Capítulo 7: Amigos

Espero que les guste el cap, creo que estaré subiendo uno diario, o haré mi mejor esfuerzo 🙏🙏❤️.

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PALOMA

Hernan Lagos era conocido como el esposo perfecto y el amoroso padre. El respetable hombre que siempre provenía bien a su familia y además era buen vecino. Y, para ellos, Macrina, mi madre, era una mujer tan afortunada por tenerlo a su lado y yo era una chica bendecida con un gran padre.

Pero nadie sabía que en realidad casi no estaba. Que en realidad le caían mal sus vecinos, que apenas si provenía y casi todo se lo gastaba en apuestas, que era un esposo distante y un padre ausente que solo fingía en público. Mi madre siempre decía que nos amaba, pero tenía formas diferentes a la nuestra de demostrarlo.

Lo admito, él no era malo, ni golpeador, ni grosero, pero nunca estaba, y, cuando lo estuvo...

—Él les debía dinero a un grupo de personas que, según palabras de ellos mismos, no eran malos, sólo querían su dinero. Hernan era un apostador, pero nunca traía dinero propio. —No puedo separarme del pecho de Lorenzo, ni siquiera quiero verlo a la cara mientras hablo. Es más, quiero mantenerme así con él por mucho más tiempo si se puede—. Creyeron que él se dignaría a pagarles si sabía que su hija estaba en peligro, pero mi papá solo dijo que, aunque me cortaran un dedo y se los mandaran por correo, no cedería y que se fueran al diablo. Lo escuché del teléfono de ese hombre en altavoz cuando lo llamó.

Lorenzo me apretuja más a él, parece que comparte el sentimiento que yo sentí ese día.

Rabia. Ese coraje que yo sentí cuando él dijo "hagan lo que quieran, yo no les pagaré nada".

—Estuve como media semana ahí hasta que se me salió decirles que yo pagaría la deuda. Aunque creo que me tuvieron lástima porque mi papá ya ni volvió a responder. Comencé a trabajar en muchas cosas para lograr pagar, cafeterías y restaurantes, supermercados, en una michoacana, por eso ya ni siquiera volví para la graduación. Estuve tentada a ir al menos a la fiesta para relajarme, pero, cuando me maquillé, me puse a llorar, las mascas... eran recientes.—Tomo una buena cantidad de aire y después lo suelto—. El día que me llevaron, llegué tarde a casa porque me detuve en una tienda de chácharas para llevarle un regalo de cumpleaños a mi mamá, le había robado dinero a papá antes de que se fuera, para llevarla a comer también, le prometí hacerlo en cuanto terminaran las clases.

De haber llegado antes, la habría sacado de la casa y esos hombres no la hubieran acribillado, preguntando por mi papá. De haber llegado antes, a lo mejor ella no se hubiera obligado a dejar se hablar por el trauma.

—Tus cicatrices... ¿de dónde...? —Intenta preguntar pero le cuesta trabajo lograr las palabras adecuadas. Está conmocionado.

—Me cortaban por cada peso que me faltara mientras abonaba la deuda, les parecía divertido, me pedían novecientos pesos por semana y, con lo torpe que me volví, a veces se me caía el dinero. Cuando me tuvieron encerrada, me apagaron varias colillas de cigarrillos en los hombros, pensando en que me sacarían información del paradero de mi papá. Yo solo les dije que nos había abandonado unos días antes y no me creían, me golpearon porque según era una mentirosa.

Recuerdo que, el único que me creyó e hizo que pararan de lastimarme, fue Rafael... el padre de Mariano. Y yo, como una tonta, lo vi como mi salvador.

—Era mucho dinero el que les debía, así que terminé de pagar la deuda durante casi seis años, la terminé el día que me enteré que estaba embarazada.

Acelerado, me separa de tajo. Su cara de terror me hace saber lo que piensa antes de que me lo diga.

—Dime que no te...

—No, no —digo rápido y le toco el pecho para calmarlo—. Mariano fue concebido con amor.

Se me hace un hueco en el estómago, pero me río sin gracia para amortiguar el sentimiento.

—Bueno, consensuado, más bien, amor nunca hubo, al menos no de ambas partes, supongo. Pero no quiero hablar de ese hombre contigo, Lorenzo, me da vergüenza. —Me seco las lágrimas con mi mano. Lorenzo tiene las suyas ocupadas en mis hombros y una parte de mí quiere que vuelva a abrazarme, pero la otra, la racional, experimenta esa vergüenza de la que hablo, ya no quiero hablar más, he comedido un error—. Vale, ya sabes lo que pasó, de algun modo, siento que merecías que te contara y ya está, así que no hay más que hablar, y, honestamente, yo no quiero hablar de esto más. Ahora me siento un poco avergonzada, ya me voy, qué pena contigo.

Intento separarme para ir por mi hijo y huir de todo esto. No debí hablarlo.

¡Qué tonta, qué tonta, qué tonta!

—Yo los llevaré. —No deja que me aleje, tiene mis hombros atrapados, pero al mismo tiempo tan libres porque no siento que me apriete, es más, está temblando aun—. Paloma, gracias por confiarmelo, esto es tan horrible. Siento tanto que hayas pasado por eso, Piraña, no merecías nada de eso.

Se pone a llorar, aterrado, y vuelve a envolverme en sus brazos. Yo ya me siento lo suficientemente avergonzada como para decir algo, así que solo me dejo hacer. Cierro los ojos y suspiro, abrazándolo también. Soltar casi todo se sintió liberador pese a sentir tanta vergüenza. Su calidez, o al menos la que me hace sentir en este momento, es maravillosa y me hace sentir que estoy en un lugar seguro. Es extraño, pero me gusta.

Él no se burla, él me está consolando. Y descubrirlo me causa mucha tranquilidad y paz.

***

—¿Vives en esta torre de departamentos? —La mueca en su rostro me hace mirarlo mal—. No te enojes.

—Es un lugar decente, grosero.

—Pero pensé que aquí no vivía nadie, se ve... abandonado. —Sigue con la misma preocupación de hace rato.

—Es barato. —Me bajo y él lo hace también, estoy tan agotada que ni le digo nada cuando entra a acompañarme por las escaleras, y hasta se ofrece a cargar a Mariano y yo se lo entrego para agarrarme de la baranda, me siento aturdida.

—En seguida de mi casa hay una cuartería mejor que este lugar, si quieres...

—No empieces, Lorenzo, estoy bien, estamos bien. —Me detengo al pilo de la escalera, ya para entrar al departamento—. Mira, todo lo que te dije no fue para que sintieras lastima por mí o intentaras rescatarme cual princesa en apuros, solo te lo conté porque somos amigos, ¿no?

Cuando parece querer sonreír, se me calientan las mejillas.

—Mira, no lo dije yo, lo dijo Andi, ella me aconsejó contarte todo, dijo que en prepa parecíamos más amigos que rivales, ahora somos adultos, ¿qué habría de raro con ser amigos? —Intento defenderme, poniéndome más nerviosa y sonrojada—. Mira, Lorenzo Castro, tienes que ser mi amigo, sabes demasiado de mí.

Lorenzo finalmente se ríe. Yo intento ignorarlo, buscando las llaves en la mochila.

—Me encantaría ser tu amigo, Paloma. —Me detengo y lo veo, parece sincera su declaración así que le sonrío, calmando mis nervios.

Entonces Andrea abre la puerta.

—Hola. —Andrea trae una sonrisa burlona, creo que estaba escuchando tras la puerta—. Buenas tardes, soy Andrea Millar.

Le extiende la mano y Lorenzo se la toma.

—Lorenzo Castro, mucho gusto. —Me mira de vuelta a mí. Me entrega con cuidado a Mariano—. Bueno, ya me voy.

Asiento y lo veo bajar un escalón, pero no se mueve más.

—Nos vemos mañana, amiga. —El tono de su voz me hace sonrojarme de nuevo. Yo no alcanzo a decirle nada porque sale mamá también y, cohibida, se le queda viendo a Lorenzo. Este le dedica una sonrisa—. Un gusto verla, señora Macrina.

Ella lo mira, dubitativa, luego me mira a mí y me hace señas, con sus dedos, preguntándome si es mi novio. Andrea se comienza a reír.

—Claro que no —digo, con la cara más caliente—. Es mi jefe, mami. También es mi amigo.

Ella no parece creerme porque me hace una mirada de burla. Vuelve a ver a Lorenzo y se despide con la mano. Toma a Mariano de mis brazos y se lleva a Andrea adentro para luego cerrar la puerta. Yo siento que me voy a desmayar de la vergüenza.

—¿Por qué ella no habla? Ella era muy hablantina, ¿no? ¿Qué le pasó?

—Luego te cuento, ¿sí? —Me toco la cara—. Nos vemos mañana, espero que mejores del todo... amigo.

Sonríe y asiente. Y, de la nada, me abraza.

—Perdóname por ser preguntón, pero te agradezco mucho que me contaras. —Suspira en mi hombro—. Quiero que sepas que estoy aquí para lo que sea que necesites. Prometo ser tu oído, tu hombro y tu pañuelo si te hace falta desahogarte. Y, ahora que soy tu amigo, quiero me dejes ser un buen tío para Mariano.

Me río.

—Me daria gusto, muchas gracias, Lorenzo. —Nos separamos y nos vemos a la cara. Creo que nuestra nueva, o renacida, amistad, me traerá cosas buenas, o no lo sé, pero, haberme desahogado un poco con él, me resultó acogedor.

Andi tenía razón, siempre hemos sido buenos amigos, y, los años separados, al parecer nos deben muchas cosas que, estoy segura, finalmente vamos a tener.

***

La sonrisa con la que aparezco el lunes en Agrop H, la trato de reprimir cuando me topo con Tania en el ascensor. Anoche nos mensajeamos Lorenzo y yo, dijo que no podía dormir y hablamos un poco sobre nuestras vivencias en la prepa y le hablé de Mariano, hasta le mandé algunas fotografías, incluso donde yo aparezco. Y, antes de dormir, me invitó a cenar esta noche.

—Eh, alguien más tuvo un buen fin de semana —comenta y se ríe—. Lorenzo también anda de buen humor, no me quiso decir nada, espero que sea porque hayan hecho las paces.

Asiento pero, por fortuna, no me pregunta más porque su teléfono suena, yo me salgo del ascensor en cuando se abre y me apresuro para llevarle su café a Lorenzo. Cuando estoy en su oficina, veo que está revisando unos documentos, pero, cuando nota que he entrado, levanta la cabeza y me sonríe amplio.

—Buenos días, amiga —dice y yo siento un escalofrío recorrer mi espalda, pero luego se calma y me causa una extraña felicidad.

—Buenos días, amigo, ¿ya estás mejor?

—Afortunadamente. —Se levanta del escritorio y me encuentra para tomar su café—. Adivina qué.

—¿Me vas a subir el suelto? —bromeo, haciéndolo reír. Ayer me dio permiso de hacer bromas, de convivir así, y ya veo por qué, me resulta cómodo.

—Aun no, pero ayer hice algunas llamadas y te tengo una sorpresa.

Se regresa al escritorio y me muestra una carpeta, de la que alcanzo a leer que lleva mi nombre en dorado. Siento que se me va a salir el corazón cuando leo el nombre de la preparatoria.

—Lorenzo, ¿eso es...?

—Me aproveché del hecho de que el profesor Robles es parte de mis socios. —Pone la carpeta en mis manos. Son mis papeles, ¿cómo hizo esto tan rápido?—. Fue fácil, solo tocó reimprimir todo y molestar a un par de personas esta mañana. Fui a recogerlos personalmente al plantel.

Trata de reprimir lo orgulloso que está de su hazaña. Yo quiero volver a llorar como lo hice ayer en la noche, pensando en todas las cosas que habíamos hablado.

—Ni siquiera sé qué hacer con esto. —Me limpio las lágrimas mientras abro la carpeta. La Paloma que aparece en la foto del certificado, es de un mes antes de que su vida se fuera al diablo—. Gracias por esto, no tenías que hacerlo, pero gracias.

—De nada, amiga.

Se me sale una risita en medio del llanto. Aclaro mi garganta.

—¿Me vas a llamar "amiga" todo el tiempo?

—Es eso, o llamarte "Piraña", de cariño, claro. —Alza las manos en señal de rendición.

—Aquí me tienes que decir "Paloma" o "señorita Paloma" para que suene más profesional, soy tu asistente, ¿lo olvidas?

Nos reímos.

—Claro que no, lo planeamos desde preparatoria, ¿recuerdas? Lo prometí, y yo soy bueno cumpliendo promesas.

Tomo aire.

—Gracias por regresarme un poquito de todo lo bueno que tenía antes, Lorenzo —digo y cierro la carpeta. Me da pena mirarlo pero aún así lo hago. Sigue con la misma sonrisa que cuando llegué.

—Para mí fue un gusto, Piraña. —Me toca la mejilla, ayudando a limpiar mis lágrimas. Se me queda viendo por unos segundos que me parecen eternos.

Entonces, me besa la frente al tiempo en el que el ascensor se abre.

—Ah, caray, ya veo por qué el ánimo, vivan los novios. —Tania suena sorprendida. La miramos—. No voy a preguntar, ¿sí? Solo vengo a avisar que ya está lista la sala de juntas, vamos.

Nos subimos al ascensor y la tensión que se comienza a respirar en el lugar hacen que sienta que me flaquean las piernas.

No pasó nada raro, ¿no?

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