, se bajó del árbol. No sé molestó en guardar silencio, estaba furioso, pero al mismo tiempo quería explicaciones.

Tan rápido la dama lo vio, levantó un uwagi para cubrir su pecho.

—Ka... Kazuto, ¿qué haces aquí?

En esa ocasión notó la forma en que forzaba su voz para que sonora gruesa, algo más viril.

—No deberías estar buscando a...

—Ahórrate las palabras —le dijo al detenerse delante de ella—. Ya he visto suficiente para que sigas mintiendo, ¿amigo? O debería decir "amiga".

Ella se mordió el labio, no esperaba que fuera tan listo como para descubrirla, creyó que enviarlo río abajo y contarle esas historias, sería suficiente para evitar que se pasara por esa zona. Debía enfrentarlo, lo conocía y sabía que podría persuadirlo de no descubrirla.

—Tengo mis razones para fingir ser algo que no soy.

—Quisiera escucharlas antes de decidir qué hacer. — Sacó de su ropaje el delicado peine, el cual arrojó delante de ella—. Por cierto, olvido esto señorita.

No hizo por observar lo que le tiró, se quedó mirándolo fijamente.

—¿No sabes hablar? —le insistió sin perder el enojo.

No quería ser un desalmado pero, si no se explicaba rápido, estaba pensando seriamente en acusarla, pero, según las reglas estrictas de la academia ella podría ser asesinada. No quería llegar a ese límite.

—Entonces, ¿Kouchirou? Explícate.

—Mi nombre es Asuna—aclaró—. No inventé mi pasado o te mentí del todo, si es lo que piensas.

—Hacerme creer que eres hombre se toma como una mentira, si le sumamos que fui prácticamente tú protector por varios meses, es una mentira doble—recalcó. Mientras trataba de no perder el temple.

—Lo admito, pero no me acerqué a ti por protección o beneficio, solo me pareciste agradable, alguien que no haría preguntas y respetaría mi espacio.

Ignoró su discurso y con un movimiento de su mano le indicó que se apresurara. Por alguna razón no podía dejar de estudiarla, cada parte, cada rasgo.

—Quería aprender a defenderme, no se me permitía siquiera coger un cuchillo, en esta Era, no estoy segura y necesito estar preparada. Mi hermano es quien debió asistir a esta académica, pero me dejó tomar su lugar. Si él entendió mi deseo, creo que tú también lo harás Kazuto —confiaba que podía llegar a él, pero sabía que lo había ofendido.

Solo le quedaba suplicarle a Kamisama que le ayudara.

—¡Y lo hago!

No mostró señal de alivio, pues sabía que Kazuto no era el tipo que dejaba algo a medias.

—No soy quien para juzgar, pero, no puedes estar aquí, debes irte.

—¡Eso nunca!—rompió la distancia y lo enfrentó con la mirada—. He venido a aprender a defenderme, no me iré después de llegar tan lejos.

Por primera vez, sintió que aquel par de ojos claros, le intimidaban. Irradiaban demasiado coraje, tanto qué, de algún modo, deseaba ignorar lo que pasó y dejarla guiar su propio destino. Solo había un impedimento.

—Le recuerdo que ya aprendió a defenderse, quiero decir, objetivo cumplido, así que...

Ahogó un quejido ante el golpe que recibió en el pecho. No lo hizo con la intención de dañarlo, solo para expresar su desesperación.

—No me iré, terminaré el entrenamiento, puedo hacerlo, tú lo dijiste, tengo material para ser uno de los mejores guerreros.

—¡Eso fue antes de que supiera que eres mujer!

No lo podía creer, ahora se hacía el superior solo por ser hombre. Eso le hizo darle otro golpe, está vez con más fuerza para que sintiera que sus manos no eran tan frágiles como creía.

—¿Te asusta que una mujer te gané? —le dijo con sarcasmo.

—No —le aclaró. Frunció el ceño al no poder escapar de su fulminante determinación—, lo que me preocupa es que sea descubierta y colgada por infiltrarse.

—Si guardas el secreto no habrá problema.

Trató de no reírse. Le agradaba más cuando era hombre, ahora parecía que su compañero, explotaba un poder controlador que no comprendía.

—Y vivir con el peso de tú muerte, olvídalo.

Ya era suficiente, le dio la espalda, comenzó a alejarse. Le dejaría que escogiera el camino correcto, creía que sería lo suficientemente lista para irse.

—¡Te demostraré que puedo valerme sola! ¡Venceré!

En cada una de sus palabras había determinación, pero no pensaba en ella como una guerrera, menos al saber del peligro en el que se estaba metiendo.

·

·

En los días siguientes se volvió a su soledad, más la calma no le acompañó. Era extraño que, a pesar de romper amistad con ella, de alguna forma se sentía incompleto y aún preocupado.

Nunca dejaron de verse, pero ya no se dirigían palabra alguna, estando a nada de los duelos, dudaba si dejarla seguir con esa locura. Ella se llenó la cabeza en demostrarle a base de habilidad que era capaz de sobrevivir a las estrictas normas masculinas. Era como una apuesta, si ganaba, él admitiría que se equivocó y, si perdía, ella debería abandonar la academia. Aquel fue el trato cerrado aquella noche que tanto le atormentaba. De algún modo, ninguna de las opciones se le antojaban gratas.

En ningún momento lo hablaron, pero sus miradas decían más que mil palabras.

Justo como en ese momento, donde habían quedado en grupos diferentes, él sentado en el lado de los joseki y ella en el shimoseki, si bien ninguno se habían graduado y esos lugares respetivamente eran para sempai y kohai, los dividieron en esas partes del dojō para mantener un orden en los duelos.

No quería pelear contra ella, pero tampoco ser testigo de cómo su sangre era derramada.

Acarició el mango de su katana, hacía unos días que les había sido entregado, su compañera de lucha. Hizo un juramento a su espada y, al parecer, Asuna también lo hizo.

Se puso de pie cuando el sensei mencionó su hombre.

Estaba determinado a vencer.

Nunca creyó que la historia que se describiría ese día, solo él podría entender su grandeza. Se derramó sangre, sí, más ni una sola gota del samurái femenino que escondía su verdadera identidad.

Fue la primera vez que vio a tantos hombres caer, incluyéndose, y más aún, ser vencidos por manos que debían ser usadas para cocinar y atender un hogar, según las arcaicas costumbres de la época.

Tuvo que admitir la derrota cuando estuvieron solos.

·

·

Conteniendo la respiración, ambos yacían quietos en medio de la maleza. Apuntado a diferentes direcciones, pero hacia el mismo objetivo.

Asuna se notaba tan concentrada que temía, terminara cayendo de la enorme roca en que estaba parada. Él fue más racional y decidió quedarse en el suelo, si ella fallaba, él podía hacerse con el crédito.

Varios soles transcurrieron desde aquel primer examen. Ya la leve herida en su hombro había sanado, una insípida cicatriz le quedó como recordatorio. Desde entonces, podía decir que todo volvió a la normalidad, al menos entre ellos.

Tras el estallido de la denominada guerra de clanes, la mitad de los estudiantes habían regresado a su provincia, para así servir a su señor, y ganar esa pelea de poder.

Eso era algo que le preocupa últimamente, él se encontraba ligado a un señor feudal. No en obediencia como otros, pero sí por una deuda pendiente, sí el conflicto seguía, no quería pensar en lo que ese hombre pediría, era un ser sin alma y demasiado arrogante.

Al reducirse la cantidad de estudiantes, las enseñanzas se endurecieron, pero también obtuvieron un poco más de tiempo libre. Llevaban meses aislados en ese lugar, estar rodeados de la calma de la naturaleza hizo que los días fueran plenos. Lo que sin dudas le hizo adaptarse a ese tipo de vida fue estar acompañado de esa mujer, con ella el tiempo se sentía muy corto, no recordaba si cuando niño vivió con tanta dicha.

Los arbustos se movieron, haciéndolo salir de su ensoñación. Al instante que volvió en sí, un conejo de largas orejas se mostró ante él. Teniendo listo la flecha en su arco, enfocó su objetivo y disparó.

Antes que la flecha siquiera llegará a impactar a la liebre, algo la desvío. Específicamente otra flecha. El animal se asustó un poco, más ni se alejó, seguí comiendo hierbas en el suelo.

Con el ceño fruncido observó a la dama. Era claro que el choque de flechas no se debió a disparar al mismo tiempo.

—No podemos matar a un conejo tan adorable. —Fue su excusa.

No podía rebatir que era un animal hermoso, poco inusual con esas orejas gachas y ojos rojos, cual rubís, pero... —¡esa es la cena de esta noche!

Asuna no tomó a bien el fin que deseaba darle al conejo, muestra de ello fue que se sentara en la roca, dejando su arco a un lado.

—¿No podemos llevar peces?

Negó. Tomando una nueva flecha, apuntó hacia el animal.

—Puede ser el espíritu del Dios de la montaña.

Dejó escapar una carcajada, ella tenía una mente muy creativa. Pero en esa ocasión no debía caer en sus historias persuasivas, sensei fue muy claro, sería una deshonra que todos, menos ellos, llevaran lo solicitado.

—Kazuto, ese conejo se parece a ti.

Sus dedos soltaron la flecha, al no jalar la cuerda con la fuerza necesaria, está ni alcanzó llegar al objetivo. Le hizo fallar a propósito.

—No me digas.

Ella rió. Con pasos silenciosos se acercó, le abrazó por atrás y dejó su rostro reposar en su cuello.

—Es silencioso a pesar de estar en peligro.

Aquellas caricias tan íntimas se habían convertido en su mejor sustento de vida. Aunque estaban relegados a la clandestinidad, cada momento era atesorado y disfrutado al máximo por ambos.

—¡Ah bueno! Pensé que lo decías por sus largas y deformes orejas, me alegra pensar que es otro el motivo. —Rió cómplice, girando sobre sí mismo para apresarla entre sus brazos. — Sabes que no puedo negarte nada, eres una embaucadora.

—A lo mejor soy una yokai, y juego a seducirte, antes de devorarte, la temible Isoonna—le retó con la mirada.

—Ese truco no funcionará dos veces, mi señora, de ser algo serías una bella kitsune, protectora del bosque y de todos los animales que lo habitan, incluido este tierno conejo...

—Ahora dudo realmente a qué conejo te refieres —sus ojos se clavaron en los de él al tiempo que rodeaba su cuello entre sus brazos. Una vez más la magia se intuía en el brillo de sus pupilas.

—Pues claramente de mí. —Lento, acortó la distancia, sus labios quedaron a nada de tocarse. —Su silencioso guardián.

Una divertida sonrisa se formó en su rostro.

—Si es así, como tú señora, déjame darte mí bendición.

—La recibiré con gusto.— Se arrodilló ante ella, sin romper la conexión en sus miradas.

Sin hacerlo esperar, le tomó de las mejillas, las acarició con cariño.

—Te entregó a ti... —unió sus frentes. — Mi amor.

Esas palabras no se las esperaba, lo motivaron a ser él que uniera sus labios para demostrarle con acciones que también le entregaba el suyo.

La abrazó. Haciendo uso de su fuerza, se levantó, llevándola consigo en sus brazos. Al ser más alto, soportó el peso de ambos mientras no dejaban de demostrar su forma de amarse, con suave roces de sus labios.

El remolino de sentimientos los rodeaba, no dejaban de sonreír, el beso largo continúo.

Ese bosque, que de tanto había sido testigo y que escribió la historia de los amantes veía, cuán ajenos eran en ese momento de todo lo que estaba por venir.


Continuará...

·

·

Nota:

Éste es un fic en conjunto con Iri aquí KiraKirinPassel, un honor trabajar con ella. También le pertenece la autoría de la portada, hermosa por cierto.

Nos unimos para darle una sorpresa a una persona muy especial para ambas, nuestra querida @Sumi_Chan que está de cumpleaños, a la que queremos mucho y no podíamos pasar este día por alto, aquí celebrando a distancia.

Nuestro pequeño obsequio amiga, ahí coincidimos tiempos para escribir, pero con mucho cariño, las palabras no alcanzaran para decirte cuánto significas para nosotras. Eres la mejor y alguien maravillosa.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top