Capítulo 2
Tardé cerca de media en hora en llegar a la casa que había alquilado. Nunca había estado en un sitio al que pudiese llamar hogar, no me daba tiempo a eso. La mayoría de las veces debíamos marchar cuando empezaba a instalarme.
La casa se encontraba ubicada al final de la calle dando una falsa sensación de intimidad. Era una casa de dos plantas con un gran porche blanco muy parecido a los de las películas.
Conforme me iba a acercando pude ver con mayor claridad el camión de mudanzas que marchaba y un montón de cajas abiertas y plegadas al lado de los contenedores. Mi padre estaba sentado en una silla en el porche fumándose un cigarro, levantándose a la que me vio acercarme y saludándome energicamente con la mano.
- ¿No te sorprende lo amables que son todos en esta ciudad? - empezó a decir mi padre emocionado como un niño con un regalo nuevo -. Ha llegado el camión de la mudanza y se han presentado unos compañeros tuyos del instituto insistiendo en que yo no hiciera nada y han empezado a bajar las cajas, y tras preguntarme en que habitación iba cada una, han empezado a llevarlas - quise interrumpir a mi padre y decirle que no era exactamente desinteresado pero su verborrea me lo impidió por completo - Después se han puesto a desembalar las cajas y a colocarlo todo en su sitio, pero no sin antes limpiar todas y cada una de sus habitaciones - al oir que habían desembalado las cajas y puesto las cosas dónde iban un nerviosismo me atacó el cuerpo y di un paso adelante -. No te preocupes - empezó diciendo - te conozco muy bien y sé lo maniático que eres con tus cosas. Tus cajas estan en la habitación de arriba a la izquierda esperando que tú las coloques.
- Gracias - quise decirle la verdad de porque habían ido a ayudarle pero me fue complrtamente imposible. Tenia una sonrisa en la cara y estaba tomándose una cerveza en el porche. Paso la mano por detrás de su espalda y sacó de la caja una para mí.
- Siéntate, bebe conmigo y así me cuentas como ha ido tu primer día en el instituto nuevo.
- No hay mucho que contar, lo mismo de siempre. No voy a acomodarme mucho, nunca sabemos cuanto estaremos en un sitio, de modo que no merece la pena ni ponerse muy cómodo.
- Esta vez no, esta vez es definitivo, de aquí ya no nos vamos a mover, ¿sabes por qué?
- No, pero adivino que me lo vas a decir.
- Sé lo poco que te gustan las sorpresas - mi padre tenía una sonrisa dibujada en los labios muy misteriosa que al mismo tiempo me estaba poniendo muy nervioso - ,así que te lo diré sin más. Estamos en la ciudad dónde tu madre se crió de pequeña.
- ¡¿Qué?!
Hacía ya dos años que mi madre nos dejó después de perder la vida en un terrible accidente por culpa de un borracho que se saltó un semáforo arroyándola en un cruce. Dessde que murió la vida de mi padre y la mía cambió radicalmente, y aún a día de hoy, yo no he superado su pérdida y por mucho que lo negase estaba seguro de que mi padre tampoco lo había hecho. Las pocas veces que me atreví a sacar el tema el ponía buena cara haciendo un gran ejercicio de contención para no romper a llorar. Al principio cuando me iba a dormir le oía hablar con ella, manteniendo conversaciones que se alargaban hasta horas de la madrugada cómo si ella estuviera en la misma habitación con él.
Por mi parte, la relación que tienen una madre y su hijo crea un vínculo muy fuerte y poderoso, y a pesar de que ella ya no estaba con nosotros yo la sentía siempre a mi lado. Cuando lo hablaba con las personas que me rodeaban siempre me daban las mismas respuestas corteses y formales como pueden ser que hace poco que ha pasado, que ella siempre iba a estar a mi lado, o que mientras la mantuviera en mi corazón nunca me iba abandonar; yo estaba convencido de que había algo más.
Fue a raiz de su muerte que me volví una persona mucho más sensible y que percibía cosas que escapaban al ojo humano. Por decirlo de alguna manera mi madre, después de habernos dejado, me convirtió en la persona que soy ahora.
- Ella se crió en este pueblo, no te quise decir nada hasta que no lo tuviese confirmado del todo, pero hace una hora o así lo he sabido de forma certera.
- ¿Cómo? - la curiosidad y el hecho de estar viviendo en la misma localidad dónde mi madre había crecido y se había criado me estaban matando por dentro.
- Al poco de llegar el camión de mudanzas cuando he visto la caja con sus cosas y antes de que llegaran esos muchachos me he sentado en el porche y he abierto la caja. He sacado la fotografía ese que siempre te gustó tanto que estamos los dos sentados frente a la misma taza de café - se tomó unos segundos para tomar aire y a mi no me pasó desapercibido que una lágrima le resbalaba por la mejilla -, se me ha acercado una de las vecinas y se ha quedado mirando la foto conmigo hasta que me ha preguntado si era Miranda. Al decirle que sí, de forma automática ha empezado a hablarme de ella.
- ¿Así si sin más?
- Al principio - no me contestó a la pregunta, no sé si fue porque me había ignorado o porque primero prefería terminar de contarme la historia -, he pensado que se trataba de una de esas coincidencias que a la gente tanto le sorprende, pero a medida que ha ido contando cosas de ella estaba claro que se refería a tu madre. En las cosas que contaba estaba su esencia.
>> Ha estado conmigo hasta que han llegado los muchachos y antes de irme se ha ofrecido a que si necesitaba cualquier cosa no dudase en llamar a su puerta y me ha dado la bienvenida a la ciudad.
- ¿No has pensado que se puede tratar de una broma pesada?
- No era una broma, de la forma como me ha hablado, lo que me ha contado, las percepciones que he tenido... - de nuevo esa pausa para asimilarlo -, hablaba muy en serio. No tenía ninguna duda.
- ¿Dónde vive esa mujer? Hablaré con ella.
- En esa casa de ahí - me señaló la casa que había al final de la calle - pero no vayas, si quieres mañana la invito a cenar y hablamos con ella. Pero hoy no Bastian, es nuestro primer día en la nueva casa y quiero que nos instalemos y hablemos y me cuentes cómo te ha ido el primer día.
Unas horas después estabamos cenando un plato de cocina precocinado calentado al microondas en la mesa de la cocina en completo silencio.
- Me ha vuelto a pasar - dije de forma tajante y directa.
- ¿Has visto algo o sólo has sentido? - mi padre era la única persona que conocía mi don y las pocas veces que lo había experimentado se limitó a estar conmigo apoyándome, nunca me trató como un bicho raro.
- Solo he sentido una fuerte ola de calor y una voz que me hablaba directamente.
- ¿Le has contestado?
- No, papá. No quiero hacerlo más.
- Ya sabes que cuando se acercan a ti es porque estan pidiendo ayuda de forma desesperada - me quedé en completo silencio y sin capacidad de contestar. Ambos teníamos una esencia muy humana y caritativa y siempre juramos ayudar a quien lo necesitara, pero cada vez que recordaba el desgaste que me supuso la última vez no quería seguir haciéndolo -. Tú mismo, sabes que nunca te obligaría a hacer nada que no quisieras. Solo recuerda que tienes un don parqa ayudar a la gente y no veo justo que no lo uses.
- No tengo muy claro si es un don o una maldición.
- Aquello no fue culpa tuya y lo sabes, simplemente, hay gente que nunca llegará a entender ni siquiera querrá creer lo especial que eres.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top