Capítulo 13
El beso
Daba vueltas sin parar en esa cama, después de su berrinche le había tocado dormir en el cuarto de huéspedes, ya que, había dejado su cuarto inservible; su insomnio estaba tomando factura y había dejado sus malditas pastillas en su habitación, así que salió de la cama con dirección a la cocina, quizás despejando su mente y un vaso de agua le ayudara a consolidar el sueño.
Se adentró en la cocina, pero hubiera preferido quedarse en la habitación, al parecer no era la única con falta de sueño; Pablo se encontraba de espaldas con un buzo de pijama, con sus músculos de su espalda bien marcados; ese hombre debía hacer mucho ejercicio. Él la miró dándose la vuelta dejando una excelente vista de su pecho fornido, sus bíceps definidos y esos abdominales que se veían muy apetecibles, sin dejar de mencionar esa v que se marcaba al borde de su buzo. —¿Disfrutando la vista? — preguntó el pelinegro y Sarah se maldijo por quedarse como una boba adolescente admirando a ese semental. —¿Y tú quién te crees? — contestó la rubia con otra pregunta. —Brad Pitt— añadió sarcásticamente encaminándose hacia la nevera. —Estoy seguro que ese hombre no esta tan bueno como yo— dijo el pelinegro con arrogancia y ella rodó los ojos; no podía ser más narcisista e imbécil. —Estoy segura que es mucho mejor que tú— dijo ella tomando de su vaso de agua y mirando como Pablo D'Monte se acercaba acorralándola contra la nevera. —Estas deseando que te bese— dijo él mirando los labios carnosos de esa rubia insoportable. —¿Ahora también lees mis pensamientos? — preguntó Sarah con su respiración entrecortada, no sabía por qué estaba tan nerviosa y ansiosa por probar esos labios que la estaban tentando. —No, pero si veo tu mirada— añadió el pelinegro que no soportó más la tentación y choco sus labios con los de la rubia que abrió su boca gustosamente deleitándose con ese sabor a whisky y tabaco.
Sus lenguas tenían un vaivén mientras sus manos picaban por tocasen; las manos del pelinegro levantaron a Sarah quien enrollaba sus piernas en la cadera de Pablo que empezaba a besar su cuello y la rubia despeinaba su cabello. "No, por favor no" La rubia se soltó del pelinegro que la miró extrañado y ella respiraba agitadamente con su cabeza echa un lío. —Lo siento— dijo apartándose definitivamente para correr hacia la habitación donde sus lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas.
Al día siguiente Sarah se levantó de la cama con unas ojeras terribles por no haber podido dormir, pensando en todo, en ese maldito día, en la aptitud de su flamante esposo y en ese beso que la había sacado de su zona de confort. Caminó bajando las escaleras dirigiéndose hacia el comedor con sus manos sudando frío, no quería verlo, no sabía cómo actuar frente a él después de lo sucedido la noche anterior.
—Buenos días — dijo el pelinegro cuando se percató de su presencia —Desayuna y alístate — comentó Pablo relajado y ella estaba preguntándose ¿Cómo estaba tan tranquilo? Es que acaso para él no significó nada la noche anterior, que tonta pensando que él estaría igual de nervioso que ella. —Hoy me acompañaras a la oficina— añadió el pelinegro que bebía de su café negro, pero ella abrió los ojos como plato, aunque por dentro estaba emocionada por fin tendría un respiro de ese encierro.
—Ya le dije que no pienso vender mi casa— dijo la mujer adulta mayor con lágrimas en sus ojos. —Ustedes no me van a quitar mi casa— comentó la señora y ella rodó los ojos, ya se estaba cansando de tanto sentimentalismo. —Piénselo muy bien señora— dijo la chica mirando sus uñas pintadas. —Le estamos ofreciendo un monto mucho mayor a lo que vale esta pocilga— comentó con asco mirando el alrededor de la pequeña casa. — Más le vale vender y si no va a perder mucho más de lo que se pueda imaginar— amenazó la chica rubia. —No se atreva de nuevo a amenazar a mi abuela, lárguense de esta casa — dijo una voz varonil que estaba entrando a la casa. —Si quieren irse de forma legal pelearemos, pero no vuelva a meterse con ella— comentó ese hombre desconocido mirándola fríamente. —Usted no sabe con quién se está metiendo—— dijo la chica mirándolo con altanería. — Claro que si se Alicia Gallardo— contestó el desconocido dejando incertidumbre en la mirada de la rubia. — La que no sabe con quién se está metiendo es usted — comentó el castaño. —No vuelvo a repetir vallasen de mi casa— añadió el castaño abriendo la puerta y una furiosa rubia salió echando humo. — Esto no se va a quedar así— gritó Alicia mirando al cavernícola ese que le cerraba la puerta en su nariz. — Claro que no— murmuró Sebastián sacando su teléfono. — Pablo, los Gallardos están jodiendo a mi abuela necesito un favor— comentó el abogado que había llamado a su mejor amigo.
Bueno con que esto se prendió, ese beso estuvo candente, pero ¿Qué lo detuvo? umm que secreto esconderá nuestra rubia.
Les quiere Yarlin💜.
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