11. QUEJAS EN LA BODA
La primera vez que conocí al padre de mi novio me sirvió conejo a la parrilla.
¿Cómo podría comerlo?
Recuerdo a los conejos que criaba cuando era niña, yo los había alimentado, los había abrazado y mimado incontables veces. Había días en que les contaba mi día en la escuela, mientras los acariciaba junto a sus otros hermanitos. Todos ellos se acostumbraron a mí, y yo a ellos. La vida en la granja era pacífica, hermosa y muy saludable. El paisaje de las montañas y la pequeña quebrada que pasaba cerca a mi casa hacía una escena de cuento de hadas. Lo que más odiaba de esos días, era el tener que ayudar a matar a los animales, yo lo llamaba "el día del lobo feroz".
Mi padre les cortaba el cuello y se retorcían con espasmos terribles, mataba todo tipo de animales, desde pollos hasta vacas.
Era muy pequeña pero lo entendía muy bien, si soy capaz de criar desde pequeño a un animal, jugar con él, ponerle nombre e interactuar de tal forma que incluso estos animalitos respondían a mis órdenes, entonces cómo podría matarlos, sacarle sus entrañas, su piel y comerlos como si fuera lo más normal del mundo. ¿Podrías comerte a tu perro?, no me vengas con que es una mascota porque en china se los comen y en un lugar de Perú, en Chincha, se comen a los gatos como plato de fondo en festivales.
Para mí esos animales eran mis amigos, mis compañeros de juego, los amaba profundamente.
Me volví vegetariana desde muy pequeña. Cuando tu amor florece, tu mundo se hace más grande, más rico, más solidario. Tu familia se hace más grande, incluso los animales se vuelven tus amigos. Cuando sientas lo que trato de decir en palabras entonces automáticamente te volverás vegetariano. No puedes serlo a la fuerza o por obligación. Ponerte la camiseta de un gran equipo no hará que goces de sus anotaciones y sus victorias; el verdadero hincha llorará por los goles, victorias y derrotas. Él tiene algo que yo no tengo, aunque tengamos la misma camiseta por fuera.
Mientras tanto te cuento una historia que leí sobre el último momento en la vida de San Francisco.
Cuando él se estaba muriendo, había muchos discípulos reunidos para escuchar sus últimas palabras. Las últimas palabras de un hombre son siempre las más importantes que se prenuncian, porque contienen la experiencia de toda una vida.
San Francisco no se dirigía hacia sus discípulos sino a su burro, ya que viajaba sobre su burro de un lugar a otro para proclamar sus enseñanzas.
"Hermano ―dijo― tengo una deuda enorme contigo. Me has estado llevando de un sitio a otro sin quejarte nunca, sin refunfuñar. Lo único que quiero, antes de dejar este mundo, es que me perdones; no he sido humano contigo".
A mi suegro le agradecí de todo corazón por sus atenciones, pero me disculpé por no querer probar el conejo a la parrilla, entonces le expliqué con mucho tacto mi pasado con mis animalitos de granja. Él entendió y me sirvió brócoli a la parrilla.
En mi boda, servimos una comida enteramente en frutas y verduras, unas cocidas y otras a la parrilla. Si los invitados se quejaron no me importó en lo absoluto, son invitados, ¿no les cobramos la entrada verdad? Al menos las personas significativas a mi vida amaron la comida.
Por ahora no quiero que dejes de comer carne, sigue comiendo, disfrútalo al máximo. Algún día tu amor se extenderá mas allá de tu familia y amigos, llegando a toda la raza humana, animales e incluso al mundo entero. Mientras tanto sigue amando y trata bien a tus seres queridos.
Tamara D.
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