Tenía tanta hambre, no había comido desde ayer, y ya era de noche.

Terminé de limpiar los coches y las personas que salían de la fiesta me miraban como un perro sarnoso. Alguno me dio una que otra moneda. Al fin tenía suficiente para comer, una hamburguesa será lo ideal.

Corrí para comprarla y entonces la vi, era la viva imagen de un cachorrito, sus ojos eran más tristes que los míos. Le compré una hamburguesa y le dije: "Sonríe, hoy la vida te regala una hamburguesa". La niña la aceptó y me regaló una sonrisa de regreso. Ella tenía aproximadamente mi edad. Su padre al vernos juntos, corrió y me golpeó ferozmente, me dejó tirado en el piso. Ambos se marcharon en un Mercedes-Benz.

Veinte años después. Una simple hamburguesa cambiaría la vida de una persona para siempre. La joven dirigía una Organización No Gubernamental (ONG) que asistía a los niños de la calle en educación, almuerzos gratuitos y vestido. Para ese tiempo yo ya estaba muerto.

La calle no es un lugar seguro para las buenas personas.