Entre Payaso y la Acrofobia
Las risas de todos estaban comenzando a irritarle realmente. Los primeros minutos las tomo incluso con un poco de gracia, sin embargo, conforme pasaban los minutos las risas lejos de apagarse parecía que se extendían y crecían hasta volverse algo molesto e intolerable.
-¡Basta! –Ordeno arto de tantas burlas.
-¡Perdón! –Se disculparon con lágrimas en los ojos pero aun entonces no podían sofocar por completo las carcajadas que brotaban de sus bocas sin permiso y que ya les estaba costando un fuerte dolor de estómago por lo que estaban doblados apretando sus costillas.
-No me parece gracioso. –Siseo a punto de perder la poca paciencia que le quedaba.
De no ser por la palidez de su rostro debido al miedo que le provocaba evocar esos recuerdos ciertamente tendría las mejillas de un rojo intenso debido a la vergüenza.
-Nosotros no opinamos lo mismo. –Tan elocuente como siempre, Blaise había verbalizado en voz alta sus pensamientos, ganando una mirada envenenada.
Viendo que la situación estaba a punto de salirse de control, Hermione tocio un poco sofocando la risa y poniéndose todo lo sería que ponía dadas la circunstancia, se disculpó. –Lo siento. –Y aunque lo decía sinceramente era inevitable que toda la situación tuviera cierta gracia.
Draco le miro con resentimiento, por esa misma razón no quería contarles sobre su miedo, incluso él sabía que era algo patético, sino le causara tanto terror el mismo se estaría carcajeando con ese dúo de zopencos y esa princesita leonina que le estaba haciendo pasar las de Caín por ese jueguito estúpido.
Pero no, no podía reírse aunque quisiera. El sudor frio seguía corriendo por su espalda de solo recordar a aquel enorme hombre disfrazado de payaso con esa sonrisa descomunal pintada en un rostro blanco que solo lograba hacer que sus ojos se vieran amarillos y sombríos.
Sí, había terminado contando su patética historia y ahí frente a el estaban los dos impresentables a los que llamaba amigos y a esa odiosa mujer con pelo indomable riendo que da gusto mientras que a él se le revuelve el estómago y tiene que aguantar los calambres en el espinazo, los sudores y el escalofrió que le causa estar reavivando los recuerdos de esa tarde.
Draco se había sentido todo un hombre a sus 12 años esas vacaciones de verano, en un acto de rebeldía pura después de ser castigado y mandado a su habitación sin comer, se había revelado contra su padre y salido sin permiso por la ventana con ayuda de su escoba nueva.
Ya encaminado había pensado en la mejor manera de hacer rabiar a su padre y por tanto creyó conveniente hacer una de las cosas que Lucius siempre le había prohibido de manera tajante. Ir al mundo muggle.
Envalentonado por la adrenalina de romper las reglas ni siquiera pensó en las consecuencias que eso le traería a la larga con su padre, mucho menos en lo que esa visita a un mundo desconocido provocaría.
Fue fácil llegar al mundo muggle, lo que no fue sencillo fue pasar desapercibido, como tampoco lo era ocultar la cara de desagrado al verse arrastrado por la marea de personas muggle que iban de un lado a otro sin prestarle demasiada atención.
Camino por un rato sin rumbo fijo hasta que una pequeña explosión llamo su atención. Por un momento contuvo el aliento pensando que en el cielo se iba crear la marca del innombrable pero después de unos segundos vio una lluvia de luces de colores, seguida de una nueva explosión y de cientos de brillantes resplandores iluminando el firmamento.
Se sintió fascinado, tanto que olvidando un poco todas las precauciones que había tomado hasta el momento para mantener cierta distancia con las cosas muggles, comenzó a caminar al origen de esas luces. Por supuesto que no explico el encanto que produjo en el ver los fuegos artificiales iluminando el cielo nocturno, nunca lo reconocería en voz alta, mucho menos delante de Granger lo mucho que ese día se maravilló con el ingenio de los muggles.
De repente se vio inmerso no solo en otro mundo, sino en otra realidad que nunca había contemplado que existieran carnavales como aquel día.
Le habían inculcado que los seres sin magia eran insignificantes, torpes, brutos e ignorantes, sin embargo, lo que tenía delante no le parecía que fueran obras de personas que pudieran calificarse de esa manera.
Los juegos mecánicos eran sorprendentes, temibles como enormes gigantes hechos de metal. Le llevo un tiempo entender la finalidad de estos o comprender por qué los muggles se subían por su voluntad a ese tipo de chunches que los hacían gritar tan fuertes cuando se encendían y bajaban con sonrisas enormes y temblando.
Después de pensarlo un rato se animó a subir a uno y solo asi fue capaz de comprender la sensación que se despertaba en el centro de su pecho y corría por todo su sistema como una explosión de adrenalina. Era sin duda una sensación muy similar a la que sentía cuando volaba, el mismo vacio en la boca del estómago cuando bajaba a una velocidad vertiginosa, las cosquillas recorriendo todo su cuerpo como un hormigueo que no era para nada desagradable, pero que le hacía parar en el momento justo para no estrellarse contra el piso.
Todo iba bien, era tolerable, incluso divertido y fascinante descubrir las maravillas que podían crear personas sin magia hasta que se encontró a un mimo con el rostro pintado de blanco de donde resaltaban unas cejas negras, una boca de un rojo intenso, pantalón negro sujeto con gruesos tirante rojos y la típica camisa a rayas. Por supuesto que no le causo miedo, solo un profundo desconcierto cuando ese tipo comenzó a imitarle mientras las personas comenzaban a rodearle como si fueran la atracción de un circo.
Irritado y molesto intento alejarse, pero sin duda no se iria tan fácilmente, a donde quiera que iba aquel hombre lo seguía como si fuera su sombra imitando cada movimiento, incluso moviendo la boca tratando de mostrar el enfado del rubio y las palabras que soltaba de manera grosera para hacer que se alejara, pero entre más se enojaba, más le seguía. Desesperado había entrado a una de las carpas sin notar siquiera a donde se dirigía.
Por un momento suspiro aliviado hasta que noto que en su desesperada huida había ido a parar a un extraño lugar lleno de espejos de diferentes tipos que distorsionaban su reflejo dándole una apariencia bastante rara. Entro de un laberinto en el que caminaba en círculos y no encontraba la manera de salir. Comenzaba a ponerse nervioso pero lo que vino después fue mucho más terrible.
Afuera de la carpa habían notado que aquel niño rubio tardaba mucho en salir y supusieron que se había perdido y no lograría salir por el mismo, por lo tanto uno de los encargados decidió entrar para ayudarle.
Draco comenzaba a sentir pánico, daba vueltas sin encontrar salida. No ayudaba mucho a su nervios que las imágenes que veía de si mismo lo mostraran de forma grotesca, sumado a eso repentinamente sintió una gran mano posarse en su hombro.
La impresión fue tremenda a un palmo de narices estaba un monumental hombre de casi dos metros de altura vestido de payaso. Lo primero que vio fue su enorme mano enguantada y cuando giro lentamente levanto la vista tragando saliva hasta encontrarse con un par de ojos que le miraban con curiosidad y lo que trato de ser una sonrisa tranquilizadora fue una mueca turbadora en ese rostro blanco de enorme y descomunal boca pintada de rojo.
Estaba tan cerca que podía oler una loción barata, la mano que aun le sujetaba era tan grande como su cabeza y tan pesada que de un solo toque había hecho que se inclinara un poco. Lo vio abrir la boca mostrando dos hileras de dientes amarillos en contraste con la blancura de su maquillaje y sus ojos saltones y enormes como todo el, le miraban y simplemente no sabía dónde meterse.
No le dejo decir nada, se soltó de un tirón, girando sobre sus talones comenzó dar un paso para alejarse y luego otro, primero lentamente con cautela sin apartar su vista de aquel enorme payaso, mas cuando lo vio levantar su brazo y estirarlo dispuesto a volverlo a tocar entro en pánico y salió corriendo entre los pasillos de esa trampa de espejos.
Sentía un sudor frio corriéndole por el cuerpo mientras recordaba todas las historias retorcidas que su padre le había contado de los muggles. Materializo todos sus miedos en ese hombre, asustado como estaba no era capaz de razonar o entender que solo trataba de ayudarlo. En ese momento era la representación de sus temores más arraigados sobre ese mundo desconocido y su instinto le decía que huyera, que se alejara lo mas rápido posible.
Era desesperante pasar una y otra vez por los pasillos sin encontrar la salida, mientras sentía a sus espaldas los pasos del payaso y lo veía reflejado en los espejos siguiéndole de manera torpe con su manaza tratando de alcanzarlo, pero quizás lo que le causo mas terror eran sus imágenes distorsionadas a veces con una cabeza enorme que hacia que sus ojos parecieran salir de sus cuencas y esa boca de dientes amarillos quisieran devorarle, otras tantas con un cuerpo estirado y sin forma, como una mancha que quisiera tragarlo entero.
La música de carnaval retumbaba en sus oídos junto con las risas grabadas que sonaban como parte de la ambientación de lugar. Ni siquiera era capaz de escuchar como el hombre disfrazado de payaso le pedía calma.
Draco logro salir, tropezando y cayendo al piso. Se giró aun tirado para ver a su perseguidor y lo vio mucho más enorme desde el lugar en el que se encontraba, era como un gigante, un enorme gigante que lo destruiría.
Su corazón amenazaba con salir por su garganta, lo vio venirse sobre el y no pudo mas. Grito con todas sus fuerzas logrando desconcertar al hombre que se detuvo, su intención era ayudarle a ponerse de pie a ese chiquillo raro que parecía un poco trastornado.
Ese momento de duda, le dio a Draco la oportunidad de salir corriendo. No paro de correr hasta llegar a su escoba que había dejado en buen resguardo en el pub que dividía el Londres Mágico del Muggle.
Aun temblaba cuando entro en su habitación, mirando a todas partes como si esperara que de un momento a otro apareciera el enorme payaso para torturarle y castigarlo por haberse escapado de su casa.
Cuando Narcisa entro a su habitación encontró a Draco en un rincón hecho un ovillo, meciéndose de un lado a otro. Nunca quiso explicar lo sucedido, pero lo cierto era que aun ahora de adulto el recuerdo en aquel carnaval con ese payaso le seguía causando pesadillas.
Lógicamente Malfoy no conto los detalles de ese día, se limitó a decirles que se había quedado encerrado en la casa de los espejos y que un enorme payaso lo había perseguido.
-¡Lo siento! –Volvió a disculparse Hermione cuando una risa amortiguada escapo de nuevo de su garganta.
Ofendido, Draco les dio la espalda y continúo caminando hasta que se encontró a medio pasillo el terror de uno de sus amigos.
-¡Eh Blaise! Creo que te buscan. –Le dijo con sorna cuando Chucky se abalanzaba sobre ellos blandiendo su cuchillo.
Zabini dejo de reír de manera abrupta y se escondió tras Hermione que solo rodo los ojos con resignación.
-¿Creen que por aquí allá una chimenea? –Pregunto la castaña mirando a todos lados.
-¡Pero sigue riendo Blaise! No te parece gracioso este muñequito. –Se burlo el rubio cobrando venganza.
El rubio vio como tres pares de ojos se abrían con sorpresa, mirando algo que estaba a sus espaldas. Malfoy sabía lo que eso significaba. Giro lentamente hasta encontrarse con "Eso" sonriéndole.
-Hola amiguito. –Dijo sacudiendo su mano frente al rostro de Draco.
-Nott encárgate de Chucky, yo ayudare a Malfoy con su pequeño problema.
Si, quizás para Hermione el payaso "Eso" no era mas que un pequeño problema, pero para Draco era como el apocalipsis e incluso vio pasar su vida en un segundo como si estuviera a punto de morir.
-¡Hazte a un lado! –Ordeno lista para arremeter contra ese remedo de payaso.
Tenía en mano una resortera y un par de aretes de plata. El cómo los obtuvo era sencillo bastaba con que se concentrara para dar con la debilidad del moustro o entidad en turno para encontrar en algún lugar cercano lo necesario para aniquilarle.
El primer proyectil se incrustó en la cabeza deforme del payaso y este dio un grito ensordecedor. De donde le perforo la cabeza comenzó a manar un rayo de luz, como si su piel fuera solo un cascaron comenzó a romperse dejando ver su verdadera apariencia de una enorme y descomunal araña.
Hermione ya acomodaba el segundo arete para tirar de nuevo, pero no tuvo la oportunidad de concluir lo que pretendía pues recibió un golpe de una de las enormes patas de la araña y cayo inconsciente sobre el piso.
Todo ese rato Draco no había sido capaz de moverse, estaba de nuevo paralizado por el miedo hasta que vio como el cuerpo de Granger golpeaba contra el piso como si fuera solo una muñeca de trapo.
Verla herida e inconsciente fue todo lo que necesito para que el terror atroz que sentía fuera sustituido por algo distinto.
Aquel ser monstruoso ya se cernía sobre Hermione cuando el golpe de una enorme piedra lo hizo girar en redondo para ver quien le atacaba.
-No te atrevas a tocarla. –Amenazo con otra gran roca en su mano derecha ya lista para ser soltada.
Le dio entre los ojos, logrando que se separara un poco de Granger, lo suficiente para tomar de sus manos la resortera y el arete.
Furiosa la araña ataco de nuevo levantando sus patas delanteras para dejarlas caer con todo sus fuerzas sobre Draco y Hermione.
Theodore y Blaise después de encerrar y quemar a chucky en una chimenea pretendían ayudarles. Llegaron justo a tiempo para ver como se les echaba encima una enorme araña a sus amigos y desaparecían bajo ella.
-¡Draco!¡Granger! –Gritaron asustados, corriendo para intentar ayudarle.
La araña no se movía, como tampoco nada bajo ella.
Blaise temía lo peor, tanto que no se atrevía a acercarse más.
-¡Ayúdame a moverla! –Theo tuvo que gritarle para hacer que se moviera.
-Están muer...
-¡Callate! Ni siquiera lo digas, esos dos tienen que estar bien.
. . . .
En el mundo real todos habían enmudecido. El cubo con palomitas habían resbalado de las manos de Ginny haciendo un fuerte ruido. Todos contenían el aliento viendo la desesperación en el rostro de Blaise y Theo en la imagen que les mostraba el pensadero.
Harry se acercó a la silla donde descansaba el cuerpo de Hermione, checo sus signos vitales.
-¿Esta bien? –Pregunto preocupado Ron, mientras Astoria y Pansy hacían lo mismo con Draco
-Su respiración es demasiado duperficial. –Informo.
-¿Qué ocurre? No se supone que esto es un juego que no debería dañarlos. –Desesperada pregunto la morena.
-En realidad no lo sabemos. –Contesto inquieto Harry acariciando el rostro de Hermione.
-¿Cómo que no lo saben? –Ahora era Astoria la que preguntaba.
-Hermione se encargó de planear todo, nosotros nos enteramos al mismo tiempo que ustedes de lo que tenía planeado. Desconozco el alcance que pudiera tener si algo les pasa dentro del pensador.
-Theo y Blaise lograron quitarle de encima esa cosa. –Les informo Luna que no había apartado sus ojos de lo que ocurría dentro del pensadero.
. . .
Estaba muerta, antes que callera por completo sobre ellos Draco había logrado darle justo en el centro de su cuerpo logrando aniquilarla. Pero le fue imposible detenerla para que no se fuera sobre ellos con todas sus fuerzas y en lo único que fue capaz de pensar en ese momento fue en proteger a Hermione con su propio cuerpo.
Cuando los muchachos lograron apartar el cadáver de la araña se encontraron a Draco primero un tanto maltrecho y adolorido pero entero y bajo el, Hermione que estaba comenzando a despertar.
Al abrir los ojos lo primero que vio Granger fue el rostro de Draco a escasos centímetros del suyo, incluso notaba su aliento chocar contra su rostro.
-Te puedes quitar de encima Malfoy. –Le dijo tratando de ocultar su turbación.
-No me digas que te intimida mi cercanía.
-No me dejas respirar. –Contesto empujándolo, pero para su mala suerte la posición no era muy buena y termino golpeando su entrepierna.
-¡Aah! –Grito adolorido Draco doblándose del dolor.
Theo y Blaise comenzó a reírse por la mala pata de su amigo.
-Asi me pagas que salvara tu vida. –Dijo sobándose sus partes nobles.
-No exageres. –Se levantó sacudiéndose la ropa, aunque era ya un caso perdido su ropa estaba arruinada.
-Es mejor seguir antes de que este par se maten. –Dijo en voz baja el castaño a Blaise, quien afirmo con un movimiento de cabeza.
En la mansión de Dracula habían aniquilado a varios de sus atacantes contando a Chucky, Dracula y Eso. Continuaron abriendo y cerrando las últimas puertas hasta encontrarse con una enorme puerta de madera con Aldana de hierro.
-Creo que esta es la ultima. –Esperanzada Hermione dio un largo suspiro.
-Ya era tiempo de que esta locura terminara. –Bufo con fastidio Draco.
-Mejor no te quejes que esto ha sido en gran parte tu culpa. –Lo regaño Nott.
-Lo dices como si no hubieras disfrutado del baile privado de Lovegood. –Contrataco son sorna el rubio haciendo que su amigo se sonrojara.
-Te aseguro que no fui el único que disfruto ese dia, si quieres puedo contar algunos detalles que comprueben mi teoría.
-Mejor guárdate tus comentarios. –Se apresuro a cortarle.
-Eso pensé. –Dijo con una sonrisa lobuna.
-Por cierto Granger antes de que lo olvide, Steven te mando saludos y espera que vuelvas algún día al bailar solo para el. –Solto Zabini a quemarropa haciendo que Draco apretara los puños furioso y que el rostro de Hermione se tornara rojo.
-Creo que se quedara esperando. –Contesto Draco.
-No tomes decisiones por mi Malfoy.
-Ahora me vas a decir que los bailes erótico son lo tuyo.
-Y si lo son ¿Qué? –Reto con el ceño fruncido.
-Creo que es mejor abrir la puerta. –Blaise paso por en medio de los dos haciendo que pararan su batalla de miradas.
Al otro lado de la puerta estaba un escenario completamente diferente a la mansión, parecía que habían llegado al techo de un alto edificio. Cuando cerraron la puerta esta desapareció de inmediato.
-Supongo que no podremos regresar.
-¿Y ahora qué? –Pregunto el moreno a Theo, fijando ambos la vista en la Gryffindor.
Hermione se había puesto pálida repentinamente. –Mi miedo más grande son las alturas. –Su voz era apenas un susurro tembloroso.
Los tres muchachos le miraron como si creyeran que estaba bromeando. No creían posible que la misma bruja que se había enfrentado a todo tipo de seres y a toda clase de situaciones para luchar contra el innombrable tuviera un miedo tan insignificante, por decirlo de alguna manera.
-Tendría apenas unos 5 años, la ventana de mi habitación estaba abierta y el viento hizo que uno de los dibujos que acaba de hacer salieran volando por la ventana y terminara enganchado en el tejado. Pensé que no sería difícil recuperarlo.
Granger tenía el rostro pálido y miraba fijamente el borde del edificio como hipnotizada, se abrazaba a su misma enterrando sus dedos en sus brazos, pero ni siquiera era capaz de sentir dolor ante el pánico.
-Salí con cuidado por la ventana y comencé a escalar por el tejado, cuando quise darme cuenta estaba en el punto más alto, sujeta del borde y a punto de caer. Estaba llorando y gritaba con todas mis fuerzas pidiendo ayuda pero nadie parecía escucharme, mis manos comenzaban a adormecerse y aunque quería sostenerme mis dedos empezaron a ceder y resbalar.
Todavía permanecían en silencio escuchando la suave voz de Hermione contar ese pasaje de su niñez.
-Cerré los ojos cuando no pude sostenerme más y caí. Pase un par de semanas en el hospital con algunos huesos rotos.
-No pretendo ofenderte Granger pero no esperaba algo como esto. –Dijo con sinceridad Blaise.
Hermione lo miro sin inmutarse dejando de abrazarse con tanta fuerza para no seguir haciéndose daño.
-Siempre creí que eras invencible, en el colegio parecías siempre tan imperturbable. –Continúo el moreno. Draco y Theo pensaban lo mismo.
-Las apariencias engañan. –Admitió. –Ustedes mejor que nadie deberían saberlo, después de todo ustedes son expertos en ocultar sus verdaderos sentimientos e intenciones.
-¡Vaya! No se si debemos sentirnos ofendidos o alagados.
La chica se encogió de hombros.
-En el colegio la mayoría del tiempo estaba aterrada.
-Bromeas. –La contradijo el rubio. –Eso es mentira.
Ella sonrió con suficiencia. –Nunca fui muy sociable y recién había descubierto que era bruja cuando ya tenía enemigos por mi origen ¿Crees que fue fácil? ¿Cómo no tener miedo? ¿Cómo no estar aterrada?
-Nunca demostraste tu debilidad.
-¿Para darles motivos para amargarme mas? Creo que era suficiente soportar el hecho de que mi sola existencia los insultara, como para darles motivos para burlarse aún más de mí o para atacarme.
Lo que decía Granger era cierto y todos lo sabían pero no dejaba de ser duro escuchar algo asi en voz alta de la boca de una de sus víctimas predilectas. A pesar de todo, quizás lo que les causaba una sensación mucho más incómoda era el hecho de que no había resentimiento en Hermione mientras hablaba, no había reclamos o reproches, solo hablaba con un temblor aun evidente en su voz producto del miedo.
-¿Cómo superaremos esto Granger? –Pregunto con incomodidad Draco. –Para salir de aquí.
-Solo hay un modo. –Contesto caminando hasta la orilla.
Desde la altura en que se encontraba no eran capaces de ver el fondo, debían estar a una gran distancia del piso. El viento comenzaba a soplar con mayor fuerza haciendo que el cabello largo comenzara a moverse y agitarse alrededor de su rostro.
Hermione permanecía seria viendo hacia abajo con una sensación de vértigo mareándola, estaba contendido las ganas de vomitar.
-¿Saben que es lo curioso del miedo? –Les pregunto levantando el rostro para mirarles, en realidad no parecía esperar una respuesta. –Puede volvernos víctimas, pero también se vuelve algo mucho más complejo en ocasiones.
Estaba parada en el borde con el vacío a sus espaldas y miraba imperturbable a los chicos.
-El miedo es una defensa, pero también un obstáculo y hace que nos paralicemos pero también pone a prueba nuestra voluntad. Todos, absolutamente todos tenemos miedos, ya sea que lo admitamos o no, lo que nos hace valientes es afrontarlos. Quizás nunca deje de temerle a las alturas, pero tampoco me someto a mis miedos.
Cuando termino de hablar se lanzó hacia atrás al vacío.
-¡¡¡Nooo!!! -Grito Draco intentando llegar a ella, pero era tarde.
La vio caer con los brazos extendidos, los ojos apretados firmemente y una sonrisa temeraria en los labios.
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