Capítulo 1: El casting. Parte 3
—Quedate tranquilo. Vas a ir aprendiendo. Sos bueno, te felicito. —Se estira hacia mí y me palmea en el hombro.
—Gracias.... —le digo, cortante.
No me gusta que me halague para hacerme sentir mejor.
—¿Querés ir a dormir?
—¿Qué? —le pregunto, con el rostro acalorado.
Se ríe.
—Me refiero a que podés dormir un rato, en el sillón del info. —Me explica y se estira en la silla hacia atrás, llevándose una mano a la nuca. Latela de la camisa, que apenas le contiene la panza, se levanta apenitas, mostrándola.Llego a ver algo de piel y cabello, a pesar de que sigo mirándolo a la altura de los ojos—. Son las cuatro y media de la mañana. No es fácil aguantar el horario de la trasnoche, al menos hasta que te acostumbres.
—Estoy bien. Sigo ansioso, es mi primer día. Si después me da sueño, duermo un rato.
—Dale. Escuchame, una vez que aprendas esto, por ahí te mandamos a hacer móviles durante la tarde, cuando falte algún periodista. Así que escuchalos y fijate cómo salen, Cualquier cosa me consultás. —Se rasca la barba, en la que asoman algunas canas.
—Sí, seguro. Contá conmigo.
—Bien. —El tipo da un golpecito en la mesa con la mano—. Andá a descansar. Acordate de que la jornada termina a las seis.
—Gracias. Me voy un rato con Sara. Ella también está libre ahora.
—Ustedes son amigos del ISER, ¿no? Cursaron juntos. —Me mira con los ojos entrecerrados.
—Sí.
—Nos estuvo contando cosas tuyas... —Gustavo se apoya con los codos en la mesa y sonríe—. De ustedes, bah. Parece que se divertían bastante mientras estudiaban. Qué lindo que puedan trabajar juntos.
Asiento.
—Bueno, me voy a buscarla. —Melevanto de la silla—. Gracias por la paciencia y por enseñarme. Mañana voy a estar más atento.
—Andá tranquilo.
Me alejo de él y subo por las escaleras al piso donde están los estudios desde los que se transmiten los programas de radio. A esta hora solo se pasa música y cada tanto un locutor anuncia las canciones y da un poco de información, como la temperatura que se espera para la jornada o las actividades de la agenda cultural de la ciudad. Sara ya me contó cómo funciona todo.
Me asomo al estudio y encuentro a uno de sus compañeros, concentrado en la computadora. Tiene el micrófono frente a él y los auriculares apoyados en la mesa.
Salgo y sigo por el pasillo. De pronto, escucho unos pasos detrás de mí, y giro: el lugar está vacío. No sé porqué, pero la luz blanca que se refleja en el piso y las paredes de azulejos me resulta siniestra. Las luces parpadean durante unos segundos, en los que me parece ver una sombra...
—¡Zorra! —escucho a mis espaldas y doy un salto. Giro rápido y encuentro a Sara, que me abraza—. ¿Te asusté?
—Pelotuda, casi me muero de un infarto.
—No exageres. Vení que te presento a mis compañeros de turno.
—Pará —la interrumpo—. Quizás ya me estoy durmiendo parado, pero... vi algo.
—Todos vemos cosas en este horario. Sabés que este edificio es muy viejo, ¿no?
—No empieces con esas cosas.
—¿Para qué me contás, entonces?
—Presentame a los chicos, dale —le digo y nos encaminamos hacia los estudios.
Conozco a Fernando, un señor pelado de unos cincuenta años, medio hippie, que es el que vi hace un ratito frente al micrófono en la radio AM. Después, a Catalina, que hace un programa antes que él, y a Guadalupe; ella conduce en la FM en las horas en las que Sara descansa.
Saludo a operadores y productores. Todos están atentos al aire. Me caen bien, parecen ser buena gente.
—Vamos a la sala de locutores —me dice Sara y la sigo por el pasillo. Entramos a una oficina con un escritorio, un sillón y una hilera de casilleros.
—Me encantan —exclamo, señalándolos—. Son como los de los secundarios de las escuelas yanquis. Quiero uno.
—Estos son para los locutores que hacen programas, como yo. Las estrellas —se autodefine Sara, pestañando varias veces y abanicándose con la mano. Se deja caer en el sillón—. El mío es el que tiene los stickers de Star Wars. Por ahí, si le pedís a Gustavo, te dan uno.
—Mmmm... voy a ver. El tipo me produce escalofríos, boluda.
—¿Por qué?
—No sé. Tengo la sensación de que se ya sabe que soy puto. Me da miedo que me discrimine.
—Todos lo saben.
—¡¿Qué?! —Siento como si tuviera una piedra en el pecho.
—Todos saben que sos gay —responde y me quedo helado—. Se los conté; les dije que eras mi mejor amigo y el tipo más copado del mundo. Ah, también que hacías reiki, meditación y esas cosas, y se pusieron contentos porque podías quitarnos la mufa de encima, como hiciste hoy conmigo. —Me guiña un ojo.
Un temblor me recorre de pies a cabeza.
Qué cararrota. ¿Cómo me expuso así? Ahora entiendo lo que me dijo Gustavo hace un rato... se estaba burlando de mí. ¿Qué deben pensar mis compañeros? Por Dios, quizás alguno odia a los gais o piensa que le voy a tirar onda. Qué vergüenza. Además, les reveló mi lado espiritual. Me hizo quedar como una loca mística.
—¡Boluda! ¿Cómo pudiste...? —Me llevo una mano a la frente—. ¿Cómo se lo tomaron?
—¿Te calmás? Se lo tomaron bien. Está lleno de putos en los turnos mañana y tarde, ya se acostumbraron. Olvidate.
—¿Estás segura?
—Sí, nabo.
Siento que me falta el aire.
—Gustavo me dijo algo... Como que ya sabía de mí porque les habías hablado. ¿Se habrá dado cuenta de que lo miré?
—¿Lo miraste? —Sara se sienta al borde del sillón—. ¿Te gusta el viejo?
—¡NO! Ni en pedo.
—¿Por qué lo miraste entonces? ¡Zorra! —Se saca un pañuelo que tiene al cuello y me lo arroja. Lo atajo—. Tenés novio.
—No lo miré como pensás. Es que, como es muy grandote, eh... yo... por un momento...
—Daaale, seguro. —Sara se ríe y se levanta para sacar un paquete de galletitas de su locker—. Es un solterón, ¿sabés? Nunca le conocimos novia ni esposa.
—¿Decís que es gay? No parece ni en pedo, es muy masculino.
—Aaaah, bueno, justo hablabas de que la gente discriminaba. Y ahora vos sos el prejuicioso.
—Basta, boluda. No digo que sea algo malo tener pluma, eh. Lo cierto es que, en general, te sirve para darte cuenta.
—"Tobías, el puto que discrimina" —dice, con tono de anuncio de telenovela.
—Enserio. —Le devuelvo el pañuelo—. ¿En qué creés que se basa el radar gay?
—No sé. No soy especialista, esa es tu área. Como sea, acá algunos dicen que Gustavo es puto.
—Está bien. A mí no me importa. Además, es mi jefe.
—Okey...
—Y tengo novio.
—Ya sé. Igual, tu ex del ISER, Francisco... era grandote, como Gus. Tipo oso —acota, guiñándome un ojo.
—Ni me hables de ese tarado.
—Bueno, calmate histérica. Ya pasó mucho tiempo de eso.
Suspiro. Me siento incendiado de pies a cabeza.
—Ahora... ¿cómo salgo de acá, sabiendo que todos saben? —Me llevo una mano al pecho—. No puedo respirar.
—Vamos a hacernos un té. —Sara saca dos tazas de su locker y me toma del brazo, arrastrándome hacia el pasillo—. Así nomás. ¿Ves qué fácil?
***
Estoy en un desierto. Frente a mí, el cielo es cruzado por manchas azules y violetas de polvo estelar. No reconozco las constelaciones y me siento inmenso y liviano al andar. Hay una roca a mi lado, de superficie lisa. Sé que es importante. Debajo de ella, se cruzan unas líneas de poder.
A lo lejos, noto una figura gigante de fuego transparente y entonces comprendo que es como yo; ambos somos este tipo de humanoides de energía. El extraño se halla de pronto frente a mí, observándome con sus ojos hechos de llamas incoloras, y mi corazón da un salto.
Despierto sobresaltado. Me siento extraño... tengo un cosquilleo en el pecho y otro en la boca de mi estómago. Aunque el cuarto está a oscuras, ya que cierro la persiana para que el sol de la mañana no interrumpa mi sueño, puedo ver los muebles que me rodean: la cómoda frente a mis pies, más allá de la cama; el placard a mi izquierda, la mesa de luz al otro lado. Noto un movimiento extraño ahí. Escucho un siseo y observo algo entre las sombras. Es un vapor que va cobrando forma humanoide...
¿Qué es eso? Intento levantarme de la cama, o cubrirme con mis brazos, pero estoy paralizado. La figura me observacon intensidad. Un brillo violáceo surge poco a poco de ella, a medida que el siseo aumenta. No puedo ver sus ojos, pero siento la fuerza de su poder mental, aplastándome contra el colchón. Se inclina hacia mí...
Me sacudo, desesperado, haciendo un esfuerzo enorme por liberarme. Una vez que lo logro, pego un grito y me incorporo en la cama.
Enciendo la luz y la presencia desaparece. ¿Qué carajo acaba de pasar?
***
Hola, chiques! Volví después de mucho tiempo, con una nueva versión de una de mis historias más queridas (por ustedes y por mí). Espero que les haya gustado este primer vistazo al mundo de los personajes... les esperan muchas cosas.
Te rescataré del Infierno se originó en un cuento que publiqué allá por 2016.
Lo creé para un concurso de llamado Desafío paranormal, en el que ganó el tercer puesto. A muchos les gustó y me pidieron que lo convirtiera en una novela. Me quedó pendiente por varios años, mientras me dediqué a otros libros. Recién en 2019 logré hacerlo. Déjenme decirles que fue todo un desafío. 💪🤩
✨ Esto es para los fans de aquella época, que querían saber más de los personajes. Y para mí; confieso que también me enamoré un poco de Tobi y de Gus. 💖
Ya saben que me encuentran en Instagram como: @matiasdangelo
En mi perfil tienen mi página de autor de Amazon donde pueden comprar mis libros en versión digital e impresa.
Abrazo grande.
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