Capítulo 3
Capítulo III
Una dama jamás da demostraciones de afecto en
público y menos con un libertino.
Consejos para una Dama.
Lady Escrúpulos (Gaceta de Sociedad)
_ ¿A dónde me llevas?
_ Confía en mí.
_ No sé si deba hacerlo.
_ No tienes otra opción
Llegaron al carruaje de Andrew, una vez adentro Danielle se quitó la máscara.
_ ¿Por qué tú no llevas antifaz?
_No tengo nada que ocultar, mis pecados están a la vista de todos.
_Tu compañera de juego se va a quedar muy decepcionada cuando se entere que te has ido.
_Ya encontrará a otro con quién jugar.
_ ¿Ella es una cortesana?
_No, es una dama de la nobleza.
_No puedo creer que esas cosas ocurran dentro la nobleza _ su tono era de asombro.
_Encanto, hay cosas peores que suceden tras bastidores, pero eso es algo que no pienso decirte.
Ella parpadeó y entrecerró los ojos.
_Has picado mi curiosidad.
Andrew meneó la cabeza, la mirada de él era firme y seria.
_ Escúchame bien bruja entrometida, lo que has hecho esta noche es una completa insensatez, no me explico cómo lograste entrar sin invitación, me aseguraré que para una próxima oportunidad, no vuelvas hacerlo.
_ ¿Siempre eres tan autoritario?... Desconocía ese lado tuyo.
_ Yo desconocía que fueras tan imprudente.
El carruaje se detuvo frente al hermoso Jardín Vauxhall.
Danielle había visitado Vauxhall en el pasado, el espléndido lugar era famoso por sus fragantes jardines; además se podía disfrutar de acróbatas, equilibristas, ascensos en globo, fuegos artificiales, largos paseos entre las arboladas... Incluso del famoso "Paseo oscuro" que, ubicado al final del jardín, se utilizaba para protagonizar pequeñas y clandestinas escapadas románticas. En los estrechos caminos que conducían a lugares cada vez menos iluminados, donde podían estar ocurriendo todo tipo de escenas escandalosas...
Jardines Vauxhall no eran un lugar al que pudiera ir una dama sin la compañía de un varón responsable. Danielle vio a una jovencita perseguida por un hombre claramente ebrio. Los gritos de ella, sin embargo, eran tan juguetones, y se reía con tal alegría, que resultaba evidente su deseo de ser alcanzada. A la sombra de un árbol, Danielle vio a otra pareja unida en un ferviente abrazo.
Ella se llenó de valor pensando, que no estaban ahí con fines románticos, mientras caminaba por la gravilla del jardín intentaba espantar las extrañas sensaciones que el vizconde últimamente le hacía sentir.
Estar al aire libre le daba más tranquilidad que estar sentada enfrente de él en el interior del carruaje. Sentados sobre los elegantes cojines de terciopelo, en su elegante coche negro, él había estado lo suficientemente cerca de ella para poder tocarlo con solo alargar la mano. Lo suficientemente cerca para absorber su tentador perfume, que la llenaba de deseos de acercarse a él y sencillamente hundir la cabeza bajo su barbilla y oler. Tan cerca que sus rodillas se rozaban cada vez que el carruaje pasaba por encima de un bache del camino. Y todo el tiempo su corazón había estado saliéndosele del pecho, latiendo desenfrenadamente y provocándole cálidas sensaciones.
Desde que se montó en el carruaje no había dejado de hacer sus ejercicios mentales, que nunca le fallaban.
<< Este hombre terriblemente sexy y encantador es Andrew, el último hombre en quien pondría mis ojos>>, no funcionó igual seguía sintiendo el pulso acelerado cada vez que lo veía sonreír, ejercicio dos << Andrew es como el más rico de los postre que no puedo comer porque engordo>> este último por ahora le estaba dando resultados.
Encontraron un lugar ligeramente iluminado, Andrew se sentó en el césped cruzó las largas piernas. Danielle tomó asiento enfrente de él, lugar que el vizconde le indicó y se acomodó las faldas alrededor.
_ ¿Por dónde quedamos la última vez? _Preguntó Andrew en tono resignado.
_ Creo que me dijiste que debía dejar el miedo y disfrutar plenamente del momento.
_ Veo que no has olvidado nada.
_ Soy una excelente alumna.
_Ya me doy cuenta.
_ ¿Continuamos?
_ Si, algo que debes saber, es que nosotros los hombres, casados, solteros, mujeriegos, siempre funcionamos del mismo modo, eso está en nuestra naturaleza, si pones en práctica todo lo que te digo, al fin podrás casarte y ya no me estarás incordiando, Capisce.
Danielle observó, sumida en una especie de trance, cómo la hermosa boca de Andrew formaba cada palabra y sintió cómo sus dedos hormigueaban con la abrumadora necesidad de tocarle los labios. Volvió a hacer sus ejercicios mentales y se concentró en lo que él le decía.
_Capisce _Respondió ella sonriendo.
_Para capturar la atención de un caballero, nada mejor que los halagos.
_ ¿Qué tipos de halagos?
_Felicítalo por su inteligencia, su sentido del humor, o cualquier cosa que llame tu atención.
Danielle respiró profundo.
_Voy a intentar a ver cómo me sale... Me dices que tal lo hago.
Andrew Asintió.
_Usted caballero me parece que es el más perfecto disoluto, promiscuo y pervertido de Londres _ le dijo con mirada inocente _ ¿Qué tal me salió el halago?
Él se rió a carcajadas.
A ella, el corazón le dio un vuelco al ver esa boca bellamente modelada curvándose en otra seductora sonrisa.
_Eres buena pequeña arpía, has capturado mi atención en un instante.
_Te ves muy guapo cuando sonríes.
_ ¿Lo has dicho en serio?
_ Eso nunca lo sabrás _ella le guiño el ojo.
Él le dio una mirada que ella no supo descifrar pero que le provocó una oleada de calor.
Danielle Inspiró hondo <<Es Andrew, fruto prohibido, pecado. Ejercicio número tres>> susurró su voz interior, intentó conservar la calma, y sonrió.
_ ¿Seguimos?_Logró decir sin que se notara su sofoco.
_Hay posturas, gestos que le indican al caballero, que estás interesada. El contacto nos encanta, así que discretamente lo tocas o lo rozas, ese pequeño gesto hará que desee tener más contacto contigo, es una manera de seducción muy sutil, sin que se note que estás desesperada.
_Yo no estoy desesperada.
_Entrar en un club de muy mala reputación, sin compañía, y arruinar mi noche, diría yo que es andar muy desesperada.
_A veces eres tan insoportable.
_ Quizás porque te digo la verdad.
_ Milord podemos seguir con lo que nos interesa y no se desvié del tema, gracias.
_ Como usted ordene Milady... El humor... va a hacer tu mejor aliado, ríe de todo lo que el caballero te diga.
_ Y si no me parece divertido lo que dice.
_No importa, la risa constituye un triunfo para el hombre, eso indica que te sientes bien con él y que podrán pasar ratos divertidos y que no eres para nada aburrida.
_ Es por eso que las mayorías de las chicas debutantes se ríen como tontas a cada momento en los bailes.
_ Tal vez sea por eso.
_ Me parece algo ridículo, he luchado siempre para no parecerme a ellas.
_Es por eso que ellas se han casado y tú no.
_ Te gusta meter el dedo en la llaga.
_No puedo mentirte, soy algo retorcido.
_Algo no, mucho diría yo.
_Que bien me conoces.
_Lo dudo y no te desvíes del tema. ¿Qué otra cosa le gustan a ustedes los caballeros?
_Los hombres encontramos fascinante el misterio en una mujer, ya que eso abre paso a la imaginación que es el arma más poderosa en el juego de seducción, la curiosidad despierta el interés de cualquier hombre.
_ ¿Cómo puedo ser una mujer misteriosa?
_No reveles muchas cosas de ti, deja que el caballero las descubra, no hables demasiado, nada de chácharas y mucho menos sacar esa lengua afilada y perversa que tienes.
_Esa lengua solo la uso contigo.
Andrew guardó silencio por unos segundos.
_ Que honor me haces encanto.
Danielle se rió.
_ ¿Debo saber algo más o eso es todo?
_ ¿De quién ese vestido que llevas puesto?
_ Es mío.
Andrew meneó la cabeza.
_Mentirosa.
_Es de mi madre.
_ Me gusta, te favorece y resalta partes de tu cuerpo, que los otros vestidos de institutriz, no se logran visualizar.
_Para que te enteres mis vestidos me lo hace la mejor modista de Londres y no son de institutriz.
_A los hombres no nos interesan de quien son los vestidos. ¿Qué te dije de la imaginación?
_Que es el arma más poderosa de la seducción.
_Muy bien, con los vestidos que acostumbras usar costosísimos de la mejor modista de Londres, haces que muera la imaginación de cualquier caballero, al verte uno piensa que eres inaccesible o aburrida, mientras que con ese que llevas puesto, estás diciendo, soy un mundo de aventuras y enigmas. ¿Qué hombre con sangre en las venas podrá resistirse?
_ ¿Todo eso lo dice un vestido?
_Dice eso y mucho más.
_ ¿Y cómo haré para mañana? No hay tiempo para hacerme otro vestido.
_ Tu maravillosa modista, te ayudará, solo tienes que indicarle que es lo que deseas y por Dios Santo ya no eres una niña tienes veintiséis años es hora de ser más arriesgada.
_Tienes razón, Angelique podrá hacer algo por mí, estoy segura.
_ ¿Algo más que deba saber?
_ Nada más, si sigues con mis indicaciones mañana serás la sensación del baile y me atrevo a decir que de toda la temporada.
_ ¿Tan seguro estás de tus técnicas?
_ Son infalibles.
Andrew se quitó la chaqueta, la dobló, aunque no con demasiada pulcritud, y a continuación se tumbó boca arriba, utilizando el amasijo de ropa como improvisada almohada, Danielle fijó en él, la mirada y sus pupilas recorrieron el cuerpo de Andrew comiéndoselo con los ojos y sometiéndolo a una exhaustiva inspección.
_ ¿Te gusta lo que vez, encanto?
_Para nada me parece de lo más corriente _Danielle dio gracias al Cielo que era de noche si no su rubor la hubiese delatado.
Él la invitó a acostarse a su lado, ella no se negó, se quedaron un rato en silencio viendo la majestuosa noche que tenían frente a sus ojos, las estrellas parecían luceros que encendían el cielo nocturno, para Danielle era una noche perfecta.
_Cuando dejas al asno arrogante en casa, se puede llegar a disfrutar de tu compañía.
_ Yo disfruto de tu compañía, con o sin lengua venenosa y ni hablar de tus sarcasmos gatita, me encanta.
_ El gatita... está demás.
_ A mí me parece perfecto.
Ella resopló indignada.
_ ¿Por qué es tan importante para ti casarte, te lo inculcaron o es un deseo verdadero?
_ Es un deseo verdadero.
_Déjame adivinar sueñas con tu casita feliz con maravillosos jardines, niños, un perro y un esposito fiel, el perfecto cuento de hadas.
_Saliendo de tu boca, haces que parezca patético.
_ Tal vez sea patético.
_ No lo es, el amor para mí no es patético.
_El amor es solo una ilusión.
_ ¿Nunca has amado a alguien de verdad?
_ Dios no lo permita, es un sacrilegio para mi vida libertina.
_ ¿Todo es un juego para ti?
_Algunas veces... pero contestaré a tu pregunta sinceramente, soy un hombre incapaz de amar, no puedo dar lo que nunca he recibido, mi madre murió cuando yo nací y para mi padre solo era el varón para continuar su título, si yo no me sometía a sus reglas las pagaba bien caro, de él solo recibí golpes, golpe y más golpes, jamás tuve palabras de cariños, ni besos, ni abrazos, como ves Milady no tengo muchas razones para creer en el "AMOR". Ahora me fijo mis propias normas. No me paso la vida haciendo lo que se espera de mí sino lo que me gustan.
Los ojos de Danielle se llenaron de lágrimas, que logró contener. Se imaginó a Andrew siendo un niño, tratando buscar afecto en su padre para solo recibir malos tratos, le rompió el corazón, quería consolarlo pero no sabía cómo.
_Andrew...
_No digas nada por favor, eso ya pertenece a mi pasado y ya es un tema superado para mí.
El silbido de un cohete marcó el comienzo de los fuegos artificiales. Se quedaron mirando el juego de colores, luces y sonido en el cielo. Él le sonrió y ella le devolvió el gesto.
Al cabo de unos minutos todo terminó.
_ Creo que es mejor que nos vayamos, ya es demasiado tarde para ti.
Ella decidió no protestar y hacer lo que él le decía.
Caminaron en silencio hasta el carruaje, no hablaron en todo el camino.
Cuando llegaron a su casa, Andrew se bajó del coche y ayudó a Danielle a hacer lo mismo.
_Gracias por todo... por tus consejos, el paseo, los fuegos artificiales, estoy muy agradecida _le dijo ella.
_Fue un placer _ Su tono de voz era bajo y devastadoramente sensual.
Ella caminó hacia la puerta y se disponía a sacar la llave de su bolso cuando sintió el poderoso brazo de él tomándola por la cintura y dándole la vuelta para quedar frente a él.
Él le acarició la mejilla con la yema del pulgar.
_Es hora de cobrarme el favor gatita. _Su boca revoloteó sobre la de ella, una, dos veces, en un atisbo de caricia que no hizo más que incitarla. Sin embargo, en vez de satisfacerla, Andrew se abrió paso a besos suavemente sobre su mentón, rozándola apenas. Su lengua jugueteó con el lóbulo de la oreja, provocando un inmediato jadeo, y sus cálidos labios se arrimaron entonces a la piel sensible de detrás de la oreja.
_Jazmín _Suspiró, al tiempo que esa sencilla palabra provocaba una descarga de escalofríos que recorrió la espalda de Danielle _ ¿Cómo es que siempre hueles tan maravillosamente a Jazmín?
_Mi baño. Lo aromatizo con agua de Jazmín _le dijo en un hilo de voz.
Abrió con esfuerzo los ojos y se quedó inmóvil al ver el fuego que ardía en los ojos de él.
_Entonces hueles a Jazmín... por todo el cuerpo.
No era una pregunta, sino una afirmación formulada desde una voz ronca y seductora.
Él bajó la cabeza para reclamar sus labios en un beso tierno y suave, ella era dulce, seductora y exquisita. El deseo bombeó por sus venas, atrapando sus sentidos. Un profundo y femenino gemido salió de la boca de ella, mientras él le rozaba el cuello con los dedos para absorber la vibración y deslizaba la otra mano por su espalda, apretándola más contra él, aplastándola contra su cuerpo.
Él movió la lengua por la abertura de su boca y, cuando esta se abrió, la introdujo para saborear la dulzura que había más allá de los labios. Abrumada por el contacto íntimo y la increíble sensación de la caricia en el interior de la boca, Danielle tembló con pasión y se rindió a ese beso consumidor. Le dolieron los pezones, necesitaba algo... que los presionara. Se arqueó contra él, y pecadoramente los apretó contra el pecho fuerte y sólido de Andrew. Nunca había sido besada. Ni un insignificante beso en toda su vida, pero la espera valió la pena, su primer beso era escandaloso, erótico. La lengua de él le llenaba la boca, tocando la suya y la inducía en un juego sensual.
Danielle deslizó los brazos alrededor del cuello y se atrevió a acariciar sus oscuros cabellos.
Él gimió. Roncamente.
Ella lo hizo gemir. Una sensación emocionante de poder la inundó. Se sintió salvaje, irreflexiva, loca.
Por un instante él dejó de besarla.
Ella escrutó su hermosa cara, la cara que provocaba su caída, fascinada. Esos ojos azules la escrutaban con descarada sensualidad. Azul, el color del cielo de medianoche, el color del pecado.
_Cierra los ojos _musitó él, travieso, frotándole el mojado labio inferior con el índice.
Ella los cerró, y él volvió a besarla en la boca, absorbiendo ávidamente su suspiro de excitación.
Andrew bajó las manos por las incitantes curvas de su cuerpo, siguiendo los contornos de sus costillas, presionando, palpando, esculpiendo ese cuerpo maduro que lo tentaba sin piedad. Él jamás pensó que un beso furtivo se convertiría en una crisis de autodominio. Esto era una novedad para él.
Tenía que detenerse. Ahora. Cuando aún quedaba una remota posibilidad de hacerlo. Su mente no paraba de decirle, <<virgen, virgen, virgen>>. Con un esfuerzo que a Andrew le costó la vida, se separó lentamente y la miró.
Ella tenía los ojos cerrados, y una respiración rápida y jadeante salía por sus entreabiertos labios. Su cabello caía en cascadas sobre sus hombros. El deseo lo embriagaba, pero apretó las mandíbulas para forzarse a sí mismo a no dejarse arrastrar por el desesperado de besarla de nuevo.
Ella abrió los ojos y sus miradas se cruzaron...
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