Capítulo 9: Boda
Espero que les guste el cap :3
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PALOMA
Cierro la puerta del departamento lentamente, con las manos y el cuerpo temblándome como gelatina, y me quedo recargada ahí por un largo rato. Mi corazón está descontroladamente acelerado y, todo el miedo posible, lo acompaña. Me río, tocando mi pecho.
—¿Qué mierdas pasó ahí? —Ni yo misma sé qué responder, mucho menos qué fue lo que me motivó a permitir que Lorenzo me besara, y tampoco el porqué correspondí tan urgente.
Me toco la boca. La sensación aun la siento ahí.
El ruido alerta a mamá quien me dedica una sonrisa antes de acercarse con mi hijo en brazos. Mariano está tan despierto que cuando me mira, me sonríe, alegre de que ya he vuelto.
—¿Qué traes? Parece que viste un fantasma. —Andrea sale de su habitación.
—No es eso... ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en tu trabajo?
—Se venció mi contrato y ya no quise renovar, necesito un descanso. —Se encoje de hombros—. Pero ya conseguiré otro, no te preocupes, ¿qué tal tu tarde?
Siento que me tiembla la boca de las ganas de decírselo, me causa muchísima gracia, me quiero reír, también quiero gritar de la emoción aunque aun no entiendo bien por qué pero, lo más importante, es que quiero sentarme para ver si eso calma los poderosos latidos de mi corazón.
—Bien. —Suelto el aire acumulado en mi pecho—. Compré el regalo de los novios, escaneé regalos de boda como si fuera la novia porque me confundí al entender lo que la dependienta decía. Ah, y Lorenzo me besó, fue un pico, pero después nos comimos la boca como desesperados, al final, entré en pánico, fingí demencia y le dije que me disculpara por haber sido yo la que lo besara. Normal.
Omito lo de papá para no preocupar ni alterar a mamá. Aunque mi confesión la hace festejar y emocionarse agrado de chocar los cinco con Andrea, esta me dedica una gran sonrisa, pero a la vez está confundida. Ayer hablamos de mi cercanía a Lorenzo y me preguntó si me gustaba, pero por supuesto que le dije que no, solo le dije que simplemente me hacía feliz su compañía y su amistad. Después de tantos años de considerar que no existiría un hombre en quien yo pudiera confiar de nuevo, Lorenzo ha cambiado esa percepción de mí y me ha demostrado que somos muy buenos amigos y que él es capaz de darme la seguridad que justo me prometió esta tarde. No obstante, creo que ya no tengo la misma respuesta, y también tengo mucho miedo ahora.
No puede simplemente gustarme Lorenzo Castro de la noche a la mañana, ¿no?
—Santo Dios, ¿qué dices? ¿Cómo es eso de que se comieron la boca? ¿Y por qué le dijiste que fuiste tú?
Me acerco al sofá y me siento. Finalmente se me sale la risa bien rara, como si estuviera muy emocionada, justo como adolescente después de su primer beso.
—Es que fue un momento tan inesperado que no supe cómo actuar, no quise hacer las cosas raras aunque creo que logré justo eso, Lorenzo se despidió de mí con un "nos vemos mañana, Piraña" que me da miedo analizar que lo hizo en tono seductor, o no lo sé, nadie me había hablado así. ¡Y yo hasta le mordí el labio!
Andrea hace un gesto de ternura y se sienta a mi lado para abrazarme e intentar calmarme.
—Oh, mire, doña Macri, su bebé está enamorada.
—¿De qué demonios estás hablando, Andrea? Por supuesto que no estoy enamorada de Lorenzo, ni al caso. Simplemente yo...
—Bueno, pero al menos no te es indiferente ese hombre, ¿verdad? —me interrumpe—. De lo contrario, le hubieras metido a una cachetada cuando puso su boca sobre la tuya al primer beso, no volverlo a besar y no hubieras fingido que has sido tú la interesada por besarlo, ¿no crees?
Niego con la cabeza.
—No... —De nuevo no termino de hablar.
—Te gusta y tú le gustas, me perdonas pero eso no se oculta como la tierra bajo la alfombra cuando limpio, no puedes simplemente negarte a lo obvio, corazón, tuvieron una conexión muy especial desde que se reencontraron, y hoy la han desatado como debía ser.
—Él no me puede gustar, Andrea, me prometí a mí misma no volver a compartirle mis sentimientos a un hombre para que los derrumbe a su antojo.
Es que Lorenzo podrá decir mil cosas y asegurarme que todo va a estar bien. A lo mejor él no sería capaz de hacerme el daño que Rafael me hizo, pero, ¿y si es peor? Él es imponente, poderoso, guapo, y podría tener a cualquier mujer que se le insinuara, así que, ¿qué tendría yo de especial para que él de pronto no sea un patán? ¿Siquiera le gustaré un poco? Dios, ¡nos besamos!
Noto que estoy llorando solo hasta que mamá se acerca a nosotros y limpia mis lágrimas.
—Él nos ha demostrado que le importas, Paloma —Andrea sigue hablando—. Estas semanas te ha apoyado de maravilla, te trata hermoso y también se nota que adora a Mariano, casi te puedo asegurar que él puede ser el padre que el príncipe merece.
—Somos amigos, por eso lo trata bien y lo quiere. —Sollozo, como niña haciendo berrinche, para intentar hacérmelo entender a mí misma.
Los amigos no se abrazan como si se intentaran ensamblar como rompecabezas perfecto, me digo en mi cabeza, recriminándome, tampoco se besan en la boca con esa pasión desenfrenada.
—¿Él te gustaba en la prepa? —pregunta Andrea y trato de respirar con normalidad para decirle que no lo creo—. A lo mejor eso renació ahora que lo has vuelto a ver y convivir con él.
—Qué tontería. —Me seco las lágrimas, molesta, reacia, frustrada—. Solo me caía bien, es todo, y ahora es lo mismo y ya.
No, no es lo mismo.
Me levanto y decido tomar a Mariano en brazos y acunarlo a mi cuerpo, como protegiéndolo de cualquier cosa que pudiera hacerle daño al rededor. Me voy a la habitación para distraerme un poco. Ya no quiero llorar, pero me siento asustada.
—Lo siento, Paloma, no te quiero hacer sentir mal. —Andrea se para en la puerta para verme sentada en el pilo de la cama, dándole pecho a Mariano—. Solo quiero que sepas y entiendas que las personas y las cosas cambian. Lorenzo no es Rafael, nunca te trató mal en el pasado ni lo ha hecho ahora, y, si tus sentimientos actuales hacia él, lindan lo romántico, no tiene nada de malo que los sientas.
Tomo una gran bocanada de aire cuando mamá se me acerca y se hinca frente a mí, con una sonrisa que me resulta maliciosa pero a la vez como si quisiera calmarme y decirme que todo estará bien.
—No... —suelta, con algo de dificultad—. Te... mas.
Hago un puchero y la abrazo. No puedo creer que de verdad está intentando mejorar. Hace meses la llevé al médico para que valorara su estado y, aunque no pude pagarle todas las sesiones que requiere mi mamá, nos basamos en que dijo de que ella requería mi apoyo, y, desde que Mariano nació, he intentado, de algún modo, hacerla hablar, sacarle conversación y que finalmente vuelva a ser esa mamá hablantina que todo mundo conocía, esa Macrina que adoraba mucho platicar con todo el que se le cruzaba enfrente.
Este tema con Lorenzo, es algo que voy a solucionar mañana, no voy a volverme loca, no voy a pretender que nada pasó, pero tampoco voy a dejar que vuelva a suceder. Lorenzo es mi jefe y, sí, es mi amigo también, pero hasta ahí nada más, no puedo ser nada más que eso, tengo miedo ser algo más que eso.
En preparatoria, claro que sentía una especie de conexión, misma que por supuesto sigue aquí ahora que lo he vuelto a ver, como dijo Andrea. Pero de eso a que me guste, a que yo quiera una relación con él, o que definitivamente esté enamorada de él, no está en mi vocabulario ni es mis planes.
El Lorenzo adolescente y el Lorenzo adulto, pese a conservar la misma vibra carismática, son dos seres completamente distintos; uno creía que nos odiábamos mutuamente y el otro puede pensar muchas cosas, puede creer muchas cosas de las que ni siquiera estoy segura, pero, en mí, claro que no.
—Mañana hablaré con él. Prometo no tener miedo, pero lo que no puedo prometerles es que vaya a abrir mi corazón, aún ni siquiera entiendo bien qué es lo que me pasa con él, ni siquiera había tomado en cuenta de que me gustase, ni tenía idea de que, si me besaba en la boca, podría sentir tantas cosas.
Cuando su boca tocó la mía, sentí como si alguien me hubiera puesto un cable de electricidad en el pecho y al mismo tiempo el roce de su nariz en la mía se sentía como si alguien me estuviese pasando seda lenta y amorosamente por toda esa área. Me relajé un momento y me olvidé por un mísero segundo de mis problemas. Al sentir el roce de sus labios, la electricidad de la que hablo no solo se sintió en mi pecho, sino que de una recorrió todo mi cuerpo y el escalofrío que terminó en mi espalda me hizo pensar que, la posición en la que deberíamos estar, tenía que ser otra, incluso me imaginé por un segundo cómo sería que él hubiera acomodado en su regazo cuando nos volvimos a besar.
Esto definitivamente me va a volver loca y, esperar a mañana, probablemente hará que me arrepienta pero necesito procesarlo, consultarlo con la almohada si es necesario, hablar conmigo misma y darme una idea de cómo sería su respuesta porque tampoco me quiero ir por las ramas, porque tampoco quiero que me vuelvan a lastimar. Y mucho menos quiero que sea Lorenzo Castro a quien se le ocurra usarme y romperme el corazón.
***
Andrea me maquilla y me peina con un leve recogido, elegante y sencillo, incluso también me prestó el vestido que llevo puesto, es largo, abierto de una pierna y también deja al descubierto mis hombros, de los cuales le pedí que maquillara las marcas visibles.
Estoy tan nerviosa que incluso me preocupa ir demasiado maquillada o peinada inadecuadamente, nunca he ido una boda. Además del hecho de que Lorenzo pasará por mí porque el lugar de la fiesta es un poco lejos y hasta el insistió en llevarme porque un taxi me cobraría demasiado caro, y yo acepté porque todo lo hablamos la semana pasada por supuesto, antes de cruzar una línea entre los dos que ni siquiera sabíamos que existía.
—Sé una mujer valiente y también por favor acepta que mereces esto, que alguien como él te quiera de verdad. Porque no estoy loca, le gustas. —Andrea me termina de acomodar el cabello—. Pero, si resulta ser un idiota, estoy al alcance de una llamada, no me importa si tengo que viajar dos horas para ir a recogerte de ese lugar, incluso puedo robarle el auto a Antonio, de todos modos sé que él no me va a decir nada porque me ama el idiota.
Me río porque es verdad. Ese hombre haría cualquier cosa por ella, porque la adora y ella, al igual que yo, tiene miedos. Aunque por supuesto ella tiene más ovarios que yo, ya se lo ha besuqueado un par de veces en las escaleras, lo único que hace es no aceptar que también está loca por él.
Pero sé que yo no tengo ningún derecho de juzgar, la entiendo, y espero que ambas tengamos nuestro momento de confiar en que alguien nos amará lo suficiente como para no creer que nos va a abandonar. Al menos eso espero de mí, ella es aventurera, quizá no le interesa el compromiso, y a mí solo me da terror por aquella mala experiencia con Rafael, el primer y único hombre que he tenido en mi vida hasta ahora.
Mamá entra a la habitación, anunciándome con señas que Lorenzo está en la puerta y da de saltos, aludiendo a que se ve guapísimo, haciendo que yo vuelva a reírme, pero esta vez con los nervios que he llevado encima desde ayer. Tomo una gran bocanada de aire antes de salir de la habitación y confirmar lo que mi madre intentó decirme. Lorenzo trae consigo un traje informal y formal a la vez, completamente blanco, lleva un corbatín del mismo color por supuesto y hasta sus zapatos también completan su vestimenta. Cuando su mirada conecta con la mía, la sonrisa que me dedica hace que sienta que mis piernas dejan de funcionar y que considere que llevar tacones es una grandísima mala idea. No obstante, doy unos pasos hacia mi hijo, que está en su Moisés, ya cambiado, con un pequeño esmoquin blanco, que justo Lorenzo me hablo de él y lo compré la semana pasada.
—Te ves muy bonita —dice, y en su voz noto que, haber dicho aquello, lo puso nervioso, pero trata de verse firme e imponente como lo hace a diario.
Le agradezco mientras me dedico a acomodarme el fular que me regaló Andrea para cargar a mi hijo, que por suerte es blanco, y luego lo acomodo a él para llevarlo pegado a mi pecho, también tomo el regalo para Tania y mi mochila morada, en donde llevo lo necesario para él.
Decido ser la primera en salir de casa, no quiero que mamá y Andrea me hagan burla, así que me despido con una mano y un beso volátil, prometiendo regresar pronto.
—Si regresan en la mañana, igual avísanos, o, si te quedas a dormir con Lorenzo, simplemente háznoslo saber. Diviértete, cielo —dice Andrea, aguantando una sonrisa. Mi mamá asiente, aprobando lo que dice, incluso se toma la libertad de acercarse a Lorenzo y hacerle señas de pedirle que nos cuide muy bien, y él, con un asentimiento, le promete que así será.
El bajar de las escaleras me provoca la ansiedad suficiente para desear que ninguno de los dos hable, porque el silencio que se respira, pese a ser incómodo, creo que romperlo solo se logrará si hablamos de lo que pasó, y yo aún no quiero hablar de lo que pasó.
Me abre la puerta del auto una vez que estamos ahí, también la cierra después de que me suba y me ofrece reclinar el asiento para ir cómoda. Cuando comienza a conducir, yo me tomo la libertad de poner música en el estéreo. Considero que, pese a que tengo que ponerla bajita, porque mi bebé duerme, sé que eso evitará que él me haga hablar.
Sin embargo, solo me apaño de eso unos cuantos kilómetros, porque él empieza la conversación. Sin embargo, por fortuna, habla de nuestros planes la semana que entra en la empresa, ya que no va a estar Tania y tendremos que hacer un montón de cosas, también me dice que tendremos algunas juntas por las tardes y que eso me contará como horario extra, así que, las dos semanas que Tania no se presente a trabajar, yo ganaré un poco más, lo cual me resulta agradable ahora que Andrea no tiene trabajo. Será mi manera de compensar todo lo que ella ha hecho por mí estos años. Ella ha sido una persona asombrosa desde que nos conocimos y, finalmente darle mi apoyo completo, es gratificante.
Llegamos al lugar, es una residencia gigante a la orilla de la ciudad. Lorenzo me cuenta que es la casa de los padres de Tania y que todo será en el jardín trasero.
La ceremonia comenzará en unos minutos por lo que justo llegamos a tiempo, Lorenzo es el padrino así que me dice que se va a adelantar un poco para que Tania no entre en histeria debido a que ya le ha enviado un montón de mensajes, preguntándole si ya íbamos a llegar.
Como lo he hecho desde ayer, tomo una gran bocanada de aire y después suelto todo lo que se que acumuló. Me acomodo muy bien a Mariano en mis brazos y decido comenzar a caminar para entrar al lugar, tengo que pasar por un sinfín de personas que no conozco antes de lograr llegar al jardín y encontrarme a los padres de Lorenzo, quienes, cálidos, me dedican una sonrisa.
Entonces recuerdo que Lorenzo no sabe que ellos supieron mucho antes que él todo lo que me había pasado, y también que les hice jurar que no se lo dirían. Ellos, pensando que no quería que supiera porque lo destrozaría, y yo, pensando que en realidad él se burlara de mi desgracias. Ahora pienso que, quizás, el Lorenzo adolescente, hubiera tenido casi la misma reacción que tuvo el Lorenzo adulto, que me abrazó, me reconfortó y me prometió que me iba a cuidar y no permitiría que nadie más osara hacerme daño.
—Dios mío, Paloma —me saluda Lorena, la mamá de Lorenzo, con un beso en la mejilla—. Cuánto tiempo, niña. La última vez que te vi, no traías a este precioso bebé, ni siquiera en tu barriga, qué grata sorpresa. ¡Es hermoso!
—Bueno, la última vez que nos vimos, fue cuando renuncié a su tienda, Lore, y le prometí que, cuando nos volviéramos a reencontrar, mi vida sería diferente. Casi dos años, qué cosas, ¿no?
Recuerdo que me dijo que sí que sería diferente, que todo cambiaría para bien y que, todas las cosas malas que había sufrido, tendrían una buena recompensa. Que las personas que me habían lastimado, pagarían caro cada cicatriz en mi cuerpo. Y también recuerdo que ese día lloré con ella. Lloré tanto porque ella fue la que me dio la última cantidad de dinero que yo debía pagar a esos hombres. En ese momento, yo ya estaba embarazada, ya Rafael me había humillado y me había roto el corazón, pero yo no tenía idea más que de una sola cosa, esa que me dolió terrible cuando entregué esa última paca de billetes.
—Y sí ha mejorado, Lore, gracias a tu hijo, que, por cierto, ya sabe... casi todo. Así que creo que también se dará cuenta de que tú lo sabías, ¿crees que se vaya a molestar contigo? No quiero que pase eso.
Lorena se ríe y me asegura que no tiene por qué saber y que simplemente le diga que trabajé un tiempo para ella y, de cualquier modo, por eso nos llevamos bien. Y, aunque sí es verdad que trabajé para ella, más bien fue mi guarda los últimos tres años difíciles.
Nos acercamos más al camino de flores y a las sillas que se encuentran en la parte más atrás del jardín. Tomamos nuestro lugar cuando comienza la ceremonia, a mí me toca justo enfrente, al lado de Lorena y también de Ricardo, su esposo, todos guardamos silencio cuando el juez comienza a decir unas palabras. Yo me dedico a shushear para que Mariano no se espante y se arruine el momento, está profundamente dormido pero siento que ya se está llegando el momento en el que despierte.
En algún punto de la ceremonia, me da por mirar a Lorenzo y descubro que él está viéndome, pero, cuando lo noto, vuelve su mirada al juez que finalmente hace las preguntas correspondientes.
Sonrojada, también pongo atención al momento justo en el que Tania da el "sí, acepto". Cuando el juez los declara marido y mujer, todos aplaudimos y celebramos con júbilo la hermosa unión. Eduardo toma el micrófono para decirnos que podemos pasar a las mesas, para que nos sirvan la comida, y yo me tomo el atrevimiento de adelantarme y tomar mi lugar, que, convenientemente, es en la misma mesa que la de Lorenzo y sus padres, junto a su hermana Miranda, una chica de, según recuerdo, actualmente tiene veinte años.
Lorenzo llega a mi lado y, una vez que se sienta, me dedica una sonrisa y pone su mano sobre la mía, que justo puse en la mesa, y las termina entrelazando.
—Tenemos que hablar, Piraña —dice, firme, pero también nervioso.
Sé que debía llegar el momento pero simplemente esto es una tortura. ¿Qué se supone que voy a decirle ahora?
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