Capítulo 17: Diamantes

Querido lector del Denniseverso, sea nuevo o recién ha llegado, primero que nada gracias por leer esto; esta historia ya casi acaba (en mi cabeza asumo que le faltan unos 5 o 10 capítulos, todo depende de lo que fluya), si la estaba leyendo antes que me entrara la loquera de sacarla, quiero que sepa que cambié muchas cosas, principalmente en este cap, así que este nuevo rumbo ahora sí me dará viada para continuar la historia como quiero.

Una vez que la termine, me enfocaré en las historias nuevas que quiero compartir y quizá vuelvan las que mandé a borrador (que al día de hoy solo están disponibles en Amazon), todo dependerá de mi animo :"v

Ojalá les guste este cap

3/3❤️

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PALOMA

Johan nos saluda, tratando de no ponerse rojo. Nos presenta a su esposa y a sus hijos, de, aparentemente, unos quince años, son gemelos y se parecen mucho a él.

La fiesta "formal" resultó ser el cumpleaños de su esposa. No hay muchísimas personas, pero sí se siente como una gran fiesta. Hay meseros, ofreciendo copas de champaña y también bocadillos de quesos y jamón serrano, también de galletas saladas con salsa de fresa con chipotle. Además de eso, se encuentra una mesa con algunos tipos de snacks y otra con comida completa, creo que es barbacoa y ensalada.

—Felicidades, señora Núñez. Discúlpeme, se lo compré de imprevisto, Johan no nos dijo el tema de la reunión sino hasta hace unas horas. —Lorenzo le entrega una caja, de la que sé, hay una mascada amarilla con azul. La señora las ama porque fue aeromoza, según me contó Lorenzo, por lo que siempre lleva una en su cuello, dependiendo el color de su ropa. Hoy es blanca, trae un vestido azul rey.

—Gracias, Lorenzo, eres muy amable. —Después de su abrazo, me mira a mí, sonriendo—. Oh, qué bonita eres, ¿cuál es tu nombre, preciosa?

—Paloma Lagos, mucho gusto y feliz cumpleaños, señora Núñez.

Deja que le dé un abrazo y le susurra algo a Lorenzo que no alcanzo a escuchar, pero sí noto la incomodidad de él, por lo que, cuando ella se deja seguir felicitando por Tania y otros de los invitados, se lo pregunto a Lorenzo.

—Me dijo que eres más bonita que mi ex, es igual de imprudente que Johan. —Hace una mueca—. Lo siento, Piraña, pensé que la habías oído.

Me encojo de hombros.

—Está bien, supongo que es inevitable que sea imprudente, se casó con el hombre que entró a tu oficina mientras tú me quitabas la camisa, ¿qué esperabas? —Me río y él se pone tan rojo que me termino mordiendo los labios.

Él, al notarlo, levanta una ceja.

—Quité tu camisa por otras razones ese día, Piraña, ¿en serio estás pensando de manera obscena con ese tema?

Me río y bebo de mi copa.

—El que está pensando mal eres tú, solo pensaba en que te ves sexy cuando te sonrojas.

—Oye, esa línea suena mejor si la digo yo.

Vuelvo a reírme, eso me lo dijo una de las veces en las que hicimos el amor, estábamos los dos tan calientes que lo hicimos en la cocina, mamá andaba en su terapia.

Johan dice unas palabras hermosas sobre su esposa y nos agradece acompañarlos. En algún punto habla con Tania y Lorenzo de negocios, incluyendo a sus hijos que, a mi parecer, están muy interesados del tema. Bailamos un rato y finalmente nos regresamos pasada la media noche.

***

Salgo del supermercado y hasta las vecinas del edificio, que casualmente me encuentro, se me quedan viendo, extrañadas, al ver a los dos hombres escoltarme. Lorenzo se tomó muy en serio lo de cuidarme y, cuando él no puede acompañarme a cualquier lugar al que necesite ir, manda a que Gabriel y Adrián me acompañen. Se supone que estos dos son los de seguridad de la casa quienes, desde hace exactamente dos semanas y cuatro días, cuidan de mi madre, Rosalía y Mariano, pero mientras ellos están con Lore, los guardaespaldas me cuidan a mí.

Hoy tenía que verse con uno de los socios en un café cerca y yo debía ir a comprar algunas cosas para la cena.

Le había dicho que era demasiado, y hasta me arrepentía un poco por aceptar que Johan nos recomendara a estos guardaespaldas en la fiesta, pero me replicó que, hasta que mi padre no estuviera en la cárcel o alejado de nosotros, él iba a buscar siempre la manera de protegernos.

Mamá por supuesto no ha estado para nada contenta, y hasta se ha negado a compartir la mesa con nosotros, le ha pedido a Rosalía que le lleve la comida y esté allá con ella, y de eso me enteré apenas ayer que la enfermera misma me dijo que en realidad no quería estar fuera de su habitación porque estaba molesta conmigo. Esta mañana, antes de irnos a trabajar, parecía estar todo bien, me abrazó como despedida y me besó la mejilla, a Lorenzo le sonrió, pero, y, cuando volvimos, nos había hecho la comida.

Mis esperanzas de que las terapias estaban dando más rápido de lo esperado en el clavo, me hicieron emocionarme tanto que me había olvidado un poco de que estaba molesta estos días.

—Mañana Paloma y yo tenemos una reunión de trabajo en Nacozari, suegra —le dice Lorenzo, en la cena. Estamos los tres en la mesa, Mariano se quedó dormido hace una hora—. ¿Quiere ir a casa de mi madre? ¿O prefiere que Rosalía y los muchachos los cuiden aquí?

Mi mamá, que por supuesto se ha mantenido al margen estas horas, finalmente mira a Lorenzo, desafiante. La tranquilidad que había adoptado cuando llegamos del trabajo, desaparece un poco.

—¿Ya me van a decir por hay guaruras?

Se me cae el tenedor, que estaba por llevarme a la boca, cuando la escucho. ¿En serio ha salido una pregunta completa de su boca?

Está molesta. Tanto que ni siquiera deja que me termine de sorprender porque me mira a mí como si me exigiera la verdad.

Se pone a escribir en su pizarra pero no parece poder escribir lo que quiere de lo sacada de quicio que está, por lo que nos vuele a ver, pidiéndonos con la mirada una respuesta a los dos.

—Es... —No puedo ni hablar, estoy conmocionada. En estas semanas no había hecho ningún comentario, de hecho, esperaba que escribiera las preguntas en su pizarra cuando miró a Gabriel y Adrián ese martes en la mañana, llegar junto a Rosalía. Niego con la cabeza y me apaño de lo primero que se me ocurre—. Mamá, es por seguridad, ha habido muchos robos por aquí últimamente.

Mamá niega y vuelve a la pizarra, parece de verdad muy molesta. ¿Sospechará de la situación? No puede ser posible, ¿no?

Me muestra un "No cuidan la casa, nos cuidan a nosotros. No soy tonta, ya díganme la verdad".

—Lamento si le incomodan los muchachos —dice Lorenzo, despacio—. Soy muy protector, quiero que estén seguros y...

Mamá da un golpe en la mesa, callándolo, y entonces, saca del bolsillo trasero de su pantalón un papel, que me entrega.

—¿Por qué? —me exige y luego se cruza de brazos.

Cuando abro el papel, se me congela hasta el alma. Es una de las impresiones que hizo Lorenzo de mi papá para mostrarles a los de seguridad.

¿Qué mierdas? ¿De dónde sacó eso?

—Pajarito... —cuando mi madre dice la palabra, pese a batallar, me entran unas terribles ganas de llorar. Es que ni siquiera sé de qué agarrarme primero, hace mucho que no me dice "pajarito", ¡que no habla, caray!

Y de repente esto...

Le pregunto de dónde sacó el papel. Esta vez, en lugar de hablar, escribe con calma en la pizarra: "Se le cayó a Adrián hace unos días. ¿Qué pasa con él?".

Me pongo una mano sobre mi pecho para calmar mis preocupaciones y decido que ya es momento de decirle. Miro a Lorenzo y él asiente, dándome ánimos.

—Nos está buscando, mami.

Yo siento cómo el aire comienza a faltarme, temiendo que ella sea la que se altere mal. Pero solo vuelve a escribir algo y se levanta para abrazarme y mostrarme. "Solo quiere los diamantes que enterré en el jardín, estoy segura".

Mi cabeza da vueltas y entonces me acuerdo: era de noche, mamá estaba renegando y llorando mientras enterraba algo justo a un lado de las flores del jardín. Yo me puse a verla desde la ventana de la sala y sentía que se me hacía un hueco al verla llorar. Pasó días antes de su cumpleaños, días antes de que la lastimaran y a mí me llevaran.

Cuando volvió dentro, llena de tierra, me miró y me sonrió.

—Puse nuevas flores, pajarito, mañana hay que regarlas de nuevo.

Me paso una mano por el cabello y solo alcanzo a escuchar a Lorenzo decir que va a informar eso a la policía, antes de enfrentar yo a mamá.

—Unos putos diamantes —me quejo. Sé que ella no tuvo la culpa, pero la situación me lleva a pensar que ella no debió enterrarlos—. Mamá, Andrea fue golpeada por papá y otro tipo cuando fue a buscarnos al departamento, Antonio también resultó lastimado, ¡y ahora esto! Lorenzo puso la seguridad para que a nosotros no nos hiciera daño.

Sorprendida de mis palabras, se cubre la boca, preocupada. Me remarca el "Solo quiere los diamantes", alterada.

—Mamá, esa casa fue vendida por la inmobiliaria cuando nos la quitaron, hace unos meses pasé cerca de ahí, construyeron un almacén donde estaba el jardín.

Mariano comienza a llorar y yo, como si detectara peligro, voy hacia él. Está seguro, pero yo lo abrazo y trato de calmarlo al igual que trato de calmarme a mí.

Entonces papá busca algo que le pertenece, aparentemente, por eso es que nos busca a nosotras. Y peor aún, que ejerza la violencia me lleva a pensar que esos mentados diamantes son un maldito problema.

Lorenzo llega a la habitación junto con mamá, ella parece tan preocupada que hasta parece sentirse culpable por todo.

—Hablé con la policía, les comenté sobre la denuncia de Andrea, irán a tu antigua casa a ver qué podrían hacer para buscar y detendrá a cualquiera con sus descripciones por las dudas.

A pesar de eso, no me siento a gusto ni tranquila. Pensé que mi vida estaría mejor y sin tener que preocuparme por personas peligrosas. Ahora resulta que mi padre se ha vuelto tal como ellas. Esto es el infierno, maldita sea.

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