4. ¡Adónde te lleva la pasión! (versión 2016)

Aunque el cuarto está oscuro, puedo distinguir la cama entre las sombras. Escucho que Gustavo se saca los pantalones y se tira entre las sábanas. Hago lo mismo, con el corazón en la garganta. Al estar acostado los latidos suben a mi cabeza. Siento como si todo fuera un sueño o como si hubiera pasado a otra realidad. Al mismo tiempo, mis sentidos están más alertas que nunca. No puedo dejar de pensar que Gustavo está a mi lado, en ropa interior. Ambos nos ponemos boca arriba, ninguno se atreve a girar o hacer el primer movimiento.

Escucho su respiración. Mis ojos ya se acostumbraron a la oscuridad y puedo ver su perfil, la forma de su cuerpo: su pecho, sus brazos musculosos y sus piernas. Acerco mi mano a la suya. Él me imita. Nuestros dedos no se tocan, pero siento un calor que circula entre nosotros, mientras las energías se mezclan. Empiezo a ver puntos de luz. ¿Qué está pasando? ¿Habré fumado o tomado algo raro? No recuerdo. Cierro los ojos. Acerco más la mano a la de Gustavo y nuestros dedos se entrelazan.

Giro hacia él, que me abraza y me besa. Siento un cosquilleo eléctrico que me sube por la espalda, el cuello y llega hasta mi cabeza. El corazón me late sin parar mientras siento sus labios suaves en los míos y su aroma envolviéndolo todo. Las caricias son pausadas y tiernas, mis dedos van a su cabello corto, sus mejillas, su cuello, su pecho y su espalda. Me pongo sobre él y lo beso en la frente, en sus pómulos, en la boca, en su garganta, en sus pezones. El ritmo se acelera y nuestros besos y caricias también, recorriéndonos por completo. No sé si es mi imaginación, pero siento la energía como un fuego que circula entre nuestros cuerpos y nos envuelve, formando una burbuja.

Empiezo a trepar por su espalda mientras susurra mi nombre. Lo muerdo despacio en el hombro. Quiero cuidarlo, amarlo, besarlo, hundirme en su perfume hasta el final. Caigo de espaldas en la cama y él viene sobre mí. Me besa, me muerde el cuello y su piel parece teñirse de un violeta azulado. La luz y la excitación me hacen ver cosas. Acaricia mis piernas y se une a mí. Me abraza mientras disfrutamos. Su aroma, su piel sedosa que por momentos quema, su fuerza recorriéndome, todo es placer. Nos separamos y en seguida siento su lengua en mi pecho, que desciende. Las emociones son tan fuertes que unas palabras se escapan entre mis suspiros: Te quiero.

¡Dios mío! ¿Cómo pude haber dicho eso? Me siento avergonzado, pero él en seguida responde: Yo también. Me clava su mirada y hay algo raro en sus ojos verdes. Sus pupilas son verticales. Siento una extraña vibración entre los dos y algo me ciega.

-¿Qué pasó? -pregunto, refregándome los ojos-. La luz, ¿se encendió sola?

Gustavo no contesta. Miro hacia el techo y no entiendo lo que veo. Por un momento pienso que es una falla eléctrica. Hay una luz violeta que gira y forma una nube, como una espiral con nimbos oscuros, y en su centro un embudo que succiona el aire. ¿Me habré quedado dormido?

-¿Qué es eso? ¿Qué pasa?

-Es un portal. Yo...

-¿De qué estás hablando? ¡No puede ser! -grito, sin poder creer lo que estoy viendo.

Gustavo me mira, se para en la cama frente al portal y grita:

-¡No lo haré! ¡No puedo hacerlo! ¡Tómame a mí en su lugar!

-¡Gustavo! ¿Qué hacés? -exclamo, mientras sigo viendo su piel de un color extraño, seguramente producto de estas luces.

Escucho un rugido. Se forma una cara gigante y transparente en el centro del portal. (¡Dios mío! ¡Es un portal!) El remolino brilla y gira con tanta fuerza que debemos cubrirnos los ojos. Su vibración nos atraviesa y hace temblar los objetos. Gustavo empieza a flotar en la habitación. Como ya no me importa si estoy loco, corro para retenerlo, pero la luz me ciega y caigo. La fuerza del portal me succiona también, y viajo a través de un túnel de colores que me lleva lejos del cuarto.

***

Estoy en una cámara de piedra gris, con inscripciones de un azul brillante talladas en las paredes. El lugar está iluminado desde el techo por cristales. Las ventanas se agrupan de a tres y son pequeñas. Es imposible escapar. A través de ellas llego a ver un cielo de color rojo, que no es el del atardecer. Empiezo a sentir pánico cuando noto estrellas desconocidas y planetas que lo surcan. Alejo a las ideas que quieren desgarrar mi cordura. No hay una puerta visible. ¿Qué es este lugar? Quiero convencerme de que es un sueño, pero sé que es real. ¿Estaré en un mundo paralelo?

De la nada, surge una abertura en una de las paredes. Entra un hombre musculoso de piel gris plateada, vestido con un traje rojo pegado al cuerpo. Las pupilas de sus ojos son de serpiente. Trato de levantarme. Hace un gesto con la mano y me inmoviliza. Acerca su frente a la mía y cierra los ojos. Lo siento recorrer mi mente, mis recuerdos, las imágenes de mis sueños. Me deja inmóvil y se aleja hacia la puerta. Logro liberarme con la fuerza de mi mente.

-¿Dónde estoy? ¿Quién sos? ¿Qué hiciste con Gustavo?

-Ahora estás en nuestro mundo. Mi nombre es Dumah y Gustavo en realidad es Asmodeo, uno de los nuestros. Está preso por desobedecernos. -El monstruo atraviesa la puerta y desaparece.

***

Intento no desesperar. Todo esto es una locura, pero es tan real como cada día de mi vida. Dumah regresa varias veces y me tortura haciéndome revivir momentos horribles, como cuando me peleé con mis viejos, y los usa para atormentarme y absorber mi energía. Pienso en Gustavo o Asmodeo, como lo llamó Dumah. ¿Él también es una especie de demonio, como este ser? ¿Cómo pudo manipularme de esa manera? ¿Acaso lo que me dijo es mentira? Hizo todo esto para atraparme.

Lo recuerdo en la cama, desnudo, con otro color de piel frente al portal: ¡No lo haré! ¡No puedo hacerlo! ¡Tómame a mí en su lugar! Eso fue lo que dijo. ¿Puede ser que...? No, fui un estúpido al confiar en él. Sin embargo, recuerdo lo que dijo Dumah: Está preso por desobedecernos.

Me viene a la cabeza la presencia que sentí en el café. Quiso advertirme sobre Gustavo/Asmodeo. Se me ocurre una idea muy delirante y estoy dispuesto a probarla en esta situación. Si no me fallan los cálculos, me queda un rato hasta que Dumah vuelva a torturarme. Me acuesto, cierro los ojos e intento vaciar mi mente. El miedo y la desesperación me invaden, pero utilizo todo lo que aprendí en meditación con Cecilia. Me concentro en la respiración y poco a poco me hundo en la oscuridad. Luego de un tiempo aparece mi energía, vibrando y expandiéndose desde el centro de mi ser. Muevo una mano hecha de energía. ¡Lo conseguí!

Ahora quiero salir de mi cuerpo. Empiezo a flotar, siento una fuerza que me recorre como un fuego y logro desprenderme. Me encuentro ante mi forma sólida, que yace en la celda. Quiero saber dónde estoy. Con solo pensarlo me hallo afuera. El lugar es muy extraño. Solo puedo describirlo como un desierto. Frente a mí hay una nave oxidada y gris, gigantesca, que flota sobre las nubes. Sobre ella hay una ciudad de edificios viejos y deformes, sucios, casi en ruinas. Los observo en detalle y noto las ventanas de las celdas. Veo otras naves flotando a lo lejos. Más allá percibo una niebla oscura y cosas que... mejor no saber. Siento que hay almas perdidas, que sufren.

Me concentro en Gustavo y aparezco frente a unas ventanas. A través de ellas distingo a un hombre de piel violeta. Está encerrado, como yo. Sangra, hay varias heridas en su cuerpo. Está sentado, llorando. Cuando observo su rostro, lo reconozco: es él. Sus ojos verde-azulados tienen pupilas verticales. Recuerdo haberlo visto transformándose en esto mientras estábamos en la cama. Siento rechazo por su apariencia y por el engaño, su llanto me conmueve. Algo me impide entrar a la habitación. Vuelvo a intentarlo con mucha concentración y lo logro. Gustavo me percibe.

"Tobías, ¿sos vos?", escucho su voz en mi cabeza.

"Sí", le respondo. "¿Qué es esto, telepatía? ¿Por qué me hablás así?"

"Los espíritus se comunican de esta manera. Si te respondo en voz alta, podrían escucharme. De esta forma estamos protegidos, por ahora".

"No sé de qué estás hablando. Me mentiste". Veo sus heridas. Parecen latigazos. No dejo que me quiebren. "Me sedujiste todo este tiempo para que te dijera que te amab... que te quería, solo para traerme hasta acá".

"No tengo tiempo de explicarte. Es necesario que vuelvas a tu cuerpo antes de que Mastema o alguien te perciba y sepa que no estás ahí".

"No me voy a ir sin explicaciones". Me cruzo de brazos, si es que eso es posible en esta forma. "¿Es verdad que sos el demonio Asmodeo?"

Gustavo suspira.

"Sí. Estoy obligado a seguir las órdenes de Mastema. Sin embargo, no se comunicó conmigo por muchos años durante los que viví entre los humanos, infiltrado con un cuerpo físico, aprendiendo de ellos y de su cultura. Creí que los demonios me habían olvidado hasta que Mastema apareció y me encargó seducirte y traerte hasta aquí. Tuve que obedecer, incluso cuando empecé a sentir cosas que nunca creí posibles". Aunque tiene escamas violetas y ojos de reptil, me enternece con su mirada dulce y triste. Vuelvo a verlo como antes. "Lo que despertaste en mí fue hermoso y desconocido. Deseé tanto ser un humano y poder vivir en paz con vos. Intenté ocultarte, evitar que Mastema te trajera hasta aquí, pero la energía que movimos cuando estuvimos juntos fue más fuerte que cualquier protección. Mastema pudo encontrarnos y abrir el portal".

"No sé si debería creerte. ¿Por qué me busca Mastema? ¿Qué quiere?".

Escuchamos un ruido. Empieza a formarse una puerta en la pared de la celda de Gustavo.

"¡Pedí ayuda al arcángel Rafael! ¡Pedí ir a su templo! ¡Andate de acá! ¡Ahora!".

Sus palabras llegan a mi mente con tanta urgencia, que obedezco sin dudar y salgo. Me alejo y floto bajo el cielo rojo, observando la nave donde están la prisión de Gustavo y las construcciones viejas. Recuerdo aquella vez en la que me atacó una sombra en mi cuarto e invoqué a Rafael para que me rescatara. ¿Funcionará esta vez? Escucho unos pasos lejanos. ¡Es Dumah! Aunque mi espíritu está lejos, puedo sentir que el demonio se acerca a la celda donde está mi cuerpo. ¡Tengo que apresurarme! "¡Arcángel Rafael! ¡Arcángel Rafael! ¡Llevame a tu templo, necesito tu ayuda!", grito en mi mente, con toda mi fuerza. Una vibración se posa sobre mí y la observo: es un torbellino de nubes verdes y brillantes. Confío en su luz y entro al portal.

Atravieso el túnel y llego hasta un templo sostenido por árboles. En la parte superior, las ramas y el follaje se curvan y entrelazan para formar un techo abovedado. Camino entre canteros octogonales con claveles y lavandas que se mecen bajo la luz. Me dirijo hacia una gran fuente con peces, en el borde está sentado un hombre. Su cabello largo y castaño es una nube vespertina que cae sobre sus hombros. Sus ojos son de un verde lima, algo más brillante que el de su manto. ¡Lo vi en mi sueño! ¡Él era esa presencia en la cafetería que quiso advertirme sobre Gustavo!

Abro mi mente para transmitirle lo que sucede y en un segundo Rafael se transporta conmigo hasta la cámara. Dispara un rayo a Dumah, que estaba por abalanzarse sobre mi cuerpo. El demonio huye de la celda, y el lugar se ilumina por completo. Cuando abro los ojos estoy de nuevo en mi cuerpo y hay un tornado de luz verde sobre mí. Antes de que me succione llego a gritar: ¡Rescatá a Gustavo, Rafael, por favor!

Atravieso un túnel de luz verde y caigo sobre mi cama, en mi departamento. El portal desaparece del techo. Gustavo... pienso, mientras el cansancio me vence y cierro los ojos. Percibo la energía de Rafael en el cuarto. "No puedo rescatarlo", me dice telepáticamente. Lucho contra el sueño, no quiero caer en la inconsciencia, pero es como si me hubieran quitado toda la energía. Antes de perder el conocimiento siento un beso en los labios y luego veo que Rafael desaparece.

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