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KyungSoo se removió en su lugar, desesperado e incómodo ante la oleada de calor que lo golpeaba sin piedad.
Lejano se escuchaba el cantar de las aves y el viento suave y refrescante que mecía a los árboles bajo ellos; aún era fresco afuera, la piedra de la cueva estaba fría, pero KyungSoo se sentía a punto de explotar, demasiado caliente, demasiado abrasador. Sus tripas se retorcieron y trenzaron, tiraron y se encogieron con la llegada de dolorosos calambres y el desespero conocido.
Entonces abrió los ojos de par en par y se desenredó del abrazo de JongIn para, inmediatamente después, ser víctima de un ardor intenso en todo su cuerpo tenso. En su forma lobuna, lloró por la pérdida del tacto de su esposo y por haber roto su unión, y entonces, cuando su cuerpo tembló y su nariz captó el vago aroma a canela, se dio cuenta de que estaba siendo atacado por un celo adelantado.
Demonios.
Maldita sea.
Se suponía que tenía que llegar en dos meses más, ¿qué rayos? Entonces miró el nido bajo ellos y se estremeció por completo al notar que cada centímetro del mismo estaba cubierto por el dulce y adictivo aroma de JongIn, expandido eficazmente por las largas horas de sueño a su lado.
Ahí estaba su respuesta. JongIn había activado su celo, a pesar de la debilidad de su olor, había sometido su fortaleza natural y lo había reducido a una criatura deseosa, desesperada y ansiosa por sus afectos. Gimió con desesperanza e impotencia, porque no había manera en el infierno que JongIn no se entera de esto.
Efectivamente, el sonido atrajo la atención de su esposo de inmediato y sus ojos se agudizaron al captar la fuerza de su olor, más dulce y más fuerte de lo normal, invadiendo su espacio y llenando la cueva en conjunto con sus feromonas y deseo sexual.
Sus orejas se echaron hacia atrás y un gemido bajo salió de sus fauces, se sentó delante de él y su enorme cuerpo se removió en su lugar, luchando de forma obvia contra sus instintos más básicos. El movimiento trajo deseo y placer a su omega y un hilo húmedo y característico se deslizó por su agujero, mojando su pelaje blanco con su mancha natural, sumiéndolo en temblores y calor.
Por favor.
KyungSoo aulló y se acercó a JongIn, que, en su lugar y sin saber qué hacer, se había quedado mortalmente quieto mientras lo miraba con los ojos ampliados y las pupilas dilatadas. Su esposo aspiró dura y sonoramente y un gruñido bajo escapó de su boca cuando, sin vergüenza ni dudas, se inclinó hacia él para empaparlo de su olor dulce y cargado, restregando su cabeza contra su cuello y meciendo la cola de lado a lado, un llamado claro, una invitación obvia a poseerlo.
El hecho de estar en su forma animal hacía que se entregara más fácilmente a sus instintos básicos. KyungSoo no podía detenerse, no podía regresar y hacerse cargo de la situación. El lobo estaba dominando en este instante; impulsado por su deseo y sus sentimientos, no dejaría escapar a su alfa, no pasaría un día más sin una marca de su compañero. Era demasiado tarde para intentar refrenarse, y solo pudo pedir que JongIn no lo odiara por esto cuando todo acabara.
Exudando una sexualidad digna de su especie, KyungSoo olfateó y lamió lenta y cuidadosamente la zona sobre la glándula olfativa del alfa, movimientos pausados y prolongados que buscaban seducir al lobo ante él. Su lengua se meció sobre el aroma despampanante de JongIn, se enredó en los mechones suaves de su pecho, se frotó con insistencia contra él, cuerpo contra cuerpo, duro, caliente y pesado, entre gemidos llenos de necesidad y pesar que alertaron a su esposo.
JongIn continuó sin moverse, demasiado abrumado, observándolo y dejándolo hacer lo que quisiera con él. KyungSoo podía sentirlo tenso contra su pecho, podía sentir la presión en sus mandíbulas y la fortaleza breve de su aroma seduciendo su olfato; KyungSoo estaba fuera de sí, entregado por completo al deseo y el instinto, y ahora mismo no quería hacer nada más que someterse ante JongIn, ser reclamado y tener una unión con su esposo.
No había tiempo para pensar con claridad, ahora todo se trataba de sentir, poseer y ser poseído.
Su cola acarició suavemente la de JongIn, rozando, llamando, acercando; sus dientes desnudos rasparon su cuello grueso y cálido, lejos de la yugular para no causar conflictos; sus orejas bajaron completamente contra su cabeza, lastimero, recurriendo al encanto natural de su género cautivador, y su lengua se aventuró a pasear libremente sobre las esquinas de las fauces cerradas. Un llamado. Una súplica.
Por favor.
JongIn se rompió entonces, cuando sus ojos chocaron en medio de ese beso sutil y KyungSoo se relamió con gusto. Se abalanzó sobre él con fiereza y vigor, animal, poderoso y orgulloso, siendo nada más que un alfa reclamando su derecho sobre su omega, porque, oh, sí, KyungSoo era tan suyo, tanto que dolía mantenerse lejos de él.
KyungSoo gimoteó cuando su espalda colapsó contra el nido, y aulló de placer y deleite al sentir los dientes afilados de JongIn haciendo presión en la parte más íntima de su cuello, ahí donde nadie más que el marido y compañero destinado podría tocar. La respuesta fue una sacudida completa, un temblor que fue desde sus patas hasta sus orejas y la explosión desbordante de su liberación estrellándose en el pelaje de JongIn.
El gruñido que soltó su esposo fue algo gutural, genuinamente posesivo y caliente como el infierno, joder (KyungSoo estaba de acuerdo que se lo comiera en una brocheta y lo destrozara por completo), erizó cada pelo de su cuerpo y lo hizo retorcerse bajo él. Líquido descontrolado salió de su entrada palpitante y exigente y su oreja derecha tembló mientras sentía lamidas, mordidas y presión, tanta presión de todas partes que no encontraba una manera segura de calmarse y liberarse.
Era todo tan sofocante, pero tan malditamente maravilloso que dolía.
Incapaz de quedarse quieto (porque sencillamente no era parte de su naturaleza), KyungSoo aulló y correspondió la mordida en el cuello de JongIn, se removió bajo su poderío y, de alguna forma increíble, se halló sobre él, presionándolo hacia abajo, robándole el liderazgo de la situación, y, joder, fue tan bueno, tanto.
Entre las piernas poderosas de JongIn, KyungSoo presionó sus miembros juntos, húmedos, duros y palpitantes. No hacía falta moverse para que se sintiera bien, y en ese momento de ceguera humana y falta de consciencia, realmente nada más que el sentimiento importaba. JongIn ladró, poderoso y retumbante, y volvió a volcarlo sobre su espalda, mordió su oreja y se presionó en su lugar sobre su cuerpo, frotando su rostro contra todo su cuello, oliéndolo y lamiéndolo donde alcanzaba, enloqueciéndolo segundo a segundo y llenándolo de necesidad.
Rodaron por el nido un poco más, sin importarles nada más que ellos, el juego de cortejo y la cercanía corporal completamente bienvenida y agradable. Se persiguieron por todo lo largo y ancho de la cueva, llenando con su olor el lugar, se tumbaron el uno al otro al suelo, repartieron mordidas sugestivas, lamidas íntimas y caricias feroces. KyungSoo en ese momento fue más libre de lo que creía que había sido antes, en su viaje y exploración. Ahí, siendo perseguido por JongIn en medio de un deseo y llamado natural de cazar y ser cazado, se sentía lleno, como si todo lo que había estado buscando estuviera justo frente a él, en forma de un gran lobo que lo lamía, miraba y mordía como si fuera lo más importante para él.
Justo así, abrazándose, ambos frotando sus cabezas sobre sus respectivas glándulas olfativas, KyungSoo se sentía genuinamente vivo, en casa.
Antes de darse cuenta, los juegos previos acabaron de un momento a otro. El calor aumentó desesperadamente, su vientre se retorció y más humedad se desbordó desde su interior, manchándolo todo, enloqueciendo y embotando los sentidos de JongIn. Su esposo rugió entonces, más serio y más animal también, el alfa demostrando su valor en aquella pelea de conquista antes del coito, superponiéndose sobre el omega revoltoso y provocador. KyungSoo contestó con un gimoteo, una vez más sacudido por los efectos del celo y la aparición de una nueva erección.
Por voluntad propia, se acercó al nido, seguido de cerca por un atento JongIn al acecho. Se echó sobre su lecho, sumiso, inestable y cautivado por la poderosa presencia a su espalda. Se estiró, deslumbrando la visión del animal con la larga y estilizada línea de su columna vertebral, cubierta por músculos firmes y pelo blanco y largo bien cuidado, y se colocó en posición, un perrito común y natural en su especie. La cola fue hacia arriba, una invitación clara, y JongIn aulló ante la imagen de bienvenida.
Tan húmedo como se sentía, creía que podría ser un deleite completo para su pareja (el olor manando en oleadas de él, dulce y atractivo, sumaba muchos más puntos a su favor).
Escuchó con atención los pasos de JongIn, las uñas contra la roca y las hojas del nido, y aulló con fuerza cuando la lengua ansiosa de su esposo se posó en su entrada y lamió y saboreó cada gota de su mancha saliendo de su interior. Los dientes rozaron su entrada con cada nueva lamida desesperada, su cuerpo vibró, el humano se fundió con el lobo y un ladrido salió de sus fauces abiertas y jadeantes ante el pensamiento erótico y placentero de estar siendo comido por completo por JongIn.
Era vulnerable y sumiso en ese momento, pero, a pesar de ello, se sentía poderoso al haber hecho de JongIn un completo lío.
Su entrada palpitó, abriéndose y cerrándose contra la lengua larga de JongIn; un gemido y un jadeo animal abandonaron su boca.
Su cuerpo se echó hacia atrás, buscando más, queriendo más ahora que el celo había estallado en su máximo esplendor, un pedido tácito flotando en el aire, sobre las feromonas y el olor de su sexo. Más. Por favor, dame más, dame todo de ti. Toma todo de mí.
Trató de gritar el nombre de JongIn pero, por razones obvias, todo lo que salió fue un aullido agudo que causó un gruñido bajo y peligroso. Entonces, entendiendo el llamado y complaciéndolo, JongIn se posó sobre él, aumentando su autoridad sobre KyungSoo, su dominancia absoluta haciéndose cargo de su propio cuerpo. Las fauces poderosas se cerraron sobre su nuca, manteniéndolo quieto, sumiso y en su lugar, y KyungSoo aulló una vez más cuando sintió la expansión en su interior con la llegada del miembro caliente y exquisito de su marido. El alivio fue casi inmediato, el calor se hizo más soportable y JongIn lo montó maravillosamente bien.
La fuerza en su nuca lo dejó con una clara imposibilidad de movimiento, aún así, KyungSoo no se desanimó. Tomó todo de JongIn, estaba siendo suyo de una forma que jamás habría pensado, le estaba dando lo que su omega había estado deseando por tanto tiempo, y eso se sentía bien, tan jodidamente bien.
Fueron los gimoteos, ladridos y aullidos extasiados los que se escucharon en toda la cueva apestosa a sexo y feromonas; JongIn fue implacable en medio de su descontrol, tan animal y tan perdido que KyungSoo no tardó en imitarlo. Y es que eran un desastre lloroso, fuerte y húmedo, pero un jodido desastre maravilloso.
Y así, en medio de la bruma del placer y de los deseos más básicos y primitivos de su especie, KyungSoo volvió a llegar al punto más delicioso del encuentro, con su propio placer sobre su nido oloroso a canela, ahora siendo parte del pelaje de su panza al desplomarse. JongIn gruñó, y media docenas de embestidas después, se corrió muy dentro y muy duro en su interior.
Salió de su cuerpo después de esto y el calor volvió a golpear a KyungSoo, duro y sin piedad. La primera fase del apareamiento estaba hecha: consumar la unión en forma animal, ahora su cuerpo estaba respondiendo y preparándose para la parte final y por ello el celo no podía calmarse aún.
Su forma humana también debía ser poseída, era entonces cuando la marca estaría formada.
El lobo retrocedió, satisfecho, y el humano KyungSoo se removió con incomodidad, lidiando con su propio desastre y humedad entre sus nalgas. No había tiempo para el agotamiento, no había que perder un segundo, su dolor era entumecedor y sofocante, pero KyungSoo no sabía si JongIn podría cumplir con esto, no cuando no estaba completamente curado de su descontrol.
El pensamiento trajo consigo un gemido lastimero y las lágrimas a sus ojos.
—JongIn, JongIn, debes cambiar... Por favor... Por favor, cambia... Te necesito, te necesito tanto. Duele mucho... Te quiero, te quiero, por favor, ven conmigo.
El lobo aulló, se levantó y se removió, saliendo de la espiral de placer en la que se había adentrado en su momento, desesperado y llamando al humano dentro de él porque era su turno de aparecer y hacerse cargo, demasiado inquieto y nervioso por las muestras de dolor que mostraba su omega. La imagen era dolorosa, tener que soportar los gemidos y chillidos ansiosos de JongIn apuñalaron su corazón, sumando el dolor físico, fue insoportable.
Las lágrimas corrieron con más fuerza, pero no tenía energía para moverse y tratar de consolar al precioso lobo delante de él. Todo en él ardía, todo quemaba, estallaba en necesidad; atreverse a mover un dedo sin sentir la fuerza del aroma de su alfa y sus propias hormonas sexuales en el aire provocaba un dolor tan intenso que lo llevaba a los gemidos y jadeos ruidosos. Porque, sin la presencia de JongIn para corresponder, su instinto lo tomaba como un rechazo, a pesar de su propio conocimiento sobre la situación de JongIn. El razonamiento en un celo, donde todo era instinto, era impensable e inexistente.
Gimió y lloró con más fuerza cuando, en medio de su desesperación, JongIn comenzó a morderse dolorosamente, arrancando la piel, buscando algo que posiblemente no podría hallar. Su corazón se rompió en mil pedazos mientras JongIn aullaba, se rasguñaba y sangraba. Ahí, tendido y debilitado, se había vuelto un completo inútil.
Gritó y se hizo un ovillo, no pudo evitarlo, el dolor y el sentimiento de rechazo y no ser suficiente lo golpeó contra su propia voluntad. ¿No era un buen omega y por eso JongIn no cambiaba? ¿No era lo suficientemente fuerte para él? ¿Era indigno? La pesadez se fusionó con el ardor, con el dolor en su corazón cada vez más maltrecho, con su propia miseria.
No era bueno. No era bueno. No era bueno. No era bueno.
KyungSoo se repitió mentalmente, un mantra aplastante que lo llevó a cerrar los ojos y a encogerse contra las mantas.
Era tan malo. Era tan inútil. No servía para ser un buen compañero, ¿cómo podría serlo si ni siquiera había podido ayudar a JongIn en todo ese tiempo juntos? JongIn no se merecía a un inútil como él, JongIn debía estar con alguien mejor, con alguien a su altura.
—No... Por favor... Basta, basta, duele... Ya no más, silencio, por favor. Silencio.
KyungSoo creyó entonces en las palabras de su madre. Un celo no era lo más hermoso del mundo, un celo era el infierno, y cuando las dudas entraban en el juego, podrían ser la perdición incluso para el cambiaformas más sensato. Ella nunca había sido más acertiva.
Sintiendo los destellos de la inconsciencia buscándolo ante tanto dolor y cansancio sacudiéndolo, KyungSoo se cubrió los oídos y aguardó. Que dos manos grandes y desesperadas lo tomaran firmemente de las mejillas era algo que no había esperado.
Abrió los ojos de inmediato, los sentidos trabajando de nuevo y el hilo de esperanza iluminando todo su ser cuando, por primera vez, tuvo la visión del rostro desnudo de JongIn delante de él.
—KyungSoo. Estoy aquí, cielo, te tengo, te tengo, cariño.
Y entonces lo fue todo: sus ojos preciosos, pequeños y profundos en ese mar café cautivador, los labios gruesos y la nariz pequeña, el pelo castaño y largo, la piel morena y suave, el cuerpo atlético, fuerte, musculoso y protector, el agarre seguro contra su piel y el olor vibrante y vigoroso a canela, ahora libre y poderoso en sus fosas nasales. JongIn era tan hermoso, tan perfecto, y, demonios, KyungSoo estaba perdido.
Sollozó, alivio inundando su ser, y lo sostuvo y atrajo para un beso necesitado, frenético y completamente necesario. JongIn sabía a vida, a felicidad.
Con lágrimas persistentes deslizándose sobre sus mejillas y un aliento de alivio sacudiendo su cuerpo maltrecho, KyungSoo se alejó, solo un centímetro para poder mirarlo de nuevo, acariciar el óvalo de su cara y entregarse a la imagen perfecta de un JongIn humano. El aliento escapó de nuevo, y todo su ser vibró con deleite y verdadera felicidad mientras era envuelto por el delicioso aroma de su esposo.
—De verdad eres tú. JongIn, mi esposo, mi alfa. Mi compañero.
Las últimas palabras fueron un relamazo de realidad y veracidad que había aparecido junto al olor potente de JongIn. Ahora que se había restaurado su naturaleza y el sello que mantenía preso su olor respectivo se había roto, KyungSoo se encontró con la maravillosa sorpresa de que, de hecho, JongIn siempre había sido suyo, que sus sentimientos eran correctos y que había alguien en el mundo hecho para él. Todo este tiempo había vivido con su verdadero esposo, con su verdadero alfa, y tener esa seguridad ahí, latente y segura, lo había hecho todo más verídico.
JongIn sonrió y fue el gesto más hermoso que KyungSoo pudo haber llegado a ver en todos sus años de vida. Sonrió suave y gentil, con sus manos recorriendo su cuello y su mejilla, apasionado y entregado a él, con el efluvio desprendiéndose de ambos comenzando a entrelazarse con el ritual de apareamiento.
—Soy yo, KyungSoo. Lamento haber tardado tanto.
KyungSoo rió entonces, un sonido desesperado, lleno de sentimientos encontrados y profundos, y volvió a atraer a su esposo hacia sí para volver a besarlo, esta vez siendo algo profundo, deseoso, con las inhibiciones fuera y abrazando el placer de convertirse en una pareja establecida.
Dominados por la inexperiencia en el ámbito del contacto íntimo en general, el beso se resumió en un desastre de dientes, saliva, demasiado aliento y lenguas frenéticas. Tomó un momento encontrar un ritmo decente, cómo mover adecuadamente la lengua, cuanto de ella podrían usar para sentirse bien, la cantidad justa de presión al momento de morder sus labios, el ángulo correcto de las cabezas para que sus narices no entorpecieran el contacto, pero, cuando finalmente lo descubrieron, fue genuinamente placentero.
KyungSoo se entregó a la boca húmeda y caliente de JongIn sin reparos, compartiendo un aliento uniforme, se deshizo en gemidos, llamados y pedidos por más. La temperatura aumentó entre ambos; con los cuerpos presionados, desnudos y sudorosos, era fácil sentir la dureza de la polla de JongIn sobre la suya, ajustándose, frotándose con cada mínimo movimiento y causando sensaciones ardientes en su ser.
Todo en KyungSoo palpitaba, todo en él era caliente y mojado. Su entrada estaba bañada, jugosa y latente, sus muslos se enredaron en las caderas estrechas de JongIn, su boca tomó con avidez la lengua de su alfa y la mamó y lamió con erotismo. Era placer puro, era una masa llena de sexualidad y deseo.
JongIn se alejó de sus labios con un chasquido y se movió de inmediato a su mandíbula, raspando, besando, lamiendo la piel caliente y sudada a su alcance, dejando su huella y su nombre en cada nuevo tramo pálido y suave que quedaba al descubierto para él. Sus manos se ajustaron y se movieron por todo su cuerpo, recorriendo los valles de sus costillas y las profundidades de su espalda, apretaron la piel delicada para dejar marcas rojas que durarían días enteros y mantuvieron un poderoso agarre frenético sobre sus pezones, como si estos fueran un ancla a su realidad, a este momento.
KyungSoo gimió, ojos apretados y boca abierta, y su espalda se arqueó bajo su cuerpo, ofreciendo su pecho como una ofrenda al hombre sobre él y el roce en sus pollas apretadas fue delicioso.
Había tanto por sentir, había tanto a su alcance. KyungSoo podría encontrarse fácilmente en el cielo.
JongIn abrió la boca y su aliento tibio golpeó su zona íntima en la curvatura de su cuello, su lengua se abrió paso entre sus labios y entró en contacto directo con la glándula olfativa bajo su piel, lamiendo directamente su fuente de olor, marcándolo como suyo una vez más. KyungSoo se estremeció de pies a cabeza y apartó el rostro para darle más espacio a su recorrido por la zona.
—He estado esperando tanto tiempo por esto. Te he deseado tanto. Mi KyungSoo, eres tan hermoso, hueles tan bien. Vas a volverme loco —sus dientes rasparon su cuello, un indicio de lo que llegaría más adelante, y KyungSoo se apretó más contra él, sin aliento—.
—JongIn... Oh... Sí, continúa así, no pares, se siente muy bien, por favor —lloriqueó por lo bajo, sonidos graves que exponían su propio descontrol, su propio deseo y placer. JongIn gruñó con aprobación y dejó un chupetón firme sobre su yugular—.
—Tan dócil y desesperado por mi toque. Mi omega es tan bueno. Solo para mí.
KyungSoo sintió calor fundido en su corazón ante el reconocimiento. Su lobo, escondido en las profundidades después de su propio momento de satisfacción, aulló con aprobación y deleite. Su humedad se escurrió por sus muslos y cayó sobre su nido, haciendo un lío mientras su hoyo se abría y cerraba, anhelando algo que lo llenara, preparándose y sofocándose por la polla de JongIn.
KyungSoo vibró con las lamidas y los mordiscos de JongIn sobre su pecho, contra sus lunares y, en el momento adecuado, sobre sus pezones. La lengua suave y caliente aterrizó sobre su montículo erecto y sensible, lo humectó y frotó, levantándolo, llevándolo hacia adelante y hacia atrás, círculos profundos sobre la punta, hinchándolo aún más, volviéndolo un desastre necesitado y desesperado por la polla gruesa y palpitante de su alfa.
Los dientes se aferraron a la delicada carne café, masticaron y tiraron, luego la lengua barrió el posible rastro de dolor, sacudiendo su pezón, frotándolo con puro instinto, solo la naturaleza guiando los movimientos bien encaminados de su compañero. Después de todo, un alfa tenía el deber de satisfacer y hacer sentir bien a su pareja destinada en la cama.
KyungSoo se sostuvo del cabello suave y salvaje de JongIn, hundió su cabeza contra su pecho, alimentándolo con su pezón mientras gemía y se retorcía. Sus piernas se abrieron en un acto reflejo, más amplio, más flexible, y un nuevo chorro de su mancha salió al exterior con un sonido obsceno y el aroma dulzón y característico bañándolo todo. JongIn gruñó contra su pecho, caliente y húmedo, lo tomó con más fuerza maltratando su pezón sensible y palpitante y pasó al siguiente para repetir el proceso, sin inmutarse por los movimientos inevitables que comenzaron a llevarse a cabo en sus caderas.
KyungSoo estaba tan desesperado. Estaba tan necesitado.
Su polla húmeda y dolorosamente erecta se frotó contra la de JongIn, orgullosa e imponente. Rozó las bolas pesadas y llenas de su esposo, subió y bajó por la extensión de carne dura como plomo y tembló incontrolablemente cuando JongIn correspondió sus movimientos.
JongIn fue implacable, duro y salvaje. Se meció sobre él con orgullo, moliéndose sobre su sexo sensible, sin dejar de chupar y morder su pecho. Golpeó sus testículos de forma intencional, creando espasmos en todo su cuerpo con cada nueva arremetida de la punta vigorosa y masculina contra su saco sensible. Continuó dejando su marca de pertenencia sobre sus costillas, clavículas y un punto tan sorprendentemente erógeno en su garganta, descubrió cada lunar pintado su piel y lo lamió despiadadamente, no dispuesto a dejar ni un solo detalle fuera de su escrutinio.
KyungSoo jadeó, gimió y sollozó. Las lágrimas brillaban en sus ojos y el sudor se acumulada en su frente, y, aún así, JongIn no dejó de golpear, no dejó de lamer. KyungSoo era un foco de placer al completo.
—¡Ah! ¡Ah, ah, joder! JongIn... JongIn... Maldición, sí, así... Tómame así, presióname así. Tan bueno, mi alfa es tan bueno por mí.
JongIn gimió y fue el sonido más sensual y sexual que KyungSoo escuchó alguna vez en su vida. Su cuerpo se estremeció y sus caderas se sacudieron duramente contra las de JongIn, un lío resbaladizo y caliente en la zona de sus sexos.
Las bocas no tardaron en encontrarse en un arrebato desmedido y codicioso. KyungSoo lamió la lengua de JongIn, tiró de ella fuera de su boca y, así, la chupó, se folló la boca con ella, adentro y afuera, mientras un hilo de saliva se deslizaba por su barbilla. JongIn lo sostuvo por la nuca, un agarre firme y controlado, y volvió a hundirse en su cavidad, deseando su calor, tocar y morder sus labios hinchados y húmedos.
Cuando el aliento hizo falta y la respiración fue un desastre, JongIn se apartó, le besó una mejilla, dulzura agradable sobre un poderío sexual incontrolable, y se deslizó hacia el lóbulo de su oreja, descubriendo entonces otro punto interesante y factible de placer en su anatomía.
—¿Te gusta esto, cielo, como te toca este alfa? Dime cómo se siente mi polla sobre la tuya, dime cómo se siente mi piel en tu piel —susurró contra su oído, justo antes de lamer la concha del mismo y aferrarse a su lóbulo, tirando y succionando. KyungSoo enterró sus uñas en sus hombros amplios y despegó las caderas del suelo para apretarse contra las de JongIn con fuerza—.
—Uhmf... Tan rico, JongIn, es tan rico. Házmelo así todos los días, joder... Cógeme así para siempre.
—Sí... Sí... Mi omega se merece todo lo mejor.
Una de las manos se deslizó por su costado, movimiento firme y constante en su piel, y apretó la carne generosa de su nalga. KyungSoo ronroneó y presionó su glúteo hacia la palma abierta, el mecer constante de sus caderas provocando una fricción interesante sobre nalga firme y mojada con su mancha. JongIn gruñó con aprobación y embarró sus dedos en la humedad, frotó círculos sobre su piel y luego enterró uno de sus largos dedos en su entrada con suma facilidad.
No necesitó nada más para que su cuerpo se apretara y colapsara en un orgasmo prolongado, sucio y caliente.
JongIn lo recostó en el suelo con amabilidad y sacó su dedo de su interior, subió la mano hacia el desastre en su abdomen y combinó sus fluidos sobre su estómago agitado. KyungSoo lo miró en todo momento, aturdido con los rastros de su clímax abrumando su ser por completo, y su omega chilló y se animó cuando, sin apartar la mirada, JongIn llevó el dedo mojado a su boca y lo lamió lentamente.
Sus mejillas se incendiaron y contra las probabilidades existentes, un nuevo golpe de deseo lo llenó. Sus entrañas se apretaron y un jadeo escapó de su boca.
—Oh, joder —soltó sin aliento. JongIn sonrió, una curva ladina y sensual que iba perfectamente bien en el momento y en su rostro. Tomó más de su lío pegajoso y llevó el dedo manchado a su boca, presionó contra sus labios y ordenó con contundencia—.
—Pruébate. Nota lo bien que sabes.
Caliente como estaba, KyungSoo obedeció y hundió el dedo largo y masculino en su cavidad. El gusto salvaje, amargo y picante de su corrida impregnó sus papilas gustativas y él lo aceptó con gusto, complaciendo a su alfa para aumentar su placer.
JongIn presionó su dedo contra su lengua y dio un par de embestidas con el mismo dentro de su boca, luego lo deslizó hacia afuera, lamió su saliva en su dígito y volvió a presionarse contra él, aún caliente y duro contra su abdomen sucio.
—Delicioso.
Volvieron a besarse luego de eso, apasionada y fogosamente, boca contra boca y lengua sobre lengua. KyungSoo extendió sus piernas a cada lado de JongIn, totalmente abierto para él, dándole una bienvenida completa. JongIn lo aceptó con gusto, le dio una palmada directamente a su entrada palpitante y mojada y luego la frotó profundamente con tres dedos.
—¡Mierda! —exclamó, recibiendo el golpe de buena gana, y su culo se elevó y meció contra la mano firme de su esposo—.
—Estás tan mojado y suelto para mí. Tu culo me desea tanto.
—Sí, sí, sí, te deseo, te quiero dentro de mí. Lléname de ti, por favor, dámelo todo.
JongIn gruñó contra su cuello y su mano sobre su cintura lo alzó para impactarlo contra él, duro y fuerte.
—Todo lo que mi omega quiera.
Entonces tres dedos se adentraron en su interior, sin dudas ni temor, y KyungSoo los tomó perfectamente bien debido a su propia humedad. La penetración repentina provocó un grito estrangulado y JongIn no se atrevió a darle un respiro antes de comenzar a mover sus dígitos profundamente dentro de él. Un chorro de su lubricante salió, mojando su mano y exponiendo su placer, y JongIn tarareó con satisfacción.
Retiró los dedos no mucho después, porque estos realmente no eran necesarios, y luego alzó las piernas de KyungSoo con sus brazos. KyungSoo las sujetó de inmediato por la parte interna de sus rodillas, llevándolas a su pecho y quedando completamente expuesto, y JongIn bombeó su pene un par de veces con la mirada fija en el agujero rojo, hinchado y lloroso de su omega.
Siguió los impulsos dictados por su alfa y se inclinó para lamer toda la húmedad de los alrededores, extrajo sus jugos íntimos con su lengua, barrió su piel mojada y enfebrecida y chupó profundamente, directamente sobre su agujero. KyungSoo gritó de nuevo, se removió desesperadamente y hundió las uñas en su propia piel mientras JongIn lo tomaba todo de él, lo lamía con salvajismo y lo llevaba al borde una vez más.
—Oh, por Dios, por Dios, JongIn, cógeme, ¡cógeme! Ah... Ah, por favor. Se siente tan rico. Quiero más, dame más.
JongIn se alejó cuando lo creyó conveniente, su barbilla y labios mojados por la saliva y su indecorosa mancha, sus ojos brillando, salvajes y desenfrenados, animales y oscuros contra los suyos. Con el pene húmedo y bañado completamente en presemen, lo guió a su entrada, sostuvo sus piernas por él como un anclaje efectivo, y se hundió con fuerza hasta lo más profundo de su ser.
KyungSoo jadeó ruidosamente y su cabeza se echó hacia atrás ante la agradable sensación de ser llenado hasta el fondo. JongIn no esperó, KyungSoo tampoco lo deseó, y comenzó a moverse casi de inmediato, un ritmo torpe que poco a poco se volvió algo enloquecedor y genuinamente seductor.
Entonces todo fue golpes de pieles húmedas, succiones íntimas, agarres firmes y apretados y jadeos, gemidos y gruñidos bañando todo a su alrededor. JongIn, fuerte y con un libido más que admirable, lo manejó a su antojo, hundiéndose con fortaleza, adentro y afuera, rápido y placentero, y KyungSoo pronto se vio reducido a una masa temblorosa y nada más que sensible, incapaz de pensar o hilar un poco de consciencia en su irracionalidad.
—JongIn, JongIn, quiero verte, déjame abrazarte —pidió en un momento breve de lucidez y JongIn lo complació de inmediato, abriendo sus piernas y colándose entre ellas, con los tobillos sobre sus hombros para no abandonar la profundidad de sus arremetidas—.
KyungSoo lo abrazó de inmediato y gimió con gusto, los ojos cerrados y las caderas meneándose contra los embates del alfa mientras JongIn dejaba besos sonoros y húmedos en su cuello y costillas. KyungSoo abrió los ojos, enternecido, y trató de limpiar el desastre brillante de su rostro con sus manos y sonrió temblorosamente cuando consiguió un poco de su cometido.
—Hermoso.
JongIn lo miró fijamente por un segundo y luego se abalanzó a sus labios, besándolo con fuerza y sensualidad. Fue maravilloso cuando JongIn consiguió el punto indicado en su interior; KyungSoo se retorció, gritó y sus paredes internas se apretaron alrededor de JongIn con aceptación; no tuvo que pedirlo, JongIn cambió el ángulo de sus golpes y pronto su próstata se vio siendo una víctima del ritmo feroz del pene duro de su esposo.
Líquido caliente se deslizó por la espalda de JongIn, sangre que habían causado sus uñas enterradas en la piel morena. Los dedos de los pies de KyungSoo se encogieron y su espalda se arqueó, moviéndose deliciosamente contra su esposo. Una de las manos de JongIn viajó por encima de su piel y se asentó en su pene, abierta y abarcando parte de sus testículos. Dio una palmada sonora sobre su polla palpitante y desesperada, ahuecó sus bolas y pasó las uñas por encima de la piel suave y sensible de su saco, luego subió de nuevo a su pene y bombeó con firmeza la dureza en su puño.
Una fila repetida de "¡Sí, sí, sí, sí!" Se desbordó de su boca abierta, sus caderas se sacudieron y sus paredes ahogaron el pene de JongIn. JongIn gruñó, KyungSoo miró sus ojos perdidos en la lujuria palpable, sus pupilas dilatadas, y KyungSoo se encontró sobrepasado por su sentir y su instinto.
—JongIn... JongIn, córrete conmigo, lléname, dame a tus cachorros. Jódeme tan bien que quedaré embarazado de tus hijos... Dame bebés, alfa... Dámelos.
JongIn gruñó con furia, un sonido profundo y glorioso, y KyungSoo lo sintió engrandeciéndose y endureciéndose aún más en su interior. Su ritmo fue descontrolado y más rápido, más profundo, más delicioso, lo apretó contra él, lo alzó en un abrazo fuerte, juntando sus cuerpos por completo y levantándolo en el aire debido a la pasión y el desenfreno por correrse.
KyungSoo lo miró a los ojos cuando sintió que explotaría de nuevo en mil pedazos, sin tocar el suelo, lo abrazó con tanta fuerza que sus brazos dolieron y temblaron. Sonrió torpemente, el sudor rodando por sus sienes, y lo besó castamente sobre sus labios entreabiertos.
—Te amo —susurró con su último aliento y luego todo terminó de nuevo, blanco perlado tras sus ojos y el cuerpo flácido con la llegada de su clímax—.
Fue vagamente consciente del aullido de su pareja, de los dientes clavándose en su cuello y del semen llenándolo sin detenerse. Tan sumido en su propia satisfacción, no pudo disfrutar esto completamente, pero cuando todo se asentó y bajó de la espiral del placer provocado por su orgasmo, se sintió cautivado al sentir el nudo inflamado y firmemente aferrado en su interior.
JongIn lo abrazaba detrás de su espalda, los brazos envueltos alrededor de su cintura sin un mínimo espacio de separación entre ambos. Repartía besos gentiles sobre su cuello y hombro y sus pulgares acariciaban la piel bajo ellos con cariño.
—¿Has vuelto a mí? Te desmayaste por un momento.
KyungSoo sonrió y se acurrucó contra el pecho de JongIn. El movimiento provocó un jadeo compartido a causa del roce en su interior lleno, pero una vez acomodados, todo estuvo bien. KyungSoo colocó sus manos sobre las de JongIn, acarició sus nudillos rudos y fuertes y tarareó por lo bajo, cansado, pero indiscutiblemente feliz.
—¿Cómo no hacerlo? Tuve como cuatro orgasmos increíbles antes. Siento mi cuerpo de goma ahora mismo.
—Razonable. ¿Tu celo y el dolor?
—Retrocedieron. Con tu nudo tendré un respiro. La mordida lo hace todo aún mejor.
—Hmm.
JongIn hundió su nariz en la curvatura de su cuello y sus labios se pasearon por encima de la marca de sus dientes. KyungSoo cerró los ojos, suspiró y se derritió en un charco contra él. Ahora que estaban unidos, KyungSoo podía sentir el tirón de su alma fusionándose gradualmente con la de JongIn. Su omega se hallaba en paz y calma absoluta y todo lo que una vez creyó que estaba bien, finalmente calzó en un lugar mucho mejor, dejándolo extasiado y relajado.
Con el pasar de los días, su unión se fortalecería; entonces podrían comunicarse a través de la mente y sentir lo mismo que el contrario. Era un trabajo en equipo el que tenían que hacer para llegar a ese punto, y KyungSoo estaba dispuesto a luchar por ello. Ya habían demostrado que eran un dúo increíble, alcanzar este punto en su relación sería relativamente fácil, aunque no menos emocionante.
—¿Sabías quién era en ese entonces, cuando nos vimos por primera vez? —preguntó suavemente, recorriendo con la punta del índice el dorso de la mano cerrada de JongIn. JongIn hizo un sonido con su garganta y lo abrazó más contra él—
—Sí, lo sabía. Por esa razón mi lobo se descontroló e intentó morderte en ese entonces. Estaba tan desesperado por volver a la normalidad y por no dejarte ir que necesitaba marcarte para crear un vínculo. Afortunadamente eres lo suficientemente fuerte y pudiste detenerme antes de que pudiera hacer algo.
KyungSoo giró el cuello, tratando de obtener un vistazo de su rostro, y JongIn se lo permitió, clavando su mirada cuidadosa y cariñosa sobre sus irises.
—¿Fue muy difícil para ti? Mantenerte controlado y no ir a por mí, quiero decir.
JongIn se tomó un momento, y luego asintió lentamente.
—Lo fue. A pesar de que no podías captar mi olor e identificarme a través de este, yo sí que podía hacerlo. Entonces había pasado de estar luchando en el bosque contra animales salvajes a luchar contra mis impulsos y mis deseos. Debía mantenerme alejado y reprimirme, pero no podía dejarte solo, tenía que cuidarte. Eran sentimientos tan fuertes y distintos. Por una parte, quería dominarte, por otra, solo quería que pudieras elegir. De alguna forma, fuiste tú mismo quien conseguiste hacerlo más llevadero.
La expresión de KyungSoo se contorsionó en una profunda confusión.
—¿Cómo?
JongIn se encogió de hombros y le besó la sien.
—Mirándote, viéndote ahí, tan brillante y feliz. Tenías que lidiar con un lobo descontrolado, pero eso no te detuvo de ser determinado y relucir con tanta fuerza. Me diste calidez y felicidad, a través de tus necesidades me ayudaste a pensar, a racionalizar. Fue todo un proceso, pero, de no haber sido por ti, jamás hubiera podido llegar a este punto.
KyungSoo sintió sus mejillas ardiendo y su corazón dando tumbos en su pecho. Carraspeó, con el calor viajando a su cuello, y desvió la mirada a sus manos unidas.
—Por supuesto que sí, soy increíble. ¡Un omega fuera del molde que puede patear traseros y ayudar a los alfas descontrolados y a toda una población humana! Has tenido suerte de conseguirme... O tal vez será un martirio. No soy alguien fácil de tratar. ¿Sabes en dónde te has metido?
JongIn rió, una carcajada libre y feliz que llenó y maravilló sus oídos. Su omega aulló, feliz por haber hecho feliz a su compañero, y se encogió aún más contra su pecho con una sonrisa boba en sus labios.
—Definitivamente eres increíble, y definitivamente sé en dónde me meto. Por ello creo que mi vida será maravillosa y próspera a partir de ahora. Siempre que esté con mi esposo, todo estará bien para mí.
KyungSoo volvió a mirarlo entonces, cautivado y azorado con la dulzura de sus palabras y el resplandor en su mirada. Sus labios abiertos dejaron escapar un profundo suspiro y su corazón dio un vuelco fuerte contra sus costillas.
JongIn debió hallar algo en sus ojos, porque pronto sonrió con afecto y se inclinó para besarlo, una cosita dulce y deliciosa en su boca. Los labios se movieron con amabilidad y cariño sobre los suyos, tan suave y tan gentil que KyungSoo podría morir en ese momento y lo haría en completa paz. Al alejarse, JongIn dejó un mordisquito juguetón en su labio inferior y luego juntó sus frentes y rozó sus narices con los ojos cerrados.
—También te quiero, KyungSoo, lo hago con mi vida.
Y la última pieza encajó en su lugar. Finalmente.
KyungSoo sonrió y volvió a besarlo como respuesta. Y entonces, entre sus brazos, cansados pero unidos profundamente en cuerpo y alma, todo fue perfecto.
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