Capítulo 29
Bella durmiente
Esa noche había dormido un poco incomodo, puesto que el sillón era mas pequeño que él, pero no quería incomodar a la rubia que aun estaba dormida en la cama de la habitación, por que esa mujer lo volvía loco, que mierda había hecho con él; ella permanecía durmiendo de lado, su brazo derecho acurrucaba una almohada, su cabello estaba tapando su mejilla blanca, así que sus manos picaban por acariciarla, por lo que paso sus dedos recogiendo el mechón rubio hacia su oreja, dejando expuesto el rostro de la mujer que lo tenia mal, parecía un bobo acosador, así que prefirió dejarla dormir un poco mas; buscando el camino hacia la cocina, pues le prepararía el desayuno a la mujer que dormía plácidamente, pareciendo un bendito ángel.
Se levantó un poco somnolienta, puesto que había dormido profundamente y no había recurrido a ningún medicamento, así que a como pudo se sentó en la cama mirando hacia el sillón que se encontraba en la habitación, esperando encontrarlo a él, pero no había nadie, frunciendo el ceño trato de levantarse, pero un musculoso, guapo hombre habría la puerta de la habitación, apenas con un buzo y su descubierto pectoral que la hacia babear, ¿Es que acaso a ese hombre lo habían hecho los dioses? por que era tan excesivamente sexy. — Buenos días bella durmiente — saludó Pablo con una bandeja en su mano. — Te traía el desayuno — menciono el pelinegro bajando la bandeja con dos tostadas con mermelada de fresa y un plato de frutas surtido, además venia un vaso de jugo y un café expreso. — ¿Qué estas haciendo? — preguntó la rubia bajando la bandeja, ese hombre acaso quería matarla de caballerosidad. — Solo quiero consentir a mi esposa — contestó el pelinegro con una sonrisa sincera ¿Dónde había quedado el arrogante de su esposo? se preguntaba la rubia ¿En que momento se lo habían cambiado? ¿Acaso había sido secuestrado por alienígenas ? o ¿Qué había pasado con Pablo?.
Después del desayuno bajaron a la piscina, donde ese momento el pelinegro estaba aplicando la terapia de Sarah para que pudiera recuperar por completo la movilidad de sus piernas, ella se encontraba completamente seria, perdida en sus pensamientos, así que la miró fijamente. — ¿En que tanto piensas? — preguntó Pablo sacándola de sus pensamientos, ella la miró con una duda en su cabeza. — ¿Por que quiere vengarte de mi familia? — preguntó la rubia eso que tanto la tenia pensativa. — Es algo complicado, no quiero involucrarte mas Sarah — contestó el pelinegro bajando la mirada ¿Cómo mierda le explicaba que su madre era una asesina?. — Creo que ya me has involucrado en el momento que decidiste que yo seria tu fuente para la venganza — mencionó la rubia y él suspiro pesadamente. — Quiero que entiendas algo, no quiero seguir con todo eso, estaba ciego por el dolor que no me daba cuenta de lo que estaba haciendo_ comentó Pablo mirándola de nuevo a los ojos, quería que ella notara la sinceridad de sus palabras. — Tú eres inocente, no debí haberte involucrado, ahora tengo claro que la venganza no es el camino, sino la justicia, voy a investigar y a encontrar pruebas contra la persona que tiene que pagar para refundirla en la cárcel por sus crímenes — dijo haciéndose una promesa a él mismo, pues su madre merecía justicia. — ¿Quién? ¿Quién de mi familia te ha causado tanto daño? — preguntó la rubia y él negó con la cabeza. — Lo lamento Sarah, pero no puedo, no quiero hacerte daño — comentó alejándose de la chica hacia el otro extremo de la piscina. — Necesito saber la verdad Pablo, necesito saber que sucedió, poder comprenderte y de esa forma poder confiar en ti — dijo Sarah y él se puso la manos en la cabeza con desesperación, no quería herirla. — Tu madre mato a la mía — dijo casi en un susurro el pelinegro, pero aun así Sarah logro escuchar, esa mujer sin escrúpulos era una maldita asesina. — No debí haberlo dicho, no debí, no debí — decía el hombre con la cabeza baja negando. — Pablo mírame — dijo la rubia agarrando el rostro del pelinegro con sus manos. — Si Ágata Gallardo es una asesina, va a pagar por sus crímenes te lo aseguro — comentó Sarah y él notó que la chica estaba mas que decidida. — Esa mujer va a parar en la cárcel, voy ayudarte en lo que este en mis manos, para que tu madre tenga la justicia que merece — añadió Sarah y las lagrimas bajaban por las mejillas del pelinegro, por lo que la rubia las limpiaba con sus manos. — No estas solo, me tienes a mi — dijo Sarah y en ese momento el mundo entero desapareció, solo estaban ellos dos mirándose como nunca nadie los había mirado, sus ojos bajaron a esa boca rosada que estaba tan cerca y el pelinegro no lo dudó sus labios se apoderaron de ella.
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