Capítulo cuatro
Uno, vamos Charlotte.
Dos, tres, juguemos en el bosque
Cuatro, cinco, iré por ti
Había pasado más de un año desde que encontraron a la jovencita dentro de la casa abandonada. Su madre había reportado la desaparición, cuando su hija no regresó todo un día completo, los policías rápidamente acudieron al llamado.
Pasaron buscando casi tres días sin descansar, hasta que una noche.
— Vamos, apúrense se está anocheciendo y hay que buscar un lugar para descansar — aconsejó el jefe de la policía. Todos siguieron al comandante hasta una pequeña casa alejada de todas las demás, pensaron en pasar la noche ahí, sin imaginarse lo que descubrirían.
— No es la comodidad de sus casas, pero es mejor que dormir al aire libre. Descansen que mañana partiremos de nuevo con la búsqueda — ordenó el comandante, los demás asintieron y comenzaron a entrar uno seguido del otro.
Cuando por fin estuvieron todos en la pequeña sala de la casa se sorprendieron al encontrar un pequeño altar, el lugar solo lo alumbraban las llamas de las veladoras que hacían en el altar, cada uno recorría con la visita todos los rincones. Algunos no querían mirar, otros simplemente se adentraron en busca de lugares cómodos para dormir.
— Comandante, muchachos — hablaba agitado uno del cuerpo policiaco.
— ¿Que sucede Charles? ¿Por que viene de esa manera? — preguntó el jefe un poco irritado por el atrevimiento de su empleado.
El joven policía aunque trataba de parecer sereno, no lo lograba del todo. Sus labios temblaban y sus ojos parecían perdidos, como asustado. Respiró y se acercó a sus compañeros.
— Tienen que ver esto, Síganme — ordenó por fin calmandose un poco.
Los demás se miraron extrañados por el cambio de su compañero y decidieron que lo mejor sería ir hasta el. Pasaron por un pequeño pasillo totalmente a obscuras, no había ni interruptores para encender los bombillos, ni velas, así que no tuvieron más opción que ir guiados por la luz de sus linternas de bolsillo.
Todos se mantenían atentos a dónde pisaban y es que, aunque la casa era pequeña ese pasillo salía de ella.
Cuando por fin llegaron al lugar que Charles había indicado, se quedaron sorprendidos al encontrar el cuerpo de un hombre regordete descomponiéndose y siendo comido por los gusanos y todo insecto que tenía por deber hacerlo. Por instinto todos se llevaron las manos a la nariz en un intento de escapar de aquel olor que desprendía el pobre hombre.
— ¿Qué diablos? — preguntó el hombre, miró a sus compañeros y dándoles indicaciones procedieron a investigar — Todos, pónganse cubrebocas y busquen cosas que nos den pistas, sean precavidos y todo lo que encuentren sospechoso guardenlo como evidencia . Separence en grupos y a trabajar, esta noche no habrá descanso — ordenó para caminar hasta el horrible cuerpo.
Revisó casa parte de la habitación, cajoneras, muebles, detrás de los retratos, inclusive debajo de la cama y nada. Esperó a la llegada de los forenses y cuando por fin estos llegaron colaboró con todos para encontrar que es lo que había pasado en el lugar.
— Comandante, hemos encontrado esto en la mano del cuerpo — anunció uno de los médicos, entregándole una pequeña nota.
— Todos, hay más personas en este lugar, encuéntralas a como dé lugar — ordenó preocupado el hombre a todo su cuerpo de policía. Estos rápidamente comenzaron con su labor.
— Señor, he encontrado algo — gritó un hombre desde un cuarto que al parecer era de baño, todos corrieron a ese pequeño lugar. Lo que parecía ser un cuarto de baño, estaba cubierto de sangre, la bañera aún conservaba litros de sangre; como si alguien se hubiese bañado en ella. El espejo contenía una pequeña foto, en la cual se podía admirar a una pequeña de diez años, con el cabello totalmente largo y rubio, esos ojos color miel que resaltaban aun más por las pecas que en su rostro tenía.
¿Qué hacía está fotografía aquí?
Todos estaban sorprendidos, nadie podía decir alguna palabra. Hasta que, uno de los que recaudaba pistas habló.
— Al parecer hubo un asesinato, muy aparte del cuerpo que hemos hallado — agrego señalando un camino de sangre.
— Es como si, hubieran arrastrado a alguien — pronuncio otro policía.
— Estoy de acuerdo, hay opciones y una de ellas es que; el asesino experimentó con ella aquí y la arrastró hasta ese camino — volvió a señalar la marca de sangre, para seguir hablando — pero, lo que no me puedo imaginar es ¿Por qué? Y ¿Quién sería? — termino de decir el segundo
— Tal vez el hombre — se escuchó desde el fondo de la habitación.
Todos miraron al dueño de la voz, y este al captar la atención de todos prosiguió.
— Mi deducción es esta: Aquel hombre sea lo que sea, secuestró a la dueña de esa sangré, la violó y luego la mató arrastrándola a esa dirección para borrar toda evidencia — habló quedándose unos momentos en silencio — Ahora lo que me cuestiono es ¿Por qué está muerto? ¿Quién le pudo a ver causado todas estas heridas? —
— Mis hombres siguen investigando todo el lugar, no se preocupe doctor, pronto sabremos que ha sucedido — habló el comandante.
— Señor, vengan — gritó alguien desde la dirección que todos se cuestionaban. El comandante junto al medico forense corrieron y al entrar al lugar quedaron en shock, ninguno se podía mover.
Había una pequeña de unos 12 años bañada totalmente en sangre, poseía aberturas en todo su cuerpo, lo podían saber gracias a las aberturas de la ropa que traía. El forense corrió hasta ella y tomándole el puso pudo darse cuenta de que aun estaba viva. Su ritmo cardíaco estaba muy bajo y si no hacían algo la pequeña podía morir en ese lugar.
Después de asegurarse de que fuera atendida en la ambulancia, estabilizaron su ritmo y partieron al hospital más cercano.
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— Gracias a Dios, está viva. Las aberturas de su cuerpo fueron saturadas y curadas correctamente para que no causará un infección. Ahora está estable bajo los efectos de la anestesia, solo hay que esperar a que reaccione para saber cómo se encuentra mentalmente — Hablo en cirujano al médico forense que se había mantenido preocupado por ella.
— Doctor, cualquier cosa avísenos — agregó el comandante.
Y así pasaron varios días, semanas, meses y años hasta que la chica al fin despertó.
Al parecer había perdido la memoria o lo quería ocultar comportándose enferma de la mente, como decía el doctor. Algo andaba mal, así que la mantuvieron internada en un psiquiátrico hasta su total recuperación.
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— Pobre niña, desde que la encontraron en aquella casa abandona ha estado así — decía el médico mientras la miraba por la ventana a vista del jardín.
— Yo no se qué habrá pasado, solo Dios sabe cómo esa chiquilla se salvó — agregó el otro médico a su lado mientras revisaba su expediente
— Es muy fuerte, lo único que me duele es verla así —
— Es claro, la pobre quedó traumatizada al ver aquella desgarradora escena — terminó de decir el segundo médico — Vamos, estará bien ¿Quieres un café? — preguntó dándose la vuelta
— Si — respondió sencillo el médico para seguir los pasos de su colega.
Ahora Samantha o Charlie como se hacía llamar tenía dieciséis años, cuatro años apartada de la realidad. Nadie sabía si realmente se acordaba de algo o solo no quería afrontarse a la realidad de su vida.
— Charlie querida, la señora M te llama — avisó una de las psicólogas del lugar.
La joven asintió con una sonrisa en los labios y partió corriedo hasta la oficina mayor.
— Toma asiento, te tengo una buena noticia — soltó la psiquiatra encargada de su caso.
— ¿Por fin me dejara ir? — preguntó distraída
— Si cariño, pero como aun eres menor de edad irás a una casa hogar hasta cumplir la mayoría — explicó la regordeta.
— Que remedio — bufó la chica encogiéndose de hombros.
— Prepara tus cosas, vendrán por ti esta misma tarde — ordenó.
La chica salió con una sonrisa diferente a todos los días, parecía de orgullo, victoriosa.
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