10. SERGIO
―Gracias. Me he sentido segura hoy a tu lado.
Llevaba desde lo de la cafetería haciendo un esfuerzo enorme por no gritarle, estrangularla o darle un par de tortas y acababa de conseguir que se me pasara el enfado y las ganas de matarla con esa simple declaración.
Asentí sonriendo, en ese momento no era capaz de decirle nada más. Acababa de hinchar mi ya hinchado de por sí ego masculino.
Su inconsciencia me había vuelto loco. Casi se me había ido el baifo. Había mentido acerca de que los chicos me parecieran peligrosos. Es cierto que el moreno se parecía a uno de los hijos de Castelo, pero lo descarté enseguida. Lo que de verdad había ocurrido es que no me gustaba como la había mirado aquel niñato relamido. No era la típica mirada de chico ve chica, chico le gusta chica. Era una mirada sucia. Saber lo que estaba pensando me puso frenético y entré en modo hermano mayor.
Lo de la foto era otra historia, iba a dar parte para que le requisaran el móvil sin montar un espectáculo, pero cuando Iria se levantó para acercarse a esos capullos y yo tuve que ir tras ella... Joder, la hubiera estrangulado y lo pagué con el móvil del capullo.
En ese momento me sacó de mis pensamientos al ponerse colorada otra vez mirándome con esos enormes ojos verdes rodeados de espeso lápiz de ojos negro. Estaba para comérsela cada vez que lo hacía. Tenía esa mezcla de inocencia y sensualidad que nos vuelve locos a los tíos. No creo que fuera consciente de su atractivo. Los universitarios la miraban al pasar. Iba a tener que estirar mi escasa paciencia si iba a acompañarla por la calle o terminaría a hostias con todos aquellos niñatos salidos. Que me estuviera comportando así era un problema. Un puto problema.
―Se me ha hecho tarde. Tengo que dibujar un rato, si me necesitas estoy en mi cuarto.
La seguí con la mirada. Iba a tener que controlarme, solo llevaba dos días con ella y conseguía enternecerme y sacarme de mis casillas a partes iguales. A poco que no tuviera cuidado iba a terminar haciendo conmigo lo que le diera la gana.
Recogí la cocina intentando no pensar en nada. Debía mantenerme alerta y centrado.
La tarde se me pasó volando.
Estuve un rato intercambiando mensajes con Olga. Le pregunté si había notado acercamientos o cosas raras en el tiempo que llevaba acompañando a Iria a la Universidad. Me contestó que nada digno de mención. Le insistí tanto que terminó preguntándome si estaba ciego y luego me contó que en el poco tiempo que llevaba Iria en la Complutense tenía, que ella supiera tres admiradores. Un par de ellos de su misma clase y que según ella no tenían mucho que hacer y un tercero que era harina de otro costal.
Se trataba de un alumno de último curso que ayudaba en el departamento y a veces daba clases, y que era el típico tío bohemio e interesante, una especie de imán de coñitos adolescentes ―lo dijo tal cual― que llegado el caso podría interesarle, pero que de momento estaba muy enamorada de su novio, Toño, y se conformaba con alegrarse la vista con unos y otros y nada más.
Le conté lo que había pasado a la hora de comer y estuvo riéndose de mí y de mi exceso de celo mucho rato, aunque en lo de hacer desaparecer la foto estuvo de acuerdo conmigo. Me aseguró que estaría pendiente de que algo así no volviera a pasar. Que estuviera conmigo en eso me tranquilizó bastante.
Luego llamé a Javi y lo hice rabiar con la posibilidad de tirarme a Olga hasta que me colgó de malas maneras. Pues sí que estaba pillado el muy capullo.
Serían más o menos las ocho y estaba sentado en el sofá con el portátil en mi regazo cuando Iria salió de su habitación como un vendaval y vino directamente hacia mí con un móvil en la mano.
―Dime lo que ves en esta foto ―dijo sentándose sobre su pierna justo a mi lado y plantándome el móvil frente a mi cara.
―¿Quiénes son?
―Si te lo digo no tiene gracia.
―Parecen dos capullos pagados de sí mismos porque o acaban de montárselo con las gemelas o creen que pueden hacerlo. Pero yo diría que ya lo han hecho.
―Lo sabía ―dijo derrotada dejando el móvil en el sofá y hundiendo la cabeza entre sus manos.
―¿Qué pasa?
―El de la derecha es Toño, mi novio.
«Mierda».
―No pensarás hacerme caso ¿verdad? Tengo treinta y seis años y una manera algo cínica de ver la vida. Déjame ver esa foto otra vez. Vamos ―insistí haciendo un gesto con la mano al verla dudar.
Me acercó el móvil y comenzó a mordisquearse la uña del pulgar arrugando la nariz en un gesto que me preció muy sexy.
Amplié un poco la foto. Estaba más que claro, como mínimo se habían comido la boca, ella tenía los labios hinchados y el guaperas tenía la cara de gilipollas que se nos pone a los tíos cuando conseguimos a una tía que consideramos inalcanzable. ¿Será capullo?
Me miró esperanzada como si esperara un veredicto y me sentí de lo más miserable.
―Los de la izquierda se nota que están liados, pero llevan poco tiempo, tienen esa cara de emoción del principio, ya sabes. Los otros parecen más bien achispados que otra cosa. No creo que...
―Has pensado mal a la primera. Yo he pensado mal a la primera.
―¿Quién te ha mandado esa foto?
―Toño.
Encima gilipollas.
―¿Y porque motivo se supone que te la ha mandado?
―Para enseñarme a la nueva novia de Juanan. La pareja de la izquierda. Estaban en el cumpleaños de una amiga de ellas.
―Pues ahí tienes la respuesta. Si tuviera algo con ella como mínimo hubiera recortado la foto ¿no crees?
―No sé, Toño es un poco... a veces no piensa las cosas. No tiene mucha maldad.
Lo dicho, encima gilipollas.
―Mira, no soy nadie para opinar sobre esto, apenas te conozco y desde luego a él menos. Habla con él. Si tienes dudas aclarad las cosas. Lo peor que puedes hacer es hacerte pajas mentales y menos desde tanta distancia y sin poder veros.
Antes de una semana se la estaría tirando si no lo hacía ya. Lo sentí de verdad por ella. Lo que le faltaba ahora era esto. Empecé a pensar si habría alguien a quien conociera en Vigo o Pontevedra que le hiciera una visita al guaperas y le diera un par de mamporros de mi parte cuando Iria me miró con sus enormes ojos sin maquillaje y dejé de pensar. Noté como hacía un esfuerzo por tragarse las lágrimas y me dieron ganas de abrazarla.
―¿Como sabré que me dice la verdad? No sé si me siento capaz de confiar en él. Quizás es ese el problema.
―Confía en tu instinto. Siempre funciona. Y el mío me dice que si tu novio se atreve a mirar a otra es que es un completo capullo. Eres lista y guapa y seguro que no te merece. La mayoría de las veces no os merecemos.
Conseguí arrancarle una pequeña sonrisa.
―Estoy harta de esto. Si Toño me está engañando me derrumbaré. No puedo con tantas cosas. ¿Sabías que lo de las clases es un paripé? No podré examinarme y si dejara de ir mañana nadie me echaría de menos. Y ahora esto. En realidad no estoy triste solamente. También estoy cabreada. Mucho. Como de verdad me haya engañado soy capaz de llamar a Hugo Caaveiro y hacer que le partan las piernas ―afirmó apretando los dientes.
No pude evitar echarme a reír con ganas. Si el imbécil del novio supiera la mitad de lo que estaba pasando y como era la familia de Iria se le encogería la polla de tal forma que no podría volver a follar ni usando viagra.
―Mierda, pero tiré su número ―repuso con una sonrisita.
―Bueno, tal vez pudiéramos hacer algo con eso ―dije continuando con la broma.
―¿Harías eso por mi?
«Haría mucho más, mi niña».
―Claro que sí. Pero esa es la actitud. O espera ―anuncié dejando el portátil sobre la mesa― quizás prefieras montártelo con alguien mientras yo os grabo. Así después le mandas el video ―añadí con una sonrisa canalla― sería una bonita venganza.
Ahora fue ella la que estalló en carcajadas. A veces se libera más angustia riendo que llorando y ella necesitaba reír más que llorar.
―Buen intento, pero no cuela ―afirmó al terminar de reír.
―La oferta sigue en pie. Cuando quieras.
―Eres un cerdo ―sostuvo sonriendo y esta vez la sonrisa sí se reflejó en sus ojos―. Gracias.
―Hoy vuelvo a hacer yo la cena, pero te advierto que no vuelvo a recoger la cocina. Llámame machista las veces que quieras pero desde que estoy aquí he hecho más de chacha que en toda mi vida.
Volvió a reír de camino a su cuarto.
―¿Cómo era? Ah sí: se trata de poner las cosas en su sitio ―dijo imitando mi voz grave antes de volver a entrar en su cuarto.
Sí, las cosas en su sitio era lo que yo tenía que poner porque me estaba pasando de la raya. Iria no me importaba. Solo tenía que mantenerla con vida. Solo eso. Nada de ser simpático con ella, nada de hacernos amigos, nada de prestarle el hombro para llorar. Si le ponían los cuernos que apechugara como habíamos hecho todos.
Un mensaje de un número desconocido entró en mi móvil.
Hola guapo, Javi me ha dado tu numero ¿nos vemos un ratito esta noche?
Miré la foto de perfil. Mierda, era Irene. Nunca le daba mi número a una tía y si repetía con alguna era porque sabía de antemano donde encontrarla y ellas tenían claro de antemano lo que podían esperar de mí. O sea nada de nada. Javi era un cabrón, seguro que había hablado con ella, pretendía vengarse por lo de Olga. Me las iba a pagar todas juntas.
Hola, preciosa. Lo siento tengo curro. ¿Nos vemos el jueves como habíamos quedado?
Me escribió que sí y luego mando un montón de iconos llorosos y quité el sonido al móvil.
Preparé unos espaguetis con verduras y queso y miré el reloj al terminar. Eran más de las diez de la noche, pero antes de que fuera a avisarla apareció por la puerta despeinada y con los ojos hinchados de llorar. Seguí a lo mío en la cocina sin casi atreverme a mirarla.
Quise preguntarle si había hablado con él, pero esta vez no pensaba inmiscuirme. Era su vida y yo no tenía sitio en ella y mucho menos ella en la mía. Yo era su escolta. Punto.
―Mis amigas no se ponen de acuerdo. Lúa dice que me la está pegando y Álex que le dé el beneficio de la duda ―suspiró― pero Lúa tiene bastante mejor ojo que Álex que lleva meses acostándose con un tío cada vez que la llama compungido porque ha roto con su novia cuando todos sabemos que nunca dejará a Carmiña. No sé que carallo hacer. ¡Maldita sea!
―De momento come ―le dije poniéndole el plato delante.
―Lo siento, tiene buena pinta, pero no tengo mucha hambre.
―A ver, no pretendo hacer de padre, pero no has comido apenas al mediodía ―insistí yendo hacia el otro dormitorio.
―¿No cenas conmigo?
―Empieza tú, tengo que hacer una llamada. Ahora vuelvo.
Era mentira, lo que mejor se me daba era huir cuando las cosas se ponían complicadas, ella creía estar empezando a intimar conmigo y eso no era bueno ni para el caso ni para ella. Tenía que poner distancia y como no lo estaba haciendo muy bien y ella parecía tener los sentimientos a flor de piel pondría distancia física.
Me senté en una de las camas y me acordé de que había silenciado el móvil.
Más mensajes de Irene que ni me molesté en leer y varios más de Javi preguntándome por Irene. Me reí por la niñería de mi amigo aunque yo no es que me estuviera comportando mucho mejor.
Entonces entró un mensaje de Raúl. Diciéndome que no le importaba venir a las once y casi pensé que era lo mejor. A Iria le vendría hablar con alguien, así que lo llamé.
―Hola Raúl, de verdad que no me importa quedarme hasta más tarde, pero quizás debieras venir y hablar con Iria. Cree que el capullo de su novio se la está pegando, está un poco de bajón y ya me conoces yo no sirvo de sustituta de mejor amiga. Se te da mucho mejor a ti.
―Ja, ja, ja. Que graciosillo. Claro, los niños están acostados hace rato y la abuela también. Ana hace una hora que se ha ido y no tengo nada mejor que hacer, salgo para allá. Que putada, pobre cría, ¿crees que es verdad?
―Por lo que me ha contado y viendo una foto que me ha enseñado diría que sí. Por supuesto le he mentido como un cabrón. Pero creo que no se lo ha tragado.
―Joder. Vaya putada dicen que las desgracias nunca vienen solas. Y esta chiquilla lleva ya unas cuantas. Vamos que pone un circo y le crecen los enanos.
Después de colgar esperé un buen rato y cuando salí ella estaba de nuevo en su cuarto.
Cené solo y cuando Raúl llegó me escabullí como un cobarde. Al salir noté como el móvil vibraba. Miré y era de nuevo un mensaje de Irene. Iba a matar a Javi. Pero esta vez de verdad. Primero por estropearme el plan, a la mierda los polvos de los jueves y ahora encima tenía a una pirada inflándome a mensajes.
Las cosas se están poniendo difíciles para Iria. ¿La estará engañando Toño? ¿Y que me decís de Sergio, terminará por consolar a nuestra protagonista o la seguirá ignorando?
Pronto más capítulos. Espero que os haya gustado. Y no olvidéis comentar, votar y seguirme si has gustado. ¡Gracias!
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