Capítulo 16: Paz

Ojalá les guste este cap ❤️

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LORENZO

—Tania, implementaré la seguridad y necesito de tu autorización —hablo firme, mientras estamos concentrados en algunos papeles. Siento la tensión en Paloma cuando Tania baja los documentos y me ve, con el ceño fruncido.

—¿Por qué; qué pasa? —Ella sonríe, burlona—. ¿Quieres vigilar a tu novia?

Sé que lo dice para burlarse un poco pero no me molesto en reprenderla.

Esta mañana le dije a Paloma que debía hablar con Tania para contratar a más gente de seguridad, porque ella también debía firmar la autorización y entrevista a empleados nuevos, por lo que debía decirle las razones necesarias y que ella esté de acuerdo. Paloma, luego de analizarlo, me dio permiso de contarle la verdad sobre su pasado. Por lo que me preparo para hablar, no obstante, Paloma baja también los papeles y toma una gran bocanada de aire, indicándome después que será ella la que hable.

—Mi padre debía mucho dinero a una especie de organización de préstamos para tonterías como apuestas, o de gente que por supuesto no pagaba a tiempo y forma, sin importar para qué usaran el dinero. —Mira hacia el gran ventanal como distracción—. Dinero que terminé pagando yo durante siete largos y torturartes años, fui golpeada, maltratada y humillada, y tengo infinidad de cicatrices, pero me liberé, o al menos de esos tipos, porque mi padre ha vuelvo a buscarme, no sé qué quiera de mí o de mi madre, pero se ha vuelto violento y agredió a mi amiga y a su novio solo porque no me encontraron en casa. Lorenzo quiere implementar la seguridad para que no golpee a alguien más y, principalmente, que no se me acerque.

Se gira solo para descubrir que Tania tiene los ojos bien abiertos y llenos de lágrimas sin derramar, incapaz de decir una sola palabra, mostrando gestos de terror.

—Y por eso quiero que esté segura —agrego, tratando de aminorar la tensión.

—Por eso no volviste a la prepa —dice Tania, como aterradísima—. Tuviste problemas con esos tipos.

—Sí, me secuestraron.

—¡Santo Dios! —Se cubre la boca y finalmente veo cómo caen las lágrimas, está demasiado afectada—. Dime que Mariano no fue producto de...

—Oh, no, por supuesto que no. —Paloma le toma la mano—. Mira, estoy bien actualmente, ¿sí? Ya pasó todo lo malo, y los tengo a ustedes, pero de todas formas le tengo miedo a mi padre, siempre fue capaz de cosas muy locas, claro que nunca fue abusivo ni un golpeador, nunca nos hizo daños físicos, pero no lo conozco ahora, no lo había visto en ocho años, nos abandonó a mi madre y a mí días antes de que esos hombres llegaran a cobrar su deuda y...

Tania finalmente se levanta de tajo y la abraza, llorando y temblando. Creo que anda más sensible de lo que la conozco.

—Lo autorizo, por supuesto —dice bajito—. Paloma, quiero que sepas que por supuesto que me tienes a mí también, ¿sí? Ese hombre no se va a acercar ni a ti ni a tu bebé.

—Gracias, Tania. —Paloma asiente y suspira, tratando de no llorar junto con ella—. Ni siquiera sé qué pensar de él, tengo mucho miedo, no sé lo que busca o para qué nos quiere, pero no quiero averiguarlo de todos modos.

Alcanzo a notar que le tiemblan las manos a ella también. En la madrugada, me di cuenta que no podía dormir por pensar en eso, la miré tocar sus cicatrices y secarse las lágrimas que estaba derramando en silencio. Cuando despertó Mariano, me ofrecí a atenderlo por lo que se dio cuenta de que estaba despierto yo, mirándola. Hablamos de su sentir y le volví a prometer que ellos van a estar bien conmigo.

Nos preparamos para irnos, Tania pidió encargarse personalmente de conseguir a gente de seguridad y ya está haciendo unas cuantas llamadas. Paloma, como hicimos muchísimas cosas hoy, está agotada, esperándome para tomar el ascensor, sentada en su escritorio, Tania justo ya se fue hace minutos y a mí solo me falta recoger mis cosas.

—¿Te puedo cocinar algo hoy? —pregunta de repente y yo sonrío antes de verla—. Desde que nos hemos vuelvo a ver, o cocinas tú, o compramos comida, o como la vez pasada, Andrea fue la que hizo la comida.

—Me encantaría probar tu comida. —Finalmente me acerco para ofrecerle mi mano e irnos ya—. Bien, vamos por tu madre y Mariano.

***

Inquieta, doña Macri se sube al asiento trasero y se despide de Rosalía, mamá se ofreció a llevarla a su casa y aseguró que la mandaría a primera hora mañana a la mía. La joven se despide con la mano antes de subirse al auto de mi mamá.

—Mami. —Paloma toma una gran bocanada de aire cuando vamos saliendo de casa de mis padres, apenas giro una esquina cuando se lo suelta—. Vamos a vivir con Lorenzo, ¿sí?

Por el retrovisor, miro un segundo a la señora, esta frunce el ceño pero no parece escandalizarse, la confusión pasa tan pronto que parece estar ansiosa por hablar.

—¿Andrea? —cuando lo pregunta, Paloma suelta una risita de la emoción y trata de reprimir las ganas que tiene de llorar, abrazando a Mariano, quien viene bien dormido.

—Ella vivirá con Antonio ahora, mami, en el pueblo, se fueron ayer en la tarde.

Echo otro vistazo a doña Macri al tiempo en el que me detengo en un semáforo. Parece confundirse todavía más, pero ahora actúa como si le preocupara algo.

—Bueno —dice, aparentemente zanjando el tema. Se cruza de brazos y mira hacia la ventana. No sé por qué siento que está pensando en muchas cosas, o no lo sé, a lo mejor aceptó la situación rápido, ¿no?

Llegamos a la casa y me encargo de bajar mi maletín y la pañalera de Mariano mientras Paloma, tras dejar al niño en su moisés en un sofá, acompaña a su madre a pasar a instalarse en la que será su habitación, aún no he buscado quién la arregle, pero sé que al menos hay una cama ahí y que esta noche dormirá cómoda.

Se lo explico a ella, quien, con una sonrisa, saca de un morral tejido a mano, que sé que le dio mi mamá, una pequeña pizarra y un plumón rojo con el que escribe algo antes de mostrarme.

"Eres muy amable, yerno, gracias". Sonrío tanto que seguramente se me ven los dientes.

—¿Quién te dio eso? —Paloma se emociona tanto, a lo que doña Macrina le escribe algo a ella también para que lo lea—. ¿Idea de la terapeuta?

Su madre asiente.

—Es asombroso, mami, espero y la uses solo por un tiempo, quiero que Mariano conozca la voz de su abuela pronto, ¿eh? —Doña Macrina vuelve a asentir y Paloma la abraza. Después, luego de volver a leerle algo en la pizarra, asiente ahora ella y le dice que le avisará cuando esté la cena. Me mira ahora a mí—. Bien, ¿quieres vigilar a Mariano mientras hago la cena?

—Claro que sí, pero estaremos contigo. —Voy por el moisés para llevarlo. Juntos, nos dirigimos a la cocina. Paloma comienza a sacar algunas cosas del refrigerador y pronto me doy cuenta que hará picadillo. Se me ilumina la cara. Es mi comida favorita.

—Le pedí a tu madre esta mañana que me dijera cuál es tu comida favorita —dice antes que se me ocurra a mí preguntar—. Y, por fortuna, están todos los ingredientes, así que, ¿tienes ganas?

Sonriendo como todo el estúpido enamorado en el que esta hermosa mujer me ha convertido, asiento, frenético. Y ni siquiera dejo de hacerlo hasta cuando ella pone finalmente el plato frente a mí. Huele tan bien.

Doña Macrina se nos une justo al tiempo en el que Paloma termina de servir y cómodamente cenamos.

Paloma le cuenta cómo nos la pasamos en Magdalena y lo que le encantaría que ella conociera también. Ella le escribe en su pizarra que ya conoce y que es un lugar hermoso, que ha estado en las fiestas tradicionales y todo se pone muy bello y agradable.

Me da paz que aparentemente esté tranquila, mamá me dijo que todo el día se la pasó mordiéndose las uñas y hasta llegó a pedirle que nos llamara para saber si todo estaba bien.

Recuerdo que antes no era tan ansiosa, y sé que todo se debe a sus traumas, pero la recuerdo como la señora curiosa que le encantaba ser amigable con los amigos de su hija. Se llevaba bien con algunos compañeros de la prepa porque estos trataban bien a Paloma, y a la mayoría le agradaba muchísimo la señora.

Sonrío, porque también me acuerdo que, en algún punto, ella me llegó a llamar "futuro yerno".

Se lo cuento a Paloma, cuando nos preparamos para dormir.

—¿Qué le dijiste? —Se ríe—. Debiste echar humo por las orejas.

—Mi mamá me enseñó a ser educado con mis mayores respetuosos, mi amor. —La abrazo de la cintura desde atrás, ambos estamos viendo a Mariano, a quien acaba de arropar, porque ya está dormido—. Admito que consideré que estaba loca por creer que tú y yo terminaríamos juntos, pero le dije que tú y yo no congeniábamos de ese modo, hasta le dije que solo éramos amigos.

Ella se ríe bajito mientras se gira para estar frente a frente.

—Quién diría que congeniaríamos tan bien, ¿eh?

—En realidad siempre congeniamos, Piraña, quizá antes no como lo hacemos ahora, pero siempre hemos sido uno solo. —Le doy un beso en los labios—. ¿Sabes algo? Cuando no volviste...

—¿"Las cosas fueron muy extrañas para ti, ya no querías pelear conmigo ni intentar ganarme en nada, solo querías que volviera"? —Me separo, confundido—. Me lo dijiste cuando estabas enfermo, me lo grabé muy bien, y creo que no te dije que yo también sentí que alguien me había quitado algo valioso. Cuando me despidieron de la fonda, había pensado en ti con esa boba promesa. Gracias por cumplir esa promesa y por todo lo que haces por mí, Lorenzo.

—Gracias a ti por permitirme hacer todo lo que está en mis manos.

—Te amo —Suelta, sonriendo, pero, cuando se da cuenta, se cubre la boca, avergonzada—. Ay, yo...

No dejo que se arrepienta en lo absoluto, así que le atrapo la boca y la tomo en brazos para llevarla a su lugar en la cama. Yo me termino hincando a su lado, pero en el suelo, y me separo solo un poco para verla a los ojos, soñado.

—También te amo, Paloma Lagos.

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