13- Bianca
13-BIANCA
Me cubro con la bufanda el cuello mientras me dirijo a la panadería. Las temperaturas en la Sierra de Madrid son más bajas que en Madrid Centro y eso se nota sobre todo por la mañana. Aun así disfruto del paseo camino al pueblo con el sol de invierno calentándome ligeramente el rostro.
La casa de los padres de Matt se encuentra a las afueras de Collado Mediano, eso me gusta porque me ha dado privacidad. Es una casa de unos ochenta metros cuadrados de mampostería de granito. Al llegar me costó un poco calentarla pero una vez calentada es un hogar muy agradable.
Estoy agotada porque por la preocupación apenas he dormido, pero no me importa. Ahora mismo sólo me importa conseguir toda la información que pueda para poder sacar de este lío a mis padres sin que les pase nada. He decidido que el viernes volveré a Madrid y me encargaré de sacar lo que haya en la consigna. Prefiero pasar el menor tiempo posible con ello, después de mis averiguaciones estoy convencida de que es droga o algo relacionado con ella. Un escalofrío me recorre la espalda al pensar en lo que hay en la consigna. Mientras tanto he conseguido algo de información de los captores de mis padres. No es gran cosa, pero lo que he descubierto no me ha gustado nada y sólo me ha puesto más nerviosa. Por lo menos creo que tengo el nombre de uno de los captores de mis padres: Yuri Záitsev.
Una vez en casa cuelgo la chaqueta y la bufanda en la entrada y me dirijo a la cocina. Tengo que comer algo aunque no tenga hambre, sino al final voy a caer desmayada por inanición. Pongo a calentar en el horno un par de cruasanes mientras enciendo la cafetera para hacerme un café, mi alimento principal estos días. Estoy estirando el cuello para desentumecerlo cuando oigo detrás de mí:
—Te cambio un masaje por un café.
Nada más escuchar esa voz el corazón se me acelera. «Lucas» pienso sin volverme. Que él esté aquí no es bueno. Cuando cojo valor me giro para enfrentarme a la mirada de Lucas. Como siempre está muy guapo. Lleva una chaqueta de moto y el casco en una mano. Tiene las mejillas ligeramente sonrosadas por el frío de la calle y me mira con esa media sonrisa con la que se le marca un hoyuelo en la mejilla. Pero nada de eso es lo que me pone nerviosa, qué va, me pone nerviosa ese vuelco en el estómago que he sentido al verle.
—Lucas —murmuro intentando dibujar una sonrisa en la cara. No está enfadado, o eso parece.
—Bianca —dice él a modo de saludo. Pero al decirlo he visto un brillo de irritación en los ojos. Me temo que sí que está enfadado pero se está conteniendo. Después de un silencio incómodo Lucas continua—. Dejemonos de delicadezas, ya sabes para qué he venido —comenta sin apartar sus ojos de mí.
Me siento atrapada. Lucas se encuentra delante de la puerta de la cocina bloqueando la única salida de la habitación.
—Siento que hayas hecho el viaje para nada porque no te voy a dar el ticket —digo enfrentándome a su mirada
—No empieces, Bianca —gruñe entrecerrando los ojos—. No lo pongas más difícil. Sólo necesito que me des el ticket y hacerte un par de preguntas hasta que venga Andrés a buscarte. —Siento cómo un sentimiento de angustia me invade, deshacerme de Lucas es difícil pero deshacerme de Lucas y Andrés va a ser imposible.
—Pues tendrás que poner la casa patas arriba porque no te pienso decir dónde está el ticket —digo intentando hacer tiempo para pensar una forma de salir de esa.
—¡Oh! —dice con una sonrisa que me pone nerviosa—. Tengo una idea clara de dónde se encuentra. —Nada más decir eso sus ojos bajan a mi pecho. La sorpresa de que haya acertado tan rápido hace que abra la boca y de forma automática proteja ese trozo de papel con el brazo. Al ver mi reacción Lucas amplia la sonrisa mostrándome sus hoyuelos. Se siente satisfecho de su descubrimiento y eso me enfada.
—Antes tendrás que pasar por encima de mí —digo apretando los dientes de rabia.
—Aunque tienes un cuerpo tentador, preferiría no llegar a esos extremos, no soy de los que hacen las cosas a la fuerza. —«Gilipollas» pienso en el acto. Pero le ignoro, tengo que buscar una forma de librarme de él. Vuelvo a mirar la habitación, la única forma de salir de ahí es por la puerta o por la ventana y tengo claro que intentar salir por la ventana no va a tener éxito.
—Está bien —digo rindiéndome—. ¿Por qué no nos tomamos ese café tranquilamente y hablamos? —pregunto intentando hacer tiempo y apaciguar los ánimos. Parece que funciona porque el gesto de Lucas se relaja aunque todavía se le ve desconfiado.
—Me parece bien. Pero mi café lo preparo yo —dice acercándose a mí donde se encuentra la cafetera. No puedo evitar que me salga una risa a la que él responde con una mirada dura.
Sin decir nada, uno pegado al otro, empiezo a sacar todo lo que necesitamos para preparar el café. Una tensión extraña se sitúa entre los dos. ¿Desde cuándo me pone nerviosa estar cerca de Lucas? Pero lo estoy. Intento concentrarme en cada movimiento que hago en lugar de en el chico que está al lado mío observando mis movimientos. Estoy tan concentrada en eso que no veo el movimiento de Lucas hasta que su mano rodea mi muñeca. Su gesto me sobresalta y me quedo observando su mano sin entender nada, hasta que la aparta. Entonces poco a poco mi boca se abre con incredulidad y mis ojos se elevan a los suyos que me miran con diversión.
—Vamos a dejarlo en que es mi seguro de que no piensas hacer ninguna estupidez. —Doy un par de pasos hacia atrás e intento soltar mi mano del frío metal que la rodea sin dar crédito a lo que ha hecho Lucas.
—¡Suéltame! —ordeno angustiada viendo cómo a cada gesto que hago le acompaña el brazo de Lucas que está unido al mío.
—No —dice Lucas entre risas—. Ya he aprendido de la última vez.
La angustia me empieza a invadir acompañada de la impotencia de no poder hacer nada. Lucas es más grande que yo y más fuerte, mi única esperanza era engañarle y huir cuando pudiese pero con unas esposas uniendo nuestras muñecas eso es imposible. Y tengo que ayudar a mis padres. No les puede pasar nada a mis padres, mi única familia. Tengo que buscar una forma de separarme de él. Empiezo a sentir de qué manera el aire no llega a mis pulmones y eso me hace respirar más deprisa. Pero no entra, el aire se queda a medio camino y la sensación de que me ahogo acelera mi corazón. En mi cabeza sólo hay un pensamiento: si los captores ven a la policía o a Lucas conmigo, mis padres están muertos. Y cada vez que pasa eso por mi mente mis pulmones se contraen. Sé que estoy sufriendo un ataque de pánico y que sólo tengo que calmarme para que pase. Pero soy incapaz de detenerlo, quizá porque tanto mi mente como mi cuerpo está agotado por el estrés de estos días. No lo sé. El rostro de Lucas ya no es de diversión me está mirando asustado. Yo también estoy asustada, aterrada por no poder controlarlo. Trato de decirle algo pero mi respiración descompasada y frenética me lo impide. Así que le miro con suplica y sintiendo cómo mis ojos se empañan por las lágrimas. Pero me temo que está tan impresionado que se ha quedado bloqueado. Siento cómo mi visión empieza a volverse borrosa, poco después son mis piernas las que fallan y todo se vuelve negro.
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