•°•2•°•

KyungSoo agregó más ramitas secas a la fogata, removió la leña con un palo y suspiró con fuerza. Estaba aburrido. Afuera llovía a cántaros y era imposible salir.

Justo estaban en esos días donde todo era frío, gris y mojado. El bosque olía delicioso, limpio y fresco, el preticor revoloteando en sus fosas nasales y la quietud tan imponente que KyungSoo quería golpear algo. No estaba listo para estar encerrado, tampoco para estar quieto mucho tiempo, así que era un verdadero infierno para él.

La prueba más dura que puede estar enfrentando.

Le echó un vistazo a su esposo. Él estaba tendido en el suelo frente a él, alejado de su nido respetuosamente, con los ojos cerrados, descansando profundamente. Justo así, sin nada que lo preocupara y mantuviera alerta, se veía más accesible, menos peligroso. Más humano. Era entrañable.

KyungSoo sonrió, observando en silencio el mullido pelaje rojizo y café, cómo parecía más grande por el encrespamiento para protegerse del frío del exterior. Era lindo, de verdad. KyungSoo podría mirar esta imagen por mucho tiempo (era lo que hacía esta tarea de mantener silencio y tranquilidad mucho más llevadero).

Suspiró de nuevo, más extendida y ruidosamente, y con el sonido, las irises cafés se expusieron al mundo. La cabeza del alfa giró en su dirección y lo miró con atención, formulando una pregunta a través de su observación fija y suave y KyungSoo le regaló una sonrisa de disculpas.

—Ah, lo siento, no quería molestarte —ladeó el rostro, volviendo a preguntar a su manera, con una oreja levantada y la otra echada abajo. KyungSoo rió por lo bajo y echó otro grupo de ramitas a la fogata—. ¡En serio, no es nada! Solo estoy un poco aburrido. Nunca había estado encerrado por tanto tiempo y es algo extraño para mí.

Dejó el grupo de palitos secos a un lado y se dejó caer sobre su mullido y cómodo nido, se hizo una bolita y gimió ruidosamente con la vista puesta en el techo de la cueva. Su atención fue llamada por los pasos suaves de su esposo y, al alzar la vista, notó al lobo rojizo delante de él, sin tocar su nido, pero estando lo suficientemente cerca como para hacer la ilusión de que estaba ahí dentro, con él.

Su omega se estremeció de deleite ante la idea. KyungSoo lo mandó a callar y calmarse.

—¿Hum? ¿Qué pasa?

Ambas orejas peludas se pusieron en punta y los ojos grandes y salvajes apuntaron al suelo a su lado. KyungSoo miró la zona señalada como acto reflejo y luego volvió a verlo.

—¿Quieres acostarte a mi lado? —el alfa parpadeó y KyungSoo sonrió suavemente en respuesta—. Claro, ven aquí.

Se hizo a un lado para dejarle libre el espacio que no estaba ocupado por su nido y el lobo se echó casi de inmediato. Movió su cola de lado a lado cuando estuvo acomodado y extendido como un tapete animal junto a él, luego lo miró con la cabeza apoyada en sus patas delanteras, y fue tan linda la imagen que KyungSoo no pudo evitar extender una mano y acariciar la zona entre las orejas y la mejilla peluda.

Su esposo entrecerró los ojos y jadeó con deleite y placer.

—¿Sabes? Me he preguntado por ti. ¿Quién eres, de dónde vienes, cómo te llamas, cuánto tiempo tienes aquí? Es triste no poder conocerte —murmuró distraídamente, con la vista fija en las orejas erguidas—.

La cabeza del lobo se alzó y sus ojos se encontraron de nuevo. KyungSoo bajó la mano y se acurrucó contra su propio cuerpo, sin alejarse del calor que desprendía el cuerpo peludo a su lado.

—Tal vez es un poco tonto, pero quisiera llegar un poco más lejos, tal vez ser amigos... No lo sé. Sólo... Sería feliz con solo saber cómo te llamas.

No apartaron la mirada por lo que parecieron minutos enteros. KyungSoo encontraba fascinante la manera en la que parecía que las palabras no hacían falta entre ellos, porque con solo una mirada lo comunicaban todo, o, al menos, lo suficiente.

Su corazón dio un vuelco cuando notó la comprensión y la consciencia y humanidad en las pupilas retraídas maravillosamente; sus mejillas se enrojecieron tontamente, porque era distinto ser observado por el animal y por el humano encerrado entre capas gruesas de piel, grasa y músculo.

Allá donde el lobo era brusco e instintivo, el humano era suave y agradable. También era jodidamente abrumador, pero tan, tan fascinante, que KyungSoo no pudo ser capaz de apartar la mirada.

A regañadientes, el alfa desvió el rostro y sostuvo una ramita entre sus dientes. Escarbó el suelo hasta dar con un poco de tierra y comenzó a moverla sobre ella lo más prolijamente que podía en su condición. KyungSoo lo miró con atención, curioso y maravillado con cada nuevo movimiento, con la raspadura del palito seco sobre la tierra húmeda. Finalmente, cuando la cabeza se apartó para dejarle ver lo que había hecho, su corazón latió muy rápido y muy fuerte contra sus costillas al ver la figura en el suelo.

Era un nombre garabateado con esfuerzo, como los trazos de un niño aprendiendo a escribir, pero lo suficientemente hermoso y comprensible como para llenar su alma y hacerlo sentir cálido por dentro.

Kim JongIn.

El nombre de su esposo, de este alfa atrapado en un mundo animal, de su compañero de vivienda, el cambiaformas que lo hacía feliz. Kim JongIn.

Acarició los caracteres con la punta de los dedos, como si, al al hacerlo, pudiera acariciar al humano dentro del lobo, al hombre que se preocupaba por su bienestar y seguridad, tan delicado, tan amable, que podría estar tocando porcelana fina y no habría mucha diferencia.

Su esposo, JongIn, volvió a mirarlo de esa forma suya: penetrante y cálido, y KyungSoo sonrió con fuerza, con las mejillas aún calientes y el corazón tronando y corriendo a toda velocidad.

—Kim JongIn... JongIn... Nini —probó en su lengua, acariciando cada letra con especial cuidado, escuchando lo bien que sonaba en su voz. Fue perfecto e indicado—. Es un nombre precioso, gracias por compartirlo conmigo —susurró, bajo, agradecido y avergonzado, retomando las caricias en el rostro de JongIn, igual de suaves y cariñosas como en el inicio—.

Su respuesta fue un choque íntimo y agradable entre sus narices.

•°•

—¡Aaaah! ¡Por fin ha dejado de llover! —exclamó tres días después, la sonrisa gigante y brillante naciendo en su boca nuevamente, vibrante y espectácular. KyungSoo se giró hacia JongIn y extendió los brazos sobre su cabeza, completamente entusiasmado y feliz—. ¡Debemos ir al pueblo, JongIn! ¡Vendamos las artesanías que he hecho y con el dinero que consigamos, compremos pan y arroz! Oooh, deseo tanto comer un tazón rebosante de arroz... ¡Podemos hacer un aceite picante con los pimientos que encontramos en el bosque! ¡Podemos cazar de nuevo y comer carne con ese delicioso arroz! ¡Aaaah, debemos ir al pueblo, vamos, vamos, ponte presentable! ¡Mi esposo no puede salir desaliñado!

KyungSoo, hecho un torbellino de entusiasmo y exclamaciones ruidosas, se movió rápidamente por toda la cueva para buscar ropa limpia y fresca entre la pila resguardada en una esquina. No esperó a comprobar que le estuviera dando la espalda, su esposo era un hombre respetuoso que siempre le daba su privacidad y espacio cuando lo necesitaba, así que se despojó de la ropa sencilla y se embutió en telas más coloridas y agradables de ver, sin dejar de lado la calidez que necesitaría ese día.

Tomó una de las tres capas que tenía consigo y se acercó a JongIn con apuro. Su esposo le daba la espalda, como era de esperarse, así que KyungSoo lo rodeó y con dedos diestros, hizo un nudo firme en la capa alrededor de su cuello. No lo necesitaba, pero aún así, KyungSoo quería mantenerlo cálido y protegido de los residuos de tres días seguidos de lluvia interminable.

Palmeó la cabeza de JongIn dos veces y le obsequió una sonrisa animada.

—¡Muy bien! ¡Te ves muy guapo! Totalmente atractivo, por supuesto, como es de esperarse de mi marido —le guiñó un ojo; JongIn ladró en represalias y KyungSoo rió entre dientes—.

Tomó su bolsa de dinero aceptablemente llena, todos los sombreros, bolsos y demás adornos de palma que había hecho en esos días de aislamiento y, luego de calzarse su par de zapatos cómodos, salió de la cueva acompañado de JongIn.

El viaje estuvo lleno de entusiasmo, ambos rodeados de buen humor. KyungSoo se había puesto uno de los gorros en medio de sus juegos interminables y JongIn no se quejó cuando él mismo fue víctima de sus atenciones y jugueteos.

—¡Já! ¡Y SeungSoo decía que no le prestaba atención a las clases de artesanías! ¡Mis creaciones son hermosas y fuertes, definitivamente mucho mejores que los intentos de objetos que él hace! Si tan solo estuviera aquí le revolcaría mis éxitos en su cara fea y grasosa... ¡Ah! ¡No me mires así, JongIn! Realmente no es nada, no estoy triste ni melancólico, ¡quién podría extrañar a un hermano así! —le aseguró, aunque su exclamación fue demasiado entusiasta como para ser real. La sonrisa de KyungSoo se volvió más suave y cariñosa y sus ojos se posaron sobre los sombreros que cargaba entre sus manos—. Ah, realmente quisiera que conocieras a mi familia. ¿Me prometes ir conmigo a Diamond cuando acabe con mis viajes? ¿Me acompañarás entonces, en mis recorridos por el mundo, cuando te hayas recuperado por completo?

Las orejas se levantaron de inmediato en conjunto con una expansión graciosísima de ojos cafés. KyungSoo rió de nuevo, sintiendo como su buen humor le era devuelto, y empujó el costado de JongIn con su cadera.

—¡Aigooo! ¿Por qué me miras así? ¡Claro que quiero viajar contigo! ¡Eres mi esposo! ¿Cómo podría un marido dejar a su esposo solo por tanto tiempo? ¡Inaceptable! Además, ¿qué sería del pobre, muy pobre e indefenso, oh, muy indefenso, KyungSoo sin las atenciones y los mimos de su buen JongInnie? ¿Cómo sobreviviría? ¡Aaaah, pobrecito yo! ¡Tener que lidiar con la soledad, una separación terrible y tantas, tantas responsabilidades!

Llegaron al pueblo entre risas, ladridos y una que otra burla inofensiva.

Ciertamente, eran un dúo bastante peculiar, ¡¿dónde se ha visto?! ¡Hombre y lobo siendo tan armoniosos y cercanos el uno con el otro, sin deseos de matarse entre ellos! ¡Era hilarante! Y, sin embargo, la imagen no pudo ser más pintoresca, un alivio para quienes los miraban desde lo lejos.

Los aldeanos habían visto a KyungSoo anteriormente, así que sabían de buena fuente que habían conseguido complacer a la terrible bestia devoradora de hombres, que el matrimonio había sido un éxito y que la furia enloquecedora y aterradora había menguado, dejando más oportunidades de producción entre los comerciantes, con la caza moderada de animales para vender carne en sus puestos y la recolecta constante de semillas, extracción de hierbas medicinales y frutas; aún así, fue extremadamente sorprendente verlos juntos, paseando entre puestos y vendiendo sus cosas con calma.

Los aldeanos aún temían, por supuesto, y por ello creyeron que mantener a la bestia igual de feliz y complacida era lo mejor que podían hacer, por ello, más rápido de lo que KyungSoo había esperado, su mercancía había desaparecido y terminó su día de venta con un bolsito de dinero lleno y el corazón satisfecho.

Una vez rebosantes de fondos monetarios, continuaron con el siguiente punto de la lista. ¡Comprar comida! (Algo que KyungSoo se tomó muy en serio y con mucho entusiasmo).

—¡JongIn! ¡Mira, mira! ¡Son dulces! Oh, ha pasado un tiempo desde que comí uno... Podemos permitirnoslo, ¡hoy tuvimos buenas ventas y hace un clima agradable, así que...! Ahjumma, ¿puede venderme cuatro de estos, por favor?

Sí, KyungSoo tenía prioridades. ¡Dulces eran dulces y siempre había lugar para ellos!

Con su compra bien envuelta y protegida, KyungSoo se volvió hacia JongIn con una sonrisa complacida, abrió el paquetito de dos y tomó uno de ellos para tendérselo a su esposo.

—Aquí, abre la boca y cómelo, seguro también ha pasado mucho tiempo para ti, ¿verdad? Puedes tener esto, te lo mereces.

JongIn miró el dulce en su mano, luego su rostro, y esto se repitió un par de veces más. Finalmente, luego de un par de segundos expectantes, su boca se abrió, mostrando una fila de colmillos filosos que arrancaron más de un jadeo de terror, y comió el dulce directamente de su mano, lamiendo su palma cariñosamente cada vez que sus dientes la rozaban al intentar sujetar el bocadillo sin morderlo en el camino.

KyungSoo sonrió, complacido, y acarició el costado del rostro peludo de JongIn, sus orejas relajadas y parte de su cuello, rozando sutilmente su glándula olfativa con la yema de los dedos. JongIn se dejó hacer, reducido a un cachorro deseoso de contacto y afecto, y KyungSoo rió mientras rascaba cariñosamente su coronilla.

—Ahí, ¿estuvo bueno? Seguro que sí, aún te relames. Ah~, compraré más de esto para ti otro día, ¿de acuerdo? ¡Por ahora debemos seguir con nuestras compras!

De esta forma, KyungSoo obtuvo el doble de arroz que había pedido, una bolsa extra de especias, azúcar y sal, tres panes sin cortar, algunos tazones y pastillas de jabones nuevos, tres frascos de vino ¡e incluso una sartén y aceite para saltear vegetales! De haber sabido que podría tener más ganancias trayendo a JongIn consigo, lo hubiera hecho mucho antes.

No, se dijo mientras metía su carga en el bolso tejido que había traído consigo con este propósito, no lo habría hecho por eso, no cuando ahora notaba la mirada anhelante y curiosa de JongIn sobre todo lo que se cruzara por su camino, sobre las personas temerosas de él, los puestos, las calles, las casas...

Él extrañaba ser un humano, KyungSoo podía notarlo tan bien que dolía en su interior; JongIn extrañaba esto, convivir con otras personas, ser parte de una comunidad de iguales. JongIn quería recuperarse y reivindicarse, quería dejar de estar presionado, quería ser un cambiaformas normal de nuevo. KyungSoo lo notaba cada día, pero en este instante, en este momento, deseó más que nunca ayudarlo a cumplir su deseo.

JongIn lo miró finalmente, cuando dejó de escucharlo hablar y no hubo captado movimientos de su parte por mucho tiempo, confundido y aún curioso. KyungSoo le devolvió la mirada, una cosa suave, tan suave que JongIn ladró por lo bajo, lo que de alguna manera le arrancó una sonrisa tierna y dulce, a pesar de la presión dura y seca en su estómago.

—Todo bien, sólo estoy feliz de que hayas venido conmigo. ¡La próxima vez también debes acompañarme, JongIn!

Y así, hazlo por siempre, por favor.

•°•

Al mes de haber conocido a JongIn, KyungSoo decidió celebrar su primer "mesiversario" con las jarras de licor que no había tocado después de aquel primer viaje al pueblo en compañía de su esposo.

Creyendo que sería algo bueno cuando las pupilas de JongIn eran cada vez más humanas y cierto aroma a canela flotaba cada vez más constantemente en el aire, no vio por qué no debería hacerlo. Era un día importante, después de todo, celebraban su amistad y matrimonio, así que era imposible pasarlo por alto.

KyungSoo estaba decidido a que todo se llevara a cabo de forma exitosa, o, al menos, a que se llevara a cabo.

Por ello, fundado en buen humor y aprovechando el tiempo de caza de JongIn (siempre se tomaba dos o tres horas para conseguir buenas presas que los satisficiera a ambos), hizo un viaje rápido al pueblo con su bolsita de dinero tintineando en su cintura y una sonrisa entusiasmada en los labios.

Parecía que, al igual que él, los humanos estaban de buen humor, y no era para menos; desde que las muertes se habían detenido definitivamente, los aldeanos tomaron la decisión de hacerse de una parcela de tierra en las cercanías del bosque y habían comenzado a plantar papas, rábanos, zanahorias y algunas hierbas destinadas a la exportación hacia otros pueblos. Con esto, el lugar había prosperado, la tristeza y pesadez en los rostros de la gente se había ido perdiendo y las sonrisas eran cada vez más visibles.

KyungSoo también se había ganado el favor de los aldeanos. Aparentemente, era algo así como un héroe o un ente inalcanzable que los había salvado de la miseria y había domado a la bestia inaccesible de sus tierras, y KyungSoo no negó esto, de cierta forma, había conseguido manejar a JongIn y volverlo un hombre más sensato y racional, así que se atribuyó el crédito. Por esto, no era extraño recibir algunos regalos como agradecimiento y más comida de la necesaria en sus compras.

No fue la excepción en este viaje.

KyungSoo recogió los dulces favoritos de JongIn en la tienda de la ahjumma, también compró unos cuantos que aún no habían probado. Le regalaron una nueva jarra de vino y la ración acostumbrada de especias y azúcar. Además, se permitió comprar una capa nueva para JongIn (grande, suave y de un agradable y cautivador tono rojo que iría muy bien con su pelaje espeso) y algunas velas aromáticas con un olor muy, muy suave para no provocar irritación al olfato.

Llevó su carga de nuevo al bosque, cuando calculó que había transcurrido una hora desde su partida, y, una vez en la cueva, se dedicó a acomodarlo todo para cuando llegara JongIn.

Avivó la fogata, buscó agua para hervir y puso a cocinar una olla con arroz para ambos. También puso una sartén con aceite, carne y vegetales sobre la cocina portátil que había obtenido en el pueblo y lo removió todo con sus palillos.

Y pensar que iniciamos con una olla olvidada y cestas tejidas para guardar nuestros alimentos. Pensó al ver sus numerosos tazones, vasos de té, ollas y sartenes que la gente del pueblo le había obsequiado con el pasar del tiempo.

Mirándolo todo de esta manera, KyungSoo podría ver esta cueva fría y oculta como un verdadero hogar.

El pensamiento trajo consigo una sonrisa avergonzada y un sonrojo suave a sus pómulos.

Cuando JongIn volvió con un ciervo mediano entre las fauces sangrientas y ensalibadas, KyungSoo ya había preparado todo para la celebración. Había encendido las velas y las había esparcido por toda la estancia, proporcionó arroz en dos tazones, uno más pequeño que otro por razones obvias, y dejó las grandes piezas de carne en la sartén. También se había dado un baño en el río y usado una pastilla de jabón de olor agradable que se mezclaba perfectamente con el suyo; se vistió con un lindo hanbok azul y recibió a su esposo con una sonrisa.

Su esposo, lleno de sorpresa y asombro, dejó caer la comida estrepitosamente y su boca de mantuvo abierta mientras analizaba todo a su alrededor. KyungSoo rió, algo imposible de retener cuando su marido era tan genuinamente adorable, y palmeó el lugar vacío frente a él a modo de invitación.

—¡Hola, JongIn! ¡Ven, ven, ven a sentarte y come conmigo! He hecho algo delicioso para los dos —vacilante, el alfa se acerca y se sienta sobre su trasero con torpeza. KyungSoo sonrió ampliamente y palmeó su cabeza dos veces—. Así, buen marido. Sé que te estás preguntando por que he hecho todo esto, así que no, no es necesario que lo digas —carraspeó para darse importancia y luego le mostró su regalo envuelto meticulosamente—. ¡Feliz aniversario de un mes! ¡Yah! Compré esto y organicé todo para celebrar contigo este día. ¡Ya hace un mes que nos conocemos! ¡El tiempo ha pasado muy rápido! Así que, siendo ahora buenos amigos y esposos perfectos, ¡hay que festejar!

Dejó la capa en el espacio que los separaba, lejos de la comida, y aplaudió tres veces para instarlo a abrir el envoltorio mientras, inquieto, se removía en su lugar. JongIn lo miraba, atento y aún sorprendido, pero luego de un parpadeo lento, acercó su hocico y comenzó a rasgar suavemente el papel.

Ah, ahí está el humano dominando a la bestia. KyungSoo se emocionó aún más por esto, por sentirse plenamente comprendido y olfatear el entrañable aroma a canela.

Finalmente descubierta, la capa fue un hermoso y delicado contraste contra la dureza del suelo rocoso y oscuro, la tela se mostró, fina y elegante, orgullosamente expuesta, y llenó por completo la visión de un estático JongIn.

KyungSoo lo miró con cariño cuando el alfa agachó la cabeza y olfateó delicadamente la tela suave, sintiéndola al frotar su mejilla con suavidad, aceptando el obsequio. Su corazón estalló en latidos frenéticos cuando JongIn volvió a mirarlo y se levantó para reposar su gran cabeza contra su pecho.

No se preocupó por quedar al descubierto y que su ritmo cardiaco lo expusiera, no importaba, nada importaba ni lo preocupaba lo suficiente cuando podía disfrutar de la calidez y la seguridad de JongIn contra su cuerpo. Cerró los ojos, extasiado y satisfecho por su buena elección (su omega chilló ruidosamente con el pecho echado hacia afuera, todo orgullo y pomposidad), y frotó su mejilla contra el suave y grueso pelo rojizo bajo su piel.

Aspiró una gran cantidad del aroma a canela desprendiéndose de la glándula olfativa (cada vez más restaurada) de JongIn, y su lobo se estremeció con deleite, chilló aprobatoriamente y se fundió en el delicioso calor de su alfa.

Su alfa.

Oh, maldición, sonaba tan bien, pero más allá de eso, se sentía tan jodidamente correcto.

Abrumado por el pensamiento y la ola de sentimientos y sensaciones que trajo consigo, KyungSoo se alejó del abrazo compartido y rió nerviosamente, rascando el lateral de su cabeza.

—¡Bueno! Supongo que te ha gustado, ¿verdad? ¡Puedes usarla cuando volvamos al pueblo! Así la lucirás tan magníficamente como tú mismo lo eres. ¿Tienes hambre? ¡Comamos un poco antes de beber!

Así, KyungSoo arrastró los tazones rebosantes hacia ellos y comenzó a servir las presas más grandes de carne sobre el arroz de JongIn, se lo tendió cuando estuvo satisfecho y le sonrió brillantemente, tomando él mismo porciones más pequeñas y comedidas pues en su forma humana no necesitaba carne en exceso. JongIn pareció no estar de acuerdo, porque luego de ver la diferencia entre la comida de ambos, gruñó un poco y arrastró un gran trozo de carne sazonada hacia su tazón.

KyungSoo se sintió cálido y halagado al encontrarse siendo alimentado de esa manera.

Sonrió y bajó la mirada, buscando disimular un creciente sonrojo, y, luego de agradecer por su preocupación, comenzaron a comer en medio de un raro, pero no por ello incómodo o molesto, silencio.

KyungSoo solía hablar mucho mientras comía, llenando los espacios vacíos con recuerdos de su niñez, datos de sus padres y anécdotas graciosas que dejaban en vergüenza a su hermano mayor, sin embargo, ahora mismo, con nada más que el sonido de los palillos moviéndose sobre la comida y el ruido de masticación inevitable de JongIn, todo se sentía bien, igual de agradable y preciosamente íntimo.

Cuando acabaron de comer, KyungSoo recogió los tazones y los llevó a una esquina de la cueva, de donde tomó dos frascos de licor, un tazón y un vasito de té. Volvió a ocupar el lugar vacío frente a JongIn y destapó el vino con un chasquido.

—¡Uff! ¡Huele tan bien! Es dulce y agradable, permanece en el paladar y causa un relajamiento cautivador... O al menos eso es lo que han dicho los humanos en el pueblo. ¡Tantas promesas y aseguraciones! ¡JongIn, tenía que comprar para nosotros y comprobarlo por nuestra propia cuenta!

Sirvió el vino en el tazón y el vasito respectivamente y luego le tendió el más grande a JongIn, que lo vio de reojo, sin estar muy convencido. KyungSoo le palmeó la mejilla e hizo amagos con la mano, animándolo a beber.

—¡Vamos, vamos, tómalo! Sé que estás en tu forma de lobo, pero sigues siendo un cambiaformas y, definitivamente, tienes un lado humano allí adentro, en lo más profundo de este cuerpo lobuno gigante. Podrás con ello, ¡ya yo he bebido como lobo y no ha pasado nada! De todas formas, si algo saliera mal, yo estaré aquí para cuidarte. Lo prometo —dijo esto último llevando una mano al corazón para validar su palabra, extremadamente serio y seguro—.

JongIn aguardó un momento lleno de dudas y reticencia comprensible, pero, aún así, se acercó (no sin mostrarse vacilante) al cuenco, temeroso y tan gracioso con esa expresión de horror, como si esperara ser atacado por el vino de un momento a otro, que KyungSoo no pudo evitar soltar una risita divertida entre dientes.

Finalmente, y demostrando toda su valentía, JongIn lamió la superficie del vino y recogió un sorbo con su lengua. Se detuvo un momento, saboreando la dulzura en su paladar, y luego miró a KyungSoo. El asentimiento posterior fue suficiente para hacerle saber que le había gustado, y por ello KyungSoo arrojó una exclamación victoriosa al cielo.

—¡Yeeey! ¡Así se hace, hombre! ¡Salud por nosotros y nuestro mes de matrimonio exitoso! ¡Ahora hasta el fondo! 

Y fue de esta manera que KyungSoo terminó bebiendo sin reparos mientras observaba como, poco a poco, JongIn comenzaba a tambearse en su lugar y a parpadear cada vez más lenta y lánguidamente. Rió por lo bajo, incrédulo ante su borrachera con un par de tazones de vino, y JongIn lo miró de reojo, con sus ojos brillantes a causa del alcohol y las orejas temblando graciosamente.

Oh, Dios. Lo había dañado.

—Hey, ¿estás bien?

JongIn gimió de forma aguda y se echó en el suelo repentinamente. Sus ojos se abrieron de par en par al verlo rodando sobre su propio cuerpo hasta quedar panza arriba frente a él, con sus piernas encogidas y las orejas hacia arriba.

¿Cómo...? Por Dios, realmente lo había dañado.

Era una regla general que ningún alfa u omega tenía permitido mostrar signos de debilidad a personas ajenas a su círculo familiar (solo padres, esposos e hijos), entre esto estaba mostrar la panza, permitir lamidas y mordiscos en el cuello y la nuca o posarse sobre el cuerpo del otro y demostrar signos de dominancia. El hecho de que JongIn estuviera ahí, postrado y expectante, tan vulnerable y sumiso delante de él, causó un revuelo completo y revolucionario en su interior.

Su omega jadeó y aulló, hizo ruido y dio tumbos en su interior, extasiado, complacido y completamente encantado con la imagen. Tragó un trago pesado y ruidoso de saliva y carraspeó con inquietud, la fiebre de entusiasmo de su lobo afectando su lado humano.

—JongIn... Oye, oye, cariño, no es necesario que hagas eso. Ah, por Dios, no me mires así. Ha ha ha, realmente estás mal, ¿eh? —sonrió con cariño y extendió una mano lentamente, dándole tiempo para arrepentirse, y cuando esto no ocurrió, colocó la palma abierta en la panza peluda y comenzó a acariciarla suave y cariñosamente. Rió al ver sus ojos cerrados con deleite y satisfacción y palmeó su pecho con dulzura—. Yah, eres un bebé mimado, ¿quieres afecto? ¿Eres ese tipo de borracho? Ah, qué adorable.

JongIn soltó un ladrido; se puso de pie casi de inmediato y se abalanzó hacia él con las patas abiertas a modo de una especie de abrazo que KyungSoo no pudo evitar aceptar. Rió mientras envolvía el enorme cuerpo de JongIn entre sus brazos delgados y hundió la cara en su costado, repartiendo caricias tranquilizadoras por la espalda y cabeza del alfa.

—Aigooo, que mimado me has salido. No sabía que eras así de dulce. ¿Quién lo hubiera pensado de mi fuerte e increíble JongInnie? —JongIn volvió a ladrar y el movimiento trajo consigo un tambaleo inevitable debido a su falta de apoyo en su estado de embriaguez—

KyungSoo soltó un jadeo cuando su cuerpo fue echado hacia atrás y cayó sobre el suelo, alejado del nido y su protección mullida. El golpe dolió un poco en su cabeza y espalda, pero nada que no fuera manejable, aún así, JongIn aulló y, desesperado, comenzó a olfatearlo con preocupación, examinándolo y verificando que no hubieran muestras de sangre en ninguna parte.

Rió ante la presencia de las cosquillas descubiertas y abrazó al alfa por su cuello grueso y calentito, luego alzó su rostro y lo miró con tranquilidad, directamente a los ojos y sintiéndose enternecido al hallar los suyos desenfocados y demasiado brillantes para estar sobrio.

JongIn era el desastre más bonito que había visto.

—Oye, calma, estoy bien. He sufrido caídas peores, créeme. Una vez rodé por un acantilado en medio de una pelea con un idiota del clan —JongIn chilló desesperadamente y volvió a su escrutinio anterior de revisión y chequeos innecesarios. KyungSoo volvió a reír y, una vez más, atrajo su rostro para una mirada—. ¡Eh! ¡Eso pasó hace algún tiempo! No tienes que preocuparte ahora, de verdad. Solo ha quedado una pequeña cicatriz que ha dejado de doler hace mucho y ya está más que curada. No tienes que preocuparte demasiado por mí, realmente soy un hueso duro de roer.

JongIn bufó e hizo lo más parecido a rodar los ojos, dejándolo genuinamente encantado. Se acomodó en el suelo bajo su cuerpo protector y comenzó a acariciar el cuello de su esposo, trazando con sus dedos el pelaje suave y grueso y descubriendo una vez más la calidez dulce y agradable desprendiendo de él. Así, de esta forma, KyungSoo no podía sentir ningún tipo de preocupación terrenal.

—¿No me crees? Te digo que es verdad. No sé con cuántos alfas he peleado durante toda mi vida, y, en medio de esas peleas, he recibido muchos golpes; aún así, ninguno ha sido lo suficientemente fuerte para aplacarme, por lo que puedo decir con todo orgullo que soy una piedra en el zapato. No podrán deshacerse de mí tan fácilmente... Creo que por eso mamá dejó de intentar regalarme a sus amigos de la manada del norte: de alguna forma, siempre terminaba volviendo a ella y no pudo hacer más que aceptarme y vivir conmigo siendo un dolor de trasero por más de veinte años —comentó esto último en un susurro falsamente pensativo y miró de reojo la expresión escandalizada y horrorizada de su esposo. Se carcajeó de inmediato, ruidoso y divertido, y negó rápidamente con la cabeza—. ¡No es verdad, no es verdad! Mamá realmente me quiere un montón... Pero sí es cierto que he sido una preocupación constante para ella. Creo que lo mejor que pude haber hecho es dejarla descansar de mí antes de que en verdad me regalara. De todas formas, no me estoy quejando, gracias a mi deseo por explorar el mundo he podido conocerte, y esa es una de las mejores cosas que me han pasado.

Las orejas de JongIn se aplanaron contra su cabeza y un gemido salió desde lo profundo de su garganta. Su rostro se escondió entre sus patas sobre su pecho y un olfateo tímido se llevó a cabo en sus pectorales. KyungSoo sonrió dulcemente y paseó sus manos por encima de su cabeza y entre sus orejas.

—Ah, mira que lindo te vuelves cuando estás borracho. Debo darte licor de vez en cuando para verte así. De igual forma, eres bonito en cualquier momento, no habría mucha diferencia, ¿verdad? Tengo un esposo genial y soy muy, muy afortunado.

Quiso reír al ver la cola de su esposo moviéndose de un lado a otro, rápido y animado, sin embargo, reprimió sus carcajadas a favor de continuar tocándolo. Durante varios minutos, ninguno se movió o hizo algún sonido. KyungSoo se sentía lo suficientemente cómodo bajo su cuerpo como para ignorar el peso aplastante sobre él (también lo suficientemente enternecido, pero eso era otro tema), y JongIn, bueno, él estaba lidiando con su propia borrachera como para ser capaz de apartarse.

Sus ojos se encontraron en un momento dado, cuando KyungSoo comenzaba a acariciar su barbilla y mejilla calmadamente. KyungSoo se detuvo entonces, notando la resolución de una decisión suave, y su corazón dio un salto doloroso cuando JongIn se hizo hacia adelante, aún tambaleante y tierno, y jadeó ruidosamente, un grito estrangulado, cuando la lengua larga y cálida del alfa lamió su boca.

El color estalló en sus pómulos y sus ojos se abrieron de par en par, con la respiración atascada y la piel erizada. Su omega se retorció en su interior, alterado en medio de su propio colapso sentimental y su humano fue incapaz de procesar lo que había ocurrido.

No tuvo tiempo para decir nada, no lo tuvo, porque entonces JongIn había rodado fuera de su cuerpo y se había dormido casi de inmediato, dejándolo atrás con el corazón acelerado y un te quiero en lenguaje lobuno puesto sobre su boca.

•°•

A juzgar por el comportamiento de JongIn al día siguiente, no recordaba nada de lo que había ocurrido entre ambos y KyungSoo no sabía que podía llegar a sentirse tan frustrado. De repente quería tomarlo por las orejas, zarandearlo y exigirle que se hiciera cargo de él y de lo que había hecho, pero entonces se preguntaba, ¿por qué, por qué? JongIn no estaba actuando racionalmente, ni siquiera estaba sobrio. Probablemente no había significado nada, seguramente era una confesión inocente, como la que se le hace a un amigo cercano y él estaba siendo exagerado, paranoico, y, definitivamente, un iluso.

De igual forma, JongIn no podría hacer nada, era un lobo, su humano estaba atrapado temporalmente en pieles peludas y colmillos brillantes, así que, ¿qué podían hacer? Era una tontería recordarle algo que, posiblemente, a ojos de los demás no era nada, no había porqué abrumarlo o hacerlo sentir culpable. KyungSoo podría negar que algo importante e inusual había pasado y salvarlos a los dos en esa zona segura y constante en la que siempre estaban, no había razón para complicarlo todo, no había razón para hacer las cosas incómodas por culpa de sus sentimientos.

Ellos eran buenos amigos, KyungSoo lo quería, y por eso era mejor callar, fingir, mirar a otro lado y actuar como si nada hubiera pasado. Por ahora, era lo más sensato.

La lluvia había regresado en forma de una avasalladora tormenta eléctrica llena de truenos, relámpagos y fuertes vientos que removían tenebrosamente las copas de los árboles, cuatro días después de su celebración de un mes.

El fuego crepitaba delante de ellos; KyungSoo se había cubierto con su capa y sus ropas más abrigadoras porque, a pesar de tener una temperatura más elevada a los humanos normales, aún hacía frío para él. Alguna que otra vez, un relamazo de frío aire los sacudía, hacía temblar las flamas y temían que se apagaran de un momento a otro.

Habían hecho todo lo posible por salvar la fogata, pero no había demasiada leña para usar y el frío y el agua se filtraban desde el techo y la entrada. No duraría mucho, ambos lo sabían, y eso lo hacía sentir un poco miserable.

Comieron lo que había quedado de un jabalí salvaje, KyungSoo en su forma animal porque no podría cocinar con el fuego débil que ahora tenían, y luego se sentaron uno junto al otro, lo suficientemente cerca para compartir un poco de calor.

El nido se hallaba mortalmente frío bajo sus manos, la noche cayó como un manto pesado y lúgubre y KyungSoo se sintió mortificado. Odiaba la lluvia, odiaba las tormentas, odiaba los días grises y el frío. El escalofrío que lo sacudió tuvo que significar algo, porque JongIn lo había mirado con sus lindos ojos cafés y las orejas alzadas con atención, una pregunta tácita entre los dos.

KyungSoo sonrió, hizo un ademán para restarle importancia al asunto y se envolvió aún más entre su capa.

—No es nada, solo mi aversión por las tormentas —JongIn no dejó de mirarlo y KyungSoo supo que estaba extendiendo su pregunta. Contestó:—. Es difícil soportarlas cuando te pierdes en medio de una siendo un cachorro. Fue un momento traumático, o eso fue lo que dijeron. Puedo soportar los días fríos y grises, puedo soportar la lluvia, incluso me gusta, pero las tormentas... Las tormentas traen recuerdos desagradables. Y ahora nos hemos quedado sin fuego y hace frío... Es... Es bueno no estar solo, es bueno que me acompañes tú ahora mismo. L-lo hace todo más soportable.

Entonces sonrió, una curva pequeña y fácil, de esas que se colaban entre la timidez y la vergüenza, y se acurrucó contra sí mismo, haciéndose pequeño en el espacio de su nido.

Su cuerpo zumbó por completo y un gemido rompió en su garganta cuando un trueno estridente y profundo reventó el cielo, seguido de otro, otro y otro más; los temblores lo sacudieron ridículamente, negando sus palabras anteriores, y su corazón acelerado fue la prueba fehaciente de su temor, el único y tan visible ahora mismo. Era tan vulnerable en este momento, que la incomodidad se sumaba a su aversión.

Una humedad conocida acarició su mejilla con suavidad, haciéndole darse cuenta de sus ojos cerrados con fuerza y el rastro ligero de lágrimas sobre su piel.

¿Había gritado? ¿Cuándo comenzó a llorar? ¿Cuando el fuego desapareció, el ruido del viento golpeó sus oídos y la tierra mojada se asentó en sus fosas nasales?

La imagen de un pequeño KyungSoo corriendo por el bosque, solo, perdido, herido y asustado, escuchando ladridos y aullidos de una manada enemiga siendo eclipsados por el retumbar de los relámpagos sobre su cabeza sangrante, lo dejó con la respiración atascada en sus pulmones. El niño rodó cuesta abajo por un risco, las pisadas de los lobos siguiéndolo, la lluvia mojando su cuerpo dolorido por la caída, piedras diminutas incrustándose en su pequeño cuerpo magullado  y la oscuridad tragándolo todo.

Quería a su madre, quería a SeungSoo o a su padre. Quería dejar de estar solo.

Un aullido se escuchó en su oído, lejano pero presente, cercano. La sensación cálida y peluda contra su frente y una respiración agitada golpeando su rostro.

KyungSoo finalmente abrió los ojos. Se había roto por un momento y lo había olvidado todo, se había entregado a su temor con la llegada de los truenos y había ignorado que, en realidad, no estaba solo, JongIn estaba ahí, justo frente a él, preocupado y alterado, sin saber cómo ayudarlo, impotente al no poder hablar o darle un abrazo de apoyo y fortaleza.

Un gemido lastimero salió de su boca temblorosa y sus brazos se abrieron para rodear el cuello del alfa, su alfa, cálido y atento, tan bueno, tan bueno con él. KyungSoo hundió el rostro contra el pelo espeso, tomó una profunda bocanada de la más exquisita canela y se apretó contra él, fundiéndose en su cuerpo animal para, por fin, conseguir calma en medio de un tormento aterrador que lo hirió durante años.

Tembló contra la firmeza de su esposo, se permitió esta vulnerabilidad y se acurrucó en el pecho duro y mullido de JongIn. Su nariz se asentó en su glándula olfativa y sus manos se apretaron a su alrededor, anclándose ahí, en su lugar seguro.

—Estoy bien, estoy bien, no pasa nada. Solo... Solo permíteme esto, déjame quedarme así, contigo. No te alejes de mí, JongIn, por favor.

JongIn mordisqueó su pelo con suavidad, su propia manera de aceptar su pedido, y se relajó contra él, borrando la hostilidad que pudiera albergar entre tantas tensiones.

KyungSoo sorbió ruidosamente por la nariz, su refugio caliente amortiguando el sonido y el frío del exterior exitosamente, y se alejó un poquito, apenas un par de centímetros, para mirar el rostro lobuno y elegante de su esposo. La pregunta que siguió bailó sobre su lengua, sin dudas y sabiendo que no se arrepentiría por ello luego.

—¿Puedes dormir conmigo en mi nido? Yo... Quiero que entres conmigo. ¿P-puedes? Lo siento, tal vez estoy pidiendo demasiado, yo...

Sin embargo, JongIn lo calló con un tarareo (completamente humano), y lo empujó con su nariz suavemente, indicándole que se recostara sobre la suavidad de las telas y las hojas. KyungSoo obedeció rápidamente y esperó a que JongIn se metiera en su lecho para luego acercarse de nuevo y abrazarlo con fuerza.

JongIn lo dejó estar y comenzó a lamer sus mejillas húmedas y frías y su frente, bañándolo y alejando los malos pensamientos y los temores. Su omega tomó ese momento de debilidad y obtuvo el control de la situación, apareciendo como un lobo encogido, precioso y pequeño en comparación con JongIn.

Se acurrucó contra el cuerpo del alfa y esta nueva forma fue más cómoda para el acicalamiento de su esposo, sus cuidados y su cariño. KyungSoo cerró los ojos, sintiendo el paseo suave de la lengua en sus orejas, la nariz aplastando el pelo erizado de su cuello, sobre su glándula olfativa (si gimió de placer y deleite, jamás lo admitiría) y la caricia amorosa de su cabeza contra la suya, en un abrazo animal tan, tan dulce que pudo sentirse flotando por su propia satisfacción.

Esto, junto al conocimiento de que JongIn estaba en su nido, suyo, algo tan íntimo e inaccesible, inundándose en su propio olor como una marca de pertenencia temporal, abrazándolo a su manera, con sus colas unidas y siendo cubierto por la calidez del más grande, lo llevó a alzarse y lamer el hocico de JongIn, donde estarían sus labios de ser humano.

Los ojos de su esposo resplandecieron ante el gesto, un gemido bajo salió de su garganta y no tardó en imitarlo y lamer su propia boca, suave y lento y sin dejar de observarlo. Fue maravilloso, íntimo y dulce. KyungSoo estaba metido en esto por completo, atrapado en sus sentimientos y el calor en su pecho.

Fue fácil olvidar todo lo demás.

Compartieron unas cuantas lamidas más sobre sus rostros y hocicos, y cuando el cansancio y el peso del día lo golpeó, se quedó profundamente dormido contra su esposo velando su sueño.

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