Capítulo 1: Promesas
Lectores bellos, ¡feliz día! Gracias por siempre estar, votar, comentar y dar sus impresiones, los autores siempre les vamos a amar mucho, ¡nunca cambien!
Espero les guste esta historia (si son gentecita que ya la estaba leyendo, los cambios que se encuentren, no serán drásticos, ojalá los amen como yo)
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PALOMA
La última vez que llegué tarde a un lugar, fue a casa, y por ello tuve que pagar una deuda que ni siquiera era mía. Un grupo de hombres me gritaron, me golpearon y me dieron una fecha límite de pago que, por fortuna, se cumplió hace casi dos años. Lo recuerdo bien. Ese día conocí a mi único y verdadero amor. Mi Mariano.
Por eso me prometí a mí misma jamás llegar tarde a ningún otro lado y ser el ser con la mejor puntualidad que conocieran.
No obstante, voy diez minutos tarde a mi primera entrevista de trabajo en meses, corriendo por las soleadas y calurosas calles de Hermosillo, visualizando el edificio que ya me queda a una cuadra. Estoy toda sudada y sucia; me tropecé con un vendedor ambulante hace dos cuadras y en ese preciso momento estaba entregándole a un cliente su vaso de agua de Jamaica. La blusa blanca de botones que Andrea me prestó para ir formal, está marmoleada de rojo y hasta traigo un par de flores de Jamaica pegadas en el lugar de mis costillas. El olor es fuerte pero trato de ignorarlo porque me interesa más llegar al edificio. Necesito mucho este trabajo, caray, no puedo dejarlo ir así nada más.
Estoy tan agitada que, cuando llego a la recepción, le digo mi nombre por partes a la chica que se encuentra ahí. Ella incluso me da agua, que seguramente le pido, porque escucho cómo me dice que me lo vaya tomando en el camino y que me apresure a tomar el ascensor, que debo ir al piso dos.
—¿Eres Paloma Lagos? —Escucho una voz femenina al salir del ascensor. Ya estoy más calmada. Parece que me estaba esperando porque, una vez que asiento, me pide acompañarla a un escritorio donde me hace sentarme en una silla, para luego recargarse en el pilo del escritorio—. ¿Tienes alguna experiencia como asistente? ¿Trabajaste antes en alguna empresa agrícola?
Se cruza de brazos, mirando mi ropa, seria, lo que me hace pensar que, por haber llegado tarde, está tratando de ser paciente con todas sus fuerzas a pesar de que, probablemente, ya la saqué de quicio. Yo estoy tan nerviosa porque, una parte de mí, sabe que, por llegar casi veinte minutos tarde, ya tengo perdido este trabajo. Ella debe ser la jefa, la he ofendido de algún modo por no ser responsable con el horario.
Resignada al rotundo no, digo la verdad.
—Honestamente, no, señorita. —Me aguanto las ganas de ponerme a llorar como una niña pequeña porque sería tan vergonzoso—. Pero soy organizada y puntual... vale, hoy no fue el caso, pero podría...
Ella asiente cuando nota que no me puedo ni defender, pero no llega a decirme nada, su teléfono entona una notificación y lo toma, parece que le llegó un mensaje.
Yo, ya dándome por vencida, me levanto para irme. Qué vergüenza, de verdad, soy un desastre andante. Por supuesto que la puntualidad es lo más importante para este tipo de trabajos, solo le hice perder el tiempo.
—Paloma, espera. —Me llama cuando estoy abriendo la puerta—. Estás contratada, inicias mañana, ¿estás de acuerdo? Solo sé puntual esta vez, ¿vale? Al jefe le gusta mucho la puntualidad.
—¿Qué?
***
—¿Así nada más? —Andrea no lo puede creer y yo tampoco, obviamente—. ¿Entonces el trabajo es tuyo?
—Sí. Pensé que era una broma, pero dijo que hablaba completamente en serio, porque su jefe me había aprobado ya por mi curriculum... lo cual es estúpido, porque lo hice al aventón y creo que hasta tenía faltas de ortografía. ¡Y ni siquiera muestro formación académica ampliada!
—Es demasiado extraño, ¡pero es bueno! No quiero verle el mal lado, he visto que es una empresa muy buena, incluso algunas de las cosas que compramos para comer vienen de ahí. —Ella está genuinamente feliz por mí—. Además, coincidirá en nuestros horarios, irás a trabajar justo cuando yo llegue de mi trabajo, así que el pequeñín y tu mami no estarán solos.
Es lo que más me agrada de esto. Aportaré al departamento, y mi madre y mi hijo estarán en buenas manos mientras no esté.
—Muchas gracias, Andi, por ayudarme y comprenderme siempre. —Le doy un abrazo a esta mejor amiga que tengo y suspiro. Ella ha sido mi gran apoyo moral en los últimos años y solo espero que ya se llegue el momento en el que le pueda devolver todos los buenos favores que me ha hecho.
Las cosas mejorarán a partir de mañana, claro que sí.
Voy a mi habitación y veo a mi madre dormir tranquilamente. Mi hijo acaba de despertar de su siesta de medio día, pero, por fortuna, no se pone a llorar esta vez, solo se queda quiero, viendo al adorno que Andrea le compró para su moisés. Mi bebé ya siente curiosidad por los colores, qué feliz me hace notar eso.
—Hola, hermoso príncipe. —Toco su carita y me mira—. ¿Extrañaste a mamá?
Alcanza a tomar mi dedo en su mejilla y lo aprieta. Yo me río, provocando sin querer despertar a mamá, que se acerca al moisés a ver también a Mariano.
—Hola, mami, ¿dormiste bien? —Ella asiente—. Adivina qué.
Ella, por supuesto, no me responde, solo hace señas para que le diga la noticia.
—Me dieron el trabajo en Agrop H, seré la asistente del presidente de la empresa, empiezo mañana.
Mamá celebra, aplaudiendo, y me hace de nuevo señas para entender que está feliz de saberlo, hasta me da un beso en la mejilla.
Tomo aire, paciente.
—Andrea y tú van a cuidar de Mariano, ¿está bien? ¿Crees que puedas ayudar? —De nuevo asiente, volviendo hacer señas, mostrándome de ejemplo que le dará biberón y lo arrullará para dormirlo—. ¿Puedes decir "Mariano"?
Como de costumbre, se me queda viendo como si estuviera loca, pero esta vez abre la boca. Me emociono por una milésima.
—Maar... —Suelta con dificultad y yo sonrío, besando su sien mientras la rodeo con mi brazo.
—Gracias por intentarlo, mami, de verdad quiero que regreses a ser la de antes, te extraño tanto.
Intenta no hacer contacto visual conmigo mientras sonríe y asiente, mirando a su pequeño nieto.
Sí, definitivamente, las cosas van a mejorar pronto. Me lo prometo y se los prometo a ella y a mi hijo.
***
Por la mañana me voy una hora antes para estar a tiempo. El departamento queda algo lejos del edificio por lo que tengo que irme lo más pronto posible porque ni siquiera me quedó para un taxi, y Andrea estaba dormida, no quise molestarla para pedirle.
Llego al edificio a las siete con cincuenta y ocho, justo cuando un guardia abre la puerta para algunas personas que recién llegan también.
Vaya, es cierto, al jefe le gusta la puntualidad.
—¡Oh! Llegaste a tiempo. —El comentario me hace girar a ver a Tania, la mujer que me entrevistó ayer, quien en realidad es la encargada de recursos humanos. Esta me sonríe, cordial—. Me alegra, ven un momento, tienes que firmar los papeles que te dije ayer.
Una vez que mi firma está plasmada en el debido contrato, siento felicidad inmensa y, con una sonrisa, subo al ascensor para ir al piso cinco, donde me indicó Tania, allí estará mi jefe según dijo.
Estoy nerviosa, más por el simple hecho de que me han contratado cuando no tengo nada de experiencia en estas cosas y mucho menos referencias, además de que la entrevista ni siquiera fue buena, que para empezar ni siquiera la comencé ni terminé.
Bueno, deben necesitar con urgencia una asistente, ¿no es así?
Al abrirse el ascensor, mis nervios se intensifican y me prometo a mí misma que no voy a defraudarlos, seré eficiente, puntual y organizada. Estoy en la entrada de la gran oficina, y mi nuevo jefe está parado de espaldas a mí, viendo al gran ventanal que da la hermosa vista al Cerro de la Campana, este lugar es un gran placer visual que estoy segura que me encantará observarlo a diario.
Niego con la cabeza para espabilarme. La vista es estupenda, pero debo concentrarme.
—Buen día —saludo y aclaro mi garganta—. Soy...
—Paloma Lagos —termina él y mi corazón se acelera al tiempo en el que mis ojos se agrandan.
Conozco esa voz y esa estúpida risa de victoria. No puede ser, por favor no puede ser.
Cuando voltea, sonriéndome enaltecido, lo confirmo. Es él, de verdad es él.
Lorenzo Castro.
Mi siguiente reacción es reírme, desenvolviendo mis nervios y pensando en lo curioso que resultó mi destino.
Mi cabeza me lleva al pasado. A ese día en preparatoria, cuando el profesor Octavio nos entregó los resultados del último examen que hicimos en su clase.
Estábamos prontos a graduarnos, nos faltaban dos semanas exactas, era viernes.
—¡Já! —Exclamó Lorenzo, mostrándome su diez perfecto junto a una felicitación, mientras señalaba mi decente ocho junto a un signo de interrogación por parte del profesor, debido a que era mi primer ocho en esa clase—. Volví a ganarte, Lagos.
Puse los ojos en blanco y doblé mi examen para que no intentara corregir mis respuestas mal hechas, como lo hacía cada vez que él sacaba una calificación más alta que la mía.
—Felicidades, Castro, estoy orgullosa de ti. —Le sonreí falsamente, como siempre—. Sabes perfectamente que me alegra que ganes una competencia que juegas solo, ridículo.
Me levanté de mi silla y salí del aula. Teníamos que ir a Química y yo no tenía ganas de discutir con él.
—¿Olvidaste nuestra competencia? —Él me seguía, casi corriendo—. Somos los dos alumnos más destacados de nuestro curso, la generación llevará el nombre de alguno de los dos, y por supuesto que yo voy ganándote ese puesto.
—Me da igual, solo quiero terminar bien parada la prepa, Lorenzo, por favor, las competencias te las imaginas, ni al caso.
Llegamos al salón y, como de costumbre, se sentó a mi lado para molestarme.
—Vaya, no sabía que ya te habías rendido. —Se burló de mí—. Vale, eso demuestra que algún día te convertirás en una empleada más y no en alguien de éxito ni profesionista.
—Sí, sí, como digas. —Me recargué en la silla. Quizá sí tenía algo de razón, me había rendido, las cosas en casa no estaban muy bien que digamos y yo solo quería librarme de alguno de los pesos que comenzaba a cargar a mis recién cumplidos dieciocho años.
—Andas muy blanda, ¿qué te pasó? —Parecía tan sincera su pregunta que por poco se lo cuento, no obstante, siguió abriendo su bocota—. ¿Sabes qué? No me digas, me da igual, solo sé que, a como van las cosas ahora, en el futuro vas a ser mi asistente, vas a ver. Te lo prometo, Paloma Lagos, voy a ser tu maldito jefe.
—Ya veo por qué me contrataron aun con mi entrevista horrenda. —Vuelvo a la realidad, limpiándome las lágrimas de risa. Una que va con frustración e impotencia—. Bueno, ¿dónde empiezo, señor Castro? ¿Le traigo un café? ¿Le administro sus reuniones, jefe?
Mis preguntas parecen descolocarlo. Vale, ya entendí que estaba muy decidido a cumplir su promesa solo para burlarse, y no tenía ni idea que haberme rendido era de verdad y no a juego.
—¿En serio aceptarás ser mi asistente?
Parece confundido, pero pronto cambia su expresión a presumido. Yo me río más, ¿de verdad mi vida debía llegar a esto? ¿De verdad Lorenzo Castro es mi nuevo jefe?
—Ya firmé el contrato. —Me acerco, tan decidida como asustada, pero intentando ser firme—. ¿O me vas a decir que no cumplirás tu promesa? ¿No eres un hombre exitoso y profesionista de palabra, Castro?
Lorenzo está de verdad muy sacado de onda, pero intenta verse imponente, como yo intento ser valiente, aclarando mi garganta con lo siguiente.
—Señor Castro. —Traga saliva cuando me acerco al escritorio y pongo mis manos en la silla que queda al frente, a modo de reto—. Le prometo que no ha cometido un error al contratar a una persona sin experiencia, sin entrevista previa, sin recomendaciones ni referencias y con un curiculum hecho en un cyber de quince pesos la hora con múltiples faltas de ortografía. Seré la mejor asistente que ha tenido en toda su carrera. Le traeré su café, con permiso.
Me doy media vuelta y regreso al ascensor, sintiendo cómo mi cuerpo tiembla pero trato de que él no lo note.
Una vez que se cierran las puertas, tomo una gran bocanada de aire, lista para gritar, sin embargo, me cubro la boca con mi bolso antes de hacerlo con todas las fuerzas que me quedan.
Esto tiene que ser una maldita broma.
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