Capítulo 24

Abrí los ojos y caminé hacia el puente del amor, o del amor marchito ahora que la palabra amor me dolía mucho. Al llegar, me desplacé por sobre la superficie flotante. Me sentí como la primera vez que conocí a Tristán. Mis piernas me fallaban, temblaban como alguien que está convaleciente. La neblina obstaculizaba mi campo visual en busca de mi verdugo. 

Seguí mi camino y busqué seguridad, sosteniéndome en la baranda. Por un momento pensé que una sombra me observaba a lo lejos. La realidad me dio una gran bofetada en ese instante. Ya sentía ese crujido característico capaz de reventarme el oído. Mis sentidos de alerta detuvieron mis pasos y cambié el rumbo: mi vida pendía de un hilo. 

La criatura hizo acto de presencia en medio del puente. Su sola presencia hacía que la neblina corriera despavorida. Su esquelético cuerpo parecía estar a punto de desmoronarse: cogía, pero avanzaba galopantemente. Me percaté de su hostilidad y corrí para alejarme del puente. Le tenía más miedo al agua que a la maldita criatura. 

Llegué al umbral del puente y me lancé huyendo de una explosión. La oscuridad cubrió todo mi cuerpo y Caleytor quedó desorientado e inerte. Esa cosa era más temida con arma en mano. Me moví con sigilo y llegué a un arbusto. Caminé de puntilla hasta llegar hasta un recinto de tamaño minúsculo. Era tan pequeño que un animal viviría más cómodo que una persona. 

Me toqué el pecho para apaciguar mi ansiedad. Era momento de eliminar a esa criatura, aunque mi vida estuviera en riesgo. El crujir de los huesos hizo sacudir mi corazón. Salí del cuarto y corrí hacia el contenedor de basura donde me escondí junto a Tristán. Superé dos manzanas y llegué al susodicho contenedor, más repugnante y fétido que antes. 

Caleytor siguió mis pasos y esparció sus malditos crujidos al ambiente. De inmediato, busqué un metal que tuviera una punta muy aguda. Una gruesa varilla alargada fue suficiente para mis ansias de sangre y venganza. Me acomodé el suéter y el vestido y me moví con cautela, esperando el crujido insoportable. Caminé de cuclillas con valor y con pavor a la vez. Era ahora o nunca. 

Avancé unos metros y por si las dudas miré hacia atrás. Fue un craso error, la criatura estaba detrás de mí y sus crujidos fueron crudos y salvajes. Me jaló de mi ropa y yo no pude forcejear porque su fuerza no tenía parangón. Me levantó y me lanzó salvajemente hacia el pavimento. Quedé maltrecha y viendo una porción pequeña de sangre salir de mi cuerpo. 

Caleytor se acercó a mí para terminar su faena. Yo me levanté y corrí hacia mi arma blanca, pero Caleytor me lo arrebató y me dio una bofetada fuerte y me empujó hacia una pila de árboles de diversos tamaños. Caí y me gané una fuerte contusión en el empeine de mi pie. Gimoteé de dolor por unos segundos, pero me levanté con el coraje lastimado, pero fortalecido. 

La criatura corrió hacia mí, pero antes de llegar a tocarme, se desestabilizó. Su esquelético pie se había doblado. De inmediato, lo aproveché y levanté la varilla. Antes de que moviera la cabeza, le asesté un golpe y le volé un pie con la pieza de metal. Su tobillo tocó el suelo y su cuerpo lo acompañó. Quise asestar el golpe de gracia en su cabeza. Pero su brazo lo detuvo y me dobló la muñeca hasta hacer que soltara la varilla. Él se repuso y me dio un golpe debajo de la boca del estómago y me envió hacia a un contenedor de basura. 

La criatura se arrastró hacia mí. Yo traté de recobrar mi verticalidad luego del mamporro demoledor. Me retorcí por unos segundos más, pero disimuladamente cogí la varilla. Caleytor llegó a mis pies y los apretujó. Me tapé la boca y esperé a que se acercara un poco más. Si iba a morir él también tendría que irse conmigo. Su esquelética mano rompió mi vestido y yo dejé caer un certero golpe que le cercenó la cabeza. Su cuerpo quedó inmovilizado. 

Su mano se detuvo antes de seguir su camino por mi cuerpo. Respiré con dificultad y me levanté exhausta. Me llené de ira y lo destrocé con la varilla. Su cuerpo se deshizo y sus huesos salieron despedidos hacia cualquier parte. Luego, solté la varilla y resoplé con ímpetu. 

Me alejé del cuerpo muerto y corrí a cualquier parte. Dejé atrás el puente del amor: nunca pude atravesarlo. Me moví con ímpetu por una calle desolada y oscura. Me sentí acechada por doquier. Mi respiración era todo lo que podía oír. 

De pronto, el suelo enlosetado comenzó a temblar de forma súbita. Las fachadas se agrietaron y comenzaron soltar escombros. Las calles se fueron llenando de residuos de viviendas. Corrí con todas mis fuerzas hasta que no pude más y me tomé la cara, y cerré los ojos. 

Mi ensoñación terminó y abrí los ojos. Me quede sentada en mi cama viendo a la nada. Eran las cinco de la mañana. Cogí el dibujo y, de pronto, mis ojos se cristalizaron. 

—Tristán, Tristán lo hice, lo hice... 

Me puse melancólica y sollocé. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top