Capítulo 27
Al día siguiente, mi mundo se iluminó otra vez: mi Humor había vuelto arrepentido. Con el semblante cambiado fui a mi universidad. Ya era hora de jubilar la congoja que lastimaba mi martirizado corazón. Me armé de valor y enterré por completo la tristeza. Debía ponerme al día con las materias, pero ya me sentía mejor y el amor frustrado de Tristán quedó en el baúl de los recuerdos, con un candado prominente.
Ahora todo me parecía agradable. El bullicio y el trajín del ambiente estudiantil era irrelevante para mí, incluso los piropos me eran indiferentes. Era inmune a los regaños o indirectas. Ahora mi fortaleza era tan fuerte como el acero. Era tan agradable sonreír sin saber cuándo dejar de hacerlo. Ni el rostro más desdeñoso del mundo iba a menguar mi ánimo y mi buen humor.
Las horas se hicieron muy cortas y las clases se fueron en un parpadeo. Y yo salía de clases con la misma sonrisa con la que había entrado. Al volver de la universidad, Violeta me bombardeó de preguntas sobre el chico misterioso. Tuve que desempolvar ese recuerdo por un momento y contarle la verdad con mucha vergüenza. Era de esperar que no se lo tomara con mucha calma.
—¡Que dijiste, Karina! ¿Es en serio? —Violeta casi deja de comer su empanada.
—Sí, y te lo repetiría un millón de veces...
—Espera, espera. Déjame digerir esto...
—¿La empanada o la noticia?
—Ambas...
—Adelante, amiga.
—¿Te enamoraste de un chico que solo aparecía en tus sueños?
—Sí, todo fue muy lindo y el final no fue muy tranquilo y feliz que digamos...
Violeta quedó embobada. Yo sabía de antemano su próxima pregunta. Ya estaba blindada para eso.
—¿Y tuviste...? Tú sabes...
—Ay, Violeta. Tú siempre pensando en eso...
—¡Dilo de una vez, Karina!
—Está bien, lo hicimos. ¿Contenta?
—¡Dios! ¡Cuenta más! ¡Quiero saber más, Karina!
Me reí.
—No ahora, Violeta... Cuando vaya a tu casa te contaré todos los pormenores de nuestros encuentros. Nos encerraremos en tu habitación y yo entraré en modo parlanchina. Te lo juro.
—¡Está bien! ¿Y cómo se llamaba?
—Eso es un secreto que se irá conmigo.
—¿¡Qué!? ¡No seas así!
Pasamos por el colegio donde alguna vez, en tiempo pasado, Ezequiel había pisoteado mi corazón: me lo había arrancado y había miccionado en él. El nombre del colegio me resultaba el peor del mundo. El establecimiento yacía casi desértico y muy poco acogedor. Los alumnos habían abandonado la escuela como correcaminos. Dos o tres se rehusaban a abandonar la escuela.
Había una frase que decía: "el ladrón siempre suele volver al lugar de la fechoría", y eso ocurrió. Ezequiel era un casanova deleznable y sinvergüenza. La tinta ya no le debía alcanzar para anotar todos sus desencuentros y aventuras efímeras con mujeres inocentes. Ahora, la víctima era otra alumna que yacía pegada a él como un pulpo. La chica era tan ingenua que no sabía la calaña de persona que tenía a lado. A leguas, se veía que la había engatusado con mentiras.
Violeta y yo cruzamos la escuela mirándolos de reojo, yo quise pasar inadvertida de sus ojos lujuriosos. Pero mi amiga no se pudo contener.
—¡Puto! ¡La tiene pequeña! —gritó Violeta y se río. Yo igual lo hice.
La pareja se percató del escándalo de mi amiga. Podía ver en la cara de Ezequiel una vergüenza desmesurada. No sabía donde esconderse en ese momento. Se veía tan indefenso que estaba para la estocada final. El galán se había convertido en una gallina a punto de huir.
Los dejamos atrás y nosotras nos reímos sin importar el bullicio de nuestras risotadas. Una pequeña venganza y un triunfo para mí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top