Capítulo 13: Intensidad
Disculpen la tardanza, me deprimí.
El siguiente cap estará el viernes o sábado.
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PALOMA
—El día que me secuestraron, conocí a ese hombre —finalmente lo digo. Estamos en la plaza, hay un montón de personas en lo suyo, nosotros nos sentamos en una banca, que queda cerca de la iglesia, a comer unos duros con verdura en bolsa.
—No me tienes que contar si no te gusta el tema. —Pone una mano en mi pierna y la palmea, como dándome confort.
—Sí, honestamente me disgusta el tema. —Me río de meros nervios—. Pero quiero decírtelo porque, ahora que iniciamos una relación, no quiero que la llevemos con secretos.
—Vale, razonable. —Me soba la espalda, instándome a seguir. Tomo una gran bocanada de aire y yo misma comienzo a acordarme de cada momento en el que yo fui la mujer más estúpida del mundo, al creer que ese hombre me quería de verdad.
—Era el hijo del hombre que me secuestró. —No quiero ni mirarlo porque siento tanta vergüenza de admitirlo, así que yo sigo viendo a la gente en la plaza—. Mientras me lastimaban y yo decía que no tenía idea de dónde estaba mi padre, él fue el único que me creyó y hasta se puso como barricada entre el hombre que me estaba golpeando y yo. Incluso le gritó a su padre que yo decía la verdad, que parecía sincera. Cuando yo dije que pagaría la deuda él fue el primero en aceptarlo antes de que su padre me dijera que me daba el beneficio de la duda.
Creí que de verdad le importaba desde el primer momento que nos vimos, creí que él también había sentido tantas cosas cuando nuestras miradas conectaron la primera vez.
Qué ilusa era.
—Cada que iba a abonar la deuda, él estaba ahí y, de algún modo u otro, terminábamos hablando, hasta que un día me besó y yo creí, estúpidamente, que éramos novios. Lo consideré como una luz al final del túnel, porque me sentía tranquila cuando estaba con él.
—Estás temblando. —Lorenzo toma mi mano y solo así noto también que me estaba arañando la pierna—. Entiendo, confiaste en él y te engañó, no me tienes que...
—Fui una apuesta entre él y su padre. —Si no se lo digo, no me sentiré segura—. Él jamás supo que terminé embarazada. Después de que se burlara de mí junto a su padre, presumiendo que me había desvirgado, solo quería terminar de pagar y no volverlo a ver en toda mi vida. Así fue como recurrí a tu mamá, llegué llorando con ella, nunca se lo dije, solo le había platicado sobre él, sobre que me gustaba y pensaba que me quería. Ella siempre me dijo que no confiara demasiado en él.
Lo veo, está muy preocupado, ni siquiera sabe qué decirme, yo me siento realmente tranquila cuando termino de hablar.
—Ya estoy bien, Lorenzo. —Me recargo en su pecho—. Mariano fue mi verdadera luz al final del túnel. Y ahora lo eres tú también, así que solo quería que supieras eso, te lo debía, se lo debía a esos dos adolescentes que debían ser amigos para siempre.
Siento cómo las lágrimas caen por mis mejillas cuando él me abraza y besa mi cabeza. Ya no siento tan pesado el pecho. Por meses me dije que era una grandísima estúpida, luego comprendí que yo jamás tuve la culpa por confiarle mis sentimientos a alguien, no sabía sus malas intenciones, no las veía por ningún lado, él siempre fue bueno y se portaba bien. Incluso fue cuidadoso esa noche.
—¿Y si volvemos al penthouse? —Me separa de él y veo cómo limpia unas pocas lágrimas de uno de sus ojos. Me sonríe—. Podría pedir algo para la cena y vemos alguna película, ¿qué te parece?
—Me encantaría eso. —Suspiro y le devuelvo la sonrisa. Me siento en paz, me siento libre del pasado. Sé que no lo olvidaré, pero ya no siento que me preocupe tanto. O, simplemente, acabo de decidir que ignorarlo me hará sentir mejor.
***
Mariano se queda dormido y Lorenzo se encarga de llevarlo a la cama mientras yo me quedo sentada en el suelo frente a la televisión y busco qué ver. Hicimos palomitas, pedimos bebidas y también sushi. Llamé a Lore hace un rato y mi mamá anda de lo más tranquila cenando, también intenté llamar a Andi pero esta no me respondió, a lo que asumí que estaría ocupada con Antonio, me dijo que a lo mejor se animaba a invitarlo a acompañarla este fin de semana, y yo me puse muy contenta. Ojalá sí estén juntos en este momento.
—Le puse almohadas a los costados, así que estaremos tranquilos por si rueda. —Se acomoda a mi lado en el suelo—. ¿Encontraste algo?
—No sé exactamente qué busco. —Me río. Creo que ni siquiera recuerdo la última vez que me senté a ver algo en la televisión. Si no mal recuerdo, en un trabajo que tuve, había una, y constantemente ponían las mismas cuatro películas a diario—. ¿Qué tipo de películas te gustan?
Me cuenta que las de acción y terror y yo opto porque busquemos alguna de terror porque también tengo ganas de ver alguna de esas.
A media película me inclino en su hombro, ya comimos la mitad de lo que preparamos y yo ya me siento llena, la película no me está causando ninguna emoción pero me siento cómoda.
—¿Ya te dio miedo, Piraña? —Lorenzo besa mi cabeza—. Tranquila, yo te abrazo, mi pequeña miedosa.
Se me sale una carcajada por lo serio que sonó. De todas maneras me recargo en su pecho e inhalo, sintiendo todo su aroma, que me causa una extraña paz, y me relajo, la película está realmente aburrida pero me encanta este momento que estamos compartiendo. Siento como si fuera algo que la Paloma y el Lorenzo del pasado siempre merecían y nunca tuvieron, como si esto fuera una curita a mi corazón y un recordatorio de que este hombre y yo siempre nos hemos llevado bien a pesar de considerarnos rivales en el pasado.
—Gracias por cuidar de mí, novio. —Levanto la cara y le doy un pico.
—Gracias por dejarme cuidarte, preciosa novia.
Las mariposas en mi estómago se alborotan tal y como lo han hecho desde que nos besamos la primera vez, tal como lo han hecho en los coqueteos que hemos tenido estas semanas en la oficina, como en el momento que tuvimos en el ascensor hace unos días, donde por un momento, se me olvidó que, en cualquier instante, alguien detendría el ascensor, y que, por fortuna, él nos detuvo antes que pasara.
Me aventuro a besarlo como ese día. Intenso, arrebatador y sin ninguna vergüenza. Él claro que me sigue el ritmo, olvidándose por completo de la película, y pasa sus manos alrededor de mi cintura. Las termina conectado en mi espalda, entrelazándolas para mejorar su agarre y atraer mi cuerpo para amoldarlo al suyo.
Me tomo el atrevimiento de dejarme llevar y me siento a horcajadas en sus piernas. La acción hace que él suelte un gemido, que termino tratándome y al mismo tiempo soltando el aire que comenzaba a acumularse en mi pecho.
—¿Terminamos de ver la película o nos vamos a dormir? —pregunta, tratando de respirar con normalidad. Yo me pierdo en su mirada, en sus bellos ojos, que ahora se encuentran dilatados, y le niego. Lorenzo levanta una ceja—. ¿Entonces qué hacemos?
El amor.
No puedo decirlo en voz alta porque lo reproduzco en mi cabeza y eso solo me acalora más las mejillas. Ni siquiera sé cómo decirle sin sentir que estoy siendo una aventada, sin sentirme avergonzada de querer esto, apenas hemos formalizado nuestra relación y esto lo he sentido desde hace días.
Caray, es que, desde que nos besamos en el ascensor, mi cuerpo reacciona de muchos modos.
—¿O prefieres hacer esto? —De repente, toca el tirante de la blusa, que decidí traer como pijama, y lo baja un poco. Estoy tan agitada también, que solo apunto a llevar mi mano a uno de los botones de su camisa y quitarlo como aprobación.
No obstante, la vergüenza comienza a apoderarse de mi cuerpo y agrando mis ojos.
—Espera, no sé hacer esto como se debe... creo. —Me río de meros nervios—. ¿Y si no te sientes bien conmigo así? Ni siquiera sabría cómo lograr darte placer y...
—Piraña. —Me detiene con un pequeño beso y me sonríe antes de seguir hablando—. Primero que nada, esto es algo de dos personas, así que la responsabilidad del placer es de los dos.
Sé que se me calientan más las mejillas con sus palabras.
—No voy a negarte que acabas de ponerme tan duro que sería divertido que te dieras cuenta que ese no es el control de la televisión. —Se ríe y yo ni siquiera sé cómo reaccionar.
En serio sí creí que era el control.
—Pero me pediste ir con calma y apenas me dijiste que sí, así que es importante preguntar si estarías dispuesta para avanzar en esto, por supuesto que seré paciente si me dices que no es el momento.
Tomo aire y siento que mi corazón late desesperado. O emocionado, no lo sé, pero me fascina la sensación que me generan sus palabras.
Vuelvo a besarlo solo unos segundos y me deshago de otro botón. Lo miro a los ojos de nuevo y asiento. Él parece sentir como escalofríos.
—Creo haber visto un par se condones en el cajón del buró de la cama —digo y escucharme me causa risa, pero me la aguanto y sigo hablando—. Me gustaría esperarte en el bonito jacuzzi que está en el baño.
Lorenzo asiente y a saber de dónde saca tanta fuerza pero se levanta conmigo en brazos. Me río.
—Te veo allá, preciosa. —Me sienta en el sofá, me da un beso y luego casi corre hacia la habitación. Yo me mantengo quieta unos segundos y finalmente estoy decidida.
Me voy quitando la ropa mientras camino hacia el baño y, cuando él llega al lugar también, yo ya estoy dentro del agua.
¿Estaré haciendo bien? Me lo pregunto ahora que me he quitado la última barrera que considero que él y yo teníamos, y trato de que no me dé vergüenza que vea mis pechos mientras me quito las manos despacio de ahí. Y no lo sé, lo único que sé es que ya quiero que esté a mi lado ahora. O dentro de mí, cualquiera de las dos cosas me encantarían ahora que entiendo lo enamorada que me siento y que él me hace sentir diferente, segura y amada. Lorenzo Castro es todo lo que necesito en este instante y no voy a desaprovechar ni un segundo más.
Se va desnudando mientras termina de entrar al baño. Cuando queda en bóxeres y comienza a bajarlos, trato de no flaquear al verlo y gozar de la vista que me regala de su dura erección, completamente libre.
Me muerdo los labios y decido estirar una mano para que sepa cuánto más cerca quiero que esté de mí. Lorenzo entra al jacuzzi y sin esperar que toda el agua moje su cuerpo, me besa con pasión y amor, intenso y arrebatador, carnal y maravilloso.
Me toma de las piernas y me atrae hacia su entrepierna. Su dureza roza mi entrada y se me sale un gemido poderoso. Gemido que toma como señal para dar el siguiente paso y yo incluso lo ayudo, levantando mis caderas para que finalmente esté dentro de mí.
Quién lo diría, Lorenzo Castro me está haciendo el amor. Y qué placer me causa todo esto.
Empieza a besar mi hombro y de pronto me llega un poco de inseguridad por mis cicatrices, no obstante, él aplaca cualquiera de las mismas cuando mordisquea ese lugar y sube de a poco hacia mi cuello.
—Eres tan dulce —gime en mi oído, y yo me derrito más de lo que aparento. Esto es maravilloso, único y placentero. El amor que me da, no solo en este momento, sino diariamente desde que nos declaramos, es especial y amaría poder tenerlo el resto de mi vida, ¿se podrá? Ojalá que sí.
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