Capítulo 5: El llamado de la oscuridad. Parte 2

Nos quedamos en silencio unos segundos. ¿Qué quiere? ¿Acaso tengo algo de él en mi casa? ¿Quiere volver conmigo, después de tantos años? ¿Qué haría en ese caso? No entiendo porqué, pero mi corazón se acelera, a pesar de que creía haber superado mi amor por Fran.

—Mirá... me contactó un tipo por Facebook. Se llama Hernán. Me empezó a escribir unos mensajes, agrediéndome... Dice que salió con vos.

No lo puedo creer.

—Quécagada, Fran. —Se forma un nudo de bronca en mi garganta—. Sí, ese tipo fue mi novio. Corté con él hace un tiempo. No puedo creer que sea tan enfermo, te pido mil disculpas, en serio. ¿Qué te dijo? ¿Estás bien?

—Sí... estoy bien. Me dijo unas cosas bastante feas... que él sabía que yo era un puto, que dejara de caretearla saliendo con una mina, que yo había sido un hijo de puta con vos...

—Fran. Perdoname. Hernán es un forro. Yo... no le dije esas cosas de vos. Bueno, eh... obvio, le conté que salimos, que nos peleamos y que... bueno, que sos bi. Pero yo no pienso como él. Jamás creí que Hernán fuera capaz de algo así. Y me hace muy mal que te haya dicho todo eso.

Me siento tan apenado, aunque sé que no es mi culpa. Nunca lastimaría a Fran.

—Gracias, Tobi. Está bien. Quería avisártelo, porque me preocupé. Por vos, más que nada. Es un psicópata ese tipo.

—Ya sé... Te pido perdón de nuevo.

—No es tu culpa. Te cruzaste con una persona muy mala. Ya lo bloqueé del Facebook. Cuidate mucho, por favor.

—Sí, gracias.

—Escuchame, Tobi. Yo... ya no soy como antes, ¿sabés?

—No te entiendo —comento, con el pulso acelerado.

—Ya no me oculto. Mi novia sabe que soy bi, mis amigos también.

—Ah. Qué bueno...

El corazón se me estruja y lo disimulo. ¿Por qué no pudo ser así cuando salía conmigo y teníamos que vernos en secreto? ¿Por qué me lo cuenta ahora? ¿Por qué siento dolor en el pecho al pensar que está viendo a otra persona? ¿Es porque es una chica o porque ya no sale conmigo?

Empiezo a temblar, pero me contengo.

Cierro los ojos y vuelvo a los pasillos del instituto de locución, donde Fran y yo hablábamos bromeando con nuestros compañeros de curso, frente a la puerta de un aula. La profesora estaba llegando tarde y nadie tenía ganas de seguir estudiando. Entonces, él me echó esa mirada que yo conocía tanto, y supe que nos íbamos a saltear la clase.

Le sonreí y me alejé del pasillo concurrido, hacia una puerta roja que daba a la terraza del edificio. Salí y encontré a unos chicos terminando de fumar, que se fueron rápido. El lugar quedó vacío. Esperé, mirando las estrellas y las cúpulas de los otros edificios de Retiro, con ese cosquilleo en la boca del estómago. Unos minutos después, Francisco atravesó la puerta roja y me sonrío.

Me lancé a sus brazos y juntamos nuestros labios. Con cada beso sentía mi lengua más adentro de él y me sumergía más en su pecho. Empecé a acariciar esa piel oscura y suave en sus brazos, también sus pelitos, a través de la camisa semi abierta.

—Te amo mucho —me dijo.

—Yo también —le contesté, pasando los dedos por su barba de dos días.

—Te voy a amar para siempre —me susurró al oído y su aliento cálido impulsó un escalofrío que bajó hasta el final de mi espalda.

—Yo también —le prometí.

—Tobi —me dice Fran, muchos años después, y pestañeo, escuchando su voz a través del celular.

Estoy parado en el descanso sucio de las esclareas de emergencia la radio. Su promesa y la mía ya fueron rotas.

—Sí... te escucho. —Trago saliva para aliviar el nudo en mi garganta.

—Mirá, ya que estamos hablando, quería avisarte que mi novia entró a trabajar a la radio.

Algo se retuerce en la boca de mi estómago.

—Eh... qué bueno. No sabía que era locutora, como nosotros —le miento—. ¿En qué radio consiguió?

—En la radio donde estás. Se llama Karina, va a hacer conducción. Seguro te la cruzás.

—Ah. Genial... —Aprieto el celular con mucha fuerza.

—Es copada, en serio. No tiene ningún problema. Va a estar a la tarde.

—Okey. Che, te dejo que me tengo que ir al informativo.

—Bueno, dale. Te quiero mucho, Tobi, ¿sabés?

—Chau, Fran.

Corto. Cierro la mano, formando un puño. Llamo a Hernán, que me contesta al toque.

—Hola, Tobi.

—Hernán... ¿me explicás qué carajo hiciste? —Me contengo para no gritar, pero la voz me sale estrangulada—. ¿Por qué carajos llamaste a mi ex?

—Ah, vos siempre defendiendo a ese pelotudo. Le dije la verdad, lo que nunca te animaste a decirle.

—Yo no pienso así. ¿Qué te pasa? —exclamo, enfurecido.

—Te conozco, sé que en el fondo lo pensabas —expresa con cinismo—. Yo lo puse en su lugar.

—¡Eso es mentira! Dejame en paz, dejá en paz a mi gente. No vuelvas a hacer esto.

—Nunca me amaste, ¿no? Me usaste, seguís amando a ese puto tapado.

—Callate pelotudo, ¿no ves que no entendés nada? Devolveme mi plata, no quiero verte nunca más.

—¡Lo único que te importa es la guita, sos un hijo de puta!

—Hijo de puta, ¿yo? ¿Con todo lo que me estás haciendo? Dejame en paz. ¡Sos un psicópata! —le grito y corto.

Quisiera revolear el celular contra la pared, pero me contengo. Me empieza a doler el pecho, respiro rápido pero siento que el oxígeno no me llega a los pulmones. La puta madre, encima ya casi es la hora y tengo que ir a leer el info. Camino hacia la puerta que da al pasillo y me detengo a mitad de paso. Me quedo sin fuerzas, ahogado por el nudo en la garganta, que volvió a formarse. Necesito ser fuerte. Aguantar las ganas de llorar y...

La puerta se abre de pronto y tengo a Gustavo delante de mí.

—Tobi... ¿estás bien? —Me mira con ojos grandes y brillantes. No puedo contestarle. Estoy tan afectado por lo de Fran y Hernán que... respiro agitado y la vista se me nubla. Mis ojos están repletos de lágrimas—. Tobías, perdóname. Estuve mal. ¿Te ofendiste por lo que te dije?

Gustavo se acerca hacia mí y suelta la puerta retráctil, que se cierra detrás de él. Corro la mirada; quiero se vaya porque voy a llorar.

—Te escuché gritar...

—Y-yo... no... —pronuncio con dificultad, porque estoy tan angustiado que se me cerró la garganta y me duele con cada sonido que intento articular.

No puedo más... Doy una larga inspiración antes de largar el llanto. A medida que sollozo y las lágrimas se deslizan por mi rostro, me invade un alivio inmenso. Es como si el oxígeno entrara por primera vez en mi cuerpo después de mil años, refrescando mis pulmones.

—Perdoname, soy un forro, cómo pude decirte eso. —Gustavo me toma de los hombros y niego con la cabeza, tratando de dejar de llorar, para poder explicarle—. Soy un pelotudo; tuve un mal día y no pude...

De pronto se calla y me abraza fuerte. Hundo mi cara en su pecho y su perfume dulce apenas llega a consolarme. Mis lágrimas se derraman en su camisa.

—P-pará... es la hora del info, t-tengo que ir a leer... —le digo, separándome.

—Shhh. —Me abraza y me toma de la nuca, haciendo que apoye de nuevo mi cabeza en su pecho—. No pasa nada. Que lean los otros, estás conmigo.

Nos quedamos abrazados, en silencio. Vuelvo a sentir su perfume, mientras me acaricia el pelo, con mucha suavidad. Es como si me transportara a otro mundo. Por un momento, estoy en el desierto de mis sueños, bajo unas estrellas desconocidas. Aunque esta vez no es un lugar amenazante.

—Disculpame —le digo, todavía pegado a él—. No estoy llorando por lo que me dijiste. Aunque me haya caído para el culo. Yo... discutí con mi ex. Hizo algo horrible...

—¿Qué pasó? —pregunta, separándose de mí.

Nos sentamos en la escalera y le cuento todo, mientras me limpio las lágrimas del rostro. A medida que avanzo con el relato, su cara se transforma. Pasa de la preocupación a la ira, tornándose roja.

—Esetipo es un psicópata. —Habla con la voz ronca—. Y va a pagar todo lo que te está haciendo. —Entrecierra los ojos.

—No me importa que pague. Solo quiero que me deje en paz.

—No es justo. Es una mala persona y debería ser castigado por eso. Yo me voy a encargar de eso —asegura.

Lo miro y casi le pregunto, en broma, si piensa ir a buscarlo pero me interrumpo al notar una vibración caliente que surge de él, acompañando su expresión seria. Me aparto de él, rápido.

—Ey, Gus, mirame —le digo y el tipo deja de observar el vacío, para clavarme sus ojos azules—. Es mi problema, ¿okey? Yo lo soluciono. Volvé al info. Primero paso por el baño a lavarme la cara y después te alcanzo.

Se levanta de los escalones y me acaricia el pelo de nuevo. En ese instante, siento un vacío bajo mis pies; es como si en el suelo se hubiera abierto un pozo hacia el cosmos y yo estuviera por perderme entre las estrellas. Gustavo me da la espalda, abre la puerta y se va hacia el pasillo en silencio.

***

Chiques, esa escena en el rellano de las escaleras de emergenciaaaaaaa!! 🔥🔥🔥🔥🔥 

La charla con el ex ex, la pelea con el último ex y ese abrazo de Gustavo. 💕🐻

No saben lo intenso que fue escribirlo. 🤯 ¿Qué les pareció?🤗

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***


NOTAS DEL AUTOR

*

Bondi:

Esta palabra ya apareció varias veces, y probablemente a esta altura la dedujeron por contexto. Es como llamamos a los colectivos (o autobuses) del transporte público en Argentina.

Garchar:

En un momento, David le escribe a Tobi: "Me parece que (Gustavo) necesita que te lo garches". Garchar es una forma muy grosera de decir: "tener relaciones sexuales". 🙈 Es común decirlo entre amigos.

***

Gracias por acompañarme con esta historia :)

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