Cap.14 ¡Vaya!, ya perdió el encanto.
Maratón 1\3
Me desperté por una pequeña sacudida, con eso me refería a la turbulencia, bostezando un poco miré al chico que estaba a mi lado leyendo un libro, la diferencia es que cuando sintió mi mirada, dejó de leer para regalarme una sonrisa ladina, cosa que me hizo sentir alivio.
Pues aún permanecía un poco asustada por aquel despertar brusco.
Creo que tiene un serio problema con sonreír, pues no ha parado de hacerlo y es algo escalofriante, pero tranquilizante a la vez. ¿No?
—¡Hola! —saludó con la voz ronca, cerrando el libro después de haberle colocado su respectivo marcador.
—Hola... —murmuré en respuesta con voz algo adormilada.
—¿Cómo te llamas, lindura? —pregunta con una mirada coqueta y curiosa, al mismo tiempo.
¡Vaya!, ya el chico perdió el encanto.
—Emily... Emily Collins. —le tendí mi mano amablemente, relajándome en la comodidad de mi asiento.—¿Y tú eres?
—Pero que descortés soy, mi nombre es Taylor, Taylor Morgan.—se presento y yo reí bajo, por lo menos tiene modales. Y su tono divertido es interesante.
Aunque parezca uno de esos ingleses estirados.
No juzgaré hasta no conocerlo.
—Mucho gusto, Taylor.—conteste con una sonrisa abriendo mi botella de agua, para beber un poco tras esa repentina sed.
—El gusto es mío, linda—respondió humedeciendo sus labios.— así qué los ángeles, ¿no?, ¿harás escalas? —pregunto tratando de sacar conversación.
Yo cerré la botella y lo miré entrecerrando mis ojos un poco, él achinó los suyos y nos reímos.
—Si y no, es un nuevo comienzo. ¿Y tú?—pregunté mientras sacaba un poco de chicle de mi bolso pequeño, guardando a la vez la botella.
—Bueno, no es algo nuevo, no tanto. —él hizo una mueca antes de reír.— estamos entre desconocidos, por lo tanto me te contaré. Mi padre es dueño de unas disqueras y me pidió ayuda por lo tanto tengo que hacerlo, son las; Morgan Production.—me explicó restándole importancia y elevé un poco una de mis cejas en confusión.—me pidió que viniera porqué... quiere que dirija su empresa, en resumen. Un viaje divertido, ¿no crees? —alzó sus manos achinando sus ojos de nuevo, fingiendo una voz más chillona.
Me cubrí los labios porque no sabía si reírme o no, igualmente lo hice y Taylor me guiño un ojo.
—Muy divertido. —bromee sonriendo de lado.
—Pero mira el lado ¿productivo?, aprenderé a manejar algo antes que emborracharme hasta perder la conciencia... aunque eso yo la he hecho, pero no es el punto.
—Santo cielo.
—Puedo apostarte que también lo hiciste.
—Sin comentarios. —reí y él sonrió ampliamente.
—¿Ves?, todos gozamos de "libertad", hasta que nos toca dirigir el legado, matrimonios como negocios, reglas a seguir estrictas y... yo no sigo esas cosas, pero así va.
Típico para los hijos de los empresarios.
—Estoy de acuerdo contigo. —era cierto, el matrimonio por contrato era algo de los que muy pocos se libraban al cien por cierto.— pensando en la situación, ¿te pasa lo mismo qué a mí? —murmuré sorprendida y él reía, supongo que entendía pero a la vez no.
—Sí mis cálculos no fallan, tú debes de ser la hija de Will Collins, el famoso magnate. —asentí ante su teoría y su sonrisa fue ladina, ahora apoyaba su mentón sobre su mano.
Dos imperios que dirigir y yo soy la perfecta candidata para entrar en la empresa de arquitectura que tiene.
—Así es, adivinaste muy bien. —sonreí un poco colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja.—La empresa que me toca dirigir a mi... es la de diseño.—asiente despacio y suspiro.— mi hermano dirigirá todo lo referente a los negocios y bueno esa empresa, pero por mi parte a mi me toca lo de diseño y arquitectura.
—Bien, eso no es tan malo. —me encogí de hombros riendo leve y le hice un ademán para que continuara.— la empresa "The Morgan's" es parte de mi vida desde que tengo memoria, no es mucha diferencia con tenerla ahora, desde chico me enseñaron todo acerca de los negocios. —se encogió de hombros levemente sin dejar de sonreír.—Mi hermana no quiere ese camino y pues... a mi primo le tocó toda la cadena de "Hale company."
Información que no sé.
—Sí te soy sincera, no le veo lo interesante a dirigir una empresa.—confesé y vi por la ventanilla.—Sería mejor tratar de llevar una vida normal.
—Es cierto, no es interesante, pero desgraciadamente nacimos en un mundo dónde nos toca seguir el legado y no es tan malo. —me da su punto de vista y lo pienso.— además podemos llevar una vida algo "normal" sí nos lo proponemos.
—Creo que eso es lo que haré cuándo salga de esas prácticas. —asegure ahora escuchando de nuevo su risa.
—Te apoyo en eso. —sonrió amplio y luego movió su cabeza a un lado dándole un aspecto curioso.—¿Y tienes novio?
—No, me gusta la libertad que tengo, cuando llegue el momento tal vez esté lista maduramente en todo para poder lidiar con una relación que tenga lo que tenga que dar.
—Creo que es un pensamiento muy sabio y maduro para tener...
—Casi veinte años. —reí por su comentario. —¿y tú cuántos tienes?
—Veinte exactos, casi veintiuno. —sonrió con orgullo y asentí.
—Parece que pronto serás oficial en muchos lugares. —bromee haciendo que él se riera y asintiera.
—Lo sé, pronto. —dijo con diversión.—Tal vez dentro de unos meses más, pero como te dije, me gusta seguir mis propias reglas. —movió sus cejas juguetonamente y nos reímos.
—Pensé que tenías veintidós. —confesé y su risa aumentó.
—Bueno pequeña, creo que nos divertiremos mucho en las cenas que tengan nuestros padres. —aseguró sonriendo y asentí estando de acuerdo. —quizás hasta en las salidas.
Nuestro viaje transcurrió así, entre risas y más risas.
Al llegar lo primero que hicimos fue bajar del avión.
Intercambiamos números telefónicos y le di una sonrisa.
—Estoy segura qué tal vez nos veamos más seguido.
—Pienso lo mismo, además... nunca dejaría de ver una belleza cómo tú. —me halagó y yo sólo rodé los ojos sin dejar de sonreír.
—Claro, casanova. —reí divertida, guiñándole un ojo.
Sí, tenía conocimiento de las cosas de mi vida que no eran públicas.
A veces era mejor desahogarse con personas desconocidas, así te sentías libre de cualquier pesar.
Nos despedimos a la final de un momento de haber terminado nuestros cafés y fuimos directo a la salida, ahí me estaba esperando un hombre de cabellera negra, ojos mieles y tez blanca.
En sus manos tenía un cártel con mi nombre, al principio pensé que no era para mí pero luego dejé de pensar y caminé hasta ahí.
Claro estaba que era la única Emily Collins que esperaban en esa entrada del aeropuerto.
El hombre que en realidad era un chico, sí era joven, le calculaba unos veinticuatro años, me paré frente a él y antes de hablar un trabajador del aeropuerto corrió hasta mi con un oso enorme, cortesía de mis mejores amigos antes de irme, le di las gracias y se fue, luego fijé mi vista en el desconocido que me esperaba.
—Hola, es un placer conocerlo. Soy Emily. —Sí puse en práctica los modales que me metió mi madre hasta por los ojos, ya que eso era lo que implicaba ser hija de un empresario.
—Señorita Collins. —Saludó amablemente tendiéndome su mano, la cual tomé cortes.—Soy socio de su padre, verá él me mandó a recogerla. —me explica con una sonrisa ladina y asiento.—Por cierto mi nombre es Daniel, Daniel Whirlwind.
—El gusto es mío, señor Whirlwind. —sonreí y luego quise dejar mis modales a un lado, para preguntar por qué había mandado a alguien que era su socio, me encogí de hombros internamente y le observé. —aunque me gustaría que pudiera tutearme ya que me hace sentir algo mayor al hablar de esta forma, dime Emily.
Él rió ante mi pequeño discurso y asintió.
—Estoy de acuerdo con usted señorita Collins, así que mejor... Emily, tenemos que apurarnos pues tenemos un largo camino que emprender hasta tu casa. —asentí riendo y subí a la flamante limosina afuera.
Típico de Will Collins.
[...]
—Y... ¿cuántos años tienes?—Pregunté después de un largo rato hablando de cualquier cosa, esto era lo que más me picaba la curiosidad.
—Veintitrés. —me respondió muy tranquilo.—¿Y tú?
Mi mente explotó, literalmente, era posible ser tan joven y ser socio del loco, perdón, ¿Will Collins exigente?, vaya, esto sí que decía cuánto debía de esforzarse una persona para llegar a este puesto.
Tontos estereotipos, no, Daniel no entraba en ellos, el que entraba era C...
—Emily. —me llamo Daniel logrando que saliera de mis pensamientos y riera apenada.
—Diecinueve.
Su sonrisa fue pícara ahora sí me hizo fruncir el ceño.
—Nos llevaremos muy bien. —afirmó obvie mirarlo para ver por la ventana y no lanzarle una mala mirada.
Paz, Emily, paz.
Respira tranquilidad.
—Oh bueno, ya tengo con quién salir a los clubes. —bromeé cambiando el tema sutilmente, así no le tiraría mi zapato en la cara.
—Tenlo por seguro, hermosa. —respondió coqueto y me di cuenta que bromeaba pues estaba riendo después.
Igual no entraré tan rápido en confianza.
Con Taylor era distinto, lo había visto como un amigo o conocido desde un principio.
Pero Daniel no me daba ese tipo de confianza.
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