Capítulo 19
Tristán me miró con desconcierto. Aún quedaba algo de entereza en su semblante. Cogí su mano como una muestra de que no me iba a despegar de él ni por un segundo. A pesar de no encontrar salida a esta situación. El engendro de afuera no tenía muchas ganas de entablar un diálogo conciliador. Aparte de que carecía de una lengua, porque era una calavera y parecía haber muerto hace mucho.
Luego de unos segundos, el engendro se movió unos centímetros. Luego, volvió a ponerse firme en su sitio. Su ropa se movía más que su esqueleto. Era como si economizara sus pasos en pos de conseguir algo. Tal vez cada movimiento valía una fortuna para él.
—Parece un maniquí —dije mirando embelesada a la criatura.
—Su comportamiento es extraño. Se mueve poco y no emite ningún sonido. Yo lo bauticé como Caleytor.
—Vaya... Me parece acertado.
—A pesar de su letargo, puede aparecer en cualquier lugar. Subestimar su fuerza sería un craso error.
Su extrema tranquilidad me horrorizaba. Daba más miedo quieto que en movimiento. Debíamos hacer algo para alejarnos lo posible de ese híbrido.
—Karina... Sígueme.
—Sí, te sigo hasta el fin del mundo.
Tristán se agachó y se deslizó serpenteando hasta llegar al costado derecho de la puerta. Caleytor, de espaldas, miraba absorto, una pared agrietada. Fue un momento idóneo para moverse. Caminé detrás de Tristán hasta salir de la vivienda. Pegados hacia la pared nos movimos con cautela. La pared tenía abolladuras y un mogollón de fisuras que me lastimaban la espalda.
De pronto, Tristán se detuvo y me susurró muy bajito.
—A la cuenta de tres corremos sin mirar atrás...
—¿Qué? No te escuché bien.
Tristán encorvó la espalda. Resopló y adoptó una posición de animal.
—Uno... Dos... ¡Tres!
—Oye... —susurré, pero ya era tarde.
Tristán corrió como un atleta y yo quise hacer lo mismo: reaccioné tarde. Di tres pasos y un maldito bache imperceptible se puso en mi camino. Perdí todo el equilibrio y caí al suelo, golpeándome los codos. Tristán se había perdido en la oscuridad y Caleytor emitió un crujido y su cabeza giró trescientos sesenta grados.
—¡Aghgggggh! —grité como loca al notar el peligro de cerca.
La criatura se movió, haciendo crujir sus articulaciones. Segundos después, oí un disparo al aire. Aparté la vista unos segundos y Caleytor ya no estaba. Me levanté como pude y caminé renqueando por la calzada. El temor hacía que mi cuerpo pesara una tonelada. Me sobé los codos y corrí por donde encontraba espacio para moverme. Había perdido a Tristán por un error mío. La oscuridad obnubilaba mi mente. Me volvía torpe e insegura.
Seguí mi camino por una superficie accidentada y llena de baches. Sentía que perdía toda mi fortaleza. Me hallaba acorralada y casi sin fuerzas. Mi cuerpo me fallaba en el peor momento. Mi amor se encontraba en peligro de muerte y yo no podía hacer nada. Nuestro amor indisoluble comenzaba a disolverse.
De pronto, escuché varios disparos continuos a lo lejos. Me estremecí por los pistoletazos. Pero lo que más me aterraba era saber que esos disparos pudieron llegar a alguien que yo quería. Empecé a gimotear de impotencia. Me quebré como un cristal y ya no había marcha atrás. Me desgañité con ímpetu y mis impulsos fueron implacables. Me rompí como una rama.
—Tristán... Tristán... ¡Buaaaa! ¡Buaaaa!
De repente, comenzó un lloriqueo que ya nada en el mundo podía pararlo: tal vez Tristán, pero ya no estaba. Mi llanto no tenía fin y ya nada me importaba. Mi vida valía poco sin su presencia.
Mi llanto difuminaba mi ensueño. Parecía escuchar una voz celestial. «¿Me habré muerto?».
—¡Karina! ¡Karina! —Se oyó con más intensidad.
Oír esa voz fue como recibir un vigorizante en el momento en el que ya me moría por dentro. Mis lágrimas cesaron y la alegría tomó su lugar al verlo nuevamente. Su sonrisa daba a entender muchas cosas. Yo pensaba que era una sonrisa de triunfo.
Me levanté reanimada y corrí a abrazarlo. Mi alegría se había desbordado por completo y dominaba cada región de mi cuerpo. Extendí mis brazos y él hizo lo propio. Solo nos separaba un par de metros para estar juntos. Ese trecho se hizo largo y eterno.
Su semblante risueño fue cambiando. A poco de estar en mis brazos, su alegría se fue apagando paulatinamente: todo se volvió oscuro. El ambiente pasó de festivo a luctuoso en solo unos segundos. Una sola bala era capaz de derrumbar todo mi mundo. A los pocos segundos, se oyó otro disparo en su humanidad. Tristán cayó moribundo al suelo y con él mi vida. Estaba muerta en vida al verlo desangrarse. Todo era mi culpa.
—¡Tristán! ¡Nooo!
Lo abracé con todas mis fuerzas, aunque sabía que la situación era irremediable. Ya no podía impedir que esa bala hiciera su maldito trabajo. Mis brazos se empaparon de su sangre. Su cuerpo había tomado la forma zoomorfa. Palpé su abdomen peludo y sollocé en él. De pronto, Tristán lanzó un escupitajo de sangre y se recostó en su lecho de muerte.
—Te amo, Karina...
—¡Tristán! ¡No te mueras! ¡Buaaaa!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top