Capítulo 10: Flores
Espero que les guste el cap, más tarde subiré otro :3
____________
LORENZO
—Ah, claro, hablar. Sí, hablemos. —Se acomoda mejor en su asiento, fingiendo demencia. Está nerviosa—. La ceremonia estuvo muy bella, ¿no crees? Tania estaba muy feliz.
Se me escapa una sonrisa. Sé lo que intenta hacer.
—Sí, estuvo bella, pero no me refiero a hablar de cualquier cosa, Paloma. —Intento que lo entienda, sobando lentamente su mano.
—Vale, justo te quería decir que, para la reunión con el señor Roberto, pueda que tenga que llevar a Mariano, me da pavor irme hasta Magdalena casi un día entero y que él me necesite.
Se me sale una risa y asiento.
—De acuerdo, podemos aprovechar y pasar todo el fin de semana los tres allá. —Aclaro mi garganta y ella parece tensarse—. Pero, Paloma, tenemos que hablar de lo que pasó ayer antes de despedirnos.
Toma aire y asiente, aceptándolo. Cuando quiere decir algo, mamá y papá llegan a la mesa y se ponen en cada lado de los costados de Miranda.
—Mamá, ¿nos cuidas a Mariano un ratito? Vamos a bailar mientras traen la comida.
Mamá sonríe, contenta y dice que sí, extendiendo las manos.
—Dame a ese precioso niño.
Ayudo a Paloma a desenredarse el fular con cuidado y después soy yo mismo el que le entrega a mamá a Mariano. Este mira a mi mamá, medio desorientado, porque recién despierta, pero después le sonríe.
Me llevo a Paloma a la mitad del jardín, donde ya hay varias personas bailando. La pongo frente a mí y la tomo de la cintura con una mano, con la otra le tomo suya, ella, por inercia, pone la que le queda libre en mi hombro. Cuando la apretujo para seguir el ritmo de la música, ella da un respingo, nerviosa.
—Nunca he bailado ese tipo de música —comenta, tratando de no hacer contacto visual—. Bueno, en realidad nunca he bailado, así que espero no pisarte.
—Yo te guío. —Le doy un giro—. Es una balada, no tiene ciencia, espera que salgan las cumbias y verás que son cosa seria.
Se ríe, luego toma una gran bocanada de aire y finalmente me mira.
—Lorenzo, ayer estaba en un momento débil —dice, mordiéndose el labio. El gesto me provoca las mariposas de ayer, aunque he de admitir que están en otras partes, no solo en el estómago. Ya no voy a negarlo—. Sé que pueda no ser una justificación, pero fue por eso que te... besé.
Sigue con lo mismo. Le doy otro giro.
—Sé que estabas vulnerable y por eso me disculpo.
Confundida y preocupada, trata de negar.
—No sé por qué creíste que habías sido tú si yo fui el que se acercó, Paloma. —La atraigo más a mí para dar otro giro. Ni siquiera sé si debamos girar con la canción, pero no le presto demasiada atención porque necesito aclarar esto ya—. Aunque, si tú dices que te acercaste, entonces no te besé ni tú me besaste. Nos besamos, ambos nos acercamos al otro. Incluso la segunda vez.
Sus mejillas se ponen más rojas que el rubor que se carga. Intenta hablar pero nada sale.
—Por cierto —trato de verme firme y sonrío, en realidad las piernas me tiemblan horrible—, fui más discreto frente a Andi y tu mamá para no asustarte, pero te quería decir que ves muy hermosa, me disculpo de antemano, pero me sentiría realmente afortunado si esta noche compartimos algo más que la mesa, un baile y un secreto, Piraña.
Siento cómo se estremece y mi corazón se emociona como un loco enamorado.
¿Enamorado? Quién sabe, pero me siento poderoso y agradecido de este momento.
—¿Como qué cosas? —pregunta, aparentemente intentando ser valiente, aunque hace notar que se siente nerviosa y avergonzada.
—No lo sé, tu compañía... tus besos.
—Lorenzo. —Intenta reprenderme y mira a todos lados, analizando a la gente que está a nuestro alrededor—. Hay mucho público.
—Oh, de veras, ¿se te antoja un lugar más privado para hablar? —Socarrón, me aventuro a recibir un no, una reprenda o un manotazo. No obstante, recibo un cohibido asentimiento que hace que se me trabe antes de hablar—. Vale, vamos al área de las flores, es lugar cerrado.
Mi voz incluso suena atorada. Aclaro mi garganta y la guío hacia el área de las flores, donde doña Gloria, la mamá de Tania, tiene todo un pasillo con distintas flores que cuida con mucho amor y alegría.
Entramos y finalmente estamos solos. La música se oye menos fuerte aquí, perfectamente podremos hablar.
—¡Oh, Dios! Qué lugar tan hermoso. —Se acerca, emocionada, a las petunias—. ¡Mira, tiene de todos colores!
Mira a todo su alrededor y corre cuando ve otras flores que llaman su atención.
—¡Peonias! Dios, este lugar es el paraíso de un amante de las flores, ¡también tiene girasoles enormes!
Parece toda una fangirl, dando de saltos.
—¿El girasol es tu flor favorita? —pregunto mientras me acerco a ella.
—Oh, no, no tengo flor favorita, solo me gustan las flores en general. En la casa que tenía antes, yo tenía solo tres variedades: rosas, petunias y amor de un rato.
—¿Amor de un rato?
—¡Sí! —Busca con la mirada la flor a ver si está. Por supuesto que la encuentra, creo, porque me hace señas—. Es esta, ¿no la conocías? Se llama así porque es anual, dura "un rato". Germina, florece y sucumbe en el curso de un año. También las llaman mañanitas o bella a las once. Son pequeñas y muy bellas.
—Interesante, no tenía idea. —Sonrío y finalmente la tomo de la cintura y de una mano desde atrás—. Piraña...
—¿Por qué sigues llamándome "Piraña"?
Me río. Ya le había dicho, pero supongo que no sabe qué decir, se le ha erizado la piel con mi tacto.
—Me gusta, no lo hago con intención de molestarte, es para mí como un modo especial de llamarte —respondo de todos modos.
—Especial —gimotea y gira, como si quisiera enfrentarme y replicar mis palabras, asegurando que son mentira. Pero la réplica no llega. Nuestras miradas se conectan y es como si la acción nos dejara mudos. Paloma hace un puchero, aparentemente para no llorar y mejor se ríe—. No estés jugando con esto, ¿sí? Se supone que te debo decir que no se debe repetir lo que pasó ayer jamás.
—¿Cómo que no? —Le toco la mejilla.
—Porque no, fue impulsivo e inapropiado. Y ni siquiera sé qué es lo que nos motivó a eso. Por eso quería decirte que nos comportemos, que no lo volvamos a hacer jamás y...
—Yo tampoco sé que es. —La interrumpo y uno mi frente con la suya, quedándome ahí un momento—. Paloma, la conexión que tenemos es de verdad una cosa que me gustaría saber hasta dónde llega, ¿o soy el único que siente eso? De ser así...
—No... no eres el único. —Pone una de sus manos en mi pecho, temblando—. Pero estoy aterrada.
Se ríe y yo también, de meros nervios.
—No tengas miedo, Piraña, te prometo que, cualquier cosa que quiera ahora, la siento con necesidad de buscar más. —Siento que mi corazón anda al mil—. De momento, sé que quiero besarte, ¿puedo?
Ella se ríe de nuevo, se inclina para arriba su cara y asiente, mordiéndose los labios, y hasta se pone a mirar por un segundo los míos. Me emociono como un imbécil antes de apretujarla más a mi cuerpo y lograr que nuestras narices se unan. Vuelvo a rozarla como ayer, lenta y suavemente. En silencio y disfrutando de la caricia cuando ella también me sigue.
—Eso se siente tan extraño pero bello —comenta y después vuelve a reírse—. Dios, lo siento, creo que arruiné el momento.
Se separa y me ve a los ojos, avergonzada.
—Lorenzo, antes de cualquier cosa, tengo que decirte algo que sé que, si me lo guardo para otra ocasión, me sentiré mal después.
Se aleja de mí y se acerca a las petunias otra vez, como tratando de ignorar y decir sin miedo lo que tenga que decir. ¿Me hablará del padre de Mariano? Quizá eso es lo que quiere hablar ella, de cómo le fue con ese imbécil, de lo que sufrió. Ha de creer que voy a juzgarla de algo, o no lo sé, pero parece muy preocupada por mi reacción cuando se gira y aprieta los ojos antes de hablar.
—Tu mamá me ayudó a pagar la deuda, y también trabajé para ella por casi dos años antes de renunciar porque dijo que te habías convertido en su socio y temía que llegaras un día a la tienda y me vieras —lo dice todo rápido y sin frenos—. Le pedí que jamás te contara lo que me había pasado ni que trabajaba ahí porque tenía miedo que te burlaras de mí, ya tenía muchos problemas en ese entonces como para tenerte constantemente frente a mí, viendo cómo me estaba arrastrando la vida.
—Oh, vaya —Es lo único que sale de mi boca, estoy sorprendido.
¿Entonces mamá estuvo con ella en esos momentos? ¿Ella la vio sufrir? ¿Ella sabía de sus cicatrices? ¿De que la lastimaron?
—¿Mamá sabe que te hicieron daño?
Abre los ojos y me sorprende más cuando me lo niega.
—Sabía de la deuda y del peligro, pero jamás le dije que me golpeaban constantemente, aunque siento que ya lo sabía, solo le platiqué de la primera vez, pero a veces llegaba a trabajar un poco indispuesta a los días siguientes de dar abono. —Se le forma un nudo en la garganta y decido acercarme a abrazarla. Ella me corresponde, alargando un suspiro—. Trabajé para ella antes de terminar de pagar la deuda, solo fueron unos meses después de mi renuncia, pero mantuvimos contacto hasta que nos desalojaron de la casa a mí y a mi mamá, resulta que papá también la había hipotecado, entonces fui a llorarle por un favor y le conté todo, bueno, casi todo, y ella me dio el dinero que hacía falta para acabar con la deuda. Desde ese día, no la había vuelto a ver hasta hoy. Hace casi dos año fue.
—¿Ella sabía que estabas embarazada? —No puedo evitar preguntar. Quizá mamá supo quién fue el desgraciado que la abandonó.
—No, me enteré unos días después, cuando fui a pagar la deuda... no quiero hablar de eso contigo todavía, ¿podemos parar? Solo quería decirte eso, lo de tu mamá siendo mi como mi guarda. —Parece darse cuenta que eso no me contó esa parte—. Además de la deuda, me dio dinero para pagar al menos un mes de alquiler, y Andrea, por suerte, me ofreció pagar mitad y mitad. Podría decirse que a tu mamá le debo mi vida.
Asiento, sin saber qué más hacer.
—Te lo quería decir para que no te enojaras si lo sabías después. No estás enojado con tu mamá, ¿verdad? Ella fue muy buena conmigo y yo la hice esconderte cosas solo por miedo a que te rieras de mis desgracias.
La separo un poco de mí y me dedico a limpiar sus lágrimas, despacio.
—Claro que no, ella hizo lo correcto, cuidando de ti y ayudándote, más bien creo que estoy agradecido, a lo mejor en ese entonces yo aún era un pendejo, no te hubiera servido de nada.
Sonríe y asiente.
—¿Volvemos a la fiesta? Tu mamá va a pensar cosas que no son. —Se aleja de mí un par de pasos y ella misma se limpia con cuidado los ojos.
—Lo que sea que ella piense, se supone que es lo que vendríamos a hacer, Piraña. —La vuelvo a atraer a mí para, de una vez por todas, darle el bendito beso que le he querido dar desde que fui por ella a su casa.
Ya no es de primera un pico, porque ahora su boca y la mía se mueven tan bien como nuestro segundo beso que disfruto de cada movimiento. Nuestras manos comienzan a dedicarse a tocar por toda la espalda del otro y nuestras respiraciones se mezclan y parece como si fuera lo único que se escucha. Mi corazón y el suyo también vuelven a estar sincronizados y el calor de nuestros cuerpos se vuelve uno solo.
Una de mis manos termina bajando hasta su pierna y la subo a mi cintura.
—Oh, Dios. —Paloma suelta un suspiro pero ni eso la detiene porque vuelve a atraparme la boca y ser ella misma la que coloque su otra pierna a mi otro costado.
La llevo hasta los maceteros largos de concreto y la siento a la orilla, abriéndole las piernas para mantener nuestros cuerpos cerca. Me meto en ese hueco y le hago saber que, la necesidad de que seamos uno solo, y está tan presente que bien podríamos alocarnos aquí mismo.
Nos miramos a los ojos cuando nos separamos por falta de aire. Las pupilas de Paloma están dilatadas al igual que como pueda que estén las mías. El deseo en su mirada me hace sentir que por un momento somos solo los dos en todo el lugar, y que solo las flores van a ser testigos de cómo le damos la razón a la conexión y simplemente nos apoderamos del otro.
Sin embargo, cuando ella desabrocha un botón de mi camisa, la voz de Tania al micrófono nos regresa a la realidad.
—Lorenzo, no sé dónde estás, pero te necesitamos para las fotos, gracias.
—Ya se dieron cuenta que no estamos —dice Paloma, tratando de respirar con normalidad.
Nos mantenemos unos largos segundos en silencio hasta que ella nota mi erección pegada a su cuerpo.
—Lorenzo —susurra, cohibida.
—¿Sí? —Mi respiración sigue igual de alterada.
—Creo que no dimensioné que esto sería un error. —Me vuelve a poner el botón, acelerada, me aleja y se baja del macetero, acomodándose el vestido, que recién analizo que se lo levanté—. Es una locura, eres mi jefe. Además, se supone que no quiero que me vuelvan a lastimar, menos que seas tú quien lo haga.
—¿Lastimarte yo? No, espera, Paloma. —Intento detenerla pero claro que no lo logro, sale del lugar sin darme tiempo de procesar lo que dijo. Paso mis manos por mi cabello, desesperado, y trato de volver a la normalidad mi apariencia.
¿Qué demonios fue eso? Se ha ido y me ha dejado tan desconcertado que ni siquiera sé qué tengo que hacer ahora.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top