Cap. 51 Sin corazón.

—Emily... sobre lo del sábado.

—No tenemos nada que hablar Logan, estamos en horas de trabajo así que señor Hale le pido que se retiré de mi oficina, gracias.

Lo noté intentar decir algo pero bajé la vista rápidamente a mi computadora concentrándome en corregir algunos errores de las notas que tenía acerca del nuevo proyecto de los inversionistas ignorándolo.

—¿Nunca te cansas de ser así?, tan fría. Sin corazón. —su voz retumbó en mis oídos tal cuál canción country con una letra específica para el corazón, irónicamente. —Emily...

¡¿Sin corazón?!, no sé sí reírme o llorar.

—Señor Hale, retírese de mi oficina. —mi voz no perdió el tono lo cual fue bueno porque temía que notara como me había afectado un poco. — tengo una videoconferencia importante que atender. —murmuré leve logrando no caer tan bajo y sonar desanimada.

Debí reírme. ¡Agh!

Mantuve su mirada por unos segundos que parecieron una eternidad, no me importaba la intensidad que está tenía, sólo quería echarlo de la oficina y quizás lanzarle la taza de café.

Necesitaba tranquilidad para serenar mis pensamientos, pero también me servía hacer que nada jamás había pasado, un buen paso.

—La veré luego, señorita Collins. —fue lo único que dijo con resignación y disgusto, saliendo al fin, cerrando la puerta tras de él.

Real y cruda realidad.

No existe amor aquí, ni mucho menos más algo que no tiene nombre, la libertad que tenía me encantaba lo suficiente para entrar en algo que no tenía nombre siquiera y eso era algo que tendría que repetirme muchas veces para ahogar ese ápice de emociones.

—Estoy perdiendo la cabeza, ¿no?

Con un suspiro miré el lapicero sobre mi escritorio; Collin's company.

Mi mente retrocedió a unos días atrás, pensaba mal, Los Ángeles me estaban dando cambios tan radicales que las veces que me desconcerté serían pocas.

Incluyendo esas veces que casi llegué a perder mis exámenes importantes para la carrera que cursaba.

¡Ese recuerdo!

El día que lo conocí.

—Señorita Collins por favor pase a la oficina del director, tiene que darle una pequeña información.

Me levanté de mi asiento y asentí cuando vi al profesor, acomode mi falda un poco, metí las manos dentro de los bolsillos de mi suéter empezando a caminar fuera del salón.

El señor Gustav era la persona más amargada que podía existir, nunca se reunía con los estudiantes a menos que pasara algo importante relacionado con la vida estudiantil o una falta.

Alce mi vista casualmente sólo para ver de frente, quedándome estática.

Lo vi.

Él, tan lindamente peligroso para mi corazón.

Sé que noto mi presencia, pues levantó su mano para saludarme, pase a su lado fingiendo que no lo había visto callando aquel suspiro.

Entré a la oficina del director después de preguntarle a secretaría por él y tocar la puerta.

—Señor Gustav.

—Señorita Collins, tomé asiento. —pidió leyendo un papel.— como verá, tengo noticias para usted. —espere que soltara todo pero no lo hizo sino hasta que dejó el papel sobre la mesa. —gracias a lo que fueron a hacer de estudios unos meses en España... tiene la posibilidad de una beca en una de las universidades a las cuales envió su solicitud.

Suspiré y contuve el aire.

—¿Sí?

—Tiene posibilidades en una pero sólo podrá ser aceptada a los veinte, antes de entrar exigen que estén un año en una empresa dónde lleven los conocimientos que les damos aquí sobre contaduría.

Asentí levemente.

—Por ende al ser una persona seleccionada, le comunicó que tendrá que trabajar muy duro para tener la mitad de sus créditos. Sabe más que nadie que nuestra institución se dedica a formar grandes empresarios lejos de su posición familiar y social.

Asentí de nuevo, lo tenía más que claro, era una norma que se aplicaba en muchas ocasiones; noté que después de unos largos minutos terminó de hablar a lo que salí de su oficina encontrándome con aquel chico, su sonrisa fue ladina.

—He escuchado mucho de ti, Collins. Me agradas aunque nunca me hubieses visto antes.

—Nunca te presentaste en ese caso, sé que mis mejores amigos son más que sobreprotectores, pero son buenas personas.

—Hablaba de tu belleza, pequeña.

—Oh...

—Haz captado... me gustaría poder invitarte ya sabes a ir a la biblioteca, pues estamos juntos en francés.

Locas coincidencias.

Me hizo sonreír con rapidez, desde ahí supe que ese chico sería la perdición de mi corazón, si así yo lo permitía.

Amar a alguien.

Ese sentimiento es lo más horrible que puede pasar en la vida, sabía que pasaban cosas;

Pero no había nada como un corazón roto, a pesar de que intentaran decir lo contrario, el mundo cobra el dolor amoroso que alguna vez le hiciste a alguien inconscientemente.

Ni Ariana Grande podría saciar mi dolor, en estos momentos.

—¿Qué es esto que me esta pasando? —me pregunté con una sonrisa forzada incómoda de mis propios pensamientos.

Tomé el bolso pequeño sobre mi mesa caminando fuera de la oficina con las tripas sonándome por el hambre que sentía. 

Me está afectando mucho más de lo que quisiera.

Mi mente divagaba en esa vez que llegué a sentirme "enamorada", fascinante, ¿no?

Cada lagrima que derrame por una semana, mi corazón roto que lo poco que había sido reparado sólo se rompió más. Pidiéndole a mis padres casi que en ruegos que me permitieran estar en un lugar lejos de casa.

Un lugar donde mi mente no divagara tanto en lo ocurrido, el lugar donde me prometí no enamorarme nuevamente o volver a algo parecido, hasta los momentos.

Logan Hale, ha sido mi perdición desde que lo conocí porqué por más que lo niegue mi corazón dice otra cosa.

Él movió sentimientos en mí, que creía inexistentes o olvidados, pero ahí estaba mi terquedad con las reglas que dejaba de seguir cuando estaba cerca.

Una vez fuera de la empresa estaba concentrada en cruzar la calle para llegar hasta aquel restaurante, sin embargo, sentí como mi corazón dejó de latir y mi respiración se contuvo.

Él, estaba aquí.

No eran ilusiones.

Ganas de llorar no me hicieron falta, mucho menos el miedo de aquella promesa peligrosa.

El auto que me había cedido pasó estaba tocando el claxon esperando que me moviera, pero no lo hice, hasta que alguien que pasaba me guío nuevamente a la acera frente a la empresa.

—¿Está bien, señorita? —preguntó el chico, pero yo no dejaba de ver a aquel tipo en traje grisáceo.

—No. —abrumada le respondí, escuché sus llamados antes de entrar con rapidez en la empresa sosteniendo con fuerza mi bolso entrando al ascensor.— no puede ser, no de nuevo.

Me estaba costando respirar por el simple hecho de recordar aquella promesa nuevamente, su voz tenebrosa y esa sensación de vulnerabilidad.

Mis pasos eran torpes, no lo negaba, hasta mis manos temblaban cuando había movido el pomo de la puerta para así entrar, incluso se me cayó el celular cuando lo estaba buscando dentro de mi bolso.

—Tranquilízate, Collins. —me susurré temblorosamente a mi misma, empezando a respirar profundo.

Ya con un poco de calma, cerré mis ojos relamiendo mis resecos labios marcándole a la única persona que entendería todo sin necesidad de explicaciones complicadas.

Al segundo tono respondió.

—Emily. —lo escuché algo agitado.

—Luke... él volvió.

*****

👀
Las teorías.

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