VII

—Ay Ray— Anna suspiró, mostrándose cansada por la situación que le ocurría a su amigo. Si ella estaba así Ray estaba peor.

—Me lleva un carajo.—Dijo Gillian dejándose caer sobre la cama.

—Gillian.— La voz de Isabella desde el primer piso en forma de advertencia hizo que mejor se guardara sus maldiciones para otro momento y al mismo tiempo se preguntaste como es que la había escuchado.

Anna y Ray tan solo sintieron un escalofrío, ya que ellos una vez fueron arrastrados a un castigo por culpa de Gillian y si casi poca discreción a la hora de insultar.

—Todo esto me confunde y me frustra— Agrego Ray, ladeando la cabeza a su costado recargandose sobre el hombro de Anna soltando suspiros lastimeros.

—Si por mi fuera ya los hubiera metido a un maldito cuarto, los hubiera encerrado y los obligaría a que dijeran lo que sienten de una buena vez. Ambos son tan obvios pero estúpidos a la vez.— Dijo Gillian.

—Ray, ya le has dicho a tu madre sobre- Bueno ya sabes.—Insinuó Anna.

Tanto Gillian como Ray entendieron a lo que se refería la rubia. El mencionado miró al suelo pensando en las innumerables veces que trató de tener aquella plática con su madre, pero cuando lo quería hacer simplemente ella sacaba el tema sobre tener algún día nietos y verlo casarse, haciendo que toda su práctica de dos horas en el espejo no sirviera de nada.

—Lo he intentado.

—Pase lo que pase sabes que nos tienes a nosotras para apoyarte— Dijo Anna sonriéndole y recargándose en la cabeza del chico que aún no se movía de su hombro.

—Lo que la rubia teñida dijo.— Apoyo Gillian.

—No soy teñida.— Anna hizo un puchero, sentadose correctamente sobre el sillón.

—Claro y a Ray no le gusta Norman.

—¡Chicos bajen!— Llamo Isabella.

—Mejor bajamos o ella vendrá por nosotros.

Ambas rubias se miraron para después asentir y seguir a su amigo que ya había salido de la habitación.

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—¿Lo combinamos con verde o con blanco?—Pregunto Emma revisando las telas que serían para la decoración de su fiesta de cumpleaños.

—Verde, le dará un toque vivo al ambiente.— Respondio Norman.

—Oki.—La pelirroja salio de su habitación para llegar al primer piso.

Norman podía decir que estaba concentrado, pero la realidad es que no lo estaba, algo lo estaba perturbando y era el simple hecho de que tal vez y solo tal vez, había echado todo a perder con Ray— Otra vez.—.

Ray. Ray. Ray. Ray. Ray.

Ese nombre andaba en su cabeza y el reciente mensaje de su padre tampoco le ayudaba mucho en su situación. Tal vez opte por tomar las tendencias suicidas de su amado azabache.

—Norman.— La voz de Emma lo hizo salir de su trance.

—¿Si?

—¿Quieres que yo vaya y obligue a tu padre a cancelar?— Pregunto Emma, nostálgica y teniendo un poco de pena por la situación de su mejor amigo.

—Aun que lo intentes sabes que no se puede.

—¡Norman! ¡Tenemos que hacer algo!- lloriqueo, tumbándose en el suelo y enredarse con las telas haciéndose bolita, lamentando aquella desgraciada situación.

—Emma.— Susurro el nombre de la chica, llegando hasta ella y darle un leve golpe en la frente.— Solucionare esto con ella, tengo un plan, solo espero que funcione.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo

—Esta bien, sabes que lo único que quiero es que seas feliz. Ahora ayudame a seguir escogiendo la tela.

Norman asintió y siguieron con sus deberes de la decoración.

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No quería regresar, es más ni quería pisar un centímetro del terreno de aquella casa, quiere a su padre pero no le gustaba estar rodeando de aquel sofocante ambiente. La limusina negra se detuvo justo en la entrada de la mansión, de ella salio aquel albino vistiendo de un traje formal blanco con plata.

La puerta fue abierta dejando apreciar aquella costosa alfombra roja, no le dio importancia y solo se encaminó, llegando a la sala en donde podía escuchar las risas de la que supone que son los invitados y sus padres. Entro quedando bajo las miradas de aquellas cuatro personas.

—Lamento llegar tardé, me tuve que quedar más tiempo con Emma— Dijo sin si quiera saludar a los invitados, llegando justo a un lado de su madre, una mujer de iguales cabellos albinos.

—Señor y Señora Will, les presentó a mi hijo. Norman.— Presento James, ganando expresión fascinada de aquellos invitados.

—Es un gusto conocerte, se que serás un excelente candidato.— Dijo el hombre de cabellos azabaches.

—Lo dudo mucho.

—Que cosas dices querido, estas muy apuesto y se que serás un excelente pretendiente de nuestra hija.— Hablo la mujer, recibiendo la sonrisa más falsa que cualquier Ratri alguna vez haya hecho en toda su existencia.

—Si usted lo dice.


—Bueno, solo estábamos esperando tu llegada para anunciar la cena que se llevará acabo dentro de dos semanas para que conozcas de una ves a la heredera Will— Hablo la mujer albina, no muy convencida de aquella situación.

—Entiendo, solo que recuerdo yo nunca haber acept-

—Nos veremos hasta entonces— Interrumpió James.

Ambos Will asintieron.

—Los acompaño a la puerta.— Ofreció la señora Ratri, llevando a sus dos invitados a la salida.

Se escuchó el cerrar de la puerta y el resonar de los pasos de la albina llegar de regreso a la sala, en la que encontró a su esposo y a su hijo matándose con la mirada.

—Norman. James.

—De ninguna manera.— Dijo Norman, mostrándose furioso ante lo dicho con anterioridad.

—No es quieras o no, les debemos un favor y eso se paga con aquel casamiento.— Recordó James, manteniéndose firme con su decisión.

—Pero yo ni si quiera me quiero casar, y menos con ella. Madre.— Norman miro a la mujer que ya hacia abrazándose a si misma.

Como madre lo que menos quiere es que su hijo se termine casando o sea obligado a enamorarse por conveniencia, no se le hace justo, a nadie se le hace justo, el debería de vivir su vida y enamorarse de quien quisiera, pero los tratos son otra cosa y aún que intentara por décima vez hacer que su esposo cambiara de opinión no lo lograría.

—Norman.— La mujer se acercó, apresando delicadamente las mejillas de su hijo.— Perdón pequeño, pero no puedo hacer nada.

Era el colmo. Se apartó, estaba enojado, adoraba a su madre y sabia lo buena y comprensiva que era, pero aquello igual la hacia su punto débil. Salio de la casa, bajo los gritos de su padre para que no se fuera y el llanto de su madre por culparse de no poder hacer nada, pero no iba a dejar que controlaran su vida, nunca los dejarían, por que el ya esta enamorado ya le gusta alguien y esta dispuesto a luchar a capa y espada solo por ello, y si tiene que renunciar a su apellido y todo lo haría, solo por aquel chico de apellido Grace lo haría. 

Sin importa que lo haría...

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