Parte única

Un joven de un metro y setenta y ocho de altura iba caminando por los pasillos de la
escuela, vestía una chaqueta de cuero y unos pantalones de color negro, su chaqueta se encontraba abierta dejando a la vista su camisa blanca, casi transparente. Aquel chico de peinado ochentero, así como en las películas de “Vaselina”, pero sin ser tan exagerados iba recién entrando a la facultad, con su mochila, casi vacía al hombro.

El típico abusador del colegio, ¿no?

Claro que él si admitía algo. Kim Seokjin era un joven demasiado sensible y nervioso, pero por su rostro bonito y la perspectiva que tiene la demás gente de él, provocaba que el fingiera que estaba todo bien, e incluso mejor, dejando su lado tímido de lado y sacando a flote un “alter ego”, el cual era su lado de chico malo. Uno que gobernaba ante la perspectiva, y dominaba su integridad. Era algo cruel, porque él no tenía en quien apoyarse, era una simple víctima más de la horrible sociedad.

Mientras tanto, a unos pasos enfrente de él, se encontraba el chico más llamativo del
lugar, a pesar de ser por lo general, una persona callada.

Min Yoongi era bien conocido por todos, porque era el chico el cual se llevaba la
mayoría de las golpizas diarias del joven Kim. Pero ese chico nunca se rendía, siempre iba tras él. Al sentir el ardor y las inflamaciones, algunas veces sentir el líquido caliente que corre a través de su cuerpo, deslizándose por el lado externo de su piel, como si de tinta derramada se tratase, pintando la blanquecina piel de la víctima masoquista que Min Yoongi era.

Min Yoongi no sólo era víctima de abuso físico y violencia escolar, sino que también se reconocía a sí mismo, como el mayor enamorado de su agresor.

El chico de baja estatura y piel blanquecina se encontraba enamorado de su abusador
desde un par de años antes. Estaba convencido que su sentimientos por él eran reales. Lástima que el joven muchacho no estaba bien de la cabeza.

Seokjin al verlo se acercó contando los pasos que los distanciaban, el ambiente para algunos alumnos que ya se estaban dando cuenta de lo que pasaba, se había tornado pesado. Los alumnos se apegaban más a los casilleros y evitaban hacer contacto visual con el atractivo chico de rostro perfecto y labios abultados. Era costumbre que al llegar, él se encontrara golpeando al joven enamorado.

Su primera acción, al estar a sus espaldas fue sujetar fuertemente los cabellos del
chico y jaló un poco hacía atrás su cabeza para acercarse a su oreja y susurra:

“Buenos días, Min. Espero que estés listo para lo que te gusta, porque mis golpes te
gustan, ¿no es así, sucia Mariquita?”.

Min dejó salir un pequeño quejido de entre sus labios rosados, el dolor era leve, pero
aún así le costaba calmarse. El chico del cual estaba enamorado otra vez lo estaba
rompiendo, pero él podía ser fuerte por los dos, ¿cierto? Él iba a aguantar toda aquella
mierda porque lo quería, hasta que se diese cuenta que también estaba enamorado de
él, como en los cuentos de hadas. Min sólo soñaba con que aquél chico castaño se
fijara en él.

Su cabeza ardió cuando sintió su piel topar contra el metal frío del casillero, su frente
se enrojeció tan pronto como cayó de rodillas, después de estamparlo, recibió una patada detrás de las rodillas, las lágrimas amenazaban con salir, pero aún trataba de mantenerse fuerte, quiso seguir manteniendo la esperanza. Por lo que volvió a susurrar las mismas palabras, que años atrás comenzaron ese horrible tormento.

–Te amo…

– ¿Qué dijiste?

Dijo él castaño asqueado.

–Que te amo.

Dijo esta vez el pálido intentando sostenerse con sus manos para levantarse, fallando en el intento.

El rostro del castaño chico se tornó rojo. Yoongi era bonito, cintura pequeña, ojos
oscuros, tez blanca y labios rosados. Al pensar en esto su rostro aumentó de
coloración, que la que tuvo al principio, pero a su alrededor estaba la mayoría del
alumnado, ahora cuchicheando del asunto, y de cómo se veía él mismo al reaccionar
ante tan directa confesión.

Yoongi yacía en el suelo, quejándose del dolor. Cuando por fin se iba levantando,
Seokjin pateó su espalda encolerizado y le gritó lo que su mente fijó como primera
estancia:

–Min, ¿o debería decir, “Mi corazón”? No eres más que una jodida mariquita, ¿cómo
puedes ser tan estúpido al decir que estás enamorado de mí? ¿De un hombre? No me
hagas reír, eres un asqueroso fenómeno –y lo volvió a patear, esta vez a un costado,
Min sólo dio otro quejido, esta vez un poco más elevado–, a ver si cierto, párate y
chúpame la polla engendro de mierda.

Seokjin lo volteó con brusquedad para poder observar su pálido rostro hecho añicos, manchado un poco con sangre, y unos cuantos moretones decorando la blanca piel, dándole un hermoso contraste de blanco y violeta.

El corazón del joven Min se hizo añicos al igual que su rostro, pero su órgano más vital no solo estaba dañado y maltratado, sino que su forma se destrozó en miles de
pedazos, provocando un fuerte dolor en su pecho. Las lágrimas se desbordaban de sus ojos, su labio temblaba. Observó con miedo el fuerte apretón que este le daba al
cuello de su camisa, y cerró con fuerza sus dos párpados para acto seguido recibir un
golpe.

Pero aquello jamás sucedió, aún estaba en pánico, seguía llorando y temblando, sus ojos los apretaba cada vez más, tenía mucho miedo por lo que sucedería. Se quedó por varios minutos así, hasta que escuchó el estruendoso sonido de un choque de piel con piel.

Park Jimin era un joven de tez almendrada, de una estatura promedio y ojos grises, su
cabello negro contrastaba muy bien con sus facciones y su aura pasivo-agresiva. Era el
medio hermano de Kim Seokjin, pero a diferencia de él, Jimin era asocial; era tranquilo.

Su aura era malhumorada, se caracterizaba por ser un chico serio, que daba miedo con
su presencia a pesar de su baja estatura, unos brazos marcados, y un buen lavadero
en su abdomen. Era uno de los chicos más codiciados de su facultad, y aún así nunca
había tenido pareja.

Min abrió los ojos asustados, encontrándose con que, frente a sus ojos, aquel chico de actitud agresiva pero tranquilo se encontraba golpeando a su propio hermano, ¿quién diría que el menor tendría tanta fuerza?

Jimin estaba golpeando el rostro de su hermano una, y otra, y otra vez. Cuando Min reaccionó al ver el rostro ensangrentado de su amor y abusador, comenzó a llorar nuevamente, sus manos fueron a parar su cabeza, comenzó a rascar, encajándose sus uñas, su labio inferior temblaba repetitivamente, y su respiración se agitó.

El chico pálido estaba sufriendo un ataque de ansiedad, no estaba listo para ver
directamente tanta violencia.

Su vista comenzó a nublarse y apretaba una y otra vez sus ojos. El esfuerzo por buscar
aire cada vez era mayor.

Jimin al escuchar el gran esfuerzo que hacía su mayor, dejó de golpear a su hermano, soltando su arrugada camisa y volteó a ver Yoongi, observando cómo estaba lastimándose así mismo por causa del pánico que él mismo, con su problema de ira había ocasionado.

Jimin, a pesar de su fría actitud, no era fanático del ver a sus prójimos sufrir. Por ello al ver a su hermano pasándose con aquel hermoso chico, su rostro enrojeció y sus piernas fueron poseídas por un demonio transparente llamado “ira”, el cual también ocasionó, que inconscientemente lo tirara y comenzara a golpear.

Dejando de lado a Kim, quien se estaba incorporando con dificultad, para acto seguido largarse a la enfermería de la escuela y curar sus heridas, Jimin se acercó al pálido rápido para atenderlo. No sabía exactamente qué hacer, jamás había visto un ataque en persona, y el verlo en ese estado y sin saber que debía hacer lo estaba frustrando.

Jimin –con su labio reventado–, pidió chance para irse de la escuela por ese día, y no sólo para él, si no que para su lastimado Hyung.

Se dirigieron al hospital, y en cuanto llegaron e ingresaron adentro, Yoongi fue atendido con sumo cuidado para no alterarlo más. El pálido se encontraba demás de ansioso, por lo que lo tuvieron que sedar para poder limpiar sus heridas, y curarlas.

La adrenalina del momento durante la pelea entre los dos “hermano” no había
permitido a Jimin sentir su herida más grave. Al cabo de unos minutos, al llegar al
hospital y que se llevaran temporalmente a Yoongi, logró relajar sus músculos, y
cuando quiso levantar uno de sus brazos, de manera involuntaria lo volvió a bajar. El
dolor que sintió fue repentino, y con la mano contraria sujetó su hombro.

Una de las enfermeras que iba pasando por la sala de espera alcanzó a ver el
movimiento brusco del muchacho y del como aguantaba el dolor que se fijaba en
aquella zona.

Amablemente, a pesar de que el pelinegro chico de tez almendrada se negara
repetidas veces, lo logró convencer para ir a chequearse, aunque eso significara que
se tuviese que alejar de la sala de espera por unos minutos, u horas.

Primero fue revisado físicamente, pero cuando uno de los doctores hizo presión en la zona de entre el hombro y cuello, mandó a hacer unas radiografías. Estas fueron
revisadas una vez le llegaron al mismo doctor que lo atendió, y pudo distinguir una pequeña fisura en su clavícula izquierda. Park había terminado con una clavícula fracturada por causa de la pelea.

Unas cuantas horas después, Jimin se encontraba con su hombro vendado, y para evitar que lo estuviera moviendo, por su impulsividad, le colocaron un cabestrillo, para que colocara su brazo izquierdo, el colgado era cruzado, por lo que no hacía presión hombro lastimado.

Se encontraba sentado a un lado de la camilla de Yoongi.

El pálido aún se encontraba dormido, debido al sedante. Su respiración era calma, sus párpados cerrados dejaban ver el largo de sus pestañas, haciendo que la vista de Jimin se perdiera en ellos. De vez en cuando bajaba su mirada a los labios rosados del pálido chico, relamiéndose entre tiempos los labios.

No era secreto que Jimin se encontrara enamorado de Min, mientras que este chico se enamorara de su agresor, como si padeciera de “Síndrome de Estocolmo”. Todos parecían darse cuenta como este chico serio miraba al joven Min.

Siempre que veía a lo lejos a Yoongi sus ojos brillaban, sonreía de una manera casi
imperceptible, pero lo hacía aún así. Su mirada siempre se encontraba fija en él.
Siempre procuraba ayudarle cuando se atrasaba con sus trabajos, hablando con los profesores para que le dieran más chance. Pero el cambio más notorio que Jimin reflejaba sobre Yoongi, era cuando éste último estaba cerca de los talones de su hermano.

Jimin era por completo consciente del enamoramiento del chico, pero no por sí mismo. Siempre creyó que su enamoramiento era otra cosa, tal vez sólo se le hacía bonito, y sentía lástima por él, por fijarse en su bravucón. También conocía los verdaderos sentimientos que tenía Jin sobre el pálido, ya que siempre se sonrojaba cuando el chico de baja estatura le decía algo lindo. Lo malo es que Jin prefería evitarlo, la vergüenza le ganaba, por lo que siempre terminaba hiriendo tanto física como emocional al chico de sus suspiros.

“Vaya idiota”, decía Jimin en sus pensamientos. Esta vez Jin sí que se había pasado con el pobre chico.

Aunque Jimin a estas alturas aún no entendía bien sus sentimientos, ¿a él que le interesaba si el chico era dañado o no? ¿Por qué decidió golpear a su propio hermano para proteger al chico de tez blanquecina? Ni el mismo se entendía, sólo sabía que no iba a dejar que Kim se saliera con la suya.

El pálido aún no despertaba, y Park solo se mordía el labio nervioso, hasta que una de
las enfermeras le dijo que debía salir para poder atender a otro paciente. Suspiró y se quedó observando la respiración acompasada del más pálido.

Jimin había acercado su cuerpo a la camilla, aunque no lo admitiera, se encontraba preocupado por el estado del pálido. Estuvo a punto de acercar su rostro para observar mejor las facciones de éste último, pero escuchó un pequeño quejido.

–Alejó su cuerpo con suavidad del tranquilo y adormilado chico que recién despertaba
de su sueño. El pálido estuvo abriendo y cerrando sus ojos repetitivamente, hasta que por fin pudo acostumbrarse por completo a la luz reflejada en sus pupilas.
Jimin suspiró cansino.

–D… ¿dónde estamos?

–En el hospital –respondió seco.

– ¿Q… qué hacemos aquí?

–Vinimos a que te checaran… Estabas muy herido.

– ¿Y tú porque estás vendado?

–Porque un chico escuálido no se sabía defender –le dijo indirectamente, pero con un humor pesado. Jimin odiaba los hospitales, puesto a que, tiempo después de que su madre se casara nuevamente, pero esta vez con el padre de Seokjin, había recibido un virus en una de sus consultas de hospital, lastimosamente su sistema inmunológico no era fuerte, y a unos cuantos meses, falleció.

Ese fue el día más triste para Park Jimin.

Yoongi se sentía mal, no quería ser una molestia. Sus ojos se aguaron y su labio
inferior comenzó a temblar cuando sintió la primera lágrima resbalarse por su pómulo
izquierdo.

Lo volteó a ver, iba a responderle y disculparse con el pelinegro chico que lo ayudó y protegió de a quien creía era su amor verdadero, pero se quedó unos minutos callado al ver el par de ojos brillosos, viéndolo fijamente.

Carraspeó nervioso y volvió a fijar la vista enfrente, viendo en algún punto de la pared, tal vez solo movía su mirada para evitar la suya.

–Lo siento…

Lágrima tras lágrima iban saliendo por los ojos de Min. Se sentía mal, devastado, por
su estupidez había ocasionado que los dos chicos se pelearan. Enserio que era una
horrible persona.

– ¿Porqué te disculpas?

–Porque soy un idiota.

–No, no lo eres…

–Claro que si –siguió llorando, e hipando un par de veces entre llantos–… Es mi culpa
que ahora tengas una fractura, el que los dos estemos aquí en el hospital, él que
Seokjin me golpeara, el que se sintiera asqueado por mí, que papá me odie por ser gay, que mamá se haya divorciado de papá, que mis abuelos me odien, que todo el mundo lo haga.

Lo dijo todo de una manera tan fluida y firme, que si lo vieras tranquilo, y sin una sola lágrima en su rostro, creerías que estaba mintiendo. Pero no.

Su rostro estaba bañado enagua salada. Su labio temblaba, sus ojos eran fuertemente
apretados, y tallados con brusquedad por el dorso de ambas manos.

Min Yoongi parecía un desastre en ese preciso momento.

Jimin lo miraba fijamente sin mostrar ninguna expresión de nerviosismo, ni ninguna otra. Era casi nulo, solo se le podía observar ahí sentado, mirando fijamente al lloroso chico.

Pero no se lo esperó.

Park había tomado al contrario con su mano sana, jalándolo hacia él por la nuca,
estampando con un poco de brusquedad sus labios con los del otro.

Se sentía lleno por primera vez. Sus pensamientos se sentían terribles, no quería hacerle daño a ese precioso joven. Su sorpresa comenzó cuando el pálido chico saliera de su trance, y correspondiera el beso incorporándose un poco de su lugar para abrazar a Park del cuello, con ambos brazos.

Jimin gimió de satisfacción por la delicadeza que revelaba Min sobre sus labios. Con cuidado de no lastimarse se acercó más al pálido para profundizar el beso.

Subió una de sus rodillas a la camilla, mordió su labio inferior provocándole un leve quejido al más bajo. Yoongi se fue recostando lentamente de nuevo sobre la camilla, mientras sentía la lengua invasora de Park dentro de su cavidad bucal, succionando la suya propia. A diferencia de él, Jimin estaba tratando de encontrar una pose cómoda sobre él sin que termine lastimándose el hombro de nuevo. De rodillas entre las piernas de su mayor, y su codo derecho apoyado a un costado del pálido para sostenerse, se separó de los labios del pálido. Movió sus cadera haciéndolo gemir a un volumen bajo, agachó su rostro rozando el rostro del contrario.

Yoongi sentía derretirse. Su rostro se había teñido de un color rojizo, sentía sus mejillas arder, su lengua sensible debido al rápido movimiento que hizo al besar a Jimin. Se estremeció al sentir los labios de Park en su cuello.

–Perdóname –susurró–… Perdóname por favor.

Yoongi iba a decir algo, a pesar de su respiración agitada, pero un quejido lo
interrumpió.

Jimin se había posado en su brazo izquierdo, lastimándose su hombro. Por lo que lo ayudó a bajarse de la camilla, y con un botón a un lado de ésta, llamó a la enfermera para que tratara al adolorido chico.

–Yoongi, hijo. Hemos hablado con tus maestros y el director de tu escuela…
Regresaremos unos días a Daegu…

– ¿Por? ¿Sucedió algo mamá?

Dijo Yoongi preocupado por la razón por la que se irían.

–Lamento decirte esto muchacho –su madre lo abrazo con un nudo en la garganta–, pero supongo que debes saberlo –besó la frente de su hijo–. Tu primo Hoseok –cubrió sus labios aguantando un sollozo, y luego continuó–, tu primo Hoseok tuvo un accidente… Mientras regresaba a casa de tu tía, un hombre no alcanzó a frenar y se lo
llevó con todo y bicicleta…

Los ojos de Yoon se habían vuelto llorosos, y su garganta se secó de la nada. Hoseok
no podía irse, aún no.

–Falleció Yoon, hijo.

–No… ¡Estás mintiendo! ¡Hoseok no puede morir!

–Hijo, necesito que te tranquilices –dijo con lágrimas en su rostro y voz temblorosa,
caminando hacia su hijo con el propósito de apresarlo entre sus brazos, pero este se
negó rotundamente, dando un paso hacia atrás para esquivar el abrazo.

– ¡No! ¡Tú no entiendes! ¡Él dijo que me esperaría! ¡Íbamos a graduarnos juntos!

Y sin más, Yoongi corrió a su habitación, dolido… triste. Hoseok era su primo favorito, el que mejor le entendía… Pero ahora… Ahora ya no lo acompañaba más.

Esa noche, antes de irse de viaje, lloró como si no hubiese un mañana, hasta que se acabó el agua salada que su sistema le permitía sacar, pudiendo dormir apenas un par de horas, y aún así no pudo descansar bien.

Ese día en el que Min y Park compartieron un momento íntimo en el hospital, después de que volvieran a ayudar a Jimin con su fractura, los dejaron solos una vez más.

Estuvieron platicando, conociéndose un poco más, tanto que Yoongi por fin pudo sacar los demonios de su cabeza.

–Si te soy sincero… Jin es igual a mi padre… Puede que fuese agresivo, pero era muy lindo… Creo que me dejé llevar por el supuesto ideal, reflejándolo como el único
hombre de mi familia aparte de mí, a mi padre… Pero, ahora puedo darme cuenta de que eso no está bien, porque en realidad no lo amo. Creía amarlo porque así como decía mi padre amarme al final de cada golpiza… Él lo hacía igual…

Ese día lloró en el pecho de Jimin de igual forma que ahora lo hacía en la soledad de
su cuarto de hotel.

Jimin seguía en su rincón de siempre.

La lila de tronco grueso que cubría con sus montones de hojas, el fuerte sol que
brillaba en el pasto. Jimin seguía observando la entrada de la escuela con la esperanza de que su adorado chico de piel platinada volviera a aparecer.

Estuvo confundido durante todos esos días, pero no lo vio los días siguientes, en
ninguna parte, e incluso se sentía decepcionado cuando no lo vio ese día entrar por aquellas puertas, levantándose de su lugar, apenas iba a ingresar cabizbajo, al interior de la facultad.

Jimin no creía que Yoongi hubiese sido suspendido al igual que él, y mucho menos tanto tiempo. Se sentía triste porque ni siquiera se lo dijo, ni le avisó que ya no iba a ir. Se sentía enojado consigo mismo. ¿Cómo pudo caer tan bajo?

Suspiró triste, pero antes de acercarse siquiera, sintió un pequeño jalón a su camiseta por su espalda, a lo cual, por acto reflejo, se volteó para ver a quien lo llamaba.

Se sorprendió al ver al chico de estatura similar a él, estando ahí con unas cuantas
ojeras reflejadas en su pálido rostro, observándolo serio. ¿Estaría enojado?

Yoongi se acercó a su rostro manteniendo su expresión seria:

– ¿Porqué me besaste?

A lo que el menor le respondió, sonriendo coqueto.

– ¿Porqué me besaste tú? Contesta esta pregunta, y así entenderás el porqué te besé.

Yoongi sonrió cansino y se acercó para besarlo tiernamente.

–Perdón por ausentarme.

–Te perdono, pero con una condición.

– ¿Cuál?

–Que hoy faltes a clases también, y te quedes bajo este árbol conmigo –susurró en su oído para luego sentarse nuevamente, recostando su espalda en el tronco de madera.

–Trato –rió.

Min en vez de sentarse a un lado, se sentó sobre las piernas de Jimin, mirando su
rostro. Se quedaron así durante un tiempo hasta que Park tomó con su brazo bueno la cintura de Yoongi, apretándola suavemente y atrapar sus labios en los suyos propios.

A pesar de que el beso comenzó brusco y acelerado, una vez que Yoongi abrazó el
cuello de Jimin, el besó se suavizó, formando así una atmósfera aún más cómoda y romántica para estos dos tórtolos.

– ¿Es aquí?

–Lo es.

Los dos chicos abrigados, se encontraban a mediados de invierno en el cementerio de
Daegu, frente a una lápida de cemento con u bello diseño alrededor de la descripción,
adornado con rosas moldeadas de un color gris obscuro. La lápida había sido decorada con flores, pero estas se encontraban secas.

Yoongi se agachó frente a ellas, retiró con sumo cuidado las flores viejas,
cambiándolas por un nuevo ramo de rosas blancas para incorporarse frente a la
misma.

Jung Hoseok
18/Feb/2000–25/Abr/2019
“Tú siempre serás nuestra esperanza y nuestro rayos de luz”
Descansa en paz J-Hope

Yoongi comenzó a llorar y Jimin lo abrazó con fuerza.

–Te presento a Jimin –dijo acercándose a la lápida–… Es mi pareja desde hace un
tiempo. Y me gustaría que lo conocieras –dijo sonriendo triste, limpiándose con el
dorso de sus manos las lágrimas que seguían remplazándose unas a otras.

Jimin se acercó, y agachó frente a la lápida a un lado de Yoongi. Tomó la mano del
pálido, y entrelazó sus dedos.

–Yo, Park Jimin, me presento. Sé que no soy el mejor chico, y estoy seguro de que
opinarías lo mismo, incluso si me viese a mi mismo pensaría igual. Sé que no soy
perfecto, pero estoy dispuesto a arreglar mis fallas para poder ser mejor para Yoongi. Esto que siento no es temporal, y pondré todo mi esfuerzo para hacer feliz a tu primo. Descansa en paz, donde sea que estés, y no te preocupes, que yo ahora, cuidaré de él.

Se giró a ver a un lloroso chico, y lo aprisionó entre sus brazos, mientras que el
contrario se escondía en su pecho.

El menor le susurró en el oído:

–Lo amo, Yoongi Hyung.

–También te amo Minnie.

Mientras que ellos dos se daban un suave besó entre lágrimas, a unos metros alejados se encontraba un ser de tez morena y sonrisa de corazón sonriendo.

–Más te vale Park… Es mi niño, y lo confío en tus manos, trátalo bien.

Y al decir este susurro, que llegó hasta los oídos del chico de piel almendrada, este
último cerró los ojos y mientras abrazaba a su pareja dándole confort, fijó su
pensamiento en sólo una frase:

Lo prometo.

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