Último capítulo

Miré el dibujo por última vez, como si estuviera despidiéndome de él. Ya era un hábito recordar algo satisfacción. Sonreí con nostalgia y atesoré mi dibujo como el objeto más valioso del mundo. Cogí mi mochila y salí de mi habitación, con rumbo a la universidad. Me sentí como la primera que fui a la escuela.

-¡Chau, mamá, llego a medio día!

Mi mamá se percató unos segundos después y dijo:

-Qué te vaya bien, Karina.

-¡Cuidate, mamá!

Llegué a la parada toda animada. Levanté la mano para detener un autobús, pero estos yacían tan abarrotados que era una pérdida de tiempo mover el brazo. Solo faltaba que los pasajeros viajaran colgados de la puerta y en la parte superior del micro. Desistí de subir a uno de esos cacharros y cogí un taxi y me subí sin regatear.

Hacía mucho que no me subía a un taxi. Ya me había acostumbrado a los asientos con resortes sobresalidos y para traseros de Terminator. Ahora me sentía como una niña mimada. Podía sentir la comodidad de unos asientos ergonómicos y amplios. Si ya estaba feliz, ahora aún más. Incluso el chófer lo notaba. Miré hacia la ventana para irradiar mi sonrisa.

El chófer puso música y pisó el acelerador. Por momentos se olvidó del freno y eso que no estaba apurada. Así que llegué a la universidad en un santiamén. Era como si hubiera viajado en una fórmula uno. El chófer tenía madera para competir. Salí del taxi y corrí hacia la puerta principal. A los pocos segundos, Violeta me detuvo antes de que pusiera un pie dentro.

-¡Karina! ¡Karina! ¡Espera!

-¡Violeta! -Me giré y vi a una Violeta muy exaltada.

Mi amiga vino hacia mí, pero no vino sola. Un chico estaba detrás de ella. Casi no pude distinguir su rostro porque Violeta me tapaba su misteriosa figura.

-¡Karina, hola! -masculló Violeta y descansó un momento. Había agotado la última pizca de aire al decir eso.

-Hola, Violeta, ¿qué tienes? ¿Ya comiste?

-Karina, te presento a un amigo...

La miré con desconcierto. Abrí mis ojos con estupor.

-¿A quién? -dije con incertidumbre.

-Se llama Tristán.

-¿¡Qué!? -grité y Violeta se espantó.

-¿Por qué? -inquirió Violeta.

El chico salió de las sombras y sus ojos brillaron a la luz del sol matinal. Su rostro irradiaba ternura y misterio.

«Este chico debe ser otro Tristán», me decía mientras Violeta guardaba silencio.

-Bueno, ¿no van a decirse nada? -dijo Violeta boquiabierta.

-Hola, me llamo Karina -dije con nerviosismo.

-Tienes un bonito nombre -susurró él y bajó la mirada con timidez.

«Esto ya me parecía familiar y extraño».

Un silencio incómodo acaparó el momento. Luego, él se tocó el cabello y dijo:

-Eres igual a cómo te imaginé...

-¿Cómo? -dije y quedé boquiabierta.

«Esto ya era muy, muy extraño... No podía ser».

-¿Nos conocemos? -inquirí.

-No, que yo recuerde -dijo él.

De pronto, ambos nos hallábamos solos en medio de un lugar oscuro y penumbroso. Una luz rutilante nos envolvía.

«¿Estaba imaginando otra vez o era real?».

-Pensé que habías muerto...

-No he muerto, Karina. Nuestro amor no puede morir. Ahora estoy aquí por ti. Tenía que volverte a ver. Me di cuenta que no puedo estar sin ti ni un segundo.

-¿Estoy soñando otra vez?

-No lo sé, Karina. Sea como sea, este momento es hermoso.

-Es que se ve tan real, ¿Tristán?

-Karina... Soy aquel chico que un día se convirtió en un animal fiero y salvaje. Aquel que amaba la oscuridad y amaba estar con la chica más dulce que había conocido.

-Tristán...

-Dime lo que quieras.

-Nunca te vayas de mi vida, nunca... Te necesito.

-Ya no lo haré...

De pronto, me di cuenta que todo fue ilusorio.

-¡Hey, Karina! ¡Despierta! ¿Qué te sucedió?

-Ay, lo siento -dije y me tapé la boca.

-Te quedaste como paralizada y pensativa o algo así -dijo Violeta.

-¿En serio? -Sonreí con vergüenza.

-El chico me parece tierno... Dile algo -susurró Violeta y se alejó.

Me dirigí al chico y dije:

-Lo siento, me quedé atónita pensando en cosas insustanciales... Disculpa.

-Tranquila, no te preocupes -dijo él y sonrió con timidez.

Sonreí igual y me ruboricé.

-¿Puedo saber, por curiosidad, en qué pensabas? -preguntó él y desvió la mirada.

Gesticulé y dije:

-Es que tuve un sueño estrafalario y me quedé pensando en eso.

-Entiendo...

-Es difícil de explicar y...

-No te preocupes, ya he estado ahí.

Fin.

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