Seducción
Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.
Advertencia: Esta historia tiene contenido sexual explícito, no es apta para menores.
Palabras: 2778.
01.- Seducción
—Apuesto a que no puedes seducirle —había soltado con cierto regocijo el chófer de Jagged.
Habían bebido mucho. A pesar de ello Penny le dio otro trago a su vaso de ron o brandy, en realidad, ya no sabía ni qué demonios estaba bebiendo, y le miró con empañada determinación.
—Claro que puedo.
—Igual sí, porque le pones a mil.
Aquello era lo último que recordaba de la celebración por los diez premios que se había llevado Jagged aquella noche. Era idiota. El alcohol la había llevado a confesar que estaba enamorada de él, algo que creía ocultaba bastante bien.
Había dejado escapar el tiempo deseando que aquel reto lanzado por un borracho en una sala de conciertos perdiese fuerza, pero un mes después ahí seguía.
—Penny... ¡Penny!
—Sí, lo siento, estaba...
—En las nubes —refunfuñó Jagged—. No te necesito en las nubes, te necesito aquí, en la tierra conmigo.
—Lo siento.
Jagged casi nunca le llamaba la atención por nada, así que aquel enfurruñado reproche lo sintió como si fuera la regañina de un profesor en medio de un examen.
—Te preguntaba si vas a quedarte en la casa conmigo o si prefieres ir al hotel con los demás.
—Pues...
Bob Roth había tenido la maravillosa idea de enviar a Jagged a Sainte-Anne en la isla de Martinica para producir su siguiente álbum. Según el productor su música estaba perdiendo fuerza y carácter, algo con lo que Penny no estaba de acuerdo, pero sobre lo que en realidad no podía pronunciarse sin recibir un bufido condescendiente de aquel cerdo. Y no le apetecía en absoluto. Le había conseguido una enorme y aislada casa de lujo con piscina y un estudio de grabación. A Penny le olía a trampa a la legua.
—Me quedaré contigo.
—¡Genial!
—Por si necesitas algo —añadió como si necesitase justificarse por su decisión.
Él la miró con las cejas enarcadas, pero no dijo nada.
Penny había empezado siendo su asistente y de algún modo se había convertido en su mánager. Estaba más que acostumbrada a estar pegada a él prácticamente las veinticuatro horas del día. En realidad, si hubiese dicho que se quedaría en el hotel habría sido extraño.
El primer día lo pasó instalándose en la habitación de la planta baja en la que habitualmente se alojaba el servicio. Era una habitación enorme en la que casi cabía su apartamento al completo, con un baño privado gigantesco y mucha luz natural. Cenaron algo ligero y cada uno se metió en su respectiva cama para descansar.
Como era costumbre, Penny, se levantó pronto, se dio una ducha rápida, se vistió y arregló el pelo antes de ponerse en marcha. Cocinar para Jagged no era una de sus tareas, sin embargo, preparó un suculento desayuno que Jagged devoró adormilado. A Jagged el jet lag siempre le sentaba fatal, a Penny le hacía gracia que afectase tanto a una persona cuya vida consistía en ir arriba y abajo de escenario en escenario.
A media mañana estalló una especie de caos a cámara lenta, Jagged se había dejado caer en el sofá mientras Fang chapoteaba alegre en la piscina de plástico semienterrada en el jardín. Tenía la guitarra en el regazo, pero de ella no escapaba ni una sola nota. Penny evitó decirle nada, porque Jagged podía estar pensando en algo y cortarle el hilo de pensamiento nunca era bueno. Y entonces ¡puf! el aire acondicionado se detuvo. Penny no entendía mucho de aires acondicionados, aún y así toqueteó el mando, revisó los cables, cortó la luz y volvió a darla, pero nada, no volvió a ponerse en marcha. Abrió las ventanas tratando de refrescar el ambiente e hizo un par de infructuosas llamadas.
—Creo que se ha estropeado.
—¿Has llamado al técnico?
—Sí —respondió desabrochando uno de los botones de la camisa blanca que se le pegaba a la piel por el calor—, pero no puede venir nadie hasta pasado mañana.
—Una estancia de lujo —refunfuño el músico evitando mirar su escote—. No tienes de qué preocuparte, estarás a las mil maravillas. Sí, claro, el sueño de mi vida es morirme de calor.
—No creo que esto lo haya planeado Bob, las cosas se estropean.
Jagged movió la mano en el aire como si estuviese espantando el nombre de aquel hombre.
—Penny, vas a morirte de calor, ponte algo más adecuado, mujer —soltó deshaciéndose de la camiseta blanca que empezaba a humedecerse por el sudor—. No tienes que ser tan formal, relájate.
—Sí, de acuerdo.
Penny regresó a su habitación, no iba a discutir porque realmente se estaba muriendo de calor. Se dio cuenta de que no había llevado ropa demasiado adecuada. Era un viaje de negocios, así que prácticamente todo eran camisas y pantalones, había metido un bikini pensando en que, tal vez, tendría tiempo para escaparse a la playa o darse un chapuzón en la piscina, y un par de vestidos para la playa. Tomó el de color amarillo, le gustaba porque era cómodo y fresco, la tela suave y vaporosa no se pegaba a su piel por el sudor y sería algo de agradecer. Se deshizo de la ropa, se quitó el sostén que le daba un calor horrible y se puso el vestido. Al mirarse al espejo recordó porque no se lo ponía demasiado, el tirante izquierdo tenía tendencia a resbalar por su brazo y dejar a la vista la copa del bikini, normalmente no le importaría, pero en aquel momento se arriesgaba a quedarse con un pecho al aire.
Penny soltó un bufido y disintió. No tenía por qué pasar. Estaría fresca, eso era lo importante.
Salió de la habitación para regresar al sofá en el que Jagged permanecía medio derrumbado con el torso desnudo. La miró, de arriba a abajo y de abajo a arriba. No era la mirada de siempre, la hizo ruborizarse.
—Es lo único que he traído que no da calor —se justificó como si debiera hacerlo. El tirante resbaló, lo cazó al vuelo y lo recolocó—. Estaré en la mesa, trabajando, por si me necesitas.
—Siéntate conmigo, de todos modos, no puedo concentrarme con este calor.
—Bob se enfadará si no compones nada nuevo.
—Bob puede irse a la mierda o al infierno, lo que prefiera.
Penny dejó escapar una suave risita, estaba de acuerdo con él. Se movió, atrapó el tirante que resbaló por su brazo antes de que dejase ver más piel de la necesaria. Se sentó a su lado.
—Supongo que debes de estar arrepintiéndote de no haber elegido el hotel —murmuró pendiente de aquel travieso tirante fugitivo.
—No, estoy acostumbrada a estar contigo, me gusta estar contigo, y ahora ya no tengo tanto calor.
—Ya...
Jagged se puso en pie de un salto, Penny se sorprendió. ¿Habría dicho algo inadecuado? Estaba a punto de disculparse cuando él abrió de nuevo la boca para hablar:
—Té helado. ¿No te apetece?
—Iré a buscarlo —musitó ella.
—No, voy yo, tú... espérame aquí.
Penny observó confusa como se alejaba del sofá casi como si le persiguiera el diablo. ¿Qué había sido eso? No era normal, Jagged estaba extraño. ¿Se sentiría incómodo con ella? ¿Había algún motivo para estarlo? Siempre se habían llevado bien, se entendían a la perfección. Era raro.
«Apuesto a que no puedes seducirle» resonó en su cabeza «igual sí, porque le pones a mil» continuó la voz pastosa de borracho a las tres de la madrugada.
¿Cabía la posibilidad de que Jagged se sintiera atraído por ella de verdad? Era cierto que su forma de mirarla al aparecer con aquel vestido corto y escotado no se parecía en nada a su modo habitual de hacerlo, pero... no. Se estaba embalando, estaba permitiendo, de nuevo, que una estúpida conversación entre dos borrachos de madrugada la empujase hacia fantasías estúpidas.
—Le he puesto jengibre, ¿te gusta el jengibre?
—Ah, sí —susurró tomando el vaso helado—. Jagged, ¿estás bien? Pareces nervioso.
—Es... el calor. Penny, hace calor.
No entró a discutir. Le dio un trago al té helado agradeciendo el frescor en las yemas de sus dedos. Miró a Jagged de reojo, parecía nervioso e incómodo y ninguna de las dos cosas eran normales en él. Tampoco era normal aquel silencio espeso.
Sus miradas se encontraron un instante, volvieron a mirar al frente.
Penny pensó en la conversación de borrachos. ¿Y si lo intentase? Seducir a un hombre no era tan complicado. No tenía nada que perder a parte de la dignidad. Jagged no la juzgaría si resultaba no estar interesado en ella, porque, bueno, era Jagged.
«De acuerdo, que parezca natural» se dijo a sí misma. Ella no era muy buena en eso de la seducción, pero podía intentar parecer sensual.
Dejó el vaso sobre la mesita frente al sofá, sacó uno de los cubitos de hielo y lo paseó por su nuca dejando que las gotitas resbalasen por su piel.
—Qué calor —susurró.
La mirada de Jagged se clavó en ella, en el camino húmedo que el hielo iba dibujando sobre su piel oscura. Hipnotizado. Ella suspiró y permitió que un leve escalofrío le robase un jadeo complacido.
—Penny...
Ella se humedeció los labios al girarse para mirarle y le sonrió esperando a que continuase.
¿Qué era eso? ¿Penny lo estaba haciendo de manera consciente o era él quien estaba desvariando? Nunca había creído que ella pudiera verle como algo más que un músico caprichoso e infantil, así que seguramente se estaba imaginando cosas. Penny era joven, no sabía cuál era su edad exacta, pero era más joven que él y era algo evidente.
Al verla aparecer con el vestido había sentido un súbito fogonazo, porque era una mujer preciosa con un cuerpo espectacular. Después le había dicho que estaba acostumbrada a estar con él y que le gustaba, eso había roto el frágil muro de contención tras el que ocultaba sus sentimientos por ella mientras repetía que era su mánager y su persona de confianza. Y ahora jugueteaba con un trozo de hielo por aquella piel que él tanto deseaba tocar y besar. Y el jadeo, ese maldito jadeo tan sexy...
—Jagged, ¿seguro que estás bien?
—No hagas eso.
—¿El qué?
Bajó el brazo confundida, el tirante resbaló, ella no lo atrapó a tiempo, él trató de hacerlo, reteniéndolo con torpeza, aunque ya era tarde. Su pecho al descubierto atrapó toda su atención, la forma, el tono de su piel, el pezón oscuro y erecto. Tragó saliva sintiendo la garganta seca, incapaz de desengancharse de aquella imagen perfecta. La respiración se le aceleró y se percató de que la de Penny lo había hecho también.
—Puedes tocarlo —susurró Penny con timidez tras lo que se sentía como una eternidad.
Los dedos de Jagged abandonaron el tirante, que resbaló más mostrando el pecho completo y parte de la piel sobre sus costillas. Cuando Penny empezaba a pensar que la regañaría la tocó. Rozó con suavidad su pezón, dibujó la areola y, finalmente, atrapó el pecho en la palma de su mano. Penny dejó escapar un suspiro complacido.
La mano de Penny se movió buscando contacto con la piel de Jagged, acarició su mejilla, se deslizó hasta su nuca y enredó los dedos entre su pelo unos instantes para deslizarse por su espalda.
Jagged la besó en los labios robándole el aliento. Penny había oído miles de alabanzas sobre su manera de besar y podía afirmar, sin miedo a equivocarse, que se quedaban muy cortas.
Mientras su lengua se enredaba con la de Penny se preguntó si no se estaría sintiendo obligada a corresponderle. Sus manos decidieron hacer caso omiso a aquel instante de duda, empujando el otro tirante para dejar su torso desnudo.
—Jagged...
—¿Qué?
Penny sacó los brazos de los tirantes y cómo única respuesta le besó de nuevo. Silenciando el pensamiento de que se sentía obligada y animado por aquel tórrido beso que ella había iniciado tiró de ella para sentarla a horcajadas en su regazo.
Recorrió su piel con inquieta curiosidad, respetando la barrera de tela, aunque se moría por quitarle el vestido y lanzarlo bien lejos. Con Penny no quería cometer ningún error, porque no sólo era la persona con la que trabajaba casi el día entero durante todo el año. también la quería.
Los dedos ágiles de Penny desbrocharon su cinturón y continuaron con los botones del pantalón. No la detuvo, pero se apartó de sus labios para preguntarle:
—¿Estás segura?
—Lo estoy.
Jagged se lanzó a saltarse la barrera de tela. Las manos resbalando por los muslos de Penny para perderse debajo de la falda del vestido. Acarició su bonito trasero, apretándolo con el deseo desbordándose por segundos, descolocando la tela fina y suave de las braguitas. Penny se apartó de él, tiró del vestido, sacándolo por su cabeza y lo lanzó al suelo. La única frontera entre ellos la marcaban unas bragas, un pantalón y unos calzoncillos, demasiada ropa.
—Agárrate a mi cuello —le pidió. Penny lo hizo cuando le sintió moverse y la mano de él se plantó bajo su trasero, manteniéndola bien sujeta al ponerse en pie—. Vamos arriba —le aclaró—, por Fang.
—Claro.
Penny se había olvidado por completo del enorme reptil que retozaba en la piscina de plástico, le encantaba plantarse en el sofá. Sería raro e incómodo tener a semejante animal observándola revolcarse con su dueño.
Subió las escaleras con ella en brazos como si no pesase nada y la sentó en la cama para poder abrir las ventanas. Hacía un calor de mil demonios y todo aquel toqueteo no le estaba ayudando a permanecer fresco.
Penny le observaba, sentada en el borde de la cama, con los ojos cargados de deseo y mordiéndose el labio. Su hermosa piel desnuda, sus pechos perfectos y las bragas mal colocadas dejando entrever el resto de ella. La deseaba como nunca antes había deseado a nadie.
Se quitó los pantalones y regresó hacia a ella que tomó la iniciativa para deshacerse de los calzoncillos, se puso en pie y él la imitó tirando de la tela de las bragas para borrar la última barrera.
Penny tiró de él, reclinándose en la cama y arrastrándole con ella. Se comieron a besos explorando la piel del otro, evitando zonas íntimas. Penny se preguntó por qué se estaba conteniendo, por qué mantenía un perfil tan bajo, por qué no acababa de decidirse a lanzarse. Se removió con suavidad, si él no acababa de dar el paso lo haría ella. Deslizó la mano entre ellos hasta encontrar su erección, la acarició sin un ápice de duda.
—Penny. —El susurro en su oído le erizó la piel, se mordió el labio para contener un jadeo—. ¿Estás segura?
—Lo estoy —contestó por segunda vez—. Muy segura.
La posición del cuerpo de Jagged cambió, Penny comprendió que se había acabado el toqueteo inocente antes de que la mano del músico se enterrase entre sus piernas. El siguiente beso que recibió fue aún más intenso y profundo. Se sintió confusa y mareada un instante. Le devolvió las caricias, no iba a quedarse atrás después de haberle dado luz verde. Continuó tocándole, avivando su deseo.
No contuvo el jadeo que huyó de su garganta cuando los labios de Jagged resbalaron por su piel, incendiándola a su paso. No se tragó el gemido que escapó cuando su lengua recorrió el espacio húmedo entre sus piernas, tampoco el que lo hizo cuando sus dedos se unieron al juego.
—Jagged.
—¿Mmm?
—Dios mío.
Él rió sin cesar su labor. Pensaba regalarle una buena experiencia, le daba igual si lo que estaba ocurriendo en aquella cama era el calentón del momento, locura transitoria o si Penny sentía algo por él. Iba a hacer de aquello algo memorable.
La cadera de Penny se meció al ritmo de sus dedos rogando por más de lo que obtenía. Sus suaves gemidos entonando una bonita balada que quería oír para siempre.
—Jagged... —jadeó su nombre.
—¿Me dejas seguir?
La pregunta la sorprendió, no se imaginaba a Jagged preguntándole a nadie si podía seguir en medio de una sesión de tórridas caricias íntimas, pero acababa de hacerlo y le pareció adorable.
—Sigue, no te pares ahora.
Jagged soltó una risita, Penny supuso que había sonado ridículamente necesitada, porque en realidad lo estaba.
—Eres preciosa, Penny, me encantas —susurró.
La penetró con calma, centrándose en buscar el ritmo adecuado para ella. Acoplándose al vaivén que sus caderas empezaron a marcar. Disfrutando de cada gemido en el que convertía su nombre. Se estremeció con ella, acompañándola en un orgasmo intenso.
Los rumores sobre sus besos no le hacían justicia, pero los que hablaban de él como amante ni se acercaban a la realidad.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Todavía no me había apuntado a ningún reto este 2022, así que aquí voycon el primero. Es una historia corta de cinco capítulos, aunque se pueden leerde forma independiente, ya que la trama es de simples arrumacos. Espero que ladisfrutéis.
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