Capítulo 2: Piraña
Espero les guste este cap :3
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LORENZO
—El contrato debía firmarlo después de hablar conmigo, y todavía si quería hacerlo en verdad.
Tania se burla de lo que le digo mientras pincha su almuerzo. Estamos en la cafetería de la empresa, Paloma nos queda a un par de metros, por lo que mi voz es lo suficientemente baja para que no nos oiga. Ella parece muy tranquila, comiéndose un sándwich.
Y a mí aquí, llevándome la fregada.
—¿Para qué? ¿Para sentirte poderoso? —Me pellizca una mejilla, como si fuera un bebé—. Oh, pobrecito jefe, no le gustó que su nueva asistente aceptara el reto como toda una dama. ¿Qué creías que haría, Lorenzo?
—¿Sentirse humillada y decir que no? ¿Hacer drama e insultarme? ¿Decirme lo mucho que me odia?
Tania pone los ojos en blanco.
—El dramático aquí es otro. —Mira discretamente a Paloma—. La gente busca trabajo porque necesita trabajo, y tú necesitabas una asistente, Lorenzo, ella no iba a desaprovechar la oportunidad. Además, ¿notaste lo eficiente que es? Ha organizado en tres horas todo tu mes, ni siquiera me pidió ayuda como lo hacía tu anterior asistente, lo único que hizo fue pedirme una agenda, me parece que cumplirá su promesa y tú, señor ridículo, te tragarás tus palabras por andar jugando a quién es más exitoso.
Se levanta de su silla, dando por terminado su almuerzo y se aleja, pasando por un lado de Paloma y, aparentemente, dedicándole una sonrisa, porque esta le devuelve, contenta.
¿Dónde quedó aquella chica que siempre me daba guerra? Ahora se ve y actúa diferente. Su cabello está corto ahora, le llega a los hombros, incluso noto que parece habérselo cortado recientemente porque tiene esa extraña reacción de intentar acomodárselo como si lo llevara más largo. Cuando se levanta del comedor, noto que también es más alta, aunque eso se lo atribuyo a los tacones y al traje que trae que además le moldea el cuerpo, pero por supuesto que no es aquella chica bajita.
Verla ahora hace que se me borre un poco el cómo era antes. Es extraño, pero no me voy a confiar fácilmente, puede que solo sea pura pantalla... ¿no?
***
—Señor Castro, ¿necesita algo más por hoy? —Paloma entra, con la sonrisa forzada que ha llevado todo el día.
Reviso la hora. Son casi las tres. Tomo una gran bocanada de aire y la veo, analizándola.
—¿Por qué? —pregunto, pero ella cree que es por su pregunta anterior, así que me confirma que es su hora de salida—. No, Paloma, ¿por qué te rendiste?
—¿De qué hablas? —Parece fingir demencia.
—De nuestra competencia.
—Jamás he estado compitiendo contigo. —Se encoje de hombros—. No sé qué era lo que esperabas de mí.
Parece tan, pero tan despreocupada por las cosas. O quizá sea impresión mía. Solo sé que ella de verdad no es aquella chica que se esforzaba para sacar buenas notas y presumía que iría a la universidad. Aquella que me imaginaba con un título universitario, que me restregaría en la cara, mientras yo le restregaba el mío. Y nos reiríamos de esto... ¿qué no?
—Bueno, hoy esperaba que pujaras tu odio hacia mí, pensando que soy un imbécil.
Su risa retumba en toda mi oficina, lo que me hace pegar un salto por lo burlona que suena, demostrando que de verdad piensa eso.
—Sí pienso que eres un imbécil, —lo acepta y después se cruza de brazos—. Pero eres mi jefe, no quiero que me despidas por llamarte imbécil, o por "pujar mi odio hacia a ti", aunque igual ni siquiera te odio. No sé de dónde sacas eso.
—¿No me odias? Pero si en prepa tú...
Vuelve a reírse, haciendo que me calle.
—Ya no estamos en prepa, Lorenzo. —El modo en el que pronuncia mi nombre me causa escalofríos—. Eres un adulto, yo soy una adulta, yo maduré, deberías hacerlo tú también, es sano... ¿ya puedo irme?
La veo, frunciendo el ceño, pensando en tantas cosas a la vez que la cabeza me da vueltas. Me siento ofendido de algún modo.
—Pasé estos años pensando en lo humillada que te sentirías y lo mucho que me odiarías cuando me quedase con tu estabilidad mental.
De nuevo su risa. Esta vez, el escalofrío llega a otro lado. Dios... ¿qué demonios está pasando? La cosa empeora cuando Paloma se acerca a mi escritorio, pone sus manos en él y me desafía con la mirada.
—Mira. —Toma aire y vuelve a reírse, pero esta vez parece cansada—. Por mí quédate con todo lo que tengo si quieres, con lo que soy si te parece, pero no mi odio, ese te lo debo, esa va a ser mi deuda contigo, querido jefe, porque jamás en mi vida te he odiado.
Mi corazón se acelera tanto que dejo de comprender muchas cosas, y, mi única reacción, es asentir como idiota, o eso creo, porque Paloma sonríe de satisfacción.
Logró lo que al parecer quería.
—Nos vemos mañana, señor Castro, que pase una bonita tarde. —Se acomoda la ropa como si se la hubiera empolvado y se gira para irse.
Tania justo sale del ascensor y ella entra. Se despiden y finalmente se va.
Mi mejor amiga ve en alterno del ascensor a mi cara, levantando una ceja.
—Tania, estoy jodido —digo, sin saber exactamente por qué me siento tan jodido.
***
Me desplomo en el sofá cuando llego a casa. Qué día tan loco, de verdad, creí que sería divertido, que me sentiría poderoso cuando volviera a ver a Paloma y presumirle mi éxito. En cambio, me siento estúpido.
Paso una de mis manos por mi cabello y suspiro. ¿Fue real o me lo imaginé todo? No, de verdad Paloma Lagos está cambiada y parece la mujer más conformista del mundo.
Saco su curriculum de la carpeta en la que lo entregó. Se lo pedí a Tania para leerlo y entender al menos un poco de lo que ocurre, me dijo que siquiera ella lo leyó porque confiaba en mi palabra al aceptarla solo por su nombre.
Comienzo a leer la primera página, son dos. Está su nombre, su foto y de principio me encuentro con la falta de una tilde, justo como lo mencionó ella en la mañana, tiene fallos ortográficos. Sigo leyendo.
—Preparatoria... ¿es todo? —Confundido, miro la otra hoja y solo tiene nombres de cafeterías y hasta el de una heladería, agregando que es buena en atención a clientes y que es organizada.
¿Qué pasó con la universidad? ¿Con sus deseos de ser ingeniera agrónoma con un posgrado en derecho? ¿Qué está pasando?
Vuelvo a pasar mi mano por mi cabello. No veo ningún medio de comunicación más que un correo que reconozco porque sigue usando el de la prepa. Como yo.
Desesperado, llamo a Tania para pedirle el teléfono de Paloma, necesito explicaciones.
—¿Explicaciones? —Tania suena confundida después de que le digo por qué quiero llamar a Paloma—. A ver, tarado, primero: Paloma no tiene teléfono, dijo tener uno de casa, pero que no tenía caso dármelo. Segundo: ¿qué bicho te picó? ¿Cómo vas a pedirle explicaciones de qué hizo con su vida? A ti no te importa, hombre, es su vida, no te debe explicar nada.
—¡Soy su jefe! —digo, como si eso me sirviera de algo—. La contraté y su curriculum solo tiene historial de cafeterías y una bendita michoacana, ¿sí ubicas la gravedad de las cosas?
—Lorenzo, tú la contrataste solo para darle en la madre y ni te preocupaste por eso. —Tania suspira—. Mira, te estás obsesionado demasiado con el tema, pregúntale mañana que la veas si quieres, pero deja de atacarte por todo, dices que ella abandonó la prepa una semana antes de la graduación, ¿no?
Tratando de relajarme, le respondo que sí. Cuando nos entregaron todos los exámenes, ella ya no volvió a pararse allá, ni en la gala de graduación ni en la fiesta que organizaron todos los del curso, donde ella hasta aportó monetariamente, pero no la vi ni al inicio ni al final, y eso que estuve mirando cada dos por tres a la puerta de entrada. La esperaba para felicitarla porque la generación llevaba su nombre junto al mío en la ceremonia, y hasta le pediría una especie de tregua en celebración al logro en conjunto.
—Esa semana pudo haber definido su vida actual, Lorenzo, debes comenzar a pensar menos en qué pasó y concentrarte en qué harás, ella era tu rival escolar cuando eran adolescentes, pero ahora son adultos, y será tu asistente de ahora en adelante, la mirarás a diario, quizá limen asperezas y solo así, con suerte, te dirá las cosas. Deja de ser un lunático, ya me mantuviese estresada desde que comenzaste tu tonto plan la semana pasada que leíste su nombre y viste su foto en el curriculum que nos dejó.
Me cuelga, aparentemente molesta.
Vale, tiene razón. Me estoy comportando como un imbécil. Pero, en mi defensa, aún no proceso que en realidad haya pasado esto, que Paloma Lagos sí se haya convertido en mi asistente como se lo había prometido en preparatoria y como lo juré justo cuando entré a la universidad. Hasta hice que Tania recordara esa información cada año que estuvimos ahí antes de graduarnos.
Bien, soy un imbécil, no hay otra cosa que me describa en momento, en serio.
Me doy un baño, pensando en tantas cosas y dándole vueltas al asunto. ¿Le habrá pasado algo malo?
Niego con la cabeza, estresado, ¿en serio llevo toda la tarde y parte de la noche pensando en Paloma Lagos?
Lo confirmo cuando me acuesto en la cama y, la primera imagen que pasa por mi cabeza, es la de Paloma, acomodándose el cabello constantemente en la oreja mientras organizaba todos mis pendientes del mes y en cómo aún seguía teniendo la manía que tenía en prepa, esa de mordisquear la punta del bolígrafo como una piraña.
—Piraña Lagos. —Me río solo de recordar que llegué a decirle así un par de veces hasta que ella me dijo que aquello lo hacía para calmar sus nervios antes de cualquier examen difícil.
Nervios. Eso. Ella estaba nerviosa hoy, trataba a toda costa de hacer bien su trabajo, ¿no? Ella no tiene experiencia en eso, aunque, no lo sé, siempre me sorprendía lo ordenada que era para cualquier cosa. Suponiendo que solo se esté apañando de eso, creo que estaba nerviosa por la situación.
Me cubro la cara. Ya me duele de tanto pensar. No voy a llegar a nada si solo pienso en las posibilidades. Decido que es mejor intentar dormir porque de lograrlo aún lo dudo.
***
—Aquí tiene su café, señor Castro —Paloma me deja el café en el escritorio mientras yo estoy tocándome las sienes para calmar el dolor terrible que me cargo. Por supuesto que no dormí bien, y ahora, que me levanté con tremenda resaca moral, sé que fue por una tontería—. También le traje un par de analgésicos.
Los deja al lado del café y parece esperar a ver mi reacción... o quizá solo estoy pensando de más de nuevo.
—Gracias, Piraña —digo, distraído.
—Óyeme, igualado, quedamos en que no volverías a llamarme así —me recrimina pero luego se cubre la boca—. Perdóneme, se me soltó la boca.
—Perdóname tú a mí, no ando al cien por ciento hoy. —Decido no profundizar, así que me le quedo viendo unos segundos a las pastillas antes de decidir si tomármelas o seguir torturándome—. ¿Tenemos algo pendiente en la agenda?
—Solo hay una reunión con el señor Johan Núñez a la una.
—Ay, no, posponla para el sábado de la próxima semana, dile que estoy de viaje de imprevisto, o no lo sé, invéntale algo. No traigo humor para él. —Me zambo las dos pastillas con un trago de café antes de mirar a Paloma—. Hay algo importante que tienes que saber sobre ese hombre. Es nuestro mejor cliente, sí, pero es un señor conservador odioso, de esos que preguntan a cada rato por la novia, los hijos y cosas que no tengo, así que, si tenemos oportunidad de huir de él o alargar la espera para verlo, tienes mi permiso para ponerte creativa con las excusas.
Paloma sonríe y asiente.
—Entendido, ¿necesita algo más?
—No por ahora, gracias. —Me recargo en el respaldo de mi silla antes de girarla hacia el ventanal para mirar el panorama y que eso me calme un poco.
No pasa mucho tiempo cuando esa calma que estaba teniendo se termina al sentir que el ascensor se abre y escucho el taconeo ansioso de Tania.
—¿No vas a ir a comer?
Me giro de vuelta.
—Ve tú, pediré que me manden algo.
Me ve mal.
—Es viernes, Lorenzo, ¿se te olvida?
A regañadientes, me disculpo y tomo mi celular para ir con ella. Todos los viernes nos vamos a comer a cualquier lado, menos al comedor de la empresa.
—No me reniegues, gruñón. —Expulsa mucho aire, aparentemente frustrada—. Mira, ayer le conté a Eduardo la situación que tienes con Paloma, ¿y qué crees que me sugirió?
—¿Le contaste esto a tu prometido? —Me detengo a medio camino.
—Sí, a él le encanta el chisme y a mí contárselo, por eso nos vamos a casar en un mes. —Se ríe—. Me dijo que le sacáramos información siendo amables, como buenos amigos.
Se me sale una risa sin gracia.
—Ella y yo nunca hemos sido amigos, Tania.
—Me vale cacahuete, Lorenzo, pero algo hay que hacer. Por lo pronto, ya la invité a comer con nosotros y nos está esperando abajo así que andando.
Sin esperar a que le reclame, sube primero al ascensor. Una vez abajo, veo que Paloma sí está ahí, esperándonos, tímida. Incluso nos sigue a una distancia algo extensa para mi gusto cuando salimos.
Tomo una gran bocanada de aire cuando finalmente llegamos al restaurante que da frente a la empresa. Es una linda fonda de comida tradicional, es la primera vez que entramos, pero supongo que es porque Tania comprende que no tengo humor para conducir a otro lado más lejos de aquí.
El menú está acomodado como centro de mesa, por lo que decido centrarme en él para distraerme. Hay mucha comida muy rica y de verdad comienzo a antojarme, por lo que me decido por la más grande porción de carne asada con verduras y guacamole.
—Pediré unas enchiladas —anuncia Tania—. ¿Y tú, ya decidiste, Paloma?
Cohibida, Paloma se encoje de hombros, al final dice que un sándwich sencillo. Tania intenta decirle que pida otra cosa sin problemas porque ella paga, pero entonces llega la mesera.
—Bienvenidos a... ¿Paloma? —Mira a la mencionada, con una emoción que me causa curiosidad—. Caray, no me lo creo, volviste a pisar este lugar, ¿cómo estás?
—Hola, Jenny, me alegra verte. —Se pasa un mechón de cabello atrás de la oreja—. Dije que volvería aquí solo para consumir, ¿recuerdas?
La mesera se ríe.
—Vale, me alegra que estés aquí y... —La mesera me mira y de repente parece curiosa—. ¿Ese es Lorenzo Castro? Tiene cara de Lorenzo.
Eso se lo "susurra" a Paloma, quien asiente, haciendo que la chica se cubra la boca.
—Oh, esto es justo como... —No dice nada porque Paloma parece callarla, aclarando su garganta.
—Sí, justo así. —Vuelve a pasarse su cabello por la oreja aunque este ya esté ahí. Está nerviosa.
—Vale, ¿y cómo está Mariano? —pregunta, pero parece recordar que está trabajando—. Ay, lo siento, lo siento, me desvié, ¿qué van a ordenar?
¿Quién es Mariano?
Tania me mira al tiempo en que yo lo hago. Ella también pensó lo mismo.
—Carne asada y enchiladas —digo y me acomodo mejor en la silla—. ¿Qué vas a pedir tú, Paloma?
—A Paloma le encantan las gorditas y las chimichangas de aquí, señor Castro —dice Jenny y Paloma le da un manotazo.
Me pican las comisuras de los labios pero me aguanto la sonrisa.
—Pues tráele alguno de esos, Jenny, gracias. —Me recargo en la mesa, mirando cómo Paloma intenta con todas sus fuerzas no regañarme con la mirada.
—Wey, sí es muy guapo. —Alcanzo a escuchar a Jenny volver a "susurrar", lo que hace que Paloma se ponga roja y se cubra la cara.
Esta vez sí se me escapa la risa.
¿Entonces ha hablado de mí en la actualidad? Esto se ha puesto interesante.
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