Admiración

Advertencias: Ninguna.

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Quizá el mayor problema para Chuuya era ser muy eficiente en su trabajo, esto lo llevaba a ser más requerido para la organización. Nunca quedaba mal con nada, era el constante miedo de ser inútil para aquellos que consideraba su familia, e incluso a quienes no conocía del todo. De verdad no tenía mucho sentido ser amable con el perro sanguinario de la mafia, pero tenía la necesidad de hacerlo, él era tan eficaz, aún si destruía y regaba caos, era simplemente maravilloso, con una habilidad muy buena a los ojos azules.

—Oye, Higuchi, dale esto a Akutagawa— pidió el pelinaranja—. Ten cuidado, está caliente.

—Esto...claro— clavó sus ojos en aquel termo—. ¿Qué debería decirle?.

—Que lo beba, hace mucho frío y seguramente ya está tosiendo— se despidió de la mujer, y volvió a sus obligaciones.

La rubia busco al pelinegro por todos lados, e incluso delegó algunas obligaciones, y para cuando dió con Akutagawa esté estaba sentado en un contenedor tomando un respiro.

—Chuuya-san te manda esto— estiró la bebida esperando ver una reacción igual de inexpresiva.

—De acuerdo— una pequeña sonrisa se asomó en sus labios antes de beber el contenido—. ¿Sabes dónde está?.

—Tenía que salir a una misión, pero no sé mucho, ya sé, yo puedo investigar— salió corriendo—. No tardó nada.

—¿Qué demonios es?— volvió a probar sin lograr distinguir un sabor específico, era una mezcla de menta y chocolate. Lo terminó con una sensación nueva, más alegre.

Se acostó donde estaba para mirar el grisáceo techo sobre su cabeza, el mundo ahora mismo parecía tan grande y él tan pequeño. Suspiró nuevamente recordando lo bien que era hablar con Chuuya, recibir sus halagos lo hacía estar en un trance... Nakahara era un hombre hermoso, no solo físicamente, genuinamente resultaba ser más cariñoso de lo que pensaba.

Claramente no era una persona correcta, era la mafia misma, pero había algo en su ideología que si bien no era justificante para sus acciones, quitaba cierto prejuicio de su vida. Todo lo que hacía era por amor a la organización que se volvió su familia cuando más lo necesitaba.

—Un sentido de pertenencia...— dijo en voz baja antes de ver su mano con el termo vacío. Akutagawa experimento eso al beber aquella infusión.

Estado: deseando que Akutagawa vea que es suficiente.

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