Capítulo 4
Capítulo IV
Cierto Vizconde y cierta señorita fueron vistos paseando
Por los jardines de Vauxhall, en una actitud muy cariñosa.
¿Será posible que el soltero más codiciado de Londres,
esté pensando en dejar la soltería?
GACETA DE LA SOCIEDAD
_ ¿Por qué lo has hecho?
Andrew todavía la tenía entre sus brazos.
_ Es mi pago para cerrar este trato.
_ Creo que tenías que preguntarme si yo estaba dispuesta a pagar un precio tan alto.
_ Y arriesgarme que te negaras... Y perdernos toda esta diversión.
_Ya me puedes soltar _ él abrió los brazos y ella se separó en una corta distancia.
_ Ahora sí mi trabajo está realizado _afirmó él _Estás completamente lista para tu mundo de fantasía.
_ Eres un aprovechado, lo del beso no era necesario.
_ ¿Eso crees?
_ Si, además no fue nada del otro mundo. << Mentirosa, mentirosa dile que nos encantó>> gritaba su voz interior.
Un brillo malicioso apareció en los ojos de él.
La tomó nuevamente por la cintura y la atrajo hacia sí, dejando sus pechos firmemente apoyados en su pecho y, sonriendo, bajó la cabeza para besarla. Era un hombre excitante. Danielle Lo miró a los ojos y sintió derrumbarse junto con todos los tontos argumentos que tenía. Él seguía con los labios entreabiertos en una sonrisa cuando la besó. Le introdujo la lengua y le acarició la de ella con la segura habilidad de un amante experimentado, calentándole la sangre y encendiéndole un fuego abrasador. Se entregó al beso y se apretó a su cuerpo, confiando en que sus fuertes manos alrededor de la cintura la sostendrían, el delicioso deseo se iba acumulando en su interior era la sensación más excitante que cualquier cosa que hubiera conocido.
Él la besaba como si fuera la mujer más deseable del mundo.
_Vas a seguir mintiendo mi deliciosa y dulce gatita _le dijo con una voz ronca contra su cuello. Le mordisqueó el lóbulo de la oreja, y ella dejó escapar un gemido.
_ No _ logró susurrar.
Volvió a besarla, más profundo, envolviéndola, encerrándola con todo su cuerpo, y produciéndole una deliciosa y vibrante excitación hasta el fondo de su ser. Ella se deleitó en el sabor de su boca ardiente y húmeda.
Andrew alzó la boca y posó besos a lo largo de su mandíbula...
_ Es mejor que entres ya encanto. Eres muy tentadora y yo no soy de hierro, le dio un último beso.
Ella asintió bajando los ojos, se giró y caminó hacia la puerta, con manos temblorosas y el pulso acelerado, sacó la llave de su bolso y entró a la casa sin mirar atrás, aunque sentía la penetrante mirada de Andrew en su espalda, una vez adentro, todavía sentía que le faltaba el aire.
Cuando tuvo nuevamente el control de su cuerpo subió a su recámara, su doncella la estaba esperando, se había quedado dormida en su cama y estaba tan cómoda que roncaba.
_ Rita levántate, ya llegué _la llamó Danielle suavemente, moviéndole la pierna.
_ Niña _Rita se estrujó los ojos y se levantó rápidamente _ Estaba tan preocupada, ¿cómo te fue, pudiste encontrarlo?
_Si lo encontré, estuve con él hasta hace un rato.
_ ¿Y qué pasó?
_ ¡Me beso! _ le dijo Danielle emocionada.
_Niña _gritó la doncella.
Danielle le hizo señas que se callara.
_ Chss, mi mamá se puede despertar _ le dijo en un susurro.
_ ¿Y cómo fue el beso?
_ Fue horrible Rita ¿Cómo querías que fuera?
La perspicaz doncella se le quedó mirando.
_ ¿Si fue horrible por qué tienes los cabellos sueltos y alborotados, y los labios hinchados, como si te hubieran besado toda la noche?
_De acuerdo no fue tan horrible... fue un poco agradable.
_ ¿Agradable? _la doncella resopló de manera poco femenina _ Tú no sabes mentir.
_Está bien _dijo sonriendo _fue mágico, explosivo, me derretí en sus brazos... ¿Estás Contenta?
_Mucho mejor, ¿Y ahora que va a pasar entre ustedes?
_Nada, yo seguiré con mi vida y él con la suya. Andrew solo me besó para molestarme, eso es todo.
_ No puedes permitir que ese Lord sinvergüenza te vuelva a besar. Niña piensa en tu reputación.
_Ya lo sé, fue solo un beso y eso no va a cambiar nada de lo que hay entre nosotros, él sigue siendo un calavera, perverso e incorregible... Y yo no me enamoraría de un hombre como él.
_ Tu madre decía lo mismo de tu difunto padre y ya viste como todo terminó.
_ Mi padre era un ángel, era más que obvio que ella se enamorara de él, pero Andrew es un demonio.
_ Las mujeres siente cierto placer por los libertinos, sino mira la reputación que tiene.
_ Ya te dije que él no me interesa, y ahora ayúdame a quitarme este vestido, debo devolverlo sin que mi madre se dé cuenta que lo usé... por cierto para la próxima vez, investiga mejor, el sitio donde fui esta noche no era un club, era una casa de mala reputación, si no es por Andrew quien sabe lo que hubiese pasado.
_ ¡Santo cielo! Estuviste sola ahí, no lo puedo creer, ¿Y quiénes estaban allí?
_Mujeres de todo tipo, hasta de la alta sociedad, ligeras de ropa y coqueteando con los hombres, pero lo más intenso estaba en el piso de arriba, yo solo llegué hasta la sala de juego... a Dios gracia.
_ ¿Hablaste con alguien, te reconocieron? _ Le preguntó Rita con pánico _ ¿Y si mañana amaneces en primera página de la Gaceta de la sociedad?
_ Llevaba un antifaz, la mayoría lo usaban y solo los cara dura como Andrew no lo tenían.
_ Que susto debes haberte llevado.
_Muchísimo, pero ya eso pasó, ahora ve a descansar que mañana tenemos mucho que hacer.
_Está bien niña ya me voy, y recuerda que tú no sabes mentir, yo sé que ese libertino te interesa más de lo que dices.
_ Rita _ella puso los ojos en blanco _vete ya.
La doncella salió de la habitación riéndose.
Danielle se acostó en su cama cogió su diario y comenzó a desbordar sus sentimientos en aquel cuaderno.
Me beso, todavía estoy que no me lo creo, nunca pensé que besar iba a hacer algo tan mágico. Fue uno de esos momentos que te cambian la vida. Su boca era tan deliciosa, y sus labios un dulce veneno, todavía siento su sabor, siento sus suaves caricias sobre mí, su contacto estremeció todas las partes de mi cuerpo, me sentí, divina, poderosa, me sentí deseada. Cuando estuve en sus brazos no pensé, se nubló mi mente. Él me dice que yo soy una bruja pero es él quien me tiene hechizada. Hoy cedí a la tentación, me comí el chocolate, no pude resistirme a tan delicioso manjar, pero no puedo volver a caer, Andrew es nocivo para mi salud, mi cuerpo y mi mente. Esta noche pude disfrutar de lo prohibido, pero mañana volveré a mi vida normal, donde él no estará, y es lo mejor para mí, porque puedo correr el riesgo de enamorarme de Andrew, eso sólo me traería muchos problemas, lo correcto es olvidarme de todo lo que ha pasado. A partir de ahora se acabaron las travesuras.
Danielle cerró su diario y lo colocó encima de la mesita de noche y apagó las velas y se obligó a dormir.
La luz del sol se derramaba en la habitación de Andrew, se despertó y se encontró completamente vestido, la noche anterior se había quedado dormido pensando en Danielle. No lograba quitarse de la cabeza el sensacional encuentro de esa noche pasada. Esa mujer era puro fuego, todo en ella era exquisito, hasta su atractiva manera de ronronear y estremecerse mientras él le hablaba en susurros junto a su suave y delicada oreja.
Esa noche había vuelto temprano a su casa, decidió no regresar al club, después de haber estado con ella, perdió todo interés en otra cosa. Toda la noche, en la cama, había seguido sintiendo su perfume y recordando el brillo de sus misteriosos ojos verdes. Era ella hermosa, hechicera, tentadora. Había soñado incluso con ella en su baño. Ella le había dicho que se bañaba en agua de jazmín y él se lo había imaginado. Mentalmente, había visto su cabello de color semejante a la miel, suelto. Unos hombros suaves y la apetecible rotundidad de un pecho tentadoramente oculto por la curvatura del brazo...
Andrew movió la cabeza. ¿Qué diablos le sucedía? Ella era una virgen. Una joven dama correcta, intocable, inalcanzable. Algo que no podía negar era que le encantaba profundamente su entusiasmo por la vida, su espontaneidad, su simpatía y buen humor. Ella merecía algo mejor que un bastardo sin corazón como él. Haría lo más sensato que nunca ha hecho en su vida y era dejarla en paz. <<No más besos con la bella arpía>>
Esa mañana se fue a su práctica de esgrima había pocas actividades que Andrew disfrutara tanto como el esgrima, le gustaba la elegancia y la precisión de esta disciplina, tanto física como mentalmente. Cogió un largo y estilizado florete, su atacante era su buen amigo Lord Gerhard Cockburn, era un calavera irresponsable y como él, fugitivos del matrimonio; era su compañero de juerga después que Gabriel su amigo fue reformado, casándose.
Durante gran parte de su infancia y durante toda su existencia adulta, los tres amigos habían sido inseparables; juntos habían asistido a Cambridge, juntos habían esquivado todos los años, las innumerables trampas que le ponían para atraparlos y casarse con ellos, las debutantes y las madres casamenteras; por eso eran las grandes reservas que tenían hacia el matrimonio. A pesar que Gabriel era el que más fuerte se veía, cayó en las redes de amor, pero él y Cockburn eran un hueso más duro de roer.
Andrew se colocó en guardia frente a su contrincante.
_¿Así que me extrañaron anoche? _preguntó él, con perverso brillo en los ojos mientras arremetía con su florete.
_Hombre que mala jugada me hiciste, me tocó consolar a la vizcondesa de Savage, estaba furiosa porque te habías ido con otra.
_ Me surgió un imprevisto.
_ Ese imprevisto era muy provocativo dicen los que te vieron salir con la dama.
_ ¿Alguien la reconoció?
_No, y eso es la comidilla, todos quieren saber quién era esa mujer... En White's hay apuestas sobre la identidad de la dama misteriosa.
_ No creo que la descubran... Cuéntame amigo mío ¿Qué hiciste subsanar mi ausencia?
_ Me tocó tomar tu lugar con la vizcondesa, esa mujer es insaciable.
_ Espero que hayas dado la talla, aunque no es fácil ser mi reemplazo.
_ Hermano puedes estar tranquilo que se cumplieron los objetivos.
_Así me gusta, mi reputación no puede decaer.
_ Esta noche tengo invitación al teatro, cierta francesita no deja de preguntar por ti.
_ Christine... me vendría muy bien para esta noche.
_Excelente, vamos a estar relajados, hoy comienza la temporada, así que los dandis estarán bien ocupados con sus tontas debutantes y no tendremos competencia alguna.
_ Entonces que no se diga más amigo mío, está noche vamos por las francesas.
Culminaron con la práctica y se estaba terminando de quitar sus ropas blancas de esgrima, cuando un lacayo le entregó una nota enviada por su mayordomo.
Lady Theresa ha llegado y no se encuentra bien.
Andrew se vistió rápidamente y llegó a su casa en menos de diez minutos.
Su mayordomo le abrió la puerta.
_ ¿Dónde está?
_En su habitación.
Subió las escaleras de dos en dos, tocó la puerta, no obtuvo respuesta alguna, cauteloso, Andrew entreabrió la puerta y metió la cabeza dentro de la recamara.
_ ¿Theresa estás ahí?
_ Aquí estoy _dijo una débil voz.
La habitación estaba muy oscura. Él fue hacia la ventana y corrió la cortina para que los rayos del sol entraran, se giró y vio a la mujer sentada al borde de la cama.
_ ¿Por Dios pero que te ha pasado? _ preguntó con asombro, la mujer tenía hematomas por los brazos, los ojos estaban hinchados y el labio superior partido.
Ella no le respondió.
_ ¿No me digas que eso fue obra del cabrón de Lexinton?
Ella asintió.
_ Está vez si lo voy a matar, ¿cómo pudo hacerte algo así?
_Yo tuve la culpa, le reclamé por lo tarde que había llegado a la casa, estaba ebrio con la ropa llena a perfume de mujer, él se enojó y me golpeó.
_Nada justifica que te golpeé, absolutamente nada y no quiero volver a escucharte decir algo así, ese malnacido va a aprender a respetar a las mujeres... voy a mandar a llamar al médico para que te examinen a ti y al bebe.
_No es necesario, he perdido a mi hijo _ella comenzó a llorar, las lágrimas resbalaron por su cara.
Él se acercó y la acunó entre sus brazos dándole el consuelo que necesitaba.
_ ¿El bebé lo perdiste por la golpiza que él te dio?
Ella vaciló por unos momentos pero luego asintió.
_ Por eso lo dejé, no quiero seguir repitiendo la historia, ayúdame Andrew. _Le dijo la mujer suplicando.
_ No tengas miedo, él no volverá hacerte daño_ respiró profundamente. _Quiero que descanses, aquí no te va a pasar nada, yo voy a estar a tu lado para cuidarte siempre.
Él estuvo con ella hasta que se quedó dormida. Luego salió de la habitación y buscó a su mayordomo.
_ Henry manda a llamar al doctor Silverman, quiero que no te apartes del lado de Theresa, hasta que yo regrese.
_ ¿Para dónde va usted Milord?
_ Voy hacerle una visita al Barón de Lexinton.
_ ¿Si el Señor lo desea puedo acompañarlo y ayudarlo en lo que necesite?
_ Agradezco tu ofrecimiento, pero te necesito más, quedándote aquí.
_ Como usted ordene Milord.
_Cuídala bien.
_La cuidaré mejor de lo que lo cuido a usted.
_ Con eso me basta Henry, Gracias.
Andrew salió rumbo Hampshire en su caballo, su estado de ánimo era sombrío, no podía expresar el dolor que sentía al ver a su hermana en ese estado, aunque ella estuviera casada, él se sentía responsable, Lady Theresa Baronesa de Lexinton había tenido que vivir cosas terribles. Lord Eduard Clayton Vizconde de Weymouth, su padre, volvió a casarse después que la madre de Andrew muriera en el parto. El viejo era un hombre despiadado frío y sin corazón, la vida era para él una amarga decepción. Nada le resultaba placentero, por lo que solía desquitarse con su familia. Él deseaba tener otro hijo varón, con su nueva y joven esposa; el de repuesto, por si algo le pasaba a su heredero, para la desgracia de la mujer, solo pudo tener un solo hijo y fue niña, por lo que se ganó el despreció y el maltrato de su marido, tanto fue el sufrimiento de la nueva vizcondesa que la llevó a la muerte. Todo ese drama lo vivió su hermana, Andrew fue ajeno a todo esto, ya que él vivía en Londres a cargo de Henry y la institutriz, nunca se enteró de nada, hasta que su padre murió, y ya era demasiado tarde. Antes de morir el Vizconde terminó de desgraciarle la vida a la chica casándola con un hombre que le triplicaba la edad, y que tenía el hábito de golpear a las mujeres. La historia que tanto Theresa repudiaba la terminó viviendo, eso era una paradoja de la vida.
Ella se volvió una mujer temerosa, y debido a la lejanía entre ellos, no le tenía la suficiente confianza para contarle lo que le estaba ocurriendo, él se enteró cuando un día, fue a visitarla sin avisar y la vio toda llena de moretones y la mejilla hinchada. Ella le dio la tonta excusa que se había caído del caballo, pero él supo que eso no era del todo cierto. Se hizo muy amigo de una de las criadas que a cambio de unos cuantos besos, le contó toda la verdad. Andrew hizo hasta lo imposible para sacarla de aquella casa, pero Theresa tenía mucho miedo y se negó a abandonar a su marido, asegurándole que eso había ocurrido una sola vez pero que su esposo estaba arrepentido y que nunca más lo volvería hacer. En aquella oportunidad no pudo hacerle nada al cobarde porque se había ido de viaje a Italia. Pero esta vez no se iba a escapar sin recibir su merecido.
_ ¿Dónde está Lexinton? _le preguntó Andrew al mayordomo de la mansión del barón. _En estos momentos está indispuesto y no lo puede atender Milord.
Andrew agarró al mayordomo por las solapas y lo pegó contra la pared en un arranque de furia.
_ Me importa una mierda si está indispuesto, ¿dime dónde está? _le gritó _ no voy a volver a repetírtelo maldita sea.
_Está en su habitación _contestó el hombre asustado.
El vizconde soltó al mayordomo y se fue a la habitación del barón, abrió la puerta de una patada y encontró al hombre desnudo con dos cortesanas en la cama.
_ ¿Qué haces aquí? _dijo el Barón pálido al verlo.
_ Así que estás divirtiéndote después que casi matas a Theresa.
_Weymouth tranquilízate yo puedo explicarte _dijo levantándose de la cama y colocándose un calzoncillo _ ustedes largo de aquí _le gritó el Barón a las dos mujeres que lo acompañaban.
_Ya ella me lo contó todo y como te parece que solo le creo a Theresa... Hijo de puta.
Sin mediar más palabras Andrew arremetió contra el hombre.
Le dio un puñetazo directo al rostro que lo hizo retroceder, siguió golpeando con ferocidad, le propinó varios golpes que le alcanzaron de lleno en las costillas, el Barón intentó contraatacar pero Andrew logró esquivarlo a la perfección, él se movía mucho más rápido que el viejo, le dio tres golpes en el abdomen seguido de un fulminante derechazo que lo alcanzó en pleno ojo.
Lexinton retrocedió tambaleándose, claramente aturdido por la potencia y la rapidez de los golpes, lo hizo caer de rodillas.
_No me golpees más, no lo volveré hacer te lo juro, no sé qué me pasó.
Andrew iba arremeter de nuevo, pero el hombre comenzó a llorar y le suplicaba que no le pegara más.
_ Por favor no me mates.
_ ¡Eres un cobarde!... Si vuelves a acercarte a mi hermana eres hombre muerto.
_Te lo juro por este puñado de cruces que jamás la volveré a buscar _le dijo el hombre arrodillado y llorando.
Andrew salió de la habitación y todos los empleados estaba afuera de la recamara pendiente de lo que sucedía.
_Entren no se queden ahí parados perdiéndose la diversión, pasen para que vean al marica que tienen como Señor.
Después que Andrew se marchó, el mayordomo fue en ayuda de Lexinton, que tenía toda la cara ensangrentada y estaba en el piso, todavía con el dolor de los múltiples golpes, con esfuerzo lo ayudó a sentarse en la cama.
_ ¿Ya se fue? _pregunto el Barón.
_Si mi Señor.
_Esta humillación que me ha hecho pasar Weymouth y la perra de Theresa, les va a costar muy caro _dijo Lexinton con odio.
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