Capítulo extra - Tristán
Ahí estaba ella. Era la chica más linda que había visto. Su rostro era angelical y la oscuridad no era un obstáculo para no apreciar su belleza innata. Mirarla era todo un privilegio. Se veía tan indefensa y yo me sentía incapaz de decirle algo. En mi interior, buscaba las palabras correctas para no meter la pata con una chica tan bella. Sus pestañas parecían de princesa.
A los pocos segundos, ella abrió los ojos y yo me quedé sin habla. Sus ojos eran muy penetrantes. Tragué saliva y dije algo con sentido.
—Tranquila, no tengas miedo, ¿te encuentras bien? —dije con una calma fingida.
Sus hermosos ojos eran lo mejor que había visto en mi vida desastrosa: me sentí avergonzado por su mirada.
Ella me miró fijamente y yo era un manojo de nervios. Yo era de mirar al suelo, pero ella me estaba poniendo a prueba.
—¡Sí, por poco pensé que era alguien que me quería matar! —dijo ella con una voz melodiosa y cálida.
Traté de sonreír, pero no pude.
—No te voy a matar... —dije luego de tragar saliva nuevamente.
—¿¡Qué!?
Ella había escuchado mal y pensó que la iba a matar. Decidí seguir su juego para romper el hielo.
—Puede que de la risa o de la rabia, ya que no me conoces todavía —Sonreí y bajé la cabeza.
—¡Ay, acabo de zafar de un susto terrible y ahora me das otro susto! ¡Y apenas te conozco!
Esbocé una sonrisa muy franca. Era inevitable.
—Lo siento. Era para romper ese hielo que nos separaba.
—Y yo sigo en el suelo o en las manos del diablo, como dicen...
—Vaya, lo siento, bella dama. Tome mi mano. Su belleza sigue intacta a pesar de su caída.
«Había entrado en plena confianza. Ya no tenía freno».
—¡Qué amable, caballero! —dijo ella y sentí la suavidad de sus manos.
«Era más guapa con los ojos abiertos y más cuando pestañeaba.
—¿Así que te parezco linda?
—Sí, porque eres la primera que he visto hoy.
—¡Ay, Dios, no te conozco bien y ya te quiero matar!
Se quedó en silencio unos segundos. Yo tomé la iniciativa.
—Esperaste a que yo viniera a ti... No puedes matarme.
—¿Yo te esperé? No lo recuerdo.
—Pues sí. Tú querías que yo esté acá. Y si me matas dejo de ser real.
«No sé porqué dije eso».
Ella sonrió y bajó la cabeza.
—Me caíste tan bien que siento que no estoy durmiendo —dijo ella y rio con ternura.
—Y todavía no sabes mi nombre. Mi nombre es fácil de recordar.
Pensé que me había escuchado. El volumen de mi voz no siempre era el correcto.
—¿Y cuál es tu nombre, chico misterioso?
—Tristán, en mi época no había internet y pues mis padres...
Ella sonrió cubriéndose la boca. Evitó una carcajada y dijo:
—Me gusta tu nombre. Yo me llamo Karina... Oye, espera... Tristán, Tristán. ¡No, no te vayas!
Su voz se fue apagando.
—No me quiero ir —dije, pero no me pudo escuchar.
Me empecé a alejar de ella y mi cuerpo sufrió una transfiguración. No pude decirle algo más. Ella se fue y ya nada pude hacer.
Me hinqué en el suelo y me tomé la cabeza. Mi brazos se hincharon y fueron adquiriendo un pelaje pardo. Antes de que la transformación se completara,
desperté, hallándome en la cama de mi cuarto. Había tenido otro sueño extraño.
«Había conocido a la chica más bonita y tierna del mundo y solo vivía en un sueño, un sueño que jamás se volvería real».
Dejé mi cama y me cambié para ir a estudiar. Cogí el móvil y vi que tenía un mensaje de mi excompañera Violeta, pidiéndome plata para comprarse algo, de seguro algo comestible.
Salí de casa y sonreí al ver el hermoso paisaje matutino. Había muchas razones para estar feliz y, sobre todo, era feliz por haber tenido ese sueño.
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