09
SCOTT
En el momento en que la veo, mi corazón acelera el ritmo y por un segundo, me pongo la mano sobre él, creyendo que de este modo evitaré que se salga de mi pecho.
A mi lado, Nick silba bajito sin apartar la mirada de su chica. Y es que, aunque son físicamente identicas, no nos cuesta diferenciarlas.
Bebo de su cuerpo sin poder evitarlo. Me tiene completamente hipnotizado. Todo en ella, desde su cabello hasta los dedos de los pies es una tentación que nunca esperé en mi vida, y más allá del modo en como reacciona mi cuerpo físicamente a ella, también lo hace mi alma.
—Hola —sonrío al ver como sus mejillas enrojecen en cuanto llega a mi lado y me saluda.
—Signorina*.
No suelo usar el italiano para encantar a nadie sin embargo en esta ocasión me encuentro deseando mostrarle todo de mí. Cada pedazo que me convierte en el chico que tiene frente a ella.
Su sonrisa no tarda en aparecer.
—¿Italiano?
—Colpevole*.
—Eres una caja se sorpresas, ¿no es así, Scott?
—¿Conoces el idioma? —eso sería jodidamente impresionante. Y bastante atractivo también.
—No, que va. Sin embargo no me importaría aprender para poder devolverte algunas palabras.
—Sei fantastico. Voglio davvero baciarti, bellissima.
—Mmmm... ¿Vas a traducirme lo que dijiste o debo adivinar?
Sin poder evitarlo me acerco a ella para susurrarle al oído, justo como el día anterior.
Siento el momento justo en que su respiración cambia, y me embriago con el dulce perfume de su piel y el perfume que se ha puesto para mí.
Rozando mis labios contra su oído le digo exactamente lo que dije.
Su mano se aferra a mi camisa convirtiéndose en puño y me mantiene justo donde estoy, antes de devolverme el favor.
—Voglio davvero baciarti, Scott.
Ostia puta.
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NICK
Ni siquiera espero a que llegue hasta donde estamos.
Aguanté ayer demasiado antes de decirle nada, porque quería que ella lo deseara tanto como yo y cuando finalmente hoy cedí y le mandé el mensaje para poder vernos, no me decepcionó al responder al momento, como si lo hubiese estado esperando.
De reojo puedo ver que mi hermano y la hermana de ella están en su propio mundo y estoy un poco arrepentido de haberle dicho de quedar los cuatro porque todo lo que quiero es estar a solas con ella. Conocerla, que me conozca y ver si realmente subir a ese avión fue una locura o no.
—Ni siquiera nos ven. Siento que estamos de más.
Sonrío porque ella parece leer mi mente.
—Siempre podemos escaparnos y dejarles a solas. Decía de verdad que quiero conocer la ciudad y no se me ocurre nada mejor que tenerte como guía.
Su sonrisa iguala la mía y maldita sea, su nombre puede significar que ama las cosas bellas, pero casi puedo decir que yo la amo a ella. Es impresionante lo mucho que me gusta. Esta conexión que sentí cuando la vi en el aeropuerto no mengua. Todo lo contrario. Cada segundo a su lado siento un lazo invisible envolviéndonos juntos.
—Creo que a ellos tampoco les importará quedarse solos sin embargo deberíamos decirles.
Asiento conforme, y aunque finalmente acordamos ir juntos, mantenemos una distancia para conservar algo de intimidad entre las dos parejas.
—¿Entonces no nacisteis aquí? —pregunto cuando ella me dice que todavía no ha descubierto toda la ciudad.
—No. Nacidas y criadas en Londres. Vinimos aquí hace cinco años por el trabajo de nuestro padre y al final nos quedamos. La vida es muy diferente a lo que conocíamos, pero venir aquí fue increíble.
—Estoy agradecido por ello, la verdad. Nosotros nunca habíamos visitado la ciudad. Nuestra vida se centró la mayor parte en Italia. Viajábamos para ver a la familia, pero poco más.
—¿No os gusta viajar?
—No es eso. Scott y yo tenemos un sueño. A pesar de que tenemos veintiún años, hemos terminado ya la carrera. Volvíamos de visitar a nuestra hermana y sobrinos y el siguiente paso era empezar los trámites para abrir nuestra propia clínica veterinaria.
—Pero estáis aquí sin embargo.
—Así es.
—¿Por qué Nueva York? ¿Por qué ahora?
—¿Te cuento un secreto?
Nos detenemos un momento mientras Scott y Heira siguen adelante envueltos en su propio mundo.
—Sí.
Me acerco a ella tanto como nuestros cuerpos lo permiten. Levanto la mano y acaricio su mejilla sin dejar de mirar su reacción.
Como un imán, nuestros rostros de acercan y aunque breve, dejo que nuestros labios se rocen.
—Por primera vez en mi vida, quiero algo más.
—¿El qué?
—A ti.
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*Señorita.
*Culpable.
*Eres increíble. Realmente quiero besarte, hermosa.
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