Capítulo 11: Ramo

Espero que les guste el cap :3 

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PALOMA

Regreso a la mesa y me siento junto a Lorena. Está haciéndole cariños a mi bebé, quien anda más feliz de la vida. Sonrío. No se lo voy a pedir aún, aunque me sienta con las ganas de salir huyendo, pedir un taxi e irme a casa. Lorena es buena y parece agradarle mi hijo, y yo más que feliz de que la gente que quiero trate con amor a mi pequeño.

—Cuando me diste el dinero, él venía en camino y yo aún no lo sabía —le cuento y ella me dedica una mirada de preocupación—. No lo pasé mal, Lore, después de tu ayuda, créeme que mejoró mi vida.

De todos modos, su cara no cambia.

—Ese Rafael te...

—Sí, pero no quiero hablar de él, Lore, solo me queda disculparme contigo, debí confiar en tu intuición y no en él. —Trago saliva. Vale, no quería recordar todo eso justo ahora, menos con lo sensible que siento mi pecho y mi cuerpo después de besarme de manera tan intensa con Lorenzo.

—Las personas enamoradas no tienen la culpa de que las malas intenciones y decisiones de los otros, Paloma. —Abraza a mi bebé y lo acomoda para cubrirlo con el fular—. Mereces solo cosas buenas, él no lo era y ya, no te culpes, en aquel entonces, en realidad yo estaba molesta porque quería que te reencontraras con Lorenzo y fueran pareja.

Se me calientan las mejillas cuando ella comienza a reírse, divisado a su hijo, que se encuentra en el área de las fotos. Él no deja de ver hacia nosotras y solo voltea a la cámara cuando se lo piden.

—Pero, bueno, las cosas pasaron así, y no voy a negar que estoy feliz que ahora estén juntos, después de la noviecita que tuvo mi hijo, me alegra de que finalmente esté con alguien que merezca, así como también estés tú con alguien que sabe valorarte y que adora a tu hijo como suyo. —Sus palabras me descolocan pero no soy capaz de decir nada cuando suelta lo siguiente—: Conocí a Marianito por fotos, Lorenzo lo tiene de fondo de pantalla, esta mañana lo supe todo, él me lo contó, te adora.

¿Eh? Esto debe ser una de sus tácticas, eso no puede ser cierto, ¿no? Ha dicho que antes quería que estuviéramos juntos, puede ser eso, ¿verdad?

—Lore, yo... —Intento sacarla de su error o al menos negarle, pero de repente llega Miranda, de, me supongo, tomarse fotos, y se sienta de otro lado de su mamá.

—Eh, tienes el maquillaje corrido. —Me tiende una servilleta, sonriendo—. Deja saco un espejo, espera.

Miro un segundo a Lorena, avergonzada. Quería aclararle las cosas pero creo que ahora no se podrá, ahora se está riendo también de lo roja que seguramente me he puesto.

Miranda me da un espejo pequeño. Y por supuesto que se me calientan más las mejillas cuando veo que tengo un poco del labial rojo en mi barbilla. No es exagerada la mancha pero se nota bien en la luz.

—Lorenzo estaba peor, Tania le dio una toallita húmeda. —Miranda se ríe. Yo me limpio la barbilla, con los nervios y la pena recorriendo todo mi cuerpo. Ella aclara su garganta—. Bueno, comamos que se enfría.

Tan distraída ando que apenas noto que ya están los platos de comida en la mesa.

Me acomodo mejor en la silla y le pido a Lorena que me dé a Mariano para que ella pueda comer, pero, cuando me lo tiende, llega Lorenzo y es él el que lo toma.

—Yo lo cuido, tú come —dice con calma y dedicándome una mirada que me causa cosquillas en el pecho. Lo está haciendo con gusto y yo no puedo negarme a eso porque de verdad parece sincero el favor que me hace.

Asiento y sonrío. Ni siquiera sé qué voy a hacer después de esto, he salido huyendo de lo que para mí ha sido el mejor beso de mi vida. He salido huyendo de la calidez que me regalaron los brazos de Lorenzo.

Mi relación con Rafael fue tan efímera como absurda y para nada madura ni mucho menos tan apasionada y vívida, como siento esto que pasa con Lorenzo, que me da tanto terror. Rafael era un imbécil al que se le hizo fácil jugar con mis sentimientos y romperme el corazón, y, aunque tuve más la culpa yo misma por cegarme ante las palabras bonitas de ni más ni menos que el hijo del hombre al mi padre le debía dinero, no puedo quitarle la carga de ser un hombre horrible.

Sí, no intuí sus malas intenciones, no intuí que en realidad me usó para hacer sentir orgulloso a su padre, desvirgando a una estúpida y haciéndole creer que el amor que presumía tenerle era puro y sincero.

—Paloma, ¿estás bien? —Doy un respingo, sintiendo una mano de Lorenzo en mi hombro, luego sube a mi mejilla y me limpia una lágrima que ni siquiera sabía que tenía. No pensé tampoco que estaba llorando.

—Sí, solo me enchilé —me apaño de eso porque justo estoy por terminar la porción barbacoa—. Sé que no está tan picosa, pero creo que hoy tengo sensible el paladar.

Él asiente, no muy convencido de mi respuesta.

—Si quieres pásame a Mariano. —Dejo el tenedor y le extiendo los brazos. Ya comí la mitad así que es justo que lo deje comer a él, ¿no?

—¿Segura? Puedo enredármelo al pecho y ambos comemos a gusto, ¿quieres ver?

—En ese caso, yo lo hago.

Me levanto y él no replica, más bien me ayuda a acomodarme el fular. Su tacto me provoca tantas cosas que trato de aplacar y me vuelvo a sentar, comiendo un poco de ensalada para no hablar.

—El miércoles de la otra semana es el cumpleaños de Ricardo —habla Lorena, como apaciguando un poco la tensión que se respira. Me sonríe—. Me encantarían que nos acompañaran tu madre, Marianito y tú, será familiar. Por cierto, ¿cómo está Macri? ¿Ha habido avances con las terapias?

Me emociono que lo pregunte, ella me recomendó mandarla a terapia. Sin embargo, también me siento algo mal porque no hice mucho. Le cuento, con pena, que solo logré pagar una sesión.

—Me lo hubieras dicho antes, Paloma, con gusto se las pagamos, podríamos incluso ponerle una enfermera de apoyo, ¿alguien cuida de ella y de Mariano mientras trabajas?

—No hace falta. —Niego de inmediato—. Con el seguro médico de la empresa ya la inscribí, solo estoy esperando una cita.

En realidad solo lo planeé, aún tengo que poner en orden la documentación, pero no quiero que me ofrezca de nuevo su dinero. Suficiente tengo con todo lo que me ayudó en el pasado.

—Además la cuida mi amiga cuando yo trabajo, también me ayuda con Mariano.

Lorena, de todas maneras, me asegura que hablará con un par de conocidos para arreglar una cita, porque en la clínica pública tardará demasiado, y que mi mamá necesita ayuda ya si queremos que recupere su salud mental. También me promete que he hecho las cosas bien, pero un poco de ayuda no me vendría mal.

Tomo aire, calmando mis quejas. Me da paz que se preocupe de ese modo. Lorena es una persona tan bella y bondadosa, de esas que merecen todo el respeto y cariño del mundo.

—Gracias, Lore —digo y me dedico a seguir comiendo cuando ella me dedica una sonrisa.

***

Cuando ya es media noche, decido que ya es hora de volver a casa. Mariano está algo inquieto por la posición, así que me levanto de la mesa.

—Ya me voy, Lore, Mariano ya no está cómodo —digo y ella asiente, levantándose también para darme un beso en la mejilla y decirme que espera vernos el miércoles en su casa.

Camino lejos de la mesa al tiempo en el que se escucha al animador de la fiesta decir que la novia va a lanzar el ramo y que invita a las mujeres solteras a participar. Lorenzo fue al baño hace un momento así que justo lo alcanzo a visualizar cerca del bulto de mujeres, que se comienzan a acomodar atrás de Tania, quien se subió a una silla. La música comienza a sonar bajita mientras todos aplauden. Lorenzo me sonríe, confundido.

—¿Ya quieres irte? —pregunta, analizando que hasta traigo la mochila en mis manos.

—Mariano está inquieto, debe querer la comodidad de la cama.

—Vale, deja me despido de mi familia y nos vamos. —Me toma de los hombros e intenta que me aleje del bulto, justo nos queda al lado. Yo le tomo las manos y se las bajo despacio, dejándolas cerca ve mi pecho sin soltarlas.

—Pediré un taxi, no te preocupes, nos vemos el lunes.

La voz de Tania, anunciando que ya va a tirar el ramo, evita que me responda un momento y yo trato de comenzar a caminar.

—Piraña...

—Estaré bien, te enviaré un mensaje cuando llegue a casa.

—No, yo te llevaré, sabes que debemos tener una larga conversación tú y yo.

—Uno... —La voz de Tania la siento como un aviso para correr en cuanto la cuenta termine. Necesito huir, me muero de la vergüenza—. Dos...

—Yo no... —Intento replicar pero me detienen los gritos de las mujeres que tratan de tomar el ramo y Lorenzo haciéndome a un lado para que estas no me terminen empujando cuando Tania finalmente grita el número tres.

Todo pasa tan rápido que incluso siento que las mujeres se dispersan en cámara rápida cuando el ramo está entre mis manos, las de Lorenzo y el cuerpo de mi hijo, como si los tres lo hubiéramos atrapado.

Porque al parecer lo atrapamos.

—A eso yo le llamo destino —dice el animador—. Ese bebé quiere que mamá y papá ya den el siguiente paso, denles un aplauso.

La bulla de la gente me acalora las mejillas de la pena. Incluso Lore también grita y hasta Tania hace un comentario que no entiendo bien. Hasta mi pequeño se comienza a reír y patalear. Sin saber qué hacer exactamente, sonrío y alzo el ramo, para luego seguir con mi huida.

Lorenzo me sigue hasta que al fin estamos lejos de todo el ruido.

—Piraña, no huyas.

Hago un ademán, como si tratara de excusarme sin poder decir nada. Suspiro, rendida, no sé qué decir, la verdad.

—Bueno, llévame a casa. —Lo enfrento, aunque solo mirándolo a los ojos, porque, pese a que mi voz suena firme, ver su cara de preocupación me vuelve a hacer una cobarde—. No estoy huyendo de ti.

—Pues parece que sí. —Toma aire y lo suelta—. Paloma, no sé qué es lo que viviste con el padre de Mariano, pero estoy seguro que yo no soy igual a él como para que le tengas miedo a esto que nos pasa.

Esto que nos pasa. Me muerdo los labios. Bien, tiene razón, por supuesto que él no tiene ni siquiera un punto de comparación con Rafael. Lorenzo es completamente diferente a él.

Al menos Lorenzo pone las cartas sobre la mesa como el adulto que es, Rafael era un niño a pesar de tener veinticinco años en aquel entonces.

—¿Podemos ir a tu casa? —Intento no flaquear cuando lo suelto—. Si vamos a hablar, al menos quiero que mi hijo esté cómodo. Y en mi casa ni siquiera tendríamos privacidad.

La sonrisa que me dedica hace que se la devuelva cuando me extiende la mano. Se la tomo y nos vamos así hasta el auto.

En el camino me mentalizo para la conversación. Me causa un poco de conflicto porque ya me he vulnerado demasiado con Lorenzo, esta vez se siente más grande el malestar porque hablar de lo que me hizo Rafael siempre lo he considerado una humillación que me hago a mí misma.

Llegamos a su casa, bajamos y, una vez que estamos dentro, mi corazón comienza a latir desesperadamente. Mi modo de distraerme de ello es ir a su habitación para cambiar de ropa a Mariano y hacer que duerma. Lorenzo llega con nosotros cuando me pongo a darle biberón.

Me le quedo viendo al rostro a mi hijo y le sobo su carita para que él no se dé cuenta lo nerviosa que estoy. Aunque las cosas no me resultan fáciles porque se acomoda del otro lado, quedando frente a frente y mi Mariano en medio.

—Me gustas —dice, acomodándome un mechón suelto tras mi oreja—. Lo analicé ayer toda la tarde y noche, pero lo confirmé esta noche, aceleras mis sentidos y me encanta estar cerca de ti.

Cierro los ojos cuando comienza a acariciar mi mejilla. No quiero llorar, menos ceder, es algo difícil, tomando en cuenta que realmente siento que las cosas saldrán bien si simplemente me dejo llevar.

—Vaya, qué rápido, creo que ya se durmió. —La burbuja se rompe por un segundo cuando lo escucho. Abro los ojos y sí, Mariano ya está dormido, hasta soltó la teta del biberón—. Bien, entonces, ¿vamos?

—Vamos. —Intentando de nuevo ser valiente, asiento, cubro a mi hijo con las sábanas y me levanto, señalándole que salgamos a la sala.

Una vez ahí, me ofrece sentarnos en el sofá de dos plazas.

—¿Es mutuo? —De nuevo es él el que pone las cartas sobre mesa y considero que merece mi sinceridad por su valor—. Porque, de no serlo...

En lugar de sinceridad en palabras, se la otorgo con un pequeño beso, tomándolo de las mejillas para acercarlo a mí. Confesar mis sentimientos es algo que siempre he considerado aterrador. Besarlo además se acaba de convertir en mi necesidad.

—Sí, es mutuo, también me gustas —digo bajito.

Qué fácil me he rendido, pero, ¿qué puedo hacer ante esto? Mi razonamiento se nubla cuando lo tengo así de cerca.

—No sabes lo que me alegra oír eso. —Lorenzo se emociona y me atrae más a él para abrazarme—. Prometo ser el novio que mereces, Piraña.

Comienza a repartirme pequeños besos por toda la cara hasta que solo se da cuenta de lo que ha dicho.

—Espera, sí puedo ser tu novio, ¿verdad? —Avergonzado, se separa un poco y pasa una de sus manos por su cabello—. Digo, ¿quieres ser mi novia, Piraña?

Me río. Ser la novia de alguien. Qué cosa más rara.

—Esto es tan loco. —Me toco la cara, la tengo muy caliente—. ¿Y si vamos con calma? Esto apenas lo estoy procesando, sí, nos gustamos, pero no quiero que nos precipitemos y que se arruine todo, serías mi primer novio.

Me cubro la boca cuando lo suelto. Mendigos nervios que no me dejan pensar antes de hablar.

—¿Primer novio? —pregunta, preocupado, y aparentemente aterrado.

Tomo una gran bocanada de aire. Bueno, mi plan de no hablar del tema ha fracasado totalmente.

—Jamás he tenido un novio, solo he estado... físicamente con el padre de Mariano. Y fue una sola vez. —Me siento recta, tratando de mirar a otro lado. Lorenzo, en cambio, me hace recargarme en su pecho.

—No tienes que contarme todavía si es un tema difícil, Piraña. —Besa mi cabeza—. ¿Qué te parece si comenzamos con salir a citas?

Caray, tampoco he tenido una cita, qué vergüenza.

Sonrío.

—Me encantaría. —Me separo de vuelta y de nuevo me tomo el atrevimiento de darle otro beso, solo que esta vez termina siendo largo y arrebatador como el del jardín. Pasa sus manos por mi cintura y yo me apaño de su cuello, haciendo la fuerza suficiente para acomodarme en su regazo, con mis piernas abiertas a sus costados. Se me escapa un suspiro al sentir su dureza.

—¿Vamos a dormir? —Me separa un poco, conteniéndose como yo—. ¿O los llevo a casa?

Nuestras respiraciones están a la par, no dejamos de vernos a los ojos, esto es realmente arrebatador, tan arrebatador, y además necesitado, que seguir negándonos esto se siente como una injusticia.

—Le avisaré a Andi que nos vamos a quedar aquí.

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