14- Lucas
14-LUCAS
Todo ha sucedido demasiado deprisa. En cuestión de segundos he pasado de estar tomándole el pelo a Bianca a que caiga desmayada delante de mí. He sido incapaz de reaccionar. La chica ha comenzado a actuar como si estuviera a punto de matarla, he podido ver el pánico en sus ojos. Por suerte he impedido que cayera de cara al suelo.
Cuando llegué esa mañana a la casa me di cuenta que algo no marchaba bien. Vi el mural que Bianca había hecho en una de las habitaciones con los nombres de la gente que estaba en el caso. Incluso me había quedado impresionado porque tuviese tanta información. También revisé la basura y vi que apenas había un par de envases de conserva, lo que me hizo temer que Bianca no estaba comiendo como era debido. Pero lo que más me había impactado fue cuando la vi. Se la notaba cansada y pálida. En ese momento debería haber supuesto que no era buena idea presionarla, pero estaba enfadado por todo lo sucedido. Además, no llegaba a entender por qué Bianca estaba actuando de esa manera. Lo que no había imaginado era la reacción que iba a tener al ponerle las esposas. Bianca me había dado un susto de muerte. Me tapo la cara con las manos todavía temblorosas por lo sucedido sin apartarme de la cama donde la he tumbado. Algo iba mal y no sabía el qué.
—Hey —Escucho de forma débil. Cuando aparto las manos me encuentro con los ojos de Bianca ligeramente abiertos.
—Hola —susurro todavía acongojado por lo sucedido—. ¿Cómo te encuentras?
—Bien —contesta intentando incorporarse, pero la detengo antes de que lo haga.
—Tienes que descansar —digo empujándola suavemente. Ella me mira y se tumba de nuevo—. ¿Quieres algo?
—Agua.
—Voy a por ella. —Antes de cruzar la puerta me detengo y me giro a observarla. Está mirando al techo con la mente en otro sitio—. Prométeme que no te vas a mover. —Al escucharme vuelve a prestarme atención.
—Te lo prometo —murmura suavemente.
Me dirijo a la cocina donde cojo un vaso de agua de forma apresurada para volver a la habitación con Bianca. A pesar de su promesa me siento algo reticente a dejarla sola mucho rato. Cuando vuelvo a la habitación no se ha movido de su sitio y sigue con esa mirada perdida. Un suspiro de alivio se me escapa.
—Toma —digo ofreciéndole el vaso. Una vez está incorporada bebiendo me vuelvo a sentar en la silla a observarla. Parece que se está recuperando y eso me tranquiliza. No sé que narices está pasando pero las cosas no pueden continuar así.
—Me has quitado las esposas —murmura ella observando su muñeca libre.
—Sí, después de ver lo mucho que te afectaba estar unida a mí he decidido que lo mejor era soltarte —bromeo intentando relajar el ambiente a la par que sonrío, aunque me temo que mi sonrisa se ha quedado en una especie de mueca. Pero no parece molestarla, más bien parece agradecer el comentario. Me da miedo hacer la pregunta pero por otro lado es una tontería posponerla—. Bianca, ¿qué está pasando? —pregunto en un tono suave para no asustarla. Veo el temblor de su barbilla y el miedo en sus ojos al escuchar la pregunta y se me contrae el estómago—. Si no me lo dices no te puedo ayudar —digo suplicándola para que lo entienda.
Ella aparta la vista y se abraza las piernas contra el pecho escondiendo el rostro en un gesto de angustia que me preocupa. Cuando percibo que sus hombros tiemblan el pecho se me contrae al darme cuenta de lo mucho que está sufriendo por dentro. Dejo mi sitio para sentarme en la cama junto a ella. Le aparto el vaso de las manos y la rodeo con mis brazos intentando calmar su dolor. No sé qué hacer, así que lo único que hago es estar ahí abrazándola esperando a que se tranquilice. Pasado un buen rato Bianca deja de llorar pero nos quedamos en la misma posición.
—Lucas —susurra Bianca.
—¿Sí?
—Ya me puedes soltar. —Escucho su voz amortiguada por las piernas.
—Sí, claro. Lo siento. —Me aparto para darla aire, pero ella sigue con la cabeza enterrada en sus piernas.
—¿Puedes ir a por pañuelos? —pregunta sin alzar la cabeza.
—Claro —contesto más relajado porque la situación vaya volviendo a la normalidad—. Aquí tienes —digo dándole una caja de pañuelos. Ella tantea con la mano el aire hasta que da con ella y coge un par de pañuelos, sin que su rostro deje de estar oculto. Se me escapa un sonrisa ante la situación—. ¿Estás mejor? —pregunto mientras ella se suena.
—Sí —dice levantando por fin la cabeza. Me dedica una sonrisa para tranquilizarme. Tiene los ojos y la nariz rojos pero esa pequeña sonrisa me parece dulce.
Antes de poder decir nada más el sonido de la vibración de un móvil nos interrumpe. Me doy cuenta que Bianca se vuelve a poner tensa y mira con angustia el escritorio donde se encuentra el esquema que ha hecho con toda la información.
—Es mi móvil —digo cogiendo mi chaqueta que he dejado de mala forma en el suelo. Saco el móvil del bolsillo y se lo enseño para que vea que me llaman a mí. Ella se vuelve a relajar—. Voy a cogerlo.
Salgo de la habitación y cojo la llamada. Es Andrés diciéndome que ya ha llegado y que está fuera esperando. Le comento que me dé diez minutos y que ahora le voy a buscar, antes quiero hablar con Bianca. Tengo que conseguir que Bianca confíe en mí y de momento no ha ido muy bien, así que creo que la única forma de que lo haga es que yo le dé un voto de confianza a ella.
Vuelvo a entrar en la habitación donde me encuentro a Bianca sentada en la cama.
—¿Quién era? —pregunta con suspicacia.
—Andrés —digo. Veo su gesto preocupado. Suspiro y me siento al lado suyo—. Bianca, necesito que confíes en mí. Creo que sé lo que pasa. —Bianca me mira con los ojos abiertos y la sonrío. Había estado pensando todo el tiempo que el comportamiento de Bianca era porque se sentía amenazada, pero después de haber visto su reacción me he dado cuenta que no sentía miedo por ella—. Pero necesito que me cuentes los detalles para poder buscar una solución.
—Tienen a mis padres —murmura ahogada. Afirmo con la cabeza preocupado, era lo que me temía—. No les puede pasar nada, Lucas —dice mientras una lágrima le recorre la mejilla—. Sólo les tengo a ellos.
—No te preocupes lo vamos a solucionar. Voy a hablar con Andrés —digo incorporándome pero Bianca me detiene cogiéndome de la mano.
—No me quiero ir con él. Por favor, Lucas, deja que me quede. —Afirmo con la cabeza, ella me suelta y me dirijo a la puerta de entrada.
Una vez en la calle saludo a Andrés. Nos conocimos en Ávila en el curso de policía nacional y desde entonces siempre hemos sabido que podíamos contar el uno con el otro. Andrés continuó en el cuerpo y fue ascendiendo hasta meterse en el CNI. Yo intenté ser detective de homicidios en el cuerpo nacional de la policía, pero tras pasar dos años sumergido en una carrera técnica a la vez que trabajaba descubrí que muchos de los casos no podían ser resueltos por temas legales. Así que dejé el cuerpo y la carrera para hacerme detective privado.
—Gracias por venir, sé que es un viaje largo —le digo dándole un abrazo a modo de saludo—. Espero que Miriam no se haya enfadado mucho.
—No te preocupes. Cuando le he dicho que era por tu culpa se le ha pasado el enfado. Me tendrás que contar por qué mi mujer te tiene tanto cariño —dice respondiendo a mi abrazo.
—Es mi encantadora sonrisa —digo sonriendo.
—Sí, o quizá porque te ofreciste a cuidar a Lucía para que podamos ir a la boda de su mejor amiga.
—Quizá —digo encogiéndome de hombros.
—Muchas gracias por haberte ofrecido, nos da un respiro.
—No me importa, he cuidado muchas veces a mi hermana cuando era pequeña y me gustan los niños.
—Pues no sabes lo contenta que está. Desde que se lo hemos dicho no ha parado de darnos la plasta con ello —dice Andrés con una sonrisa para después desviar la vista a la casa—. ¿Es ella?
Giro la cabeza en la misma dirección que Andrés para contemplar la ventana donde Bianca nos mira, en cuanto me ve se esconde detrás de las cortinas. Eso me hace sonreír.
—Sí.
—Es una chica guapa. ¿Cuánto tiempo tengo que esconderla?
Suspiro agotado.
—Al final no se va contigo. Parece que las cosas se han complicado —digo aguantando la mirada de Andrés que me analiza con detenimiento.
—¿Cómo ha conseguido convencerte? —Me río ante su pregunta.
—La verdad es que no lo sé. —Sé lo que está pensando por eso le contesto antes de que lo pregunte—. No es lo que imaginas, no me he acostado con ella.
—Pues justamente eso es lo que me preocupa. —Le miro confundido sin saber a qué se refiere. Al final agita la cabeza y se ríe—. No me quiero meter en tus líos ni quiero saber nada de en qué estáis metidos. Sólo ten cuidado, ¿vale?
—De acuerdo —digo afirmando con la cabeza.
—Y me debes una.
—Está bien —contesto riéndome mientras le acompaño a su coche.
Me quedo observando cómo el todoterreno de Andrés se aleja sin dejar de pensar en sus palabras. Cuando desaparece de mi vista me giro para mirar la casa donde está Bianca. No tengo ni idea cómo voy a llevar todo eso.
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