Parte 3

Rin soltó el aire que contuvo en sus pulmones todo el tramo que caminó una vez que la espalda del hombre se perdió en lo fogoso y oscuridad del bosque. Estuvo cerca de ser descubierta, la amargura de sus pensamientos provocó que le doliera la cabeza y apretara las manos en contra de su pecho. ¿Debería considerar sus opciones? Hablarle con la verdad al daiyoukai, se daría cuenta en cualquier momento, Sesshomaru era listo, sospechaba de su actitud, de eso estaba segura.

Soy humana, Sesshomaru-sama le desagradan los humanos, sólo conmigo es la excepción, pero eso no asegura que me tenga el mismo aprecio que yo.

Suspiró con fuerza observando la luna en lo alto del cielo, la ventisca no dejó de recorrer a su alrededor. Con el fin de despejar su cabeza, se adentró un poco a los árboles en busca del río para refrescar su rostro, técnicamente no estaría alejándose demasiado del lugar principal, solamente se echaría agua y volvería. Tan rápido que Sesshomaru no se enteraría.

Pasos rápidos, apartó varios arbustos y alcanzó a escuchar tenuemente la corriente del río, sacó la cabeza y sonrió victoriosa.

—Es ahí.

Acercándose, se dejó caer de rodillas en la orilla del río dejando a un lado la tela y tener mejor acceso. Sus manos sumergidas en el agua cristalina y palmándolas en su rostro le refrescó, permitiéndose aspirar con tanta fuerza que sus pulmones dolieron. Debía calmarse o su mente se volvería un caos.

—¡Ay! —exclamó de pronto al sentir un peso extra posarse en sus hombros, al ladear el rostro se encontró con un pequeño mono de ojos saltones que la veía desde ahí, teniendo una cantimplora sujetado con la boca. ¡Un demonio! Iba a gritar, sin embargo, notó que la pequeña criatura le palpaba el rostro con sus ásperas manos y asentía sin parar. Le pareció realmente tierno al no percibir peligro alguno—. Hola, pequeño, no tengo nada interesante para darte.

El mono alejó las manos y soltó un alarido cómico que le sacó una risa, pero al mismo tiempo la cantimplora cayó en su hombro y con ello el contenido: un líquido verde que para Rin olía asqueroso. Volvió a ahogar un grito de sorpresa y fue sustituido al cubrirse la nariz con sus dedos y mirar dicha parte.

¡El kimono que me regaló Sesshomaru-sama quedó arruinado!

—No, no, no. —Rin reaccionó al percatarse de que el mono ya no estaba a su lado, sino arrastrando hasta la orillas del río la tela que resguardaban las plantas—. ¡Alto! No juegues con eso, son plantas deli...

Antes de que pudiera levantarse y agarrarlo, el pequeño mono lo lanzó deliberadamente al agua. Rin se quedó estática un momento al observarlo flotar, agradeció a los dioses que no hubiera corriente alguna en plena noche que hubiera alejado las plantas de ella. Frunció el ceño, disgustada con el pequeño mono que le mostró la lengua en jugarreta y salió disparado hacia los árboles soltando sonidos extraños.

Resopló, su flequillo se alzó ante su acción. Perfecto, lo que me faltaba. ¿Será el destino castigándome por no ser sincera con mis sentimientos?

Tenía que recuperar las flores, no tenía ánimos de pedirle a Sesshomaru regresar por más flores, así que, sin más opción, se subió sobre las rocas sobresalientes del río y caminó con cuidado a no resbalar hasta quedar a la altura dónde se atoraron las plantas. Se puso de cuclillas y se inclinó a alcanzarlo. Al estar a punto de tomarlo, movió mal su pie y terminó resbalando al agua.

Desde afuera no parecía tan profundo, pero al caer al río descubrió que otra vez fue engañada. Un desnivel de rocas la recibió y al salir a la superficie soltando una exhalación profunda, notó que el agua le rozaba los hombros. Inevitablemente se empapó por completo.

—No volveré a confiar en monos por más tiernos que sean —murmuraba mientras regresaba a la orilla, se miró el hombro, la mancha verde se extendió cambiando el color rojo de la tela.

El olor persistía y se quedaría ahí a menos que lo tallara, si lo dejaba pasar sería peor, ni siquiera sabía que era y podía ser dañino para la tela. Tenía puesto su kimono favorito y sería una pena que se arruinara por su descuido.

Dejó escapar el aire por sus labios, resignada.

—Tendré que lavarlo...

Sí, lo tendría que hacer si no quería que se arruinara, pero al quitárselo quedaría expuesta y obviamente no trajo consigo otro kimono, así que su única opción factible era sumergirse en el río y lavarlo en ese mismo instante. Hasta ahí parecía sencillo y fácil si Sesshomaru no aparecía mientras lo lavaba.

Encogió los hombros, mirando a sus lados con prisas. No había pasado mucho tiempo en que se fue y no lo divisó cerca, asintió decidida mientras volvía a sumergirse en el río. En todo caso lo haría rápido y antes de que él volviera. Pan comido. Si le preguntaba porque su kimono —y ella— estaban mojados, pondría de excusa que se resbaló en la orilla del río, sí, mejor eso a que la regañe por dejarse engañar por un tierno mono.

Al llegar a dónde el agua le roza los hombros, se quitó el kimono quedando desnuda únicamente el agua siéndole de escudo, localizó exitosamente el área de la mancha verde y lo restregó con fuerza entre sus manos con tanta prisa, lo primordial sería quitarle lo más que pudiera la asquerosa mancha en el menor tiempo posible.

Contó sesenta segundos exactos y alzó el kimono al aire al contrario de la luz lunar, observando tenuemente la mancha en su kimono. Sonrió satisfecha por su trabajo rápido y se dispuso a salir enseguida para no permanecer más tiempo ahí. Mientras nadaba a la orilla mojó su cabello por completo y poco a poco iba incorporándose con el kimono pegado a su pecho pensando en que tendría que buscar una roca o árbol cerca que la refugiara mientras exprimía la tela.

Se le olvido el pequeño detalle de mirar a su alrededor antes de incorporarse completamente por las prisas de terminar pronto, fue hasta que alzó lentamente la vista del agua y fue topándose con la imponente figura del demonio a la orilla del río, mirándola fijamente.

—Sessho...maru-sama —susurró débilmente.

Sesshomaru estaba de pie sin apartar la vista de su rostro, con los ojos ligeramente abiertos. Dándole un vistazo rápido a Rin, su cuerpo desnudo únicamente protegida por el retraso de tela que ceñía a sus...

Rin se sonrojo más de lo normal encogiéndose al mismo tiempo que él le daba la espalda, entrecerrando los ojos dorados a los troncos de los árboles más allá. Sus dudas surgieron y de la manera más extraña y verosímil se percató de que, efectivamente, Rin ya no era una niña que se impuso a pensar para reprimirse meses atrás.

—¿Por qué estás desnuda? —preguntó sin mirarla aún.

Desde atrás, la chica tembló con cierto temor a que haya ofendido de alguna manera del daiyoukai.

—El mono... kimono... y líquido apestoso —apenas alcanzó a formular debido al nerviosismo aferrándose a la tela.

¿Un mono? Las explicaciones de la chica lograban confundirlo un poco, olfateó al aire captando el olor de un mono demoniaco, un antídoto contra el veneno y... la frescura del agua proveniente del cabello mojado de Rin. Al recordar que ella estaba detrás de él en esas condiciones...

Pésima idea olfatear, no le ayudó en nada.

—Sesshomaru-sama, sólo... no volteé —murmuró Rin a punto de ponerse el kimono mojado, pero, sin previo aviso, un kimono secó obstruyó su vista. Al quitárselo de la cabeza, Sesshomaru estaba con medio cuerpo a ella y la mano extendida, sobre todo, quedando en el kimono blanco que traía debajo del habitual.

—Ponte esto. Si te pones el kimono mojado te resfriarás.

Volvió a sonrojarse y asentir con la cabeza, cohibida.

Agradeció a todos los dioses que Sesshomaru la haya dejado sola mientras se vestía con su kimono, la tela era igual de suave que los propios y le quedaba más grande. Con todo su bochorno y sus pensamientos explotando en su cabeza, intuyó que le dio el kimono para permitir que el suyo se secara.

Buscó un par de ramas y colgó su kimono mojado, con la mancha apenas visible. La ventisca atribuiría a que se secara rápido, entre más pronto lo hiciera más pronto regresarían a la aldea dónde se regañaría una y otra vez por lo sucedido. ¿Qué consideró todas sus opciones? Esto debió ser una de ellas.

Se sentó al sentir las piernas pesadas, apoyando las manos en el pasto. Sesshomaru se alejó de ahí ante tal vista desagradable, una humana desagradable. Lo sabía y aún así no quiso aceptarlo, por otro lado, en verdad agradeció ese desprecio, si se hubiera quedado mirándola por más tiempo habría muerto de vergüenza. Se cubrió el rostro con sus manos, ahogando sus murmullos.

—Soy una tonta, tonta, tonta —susurró acomodándose mejor a esperar.

Después de unos momentos de perderse con la vista en la hierba, unas botas negras interfirieron en su campo de visión, no pudo mirarlo esta vez, así que se encogió más de hombros y cerró los ojos deseando que la tierra la tragara y la escupiera en la aldea. Sería más sencillo, sobre todo porque ahora no podía ocultar su corazón latiendo a mil por hora.

Lo sintió sentarse a su lado y después escuchó su nombre.

—Toma, Rin.

La aludida abrió solamente un ojo a su dirección sin atreverse a mirarlo aún, Sesshomaru le extendía un par de peras entre sus filosas garras. No comprendió la actitud del demonio, pero se permitió desplazar su mirada su estoico y calmado rostro. Tal parece que a él no le afectó en lo absoluto.

Mejor así. Agarró las frutas evitando tocas sus dedos.

—Gracias, Sesshomaru-sama.

Las tomó entre sus manos y las jugueteó su querer comerlas, y eso lo notó el demonio.

—Come.

—La verdad no tengo apetito —dijo sin atreverse a mirarlo aún, pero aun así le dio una mordida a la pera.

Sesshomaru entrecerró los ojos sentado a su lado, quería que comiera porque se veía más pálida de lo normal. Los menudos hombros de la chica de pronto tiritaron, no hubo ventisca alguna que causara frío, así que supuso que eran sus propios nervios. ¿Tanto le afectó a ella la situación? Sin saber la causa, no le agradó por completo.

Su dulce voz le hizo una petición tan impropio de ella.

—Sesshomaru-sama... ¿puedo regresar sola a la aldea? Sé que es mucho pedir, pero...

Tal petición provocó que el daiyoukai frunciera apenas el ceño en desacuerdo.

—No.

—Por favor, yo sólo...

—Mírame, Rin.

A cambio de su orden, la chica cerró los ojos y contrajo las rodillas contra su pecho y escondió el rostro, protegiéndose así misma.

¿Protegiéndose de qué? Sesshomaru no comprendió, Rin sabía que jamás le haría daño, entonces, ¿Por qué sus acciones? La vio temblar de nuevo y olfateó un aroma salado, conocía ese aroma, aparecía cuando Rin lloraba.

Lo que jamás podría soportar era ver a Rin triste y llorar.

—Quiero estar sola —apenas exclamó ella en sollozo.

—Dijiste que mi compañía no te desagrada —le retó Sesshomaru aún sin moverse de su lugar, solamente mirándola.

—¡No lo hace! —exclamó repentinamente Rin librándose de su postura, ni siquiera se dio cuenta de que alzó la voz, sus ojos derramaban lágrimas que su corazón ventila. Sesshomaru permaneció inmutable a pesar de ello—. Me agrada su compañía más de lo que supone, en realidad yo... únicamente estoy afectada por lo que sucedió. Eso es todo.

Rin lo había mirado fijamente a los ojos dorados, notando matices de interés en aquella mirada que pocas veces expresaban algo. Al percatarse de su propia actitud, tembló ligeramente al verse descubierta y volvió a apartar la vista del demonio, queriendo desaparecer una vez más. ¿Por qué sus deseos no se cumplen? ¡Daría lo que fuera para desaparecer en ese instante!

A diferencia de la ocasión pasada, no se disculpó, permaneció callada.

Lo vio estirar su mano, con cuidado de sus garras afiladas y la tomó del mentón obligándola a enfrentarlo, los ojos de Rin se ensancharon ante el gesto y el rostro de Sesshomaru acercarse un poco, incluso le hizo alzar el gesto y mirarlo fijamente. No podía apartarse de él.

—Hay algo más que te inquieta —afirmó él sin darle oportunidad de replicar, la tenía atrapada en su mirada. Los ojos cafés se acumularon de lágrimas nuevamente—. Dímelo.

Que Sesshomaru insistiera en el tema dejaba a Rin confundida, él jamás lo hacía. No tenía que hacer esfuerzo para dejarle ver sus intenciones y descubrir lo que ocultaba, pero ella que parecía estar más dispuesta que hablar de un mudo, tuvo que hacerlo. ¿Acaso Sesshomaru-sama...?

Las esperanzas que su corazón gritaba la oprimieron, bajó la mirada aún con los dedos del demonio en su barbilla.

—Lo único que quiero es regresar sola a la aldea.

Y, sin embargo, seguiría ocultándolo sin saber que esa noche Sesshomaru no estaba dispuesto a ceder en su petición caprichosa y estaba más que dispuesto a descubrirla.

—Sabes mi respuesta, en esta ocasión no concederé tu petición, intentas escapar de mi —dijo. La vio derramar aquellas lágrimas y no pudo evitar volver a fruncir el ceño, ella no lloraba por no cumplirle una petición tan banal. El rumbo de sus pensamientos cambió al recordar la plática con su hermano y la pregunta que ella le hizo mientras volaban—. ¿Todo esto se debe a que no me he dado a ti?

Los ojos de la muchacha se ensanchan gravemente dejándola en evidencia, lo miró fijamente a los ojos. Sus labios y corazón titubearon.

—No...

—Rin —Sesshomaru se acercó más a ella, tanto que la chica se sintió desfallecer—, no puedo darte algo que ya tienes.

Algo que ya tengo.

La frase se repitió en la mente de Rin una y otra vez sin apartarse de él, sus ojos dorados parecían comprender lo que dijo ella, y también comprendió sus propios sentimientos. Ambos hablaban de lo mismo, y no podía estar más que estática en su lugar por lo que escuchó, ansiosa, anhelante, con el brillo de la esperanza poco a poco instalándose en sus ojos cafés que derramaron más lágrimas.

Con su otra mano, Sesshomaru atrapó la lágrimas que caía de su rostro con tal delicadeza que Rin jamás creyó experimentar. Sus ojos cafés brillaron tenuemente y su voz dulce le acariciaron sus oídos.

—¿Lo dice enserio? Sesshomaru-sama, soy humana —reprimió Rin intentando alejarse, pero ante todo pronóstico, el demonio la atrapó con sus brazos y no la dejó ir, acorralándola contra su torso y haciendo que se sentara entre hueco de sus piernas. Rin recuperó el calor de sus mejillas, con las manos apoyadas en el kimono blanco y con la vista a Sesshomaru—. Una humana... y a usted le desagradan los humanos.

—Jamás dije que me desagradaras tú.

—Solamente soy su protegida, ¿no es así? Sesshomaru-sama jamás me amará como yo a él, no me anhelará como lo hago yo —confesó en pleno susurró, mirándolo fijamente a los ojos, detallando cada línea de su rostro. Sus manos se movieron por sí solas, tocando cada fracción con delicadeza. Sesshomaru nunca la perdió de vista y permitió todas sus caricias—. Después de todo... solo soy humana.

Una humana que provocó dentro de él un cambio. Desde siglos atrás repudió toda la idea de albergar sentimientos por algo o alguien en particular, abandonó esa necesidad desde cachorro. Y, sin embargo, ahora Sesshomaru no podía imaginarse sin que Rin estuviera a su lado, no importándole que fuera humana, eso la hacía más importante para él, porque sólo sería un instante en su larga existencia. Una instante que siempre estaría en su mente y ser por toda la eternidad.

—Sólo eres tú, Rin, y a este Sesshomaru no le importa nada más.

Los ojos de la muchacha de nuevo derramaron lágrimas mientras las manos de Sesshomaru la acercaban más a su cuerpo, Rin tomó su rostro y pegó su frente con la de él, cerrando los ojos, nariz con nariz, respiraciones tan cerca que entrecortaba a cada segundo. Labios unidos en un beso que sabía a calidez de la chica, una esencia de un ser tan débil y fuerte a la vez, una esencia que lo seguiría por la eternidad.

El tiempo no le permitiría olvidarlo.

Sesshomaru apretó los brazos en torno a la figura de la chica, no quería perder el control ahora. Debía adaptarse al tiempo de ella, a pesar de que no sería eterna... quería guardar cada instante cuanto sea posible. Un error al ver el cuerpo semidesnudo de la chica minutos atrás, lo hacía estar cada vez más consiente de lo que representaba y la mujer que aguardaba por él, pero no quería apresurarla, los humanos también tenían sus tiempos para asimilar los hechos.

Al separar sus labios, llevó sus colmillos detrás de la oreja de Rin, que se estremeció a su cálido aliento, aferrando las manos a sus hombros, apretando el kimono sin dejarle olvidar la sensación que experimentó.

—Sesshomaru-sama...

—Tu kimono ya debe estar seco —dijo sobre su oreja, cerrando los ojos para controlarse. Se separó de ella, observándola entre sus piernas, con el pliegue del kimono a la altura de su pecho medio abierto por el movimiento anterior. Alzó la vista librándola de la prisión de sus brazos indicándole mudamente que debía cambiarse.

Rin se tambaleó al incorporarse, y una parte retorcida de Sesshomaru aquello le pareció divertido, verla con las piernas temblorosas y las mejillas rojas por lo ocurrido. Apartó la vista dándole privacidad cuando sabría que eso cambiaría después. Al transcurrir unos minutos en los que admiró sin interés alguno el río, ella volvió ya cambiada y extendiéndole su kimono con una bella sonrisa, había recuperado su brillo alegre habitual.

De regreso a la aldea al vuelo fue un poco más rápido, o así lo sintió Rin cuando Sesshomaru aterrizó a los pies de las escaleras del templo. La soltó, y Rin lo miró fijamente a los ojos desde ahí, alejándose apenas unos pasos para admirarlo mejor.

—Gracias por todo, Sesshomaru-sama —dudó unos momentos, ofreciéndole la misma sonrisa tímida con el que lo hacía desde el lago—. ¿Usted... volverá mañana?

Sesshomaru entrecerró un poco los ojos antes de volver a su habitual expresión.

—Si así lo deseas, volveré.

—Entonces, hasta mañana, Sesshomaru-sama —dijo feliz llevando sus manos detrás de su espalda.

Rin caminó lentamente a la cabaña, antes de ingresar, giró lentamente a sus espaldas para agitar su mano al demonio que seguí ahí en espera a verla entrar. Al estar en la seguridad de la cabaña, se llevó las manos a su pecho sintiendo sus mejillas arder, sonriendo más de lo habitual.

—¿Rin? ¿Estás bien? —preguntó Kaede quién removía la olla dónde cocinaba la cena. Lo hizo por afán de enterarse más que preocupación puesto que Rin parecía estar en un trance bueno.

—Kaede-sama... ¿esto no es un sueño? —inquirió por debajo. Entonces escuchó su estomágo rugir y se avergonzó.

La anciana enarcó la ceja de su ojo visible y tomó un cuenco para servir el estofado.

— No te da hambre mientras sueñas, así que ven a cenar, muchacha —replicó la anciana ofreciéndole el cuenco.

La azabache sonrió observando las peras entre la tela de las plantas, dejándola a un lado junto sus sandalias de paja, se apresuró a tomar el cuenco y sentarse frente a la anciana con una radiante sonrisa.

—¡Gracias por la cena! Buen provecho.


Sesshomaru permaneció de pie en la misma colina dónde encontró a Rin durante la noche, observando la cabaña en la que residía la muchacha. Le complació su última conversación puesto que Rin iba aceptando lo ocurrido tan inmediato, como si ella también se hubiese reprimido y esperado lo mismo.

Entrecerró los ojos tras observar la vista de la aldea, tantos años observando el mismo paisaje en sus visitas a Rin, lugares más hermosos a este que nada tan banal cómo un paisaje le sorprendía realmente. Pero había observado que a Rin le fascinaba, en ocasiones en la que solamente la veía de lejos durante sus caminatas nocturnas notó aquel habitual comportamiento en ella, dedujo que le gustaba las cosas más sencillas.

Incluso en sus regalos, él no escatima en conseguirle cosas de valor y que demostraran su posición, Rin los aceptaba, por supuesto, pero escuchó de la humana molesta, esposa de su medio hermano, que la muchacha era alguien sencilla que se conformaba con poco y le incomodaba tales muestras costosas.

Le irritó al principio, ¿Rin no podía decírselo de frente? Pero Kagome le dijo que seguramente Rin no quería parecer grosera al decirle.

Así que, si a Rin le agradan más el admirar algún hermoso paisaje o detalles sencillos, consideraría dárselo.

La presencia de su lacayo detrás suyo con Ah-Un lo obligó a prestarle atención.

—Sesshomaru-sama, ya está listo el kimono —dijo Jaken con tanta seguridad y devoción, inclinándose ante él. El demonio de cabellos blancos no se molestó en mirarlo. Aún así Jaken sonrió para sí, mirando, al igual que Sesshomaru, la cabaña dónde vivía la chica—. Estoy seguro de que a Rin le fascinará.

—Vámonos, Jaken —dictó dando media vuelta mirando apenas de reojo, sobre la montadura del dragón, el paquete que su fiel sirviente trajo para Rin a pedido de él.

También estaba seguro de que muy pronto a Rin le gustaría portar un kimono femenino similar al suyo.

Y aquí termina esta pequeña historia, espero que les haya gustado como a mi a escribirlo :) no olviden decirme que les pareció. Como vemos Jaken en un principio había ido por el kimono que Sesshomaru mandó a hacer para Rin, incluso antes de que pasara esto, internamente ya lo estaba considerando. La visión de Rin con un kimono parecido al de Sesshomaru me da ternura. 

En fin, ¡gracias por leer!

Alela-chan fuera.

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