Capítulo 6
Un fuerte calor le ardió en su pecho y abrió abruptamente los ojos. Aturdido, se enderezó con pesar y se vio que estaba en su departamento.
Sin entender que había sucedido, no recordaba nada y se sintió exasperar, sin saber la razón.
—No ¿Qué está pasando?...
Se levantó del sofá y bajó a tomar un poco de aire fresco al jardín. De pronto, vio aquellas rosas rojas, que lo hizo recordarme y abrió otra vez abruptamente los ojos. Lo recordó todo. Supo quien era yo y recordó mi sonrisa, nuestros besos, que habíamos hecho el amor, lo que le habían hecho los aldeanos y se sintió desesperar y corrió al departamento.
—¡No! ¡Margarita!
Temió que algo me había pasado, y desesperado, solo quería estar a mi lado, verme y no entendía por qué rayos había vuelto al presente, a su época.
—¡¿Por qué he regresado aquí!? ¡Si yo pertenezco allá, junto a ella!
Atormentado, de pronto, se vio la herida en su estómago, la que había sido provocada por uno de los aldeanos y vio que esta ya no estaba, lo que lo sorprendió, y sin comprender, tomó mi relicario en su mano.
"— Espera, no lo abras aún... Tienes que prometerme que solo lo abrirás, en caso si llega a pasarme algo..."
—Amor mío, Margarita...
Nervioso y preocupado, deseaba con todo su ser el regresar a la cabaña junto a mí y presintiendo que yo estaba en peligro, sostuvo mi relicario con amor y lo abrió. Su corazón le palpitó de orgullo, cariño y amor al ver su retrato dentro del que era mi relicario y más me quiso y se volvió loco de ternura y de amor por mí.
—Ternura, amor mío. Mi amada Margarita...
Sin dejar de ver su retrato en mi corazoncito, lo apretó fuerte, con todo su amor y cerró los ojos con añoranza y deseos. Rogaba por volver a mi lado y salvarme de Pascual.
<< Ternura, resiste por favor. Volveré contigo. >>
<< Estaré de regreso a tu lado y estaremos juntos, amor mío. >>
—Cuanto te amo, mi preciosa Margarita...
Agobiado, solo pensó en mí y sosteniendo fuerte el relicario en su mano, este de repente, empezó a brillar, y Layne sin quitárselo, cerró los ojos y fue sucumbido por una fuerte luz blanca...
Mis padres corriendo hasta mi habitación, mi padre se lo había contado todo a mi madre...
—Quiero ver a mi hija.
—Rápido, tenemos que entrar. Presiento algo...
—¿Por qué la dejaste sola?
Los dos entrando, se encontraron con el temido Pascual frente a ambos y ellos lo miraron perplejos, con el corazón pegado en la garganta.
Pascual los miró en seco y con enfado.
—Ha sido mucho la odisea suya. Creían que podrían vencerme a mí, a mí al emperador del mal.
—... — mi madre se escondió en los brazos de mi padre y Pascual sonrió vengativo.
— Aquí tienen a su querida y hermosa princesa...
Pascual corrió su capa negra y me mostró ante mis padres tirada y muerta en el suelo, lo que fue una agonía para ambos, y destruidos, Pascual desapareció bajo aquella misma luz verde y rio bullicioso y victorioso.
—¡NO, MI HIJA! ¡NO!
—¡NUESTRA PRECIADA HIJA! ¡NO!
Mi madre llorando, mi padre la abrazó y se lamentó y se sintió culpable por haberme dejado sola y por todo lo demás.
—Nunca me perdonaré el daño que le he hecho...
Aturdido, despertó con pesar y reaccionó de inmediato al verse en el mismo sitio, que cuando llegó por primera vez, supo que había regresado al siglo catorce, y solo pensando en mí, sostuvo mi relicario con amor y corrió hasta el pueblo...
Sin importarle nada más, que yo estuviese bien, no le temió a nada y sintió como una fuerza sobre natural lo protegía de todo mal.
—Resiste un poco más, amor mío...
Al llegar al pueblo, se encontró con aquellos aldeanos, los mismos que lo habían atacado, y Layne fijo, frente a ellos, los aldeanos lo miraron impresionados y quedaron perplejos. Él sin importarle nada, se acercó a uno de ellos, el que lo miró con pavor y arrepentimiento.
—¡Es usted! ¡El amigo de nuestra princesa! ¡Está vivo! — Layne lo miró en seco.
—¿Hacia dónde queda el castillo?
—... Eh, es que no es posible, como usted está vivo después de la golpiza que todos le dieron.
—¡Dígame donde rayos queda el castillo del rey Stefano! ¡Vamos, que no tengo todo el día!
Los demás se le quedaron vieron aterrados y pensaron que podía tratarse de algún nuevo hechicero y se alarmaron.
—¡No nos haga daño, por favor!
—¡Estamos arrepentidos de lo que le hicimos, en serio! — Layne rodó los ojos en blanco.
—¡Solo díganme, donde puta está el castillo de mi mujer!
Los aldeanos más se sorprendieron y uno de todos le indicó como tenía que llegar, y acto seguido, Layne corrió por el camino que el tipo le había mencionado...
Mis padres destruidos por completo, no tenían valor ni corazón para decirles a nadie lo que acababa de ocurrir, y muy tristes, me habían recostado con las manos cruzadas, sosteniendo una rosa roja, las que a mí tanto me gustaban. Ambos me miraron dormir por unos momentos y no pudieron creerlo.
—Pobrecita, nada de esto, quizás, le hubiese pasado, si ese joven muchacho no hubiese muerto, como ahora ella también lo está.
—Al menos, podemos quedarnos tranquilos al saber que ahora los dos están juntos como querían.
—¡Mi niña! — dijo mi madre y estalló en lágrimas y mi padre la consoló en sus brazos.
Vio a lo lejos el castillo y corrió hasta allá sin detenerse...
Mis padres tristes, no tenían fuerzas de nada y solo pensando en lo que había pasado y que Pascual si había logrado su comedido, de pronto uno de los guardias se les acercó.
—Disculpen que los interrumpe, reina y reina.
—¿Qué ocurre?
—Hay alguien muy importante que desea verlos a ambos.
—No, ahora no. No estamos de ánimos para ver a nadie.
—Es que su majestad, es el extraño hombre que los aldeanos atacaron en el pueblo.
—¿Qué?
—Está aquí, señor y le urge hablar con ambos — mi madre sin comprender, mi padre estaba anonadado.
—¡¿Acaso esto es una broma de mal gusto?! ¡Ese sujeto está muerto, muerto junto a mi hija! — el guardia se desconcertó al oír esto ultimo de mi padre, ya que no sabía, al igual que nadie, que el hechizo ya se había cumplido y mi madre le tocó el hombro.
—... ¿Quiere que lo deje pasar? ¿O le digo que se vaya?
—No, déjalo pasar...
—Como usted diga, majestad...
Layne más que ansioso porque lo dejaran pasar, volvió a tomar mi relicario con amor en su pecho y el guardia lo dejó entrar...
En cuanto mi padre lo vio, Layne lo miró, miró a mi madre y le urgió saber de mí, pero antes que pudiese preguntarle, mi padre lo interrumpió.
—Así que no estabas muerto, después de todo.
—No señor. Sé que todo esto es muy confuso, pero ahora solo me urge saber de Margarita. Por favor, dígame que se encuentra bien y si me permite, con todo respeto, el verla. Solo ansío verla — mi madre volvió a colocarse a llorar y Layne se inquietó e impacientó.
—... ¿Qué ocurre? ¿Dónde está mi mujer? — mi padre desvío la mirada con dolor y tristeza, lo que más exasperó a Layne.
—... Es una lástima. Teníamos su madre y yo el consuelo, al menos, de que ella ahora estaría junto a ti.
—¿Junto a mí? Espere ¿A qué se refiere? ¿Dónde rayos está mi mujer? ¡Exijo verla!
—Mi dulce niña está muerta. Pascual cumplió con su profecía y ahora ella no despertará jamás.
El aliento de Layne se estancó, el corazón le sangró y no pudiendo creerlo, solo pensó en mí, en nuestro ultimo beso y la desesperación y agonía lo consumieron por completo.
—¡No! ¡No! ¡Ella no puede, no puede haberse ido, sin mí!
Mi padre se le acercó para acompañarlo en su dolor, pero Layne cegado, solo pensó en el infeliz de Pascual y deseó matarlo con sus propias manos y salió huyendo frente a mis padres.
—¡Muchacho, espera!
Cegado de dolor e ira, corrió fuera del castillo y solo deseó ver a aquel mal nacido, cuando de pronto, el cielo se cubrió de gris y Layne se detuvo en seco.
Los ojos de Pascual se desfiguraron al ver a Layne quien no había muerto, como él lo había planeado, y furioso, lanzó un hechizo a todo el reino.
Mis padres vieron como el cielo se tornó de gris, y de pronto una densa niebla de sueño cayó sobre ellos y a todos los del pueblo y reino, los que se desplomaron y cayeron en un sueño eterno, menos a Layne, quien seguía de pie buscando sin cejar a Pascual en medio del bosque. Esto hizo aún más enfurecer al hechicero y se presentó ante él, rodeado de humo y fuego y Layne se quedó viéndolo impresionado.
—¿Así que quieres eliminarme? Muchacho tonto y sin escrúpulos — Layne perplejo, supo que se trataba de aquel infeliz hechicero.
—... Tu eres Pascual, el desgraciado que encantó y mató a mi mujer — Pascual lo miró en seco.
—¿Así que si pudiste hacerla tu mujer? — sus ojos ardieron en fuego — ¡Ahora con mayor deseo te aniquilare! ¡Te haré pagar con agonía por haberme quitado el privilegio, que solo a mí me correspondía, de haber hecho a Margarita mía! ¡Solo mía!
—¿Qué dices, imbécil? Margarita jamás se fijaría en un sujeto despiadado y sin corazón como tú.
—Veremos si eres tan valiente para enfrentarte a esto.
Los ojos de Layne se paralizaron al ver que Pascual alzó sus manos, para lanzarle un poder y salieron llamas verdes alrededor de ellas, y él estático, de pronto, mi relicario en su pecho comenzó a brillar y aquel poder se deshizo al solo tocarlo.
—¡¿QUE?!
Gritó enfurecido Pascual y Layne solo pensando en mí, vio mi relicario brillar otra vez en su pecho, y Pascual fijo en él, volvió a levantar sus manos para lanzarle otro poder y Layne empezó a correr.
—¡No huyas cobarde, que, aunque corras, te matare sin piedad! ¡Al igual que lo hice con tu mujercita!
Layne corriendo de los poderes de Pascual, escuchó la perversa risa suya y se escondió tras una enorme roca. Solo pensó en mí.
<< Amor mío, mi preciosa Margarita. >>
Pensó en lo que Pascual me había hecho y apretó los puños de ira y volvió a enfrentársele. Pascual lo miró en seco y le tiró sin aviso un poder, del que Layne recibió y cayó al suelo.
Débil, trató de levantarse, y Pascual riéndose, lo miró con sorna y victoria, y sin piedad, le tiraría el golpe final, pero de pronto, mi relicario en su cuello brilló de una fuerte manera y Layne lo miró anonadado.
—¿Qué está pasando?
Preguntó, Layne nervioso, sin comprender y tomó mi relicario en su mano. Su luz radiante y poderosa se intensificó aún más, rodeándolo y cegó a Pascual.
—¡NO! ¡MALDITA LUZ!
Mi relicario no dejando de brillar en Layne, su luz lo hizo levantarse rápidamente; se sintió fuerte, valiente, y más pensando en mí, vio con aprecio mi relicario, con su tierno retrato, y el corazón le brincó de ternura y de amor, lo que le hizo luchar contra Pascual como fuese y frente a él, aquel ruin hechicero más se enfureció al ver que ninguno de sus poderes le habían hecho daño alguno a Layne.
—¡NO, NO PUEDE SER!
Unos truenos y relámpagos se posicionaron en los oscuros cielos y cayeron sobre Layne. Él perplejo, trató de huir y mi relicario volvió a brillarle con fervor impidiendo que lo atacaran.
Pascual enfurecido, no lo comprendió, y con ira, el fuego rodeó su cuerpo.
Layne corriendo, sostenía con amor el relicario en su mano, cuando de pronto, aquel hechicero se le apareció en frente, rodeado de fuego de ira, celos y venganza, lo que hizo a Layne detenerse y verlo anonadado.
—¡Ahora tendrás que vértelas conmigo infeliz y con todos los poderes del mal!
Le gritó más que furioso y a punto de lanzarle un hechizo, movió las manos e hizo el conjuro.
—¡Una tormenta de fuego que envuelva a aquel hombre, y con mi maldición, que el reino del rey Stefano no vuelva a ver jamás la luz y que todos mueran en llamas!
Layne abrió aterrorizado los ojos, y solo pensando en mí, apretó con amor mi relicario y este sin dejar de brillar, de pronto se desprendió de su cuello.
—¡NO!
Pascual comenzó a reír despiadado y Layne viéndose envuelto en aquella tormenta de fuego, el relicario se transformó en una espada, y decidido, la tomó.
—¡¿Qué?!
Exclamó Pascual con impresión, Layne lo miró en seco y le lanzó aquella espada reluciente, la que atravesó el corazón de Pascual.
—¡NO!
Los ojos de aquel hechicero se chisparon, el pecho se le cubrió de sangre y con la mirada fija en Layne, él lo vio serio, intimidante, solo deseando vengar mi muerte, y Pascual agitado, se le cortó la respiración y cayó inmóvil y muerto al suelo.
Layne viéndolo, quería cerciorarse que el hechicero estaba muerto y este se desvaneció por completo y quedó solo su fría y sombría sombra frente a Layne, la que también se esfumó.
Layne agitado, miró aquella espada reluciente en su mano, solo pensando que era mi preciado relicario y más me amó.
—Tú me has salvado, amor mío. Tu amor me ha salvado, mi preciosa Margarita...
Ajetreado e inquieto pensó en mí y corrió de regreso hasta el castillo...
Vio la torre más alta de mi castillo y supo que ahí yo me encontraba durmiendo.
<< Margarita. >>
Al llegar al castillo vio a todos dormidos en el suelo. Vio también a mis padres, los que estaban en sus respectivos asientos también dormidos y más pensó en mí y le urgió llegar hasta mi habitación y empezó a buscarla con anhelos.
Vio unas largas e interminables escaleras, que al parecer daban con la torre más alta de aquel castillo y las subió rápidamente sin cejar.
Entró a mi dormitorio y ahí me vio tendida en mi cama, durmiendo profundamente. Layne me miró perdidamente enamorado, y yo en mi sueño profundo, se me acercó sereno y con anhelos.
Junto a mí, se aproximó a mí y me contempló todo enamorado; vio mis labios rojizos, mi pálido rostro y mi dulce vestido celeste de princesa, junto a mi corona, sosteniendo una rosa roja en mis manos y se le estrujó el corazón. Deseó solo abrazarme y que yo volviese a la vida, solo para estar a mi lado, y desesperado, me tomó con cariño en sus brazos y besó mi cabeza.
—Mi niña hermosa, mi dulce princesa.
<< Incluso así, luce hermosa. >>
Recordó el momento cuando me cantó su canción "Confusion", cuando yo lo vi feliz cantármela, con mi enamorada sonrisa para él, y más se sintió ahogar, y sin soltarme de sus brazos, tomó mi mano.
—Tengo que sacarla de ese sueño profundo en que se encuentra — me miró perdidamente — Mi amor, tienes que despertar, por favor.
Volvió a mirar mis labios, y sin resistirlo, lo deseó y se acercó lentamente a ellos y depositó un cálido y apasionado beso en mis labios.
Besándome, yo de pronto sentí sus cálidos labios y toda aquella densa neblina de sueño, desapareció y yo abrí los ojos y lo vi con destellos, amándolo con todo mi corazón.
Layne me sonrió con amor y emoción.
—Hola, mi preciosa — lo vi también con emoción y acaricié su mejilla.
—Estás vivo, mi Layne, estás vivo.
—Si sigo aquí a tu lado, es solo por tu amor. Tú me salvaste de que muriera, mi amor – Lo miré aún más con emoción y amor.
—Oh, mi amor, Layne mío – él me vio con ternura y cariño.
—Ya todo se acabó, ternura. Ese hechicero está muerto y no volverá a hacerte daño
—Layne. Oh, Layne.
Lo abrasé fuerte, agradecida, con todo mi amor y Layne derretido y feliz al tenerme así en sus brazos, me rodeó en ellos y sonrió muy feliz.
Volvimos a mirarnos los dos perdidamente enamorados y él sostuvo mi mejilla y yo suspiré. No quería por nada volver a perderlo y contemplé su rostro angelical con amor e idilio.
—No quiero volver a perderte, amor mío. No quiero.
—No lo harás, porque yo tampoco quiero volver a perderte – el corazón me brincó de alegría e ilusión.
—Layne.
—Te amo. Te amo mi preciosa.
—Y yo te amo a ti, en este mundo y en el tuyo, siempre.
—Y yo, mi preciosa.
Comenzamos a besarnos amándonos con toda la fuerza de aquel mundo y del suyo y sin desprendernos, Layne volvió a rodearme en sus brazos, yo me colgué de su cuello y él me recostó suavemente en la cama y seguimos besándonos con profundidad y deseos.
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