Capítulo 1: El casting. Parte 2
Tengo que tomarme el subte y un colectivo para ir hasta casa. Además, como están construyendo el Metrobús, el bondi se desvía varas veces, por lo que recién llego después de una hora y media.
Vivo en un departamento interno que está en un segundo piso por escalera, así que abro la puerta del edificio y comienzo a subir. Una vez que entro, arrojo la mochila en un sillón del living. El ambiente de paredes verdes está iluminado por una lámpara y algo de luz natural que entra por la ventana, que siempre dejo con la persiana baja hasta la mitad. Da al hueco común del edificio y no tengo nada lindo para mirar más que la ventana de mis vecinas, a las que detesto porque siempre están gritándose.
Si bien me gusta mi casa y tengo el beneficio de no pagar alquiler, porque es de mis viejos, odio tener que soportar los ruidos de otra gente y estar tan encerrado, sin un balcón o un patio. Necesito el contacto con lo verde y el exterior. No me queda más que ir a la plaza para eso.
Siempre sueño con ganar más plata y poder ahorrar para alquilar algo e irme de acá. Pude juntar unos veinte mil pesos cuando trabajaba en un shopping como vendedor de ropa, hasta que me surgió el laburo en la oficina, donde me pagan incluso menos que ahí. Pensar que ahora mi sueldo va a disminuir todavía más... Esincreíble tener que sacrificar el cobrar bien para trabajar como periodista.Quizás podría conseguir un empleo de miedo tiempo, como hacen otros colegas.
A todo esto, debería avisar en la oficina que voy a renunciar... Llamo a mi jefa y le cuento todo. Se lamenta y me dice que era muy bueno, de hecho me ofrece un sueldo mayor para que me quede. Dudo unos instantes... Al final, no me parece suficiente para rechazar la oportunidad de trabajar como locutor, que siempre fue mi sueño, así que le digo que no. Le prometo que mañana envío el telegrama de renuncia a primera hora, me despido de ella y corto.
Entonces, escucho unas llaves tintineando. Giro hacia la puerta con una sonrisa inmensa y encuentro a Hernán. Entra al departamento trayendo unas bolsas con las compras. Si bien todavía no vivimos juntos, pasa mucho tiempo en casa.
—Felicitaciones por el nuevo trabajo —dice con un tono de voz apagado y me saluda con un beso rápido, antes de irse a la cocina a guardar las cosas.
—Gracias —contesto, siguiéndolo para ayudarlo—. Empiezo esta noche. Sara me va a presentar a los compañeros de las otras áreas de la radio. Ella conduce un programa en la FM y los conoce a todos.
—Qué bueno que justo te tocó trabajar con una compañera de la facultad. ¿Vas a aguantar ese horario de laburo? Mirá que es difícil estar desde las doce de la noche hasta las seis de la mañana.
—Eh... supongo que sí. Por ahí me acuesto a dormir una siesta en algún momento.
Hernán termina de guardar las cosas en la heladera y se gira hacia mí, con los brazos en jarra.
—Seguro está lleno de putos ahí. ¿Hay alguno que te guste?
—¿Qué decís? No. Yo te amo a vos, ¿por qué voy a andar mirando a otras personas?
—Siempre hay alguien que te gusta cuando entrás a un lugar nuevo...
—¿De dónde sacaste eso? —le digo—. ¿No serás vos el que anda mirando a otros?
Me sorprendo al responder así. No me gusta seguir la pelea, pasa que me tiene harto con estas actitudes.
Hernán no me responde y se va al living a chequear su celular. Respiro profundo, buscando volver a mi centro. Una vez más calmado, decido canalizar mi energía en algo bueno. Preparo su merienda favorita: café cortado y tostadas con manteca y dulce de leche. Llevo todo al living en una bandeja y recién ahí la cambia la cara.
—¿Por qué no pensamos en cosas lindas? —le sugiero—. Por ejemplo, adónde vamos a ir de vacaciones con la plata que estamos ahorrando.
El rubio asiente. Comemos y charlamos animados, hasta que me tiro a dormir una siesta. Despierto a eso de las diez de la noche, me cambio y le doy un beso a Hernán. Después me abrigo bien, agarro mi mochila y salgo en dirección a la parada de colectivo.
***
El ascensor se abre y camino hacia el fichero. Gustavo me avisó por mensaje de texto que mi ficha ya iba a estar acá... La encuentro rápido, porque están ordenadas alfabéticamente, y la meto en el aparato. Después de hacer un clang, me la devuelve con la hora a la que entré impresa.
—¡Boludoooo! —escucho y giro hacia la entrada, de donde viene corriendo Sara.
—¡Boludaaa! —grito, yendo a abrazarla con fuerza.
—¡Felicitaciones, felicitaciones, felicitaciones! —chilla en mi oído—. Sos un genio. Es re difícil pasar el casting para el informativo, porque son muy exigentes —Sesepara de mí, riendo. Sus pecas resaltan en las mejillas enrojecidas—. Antes chusmeábamos en los pasillos del ISER y ahora vamos a poder chusmear en el trabajo. Bancá que todavía no fiché y me voy a olvidar —agrega, señalándome con el dedo.
—Dale.
—Che, me duele la cabeza, creo que alguien me ojeó en el bondi —me cuenta, poniendo su tarjeta en la máquina. Se escucha clang de nuevo, y luego Sara la guarda en el fichero—. ¿Me hacés un poco de reiki? —me pide.
—Dale.
Miro a los lados, asegurándome de que no haya nadie. Después junto las manos y cierro los ojos, para conectarme a reiki. Es una técnica de armonización de la energía. Se aprende en cursos, en los que te enseñan a sintonizarte con la vibración ordenada del universo para que la transmitas a otra persona a través de las manos.
Luego de unos instantes, abro los ojos. Llevo una mano a la frente de Sara y ubico la otra a unos centímetros de su nuca. Ella cierra los párpados y siento un calor que nos envuelve, mientras visualizo un símbolo en mi mente, que limpia su energía.
—Listo. —Me separo de ella.
Junto las manos de nuevo durante un segundo, para desconectarme del reiki.
—Me siento mucho mejor, gracias. —Sara parpadea despacio—. Ahora tengo que subir al estudio uno a anunciar música. Igual me libero como a las tres de la mañana. ¿Vos?
—Todavía no hablé con Gustavo, así que no sé cómo es la dinámica de laburo...
—No es difícil, se rascan bastante las pelotas, yo los veo. Ese Gustavo es un viejo insoportable, la otra vez me cagó a pedos porque no quise leer el noticiero. Es que me estaba meando y...
—Guarda que viene. —Señalo hacia la puerta.
El tipo camina hacia nosotros, abrigado con una campera y un gorrito de lana en la cabeza.
—¡Ay, hola, Gus! Qué divino te queda ese gorrito —exclama Sara, cuando lo saluda con un beso—. Acá estaba poniendo al día a tu nuevo aprendiz. Cualquier cosa me avisás si se te descarría y te lo pongo en línea.
Qué caradura es. Ahora le chupa las medias. Cuando saludo a mi jefe, acercando mi mejilla a la de él, para darle un beso, lo siento helado. ¿Hace tanto frío afuera? Qué raro, recién vengo de ahí y no me pareció.
Gustavo hace un gruñido mientras ficha y mira de costado a Sara.
—Buenooo, me voy arriba, que está por empezar mi turno —dice ella, alejándose rápido.
—Seguime —pronuncia Gustavo, seco.
—Sí. —Camino rápido detrás de él, hacia la oficina.
—Este es un horario difícil. Al principio, si tenés mucho sueño, podés dormir un rato en un sillón, pero poco a poco te vas a ir acostumbrando.
—Está bien.
En cuanto atravesamos la puerta, Gustavo se saca el gorro y la campera. Yo también me deshago de mi abrigo. Hay un señor que parece de unos setenta años y un hombre pelado y barbudo que tendrá más o menos cuarenta.
—Te presento a tus nuevos compañeros. Omar es el jefe general del turno, lleva más de treinta y cinco años en esta radio.
—Un gusto —me dice el canoso.
—Igualmente.
—David trabaja hace diez años con nosotros —continúa Gustavo y señala al barbudo, que asiente.
—Qué tal —me saluda.
—Hola.
—Ambos son locutores redactores, como vos y yo —aclara Gustavo—. Nos turnamos para escribir y leer los boletines que salen en punto en ambas radios: AM y FM. Cuando es hora y media, el boletín solo sale en AM. ¿Entendés?
—Sí.
—Al principio, vamos a corregir lo que escribas hasta pulirte en el estilo del informativo, que seguro vas a aprender rápido.
—Okey —contesto, un poco ansioso.
—Podés sentarte en ese escritorio —me indica, señalándolo.
—Gracias.
Me acomodo rápido. Gustavo se ubica en el escritorio que se halla en diagonal a mí, hacia la derecha. El mismo donde se encontraba José cuando vine a dar el casting. Mientras chequeo los portales de noticias, pensando en lo que voy a poner en el boletín que me toque redactar, siento que me vigila.
A medida que pasan las horas, me relajo. Hay unas teles planas en la pared que tengo enfrente, donde están los principales de canales de noticias, muteados. En un momento, aparece una vedette en un programa de Crónica TV, donde la están entrevistando.
—Qué linda mina —dice Omar.
—Seeeh, está re buena —afirma David.
No digo nada y sigo escribiendo. Gustavo se mantiene serio, como yo, pero seguro porque es un tipo más retraído y formal. Al menos esa es la impresión que me da.
Después de redactar mis primeros boletines, que son corregidos por mi jefe con rigurosidad, los leo al aire. Primero con David, en la cabina de locutores. Tiene una voz grave con lindos tonos agudos, que no tiene miedo de usar para darle color a las noticias. Me acoplo fácil a él y aprendo a leer mejor.
Las horas pasan volando. Gustavo me libera de mis tareas una hora antes de que termine la jornada y me lleva fuera del informativo. Nos sentamos en otra oficina, donde me hace un montón de correcciones. Dios, soy un desastre. No estoy de acuerdo en algunas cosas que me dice, pero obviamente me callo.
El tipo hace una media sonrisa y entrecierra los ojos. Creo que se dio cuenta de lo que estaba pensando... Debo haberlo revelado con algún gesto.
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