Cap. 50 Casualidad.
Dante Corleen.
Un rubio de ojos preciosamente llamativos, porte fuerte, inglés, labios un poco rojizos, piel pálida y una mandíbula totalmente cincelada, como todo él, tendría similitud a un dios griego o algún ángel.
Su sonrisa pícara ahora estaba acompañada de una mirada nostálgica mientras se bajaba completamente de la moto flexionando sus músculos un poco. Trague duramente, su presencia no sólo cautivaba o ponía nervioso a cualquiera eran sus ojos que intimidaban sin necesidad de más.
No importaba que mirada se posara en ellos, podías sentirte en un cielo extraño y luego bajar nuevamente a la realidad. Tenía una chaqueta de cuero puesta, lucía extremadamente bien, no negaba que siempre tendría una reacción distinta con aquel hombre a la mira.
Él se tomó su tiempo observándome con calma pero no sus pasos, pues era sigiloso como un depredador antes de cazar a su presa y yo no podía retroceder.
—No podría olvidar esa mirada en ningún lugar, ¿Emily Collins?, la auténtica gatita de ojos claros. —su voz, era fascinante, como el canto de ángeles para mis oídos, estoy exagerando pero no con decir que todo él en verdad impresionaba.
¿Qué me pasa?
—Dante.—murmuré su nombre con una pequeña sonrisa dejando el pasado y sus recuerdos como debían ser, lejos de centrarme en esa realidad. —es un gusto verte también.
¿Por qué es tan abrumador?
—El destino me ha sonreído esta noche contigo por aquí, ¿eh? —su sonrisa se ensanchó y sólo mordí mi labio asintiendo sin demostrar cuan me afectaba estaba por su presencia.
Logan.
¿Qué acabo de pensar?
—¿Ya te ibas, belle?
—Cariño por fin te encuentro, me tenías preocupado. —su mano fue posada en mi cadera de manera posesiva mientras depositaba un beso en mi mejilla, no inmuté por esa intromisión pero mi piel sí reacciono como siempre, erizándose.
No me aparte, mi cuerpo no acató la orden siquiera. Dante alzo una ceja con una mueca divertida adornando sus labios, no he de imaginar sólo la escena.
Hale, estás muerto.
Su mano se desplazó a mi cintura libremente acercándome más a él, como todo un macho alfa.
—¿Y tú eres? —El tono despectivo mezclado con indiferencia de Logan no se hizo esperar más, al igual que su agarre se intensificó en mi cintura por la risa divertida del rubio.
—Dante. —le llamé carraspeando, sin conseguir que mi cuerpo me hiciera caso para alejarme de aquel toque en mi cadera.— podrías llevarme a mi casa, sería extremadamente fenomenal estar comiendo helado ahora mismo, yo sola. —añadí lo último con retintín, lo menos que deseaba era su cercanía ahora mismo.
Mentirosa.
Ambos me miraron confundidos, Logan fue el primero en recomponerse con una calma alarmante.
No los culpaba si sacaban otro concepto acerca de mí, pero no iba a mentir con respecto lo abrumador que se sentía estar cerca de Logan en esos momentos, tenía muchas emociones encontradas, para ser sólo una noche. Menos cuando mi propio cuerpo ignoraba mis órdenes de alejarme del castaño.
—Nena. —llamó el aludido tomando mi mentón con suavidad, pero me aleje de su toque sin mirarle.
Dante me tendió su mano sin dejar de observarnos con cierta curiosidad, yo la tomé suspirando con alivio cuando ya mi cuerpo era libre del toque de mi pequeño tormento.
—Nos vemos el martes, Logan. —murmuré con la voz un poco ida pero lo suficientemente seca.
La antigua Emily estaba volviendo, quizás.
Su estupefacción se opaco cuando su mandíbula se tensó así como su cuerpo, no perdía pista de lo que ocurría, el rubio me pasó su casco y yo me subí en la moto rodeando su cintura con mis brazos para evitar caerme en el camino, aún así no me apegué a él, sentía esa mirada intensa sobre mí nuevamente.
—Te puedes caer igualmente. —añadió mi acompañante tirando de mis brazos para apegarme a él pero no pasando los límites. Escuché su gruñido pero no lo miré, si lo miraba sus ojos iban a embelesarme y eso era lo menos que deseaba, porque estaba segura que iría directo a sus brazos.
—No te pases de listo, Dan. —presione mis labios con fuerza tratando de controlar ese extraño sentimiento que empezaba a crecer en mi pecho, lo miré en el momento que el rubio encendió la motocicleta, nuestras miradas estaban ahí.
Pero esa expresión de decepción con algo más, provocó más opresión en mi pecho, lo veía desde lejos aún y me sentía mal por ello, no sé tenía ni la menor idea de qué estaba pasando pero necesitaba ponerle alto a lo que sea que estaba ocurriendo entre ambos.
—Ya casi llegamos. —aviso mi acompañante en un tono relajado, aparcando minutos después frente a mi casa después de haber tardado por la insistencia del personal de seguridad que se relajaron al reconocerme.
—Bien, gracias por traerme. Hmm, fue un gusto verte de nuevo. —murmuré con suavidad respirando profundo para no derrumbarme ahí gracias a aquel sentimiento desconocido. Le entregué el casco con una pequeña sonrisa, pero él me sorprendió con un abrazo
Los años pasaban y él no cambiaba, sabía que en estos momentos me quería desmoronar.
—Conmigo no tienes que fingir, Mon ange. Te conozco a la perfección. —sonrió ladinamente tomando mi mentón con suavidad para que lo mirara a los ojos.— quiero que tengas claro algo; sí el cielo se te está cayendo encima, estaré aquí para salvarte y ayudarte a levantar. —acarició mis mejillas suavemente sin dejar de sonreír y decirlo con esa sinceridad que le caracterizaba.— No te dejaré ir esta vez. —su voz fue mi consuelo, sus brazos mi refugio, y su cercanía mi estabilidad.
Ya esta, tal vez algo entre nosotros más allá de la amistad no sería posible, pero sí pensaba algo era que Dante valía mucho, era ese hombre soñado por muchas, uno que era raro de encontrar o conocer.
Pero no era el terco que me erizaba la piel con un sólo toque...
¡Basta!
—No me dejes ir por favor. —mi voz sonó en una súplica temblorosa, los sentimientos me estaban dominando de una forma que yo misma desconocía, incluso cuando encontraba consuelo en los brazos de aquel rubio, que me rodeaba con sus brazos de forma protectora y a la vez como si se negara a soltarme.
—No se la pondré tan fácil, créeme. —confesó sin perder esa sonrisa divertida pero a la vez demostrando calma. —No te dejare ir, Mon ange. No de nuevo. —esta vez fue más seguro de sus palabras, su promesa fue intacta.
Fue mutuo.
Él lo sabía.
Las palabras y el habla sobraba contra aquella promesa que tendría fin en algún momento.
¿Por qué siento incomodidad?
—Tengo que irme... Yo, no, lo siento. —me aparté de sus brazos bruscamente sintiendo alivio repentinamente antes de quitarme esos molestos tacones y correr a la casa, sin mirar a atrás, entrando apresurada.— ¿qué demonios me sucede? —mi queja fue tan lamentable que ya las lágrimas se daban paso libre por mis mejillas.
Me apoye contra la pared respirando profundo tratando de ahogar ese sentimiento nuevamente, estaba jugando con fuego, y ya estaba empezando a quemarme.
Era el miedo a algo inexistente, porque yo era la dueña de mis emociones, no ellas de mí, pero salir con el corazón roto de nuevo y perder a las personas que quería, era lo suficientemente abrumador para mi desgracia.
Los Ángeles me estaban volviendo loca.
Lloraba de impotencia, por no haber podido encontrar a alguien en su debido momento, por lo que quise intentar con Dante y no pude, las veces que lloré entre sus brazos por aquel recuerdo tormentoso.
Era cierto que la historia habría sido totalmente otra, en su debido momento con otras decisiones que no tomé, pero no podía estarme lamentando siempre por lo mismo. La vida es una prueba, con bajos y altos, cosas positivas y negativas, ¿para qué?, para aprender a vivir con equilibrio a lo inesperado.
En la vida solo ponías una cosa en juego cuando te relacionabas con las emociones; el corazón.
Y sí ya te lo habían roto una vez nadie aseguraba que no se repitiera de nuevo, pero ese era el punto, aprender y no repetir lo mismo que nos había dañado.
Aquel tipo en pañales me debía tener en la mira, porque suerte no tenía.
Eran mitos, pero sentimientos reales.
Reí amargamente limpiándome las lágrimas con brusquedad tomando una bocanada de aire.
—¡Basta, Collins! —me regañe a mi misma, mirándome en el espejo de mi propio baño relajándome en mi propia estancia.— hoy puedes llorar todo lo que quieras, pero... en verdad parezco loca haciendo esto. —reí suavemente pensando en que mi mejor amiga me había enseñado a hacerlo para ayudarme a mi misma, cerré los ojos y sonreí de lado.
Tenía mucho por recorrer y arreglar.
*****
Hey, aliens. 👀
Dante vino a robarse corazones.
👁👄👁
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