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KyungSoo se iba a casar.
A casar.
Casar.
O al menos ese era el plan si no fuera consciente de que, en realidad, estaba siendo enviado directamente a un viaje sin retorno.
Jamás imaginó que su muerte llegaría a la tierna edad de veintitrés años, completamente solo, sin una marca de apareamiento o un cachorro consigo, sin una pareja destinada que lo echará de menos y morirá con el tiempo porque así de jodidamente enfermiza era su raza, pero eso era justamente lo que había conseguido por llegar a una aldea de humanos altamente ignorantes (por lo llamarlos estúpidos), solo y con los remanentes de su celo golpeando fuerte.
Ah. Fue un mal momento para ser rebelde y querer una independencia que no tenía consigo en la manada.
¿Es un poco confuso aún, cierto? Permíteme que te explique.
Desde que KyungSoo tiene uso de razón, ha sido un rebelde sin causa y un busca pleitos por naturaleza. Le había dado más dolores de cabeza a su madre que alegrías en todos sus años de vida. Su padre rezaba la llegada de su alfa para desterrarlo de casa y pasar sus responsabilidades a alguien más; su hermano había comprendido que tenía que dejarlo en paz si no quería ganar una pelea innecesaria para defenderlo de los demás alfas de la manada (esto no lo hacía muy feliz, pero entendió que KyungSoo buscaba ganar sus propias batallas y, reticente, se había retirado de la línea de protección al igual que los demás). En pocas palabras, KyungSoo era un dolor en el culo que no podía desaparecer o ser aliviado de alguna forma.
Se había peleado con toda la manada durante su crecimiento, alfas, betas, omegas, ¡qué importaba! También había vivido demasiado tiempo con la familia del Líder del Clan, pues sus padres creyeron que sería lo más indicado para ser corregido y reivindicado (¡já! Bobos ingenuos), había rechazado al par de alfas que se le habían acercado con fines de cortejo en su deseo ferviente de esperar a su alma gemela y también había descuidado a algunos cachorros en sus guardias... Varias veces. En definitiva, era un desastre incorregible.
Todo empeoró (o mejoró, depende del punto de vista por donde se mire), cuando KyungSoo expresó sus deseos de viajar por el mundo, conocer tierras nuevas, más personas, sentirse pleno y estar desatado, a la intemperie, sintiendo el viento en la cara, siendo libre. Su madre puso el grito al cielo antes de desmayarse y su padre se dejó caer en el sofá como un peso muerto, porque ambos sabían que cuando algo se le metía en la cabeza, difícilmente salía.
En efecto, KyungSoo reunió sus cosas, guardó el dinero que había conseguido con años de trabajo duro en una bolsita y partió luego de una despedida oficial en la oficina del Líder y una promesa de regresar pronto, cuando su curiosidad fuera saciada y sintiera el deseo irreparable de volver a casa.
(KyungSoo creyó escuchar exclamaciones de felicidad del resto de la manada cuando dejó Diamond, además de algunas canciones dignas de una fiesta memorable).
Así, pues, se dedicó a deambular por todo el país. No tenía rumbo fijo, iba a donde los pies lo llevaran y era feliz con eso. En su forma de lobo, KyungSoo recorría los bosques no reclamados, hacía carreras nocturnas y se refugiaba en cuevas vacías y seguras. En forma humana, KyungSoo caminó por las calles de los pueblos, visitó los puestos rudimentarios de los comerciantes ruidosos y probó comida diferente de la que normalmente estaba acostumbrado. Fue de esta manera, en medio de un largo y emocionante viaje, que llegó a Exodus, un poblado pobre y lleno de humanos nerviosos que se movían frenéticamente de un lado a otro, mirando al cielo con preocupación y lanzando plegarias que no podía entender.
KyungSoo decidió que lo mejor era pasar la noche en una posada y partir de inmediato al día siguiente, o al menos esa sería su intención si no lo hubieran descubierto cambiando sus pieles peludas a la extensión de su cuerpo humano. Fue capturado, para su genuina sorpresa e incredulidad, y encerrado en una habitación desconocida por horas enteras. No se le había dado comida ni agua y su lobo estaba enojado, moviéndose de un lado a otro de forma amenazante, mostrando las fauces en su deseo de ser libre.
Qué irónico era todo. Había salido de su casa para buscar libertad, solo para ser aprisionado en un pueblo en medio de la nada, lleno humanos sin poderes y demasiado temerosos como para desear dañarlos realmente.
Esa noche, se enteró de lo que estaba ocurriendo.
Al parecer, había una bestia feroz recorriendo los bosques y cazando a los humanos desde hace algunos años. La criatura era implacable y maligna, mantenía a los pueblerinos aterrorizados e incapaces de entrar en el área boscosa sin sufrir un percance con el animal. Muchos decían que era una maldición de los dioses, otros lloraban las pérdidas de familiares y amigos cercanos, un puñado hablaba sobre rituales oscuros y maldiciones. KyungSoo tenía la sospecha de que se trataba de un alfa en su etapa de descontrol.
Y, de hecho, esto no lo habría preocupado demasiado si no hubiera presenciado la llegada de dos hombres a su habitación, ambos cargando un hanbok hermoso, caro y bien elaborado en sus manos. Por supuesto, no se trataba de cualquier hanbok, KyungSoo estaría tranquilo de ser este el caso; en realidad, era un traje de novio tradicional, con sus hermosos y fervientes colores, cortes perfectos y zapatitos preciosos a juego.
¡Qué mierda!
Por lo que había llegado a escuchar en medio de su aturdimiento, su transformación descubierta había desencadenado una línea de pensamientos y desiciones apresuradas que habían arrojado como resultado el compromiso de KyungSoo con la criatura del bosque, todo con la finalidad de calmarla y que dejara de causar ataques a diestra y siniestra a los pobladores que se internaban en el bosque con el objetivo de recolectar leña y cazar para alimentar a sus familias.
Y así estaban las cosas. KyungSoo había sido secuestrado, comprometido, limpiado, vestido, maquillado y arrojado a un palanquín nupcial para luego ser conducido hacia un bosque desconocido como la última esperanza de vida para estas personas miserables.
KyungSoo se había sentido jodidamente ofendido, no enojado, pero ofendido como el infierno, pero, a pesar de ello, no tuvo fuerzas suficientes para negarse a esta gente y trató de complacerlos y extender sus esperanzas hasta este punto, después de todo, no había forma en el infierno que KyungSoo terminara apareado con este alfa equis sacado del culo del mundo y la mismísima nada.
No sabía si estaba siendo muy cruel al ilusionar a los humanos y dejarles la idea de que, de hecho, era lo suficientemente benevolente y gentil como para casarse por ellos (jé), o si ellos eran demasiado ingenuos para confiar en un completo desconocido (confiar en él entre todas las personas, doble jé); lo que sí sabía con certeza era que KyungSoo no iba a quedarse ahí esperando a quién sabe quién. Apenas los tipos que lo conducían se fueran, él saldría pitando de ahí con todas sus fuerzas hasta el poblado más cercano, muchas gracias.
Definitivamente no podría decir que vivió experiencias comunes en su viaje. Esto era lo más raro y lo más loco que le había ocurrido en toda su vida.
—SeungSoo estaría cagado del miedo si le contara esto —murmuró con diversión en medio de sus divagaciones—. Y mamá pondría el grito al cielo, de eso no tengo ninguna duda.
Finalmente, el palanquín se detuvo. KyungSoo exhaló una pesada bocanada de aire y corrió la ventanilla para poder observar el exterior. El bosque se imponía, poderoso y magestuoso delante de él. Los gruesos pinos y robles lo rodeaban con una afectuosa familiaridad, el cielo azul brillaba, como si le estuviera deseando buena suerte y el aroma a limpio y puro se filtró en sus fosas nasales y lo hicieron sentir en casa.
Su lobo se retorció en medio de sus ansias por echarse a correr y KyungSoo lo obligó a permanecer quieto por una vez en su vida. No era tiempo para esto (al menos aún no).
Uno de los hombres que habían estado llevando la parte delantera del palanquín se acercó a la ventanilla. Su rostro mayor estaba arrugado por la culpa y la preocupación, y, de hecho, formó una reverencia pronunciada delante de él.
—De verdad lo sentimos mucho, pero también le agradecemos sinceramente, joven. Buena suerte.
Y mucho más rápido de lo que habían llegado, los cuatro hombres se fueron de ahí. KyungSoo se rascó la cabeza pensativamente, rozando el tocado precioso que habían colocado entre mechones largos y lacios de cabello indomable, luego se encogió de hombros y a la mierda, de todas formas, no es como si no hubiera luchado contra alfas antes. Que se jodan todos, yo me largo de aquí.
Decidido y asintiendo para sí mismo, KyungSoo recogió parte de la tela sobrante de su hanbok, abrió la puertecilla del palanquín y pisó firmemente el suelo terroso del bosque con sus lindos y graciosísimos zapatitos formales. Sacudió sus manos un par de veces, estiró su cuerpo e hizo rodar sus articulaciones, y cuando se sintió listo, comenzó a caminar por las zonas donde no se percibía ningún vestigio del característico aroma feroz o especialmente fuerte. Esa era la manera común de definir el lugar seguro en un territorio tomado por alguna manada, un alfa territorial o un cambiaformas pasando por el proceso de descontrol. KyungSoo lo seguiría hasta estar lo suficientemente lejos (o haberse cansado de la suavidad del hanbok contra su piel y sus lindos colores y mangas bordadas) y luego se transformaría para salir de ahí.
—Pobre gente, llegar hasta este extremo... Realmente deben estar desesperados. Tendré que ir a una manada omega para que traten de tranquilizar a este tipo cuanto antes.
Para cuando el sol comenzó a ocultarse, KyungSoo ya se encontraba con las mangas y la falda del hanbok atadas, el cabello desordenado y uno que otro tocado olvidado en el camino. Había reunido algunas hojas de palma, plátano y ramas y se había escabullido en una cueva que había avistado no hace mucho tiempo con la esperanza de pasar la noche antes de volver al camino.
Gracias a su visión nocturna y el calor extra en su cuerpo debido a su naturaleza paranormal, KyungSoo no pasaría demasiado frío y no necesitaría de una fogata que alertara de su presencia a cualquier criatura cercana. Haría un colchón de hojas para no dormir tan incómodamente en la piedra fría y luego de reponer energías, se iría con la llegada del amanecer.
Fue entonces, mientras acomodaba las palmas en un lugar adecuado y cómodo, que fue encontrado.
El gruñido a sus espaldas erizó cada uno de los pelos de su cuerpo humano, hizo que su corazón se saltará un latido y comenzara una carrera desenfrenada en su pecho y provocó que una gota de sudor frío se deslizara por su sien. Ah, demonios, había tomado todas las precauciones... Qué mala suerte.
Un poco rígido, pero muy, muy cuidadoso, se levantó de su lugar y dio la vuelta para encarar a su acompañante. Y ahí estaba, un lobo enorme y robusto con el pelaje café rojizo crispado y los dientes ensalibados expuestos; feroz, salvaje, con sus pupilas oscurecidas con el deseo de atacar mostrándose en cada músculo de su anatomía letal y el aroma común a alfa en una etapa casi irreversible colándose en su nariz.
Oh, rayos, aparentaba estar en su edad media y eso solo significaban más problemas.
KyungSoo creyó que su suerte era más salada que el pene de un maldito delfín.
Suspiró suavemente, expulsando cada tramo de aire con sutileza para no alertarlo, y hundió los hombros, además, puede haber mostrado o no un poco el cuello en sinónimo de sumisión para asegurar que no lo atacaría (KyungSoo negaría esto a cualquiera, ¡él jamás mostraba su cuello ante nadie!). Llevó las manos extendidas al frente y dio un paso atrás.
—Hey, amigo, tranquilo, no estoy en tu territorio y solo pasaré la noche aquí. Mañana me iré de nuevo, ¿entiendes? Si quieres, puedes reclamar la cueva como tuya entonces, pero ahora no seas un gilipollas y déjame descansar.
Un nuevo gruñido bajo fue su respuesta. Era una orden clara, una advertencia. KyungSoo odiaba que los alfas hicieran eso con él, joder, lo frustraba, sin embargo, se obligó a guardar la calma y mostrarse imperturbable. Este no era el mismo caso al que estaba acostumbrado en su manada, con alfas en perfecto estado, despojados de la opción de descontrol, así que debía moverse con cuidado si no quería verse envuelto en una lucha con este hombre.
—Usa tu gruñido en alguien más. ¿Tienes una idea de todo lo que he soportado estos últimos tres días? Amigo, debes ponerte en los zapatos de los demás. ¿Puedes creer que me han enviado para casarme contigo y así detener tus ataques hacia los humanos del pueblo? ¡Ridículo! —KyungSoo puso sus manos en las caderas y negó con la cabeza—. Deberías empezar a ser más amable y dedicarte a solo cazar animales, ¡seguro que en este bosque abundan! Pero, aún así, voy a hacerte un favor y trataré de mandar a un grupo de omegas para que se ocupen de ti y tu situación; por lo tanto, puedes mostrar tu agradecimiento dejándome dormir para poder irme mañana temprano...
Esta vez llegó un aullido agudo y fiero junto a un zarpazo y KyungSoo supo que, tal vez, había dicho algo equivocado. Confirmó esta teoría cuando el alfa se agachó por un segundo y luego se abalanzó hacia él con las patas abiertas y los colmillos expuestos.
Maldita sea.
Cerró los ojos cuando el pesado cuerpo del animal se cernió sobre el suyo, apresándolo bajo él, con sus fauces y su nariz recorriendo su cuello, justo sobre su glándula olfativa. Un estremecimiento involuntario lo recorrió entero y un gemido de protesta salió de su boca. ¡Eso era demasiado íntimo! ¡No podía simplemente dejar que esto llegara tan lejos!
KyungSoo recurrió a medidas desesperadas (y tal vez un poco injustas y cobardes) en medio de una situación desesperada: pateó el miembro palpitante, duro y caliente del alfa y lo empujó fuera de su cuerpo con un movimiento rápido y familiar. Antes había peleado con alfas grandes en sus formas lobunas siendo él un humano, así que podría apañárselas un poco por el momento.
El animal sollozó con molestia ante el ataque y volvió a gruñir, un sentimiento de enojo y traición circulando sutilmente por sus ojos menos desenfrenados y bañados en locura. Abrió sus mandíbulas una vez más y su cuerpo tembló en su lugar agazapado y KyungSoo se movió, determinado y firme, abrió la mano en todo su tamaño y dejó una bofetada dolorosamente fuerte y sonora a un lado del rostro peludo del lobo.
—¡Cálmate ahora y deja de gruñir y atacar, idiota! ¡Sé que puedes ser capaz de razonar si te concentras lo suficiente, así que hazlo, joder! ¡Te he dicho también que no voy a hacer más que dormir, no voy a entrar en tu territorio ni cazaré! Sé más amable, tengo hambre, estoy frustrado y quiero dormir, ¡por lo menos déjame dormir, carajo! Argh, demonios, debí haberme transformado y corrido todo el camino lejos de aquí. Ah, joder.
Cuando hubo acabado con sus quejas, volvió a mirar a su atacante con un puchero enfurruñado y los brazos cruzados sobre su pecho. El lobo estaba inusualmente tranquilo, un poco más pequeño ahora que su pelo había dejado de crisparse con amenaza y lo miraba atentamente, sentado en sus cuartos traseros.
KyungSoo sabía que, gracias a su propia naturaleza omega, era capaz de canalizar la ira cegadora de un alfa descontrolado de forma efectiva y natural, pero aún así consiguió sorprenderse al ver que esto había ocurrido tan rápidamente. Y es que un momento antes este cambiaformas era una completa bestia deseosa de sangre y unión y ahora no era más que un lobo incapaz de cambiar (por ahora) mirándolo fijamente, un poco más humano, un poco más consciente.
Si tan solo SeungSoo pudiera ver esto (él nunca le había tenido mucha fe a su capacidad canalizadora por su propia naturaleza inquieta y combativa).
Su ceño se relajó y sus hombros se hundieron, más calmado y tranquilo ahora que la amenaza había pasado (por ahora). Miró a su acompañante con una mueca y luego se sentó frente a él, desordenado y ruidoso como solo KyungSoo podía serlo.
—Aah, realmente ha sido mucho por hoy. ¿Te sientes mejor? Siento golpearte ahí antes, pero era necesario. ¡Estabas sobre mi cuello! ¡Y ni siquiera me has llevado a una cita primero! Qué maleducado y descortés.
El lobo gruñó, una protesta natural y más simple y relajada, y KyungSoo sonrió, comenzando a sentirse relajado ahora que no había necesidad de pelear.
—Debes aprender modales, ¡pero no cuentes conmigo! No soy la mejor opción para enseñarte. Soy un desastre y es más probable que te descomponga aún más en vez de ayudarte a progresar.
No reprimió el bostezo que lo golpeó junto a su agotamiento físico; estiró los brazos por encima de su cabeza y gimió con gusto cuando la tensión abandonó sus extremidades. Las orejas del alfa se pusieron en punta ante el sonido y KyungSoo lo miró con los ojos entrecerrados debido al cansancio.
—Ahora, fue un placer conocerte y hablar contigo. Quisiera conversar un poco más, pero realmente estoy cansado y esta pequeña pelea ha drenado todas mis energías. Voy a dormir ahora, ¿de acuerdo? Si vas a quedarte para aprovechar mi canalización, no hagas nada extraño o lo sabré y volveré a golpearte, ¿entiendes? —el lobo parpadeó lentamente y KyungSoo sonrió contra su voluntad—. Buen chico. Buenas noches, supongo.
KyungSoo se acostó sobre las hojas reunidas y acomodadas en su lugar y escuchó al alfa echándose a algunos metros de distancia. Parpadeó hacia el techo de la cueva y negó ante la ridícula situación que estaba viviendo.
¿Quién diría que terminaría compartiendo espacio con un alfa desenfrenado luego de haber sido secuestrado por un grupo de humanos y vestido en un traje nupcial para ser casado con ese alfa en específico? Graciosamente, pensó en el lobo como su marido y, con una sonrisa divertida tirando de su labio, se quedó dormido, acurrucado contra su propio cuerpo.
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Despertó cuando su olfato captó el aroma a sangre animal y carne fresca. Se removió en su lugar sobre las hojas amplias y desordenadas y parpadeó con pereza, aturdido y confundido por el olor repentino golpeando con fuerza en sus sentidos.
Su lobo, reducido por el deseo de alimentarse después de dos días, se removió con inquietud y lo instó a levantarse de una vez por todas. KyungSoo gimió por lo bajo y, finalmente y luego de una dura lucha interna consigo mismo, enfocó su mirada y observó el venado muerto que había sido colocado delante de él. Frunció el ceño y se sentó con lentitud, aún sintiéndose ligeramente adormilado, su cuerpo resintiendo la dureza del suelo frío y el ejercicio muscular al que se había visto sometido en su larga caminata; se frotó un ojo y miró más allá de la presa inmóvil, solo para ser golpeado con la imagen del alfa de anoche sentado delante de él, con el hocico manchado y observándolo fijamente.
KyungSoo notó que, a pesar de haberlo cazado él mismo, el alfa no se había alimentado aún. Se relamía el hocico ensangrentado de vez en cuando y chillaba muy bajito, pero no se movió de su lugar. Pensó que su presencia había sido un completo éxito en su reforma personal.
—Buenos días. ¿Esto es para mí? —la criatura soltó un aullido corto y movió un poco, solo un poco, la cola. KyungSoo sonrió y se rascó la sien—. Ya veo, ¿es alguna disculpa por tu mal comportamiento de anoche? Porque si es así, lo tomaré con gusto.
De nuevo, el lobo se volvió el ejemplo perfecto de una estatua (una maravillosa y hermosa), dedicándose exclusivamente a estudiarlo a través de sus ojos más cafés que negros. KyungSoo rió un poco y estiró las articulaciones en medio de un bostezo largo y perezoso, luego se rascó una mejilla y se puso de pie para quitarse los zapatos, las medias y la capa externa del hanbok. Al llegar a la capa interna, le lanzó una mirada al alfa por encima de las pestañas y alzó una ceja al no verlo moviéndose.
—Puedes girarte para poder quitarme esto y cambiar.
Las orejas peludas se alzaron y un gemido agudo abandonó las fauces del animal. Aún así, se dio la vuelta para exponer su espalda y le dio un poco de privacidad que aprovechó para desnudarse y mutar a su imagen más animal y salvaje.
Blanco como la nieve, pequeño, ágil y agradablemente musculoso, su lobo se sacudió con exagerada elegancia, con movimientos suaves y premeditados que dejaron a la parte humana de KyungSoo bufando sonoramente en su interior. La nariz delicada se movió para conseguir un poco del rico olor de la comida fresca y la carne tierna, su boca se humedeció con el característico óxido de la sangre y sus ojos se anclaron en la figura imponente de su compañero de cueva.
El lobo rojizo se había vuelto hacia él cuando el cambio hubo finalizado; ahora se encontraba analizando cada parte de su cuerpo, su rostro y su pelaje brillante con creciente interés, su cola yacía quieta y sus orejas de habían movido para suavizar su imagen dura y salvaje y el resultado fue exitoso. KyungSoo no le temió en ningún momento, no vaciló al dar pequeños y lentos pasos hacia adelante y no dudó en bajar la cabeza y dar un mordisco en el muslo del animal muerto delante de él.
La carne y la sangre explotaron en sus papilas gustativas como un estallido rico y placentero calmando exitosamente su hambre; KyungSoo gruñó con satisfacción antes de arrancar el trozo en sus fauces, masticar, tragar y repetir el proceso. El alfa no se movió en ningún momento, simplemente se quedó quieto delante de él mientras lo observaba comer.
KyungSoo, sintiéndose culpable por esto, inclinó la cabeza luego de lamer una gota de sangre corriendo por su bigote, y señaló al venado en una clara invitación para que se uniera y se alimentaran juntos. Nuevamente, las orejas de su acompañante se levantaron y, de haber podido, KyungSoo se habría reído.
Lindo. Realmente adorable.
El alfa no se hizo de rogar y pronto se encontró a su lado para compartir el desayuno. KyungSoo se había sentido extraño cuando el lobo rojizo arrancó una pierna entera de cuajo y se la ofreció como alimento, sus ojos fijos en los suyos y las orejas alertas. KyungSoo lo aceptó con el corazón disparado y lo comió bajo la contemplación del contrario.
La última vez que alguien le había ofrecido comida de esa manera, fue cuando él aún era un cachorro que necesitaba ser alimentado por su madre. Eran cosas que no todo el mundo tenía permitido hacer. Normalmente, eran los padres y los compañeros destinados quienes se tomaban estas tareas básicas y demasiado íntimas (ofrecer alimento, acicalarse en sus glándulas olfativas, abrazarse y lamerse los hocicos en forma lobuna), así que, que este alfa salido de la nada, en proceso de recuperación del descontrol, desconocido y letal lo hiciera para él, dejaba un sentimiento muy extraño (pero no maligno) en su corazón.
Terminaron de comer no mucho después. KyungSoo guardó lo que había sobrado de la presa para más tarde y se tomó su tiempo en limpiarse junto al alfa que lo imitaba, más hosco y animal que el propio KyungSoo. Entonces, cuando se sintió más o menos presentable, se levantó en sus cuatro patas, sacudió su cola y comenzó a caminar fuera de la cueva para buscar un río o algún arrollo para poder bañarse.
Aún a su alcance, el alfa también se incorporó, alerta, y lo siguió de cerca, lenta pero decididamente. KyungSoo ladeó el rostro en su dirección con notable confusión, pero no obtuvo ninguna respuesta clara (por supuesto, KyungSoo, es más animal que humano en este momento, ¿qué esperabas?); de todas formas, le permitió seguirlo y juntos comenzaron a caminar por el bosque. KyungSoo no fue muy quisquilloso al respecto, quizás el pobre tipo estaba cansado de estar solo y ser incomprendido, incapaz de ser ayudado por quién sabe cuánto tiempo y necesitando un poco de familiaridad, un poco de calor y la presencia de alguien que lo salvara y acompañara por un tiempo.
Realmente KyungSoo no tenía a dónde ir. No tenía dinero, ni ropa ni nada que lo ayudara a continuar con su viaje en forma humana, también estaba solo y no sabía cuándo volvería a ver a alguien de los suyos que fuera lo suficientemente compasivo y lo ayudara en su situación precaria. Por ello, y porque tal vez se sentía un poco mal por este hombre olvidado por todos, decidió que podría quedarse por un par de días. Al menos hasta que él haya recuperado un poco de su humanidad, un poco de consciencia que lo ayude a pensar y actuar con mas claridad.
KyungSoo podía hacer esto. Él podía permitirse ser una buena persona de vez en cuando, por supuesto que sí. Era un omega caritativo, y como debía hacerle justicia a este título (temporal, cofcof), ayudaría a este pobre samaritano necesitado de sus habilidades naturales como omega.
Con esto, Diosito no podría negarle el pase al cielo.
Luego de tomar esta decisión, dejó que el sonido del agua lo guiara a un río no muy lejos del refugio. Ahí, KyungSoo saltó directamente al agua y se transformó para lavarse en la seguridad de la profundidad del agua fría. El alfa se sentó en la orilla y vigiló todo a su alrededor, constantemente alerta. KyungSoo chapoteó con sus propios sentidos trabajando en todo momento y suspiró cuando comenzó a lavarse el pelo sudoroso por el viaje.
—Ah, esto es tan agradable. Deberías bañarte, amigo, el agua está fresca y deliciosa —el alfa lo miró de inmediato y se levantó un par de minutos después, se acercó a la orilla del río y comenzó a bañarse bajo su sonrisa complacida y entusiasmada—. Oye, ya lo he pensado un poco y he decidido quedarme por un par de días más, ¿qué dices? Quisiera ayudarte un poco con tu parte humana y ver si puedo traerla de vuelta.
El alfa se detuvo en seco y alzó su grande y peluda cabeza para mirarlo nuevamente. Sus orejas bajaron como si se tratase de un cachorro y un aullido salió desde lo más profundo de su garganta. KyungSoo sonrió más ampliamente y se frotó el brazo derecho con la mano izquierda llena de agua.
—Tomaré eso como un "está bien, KyungSoo, te lo agradezco mucho"... ¿O tal vez debería ser "esposo"? —rió entre dientes por sus propias palabras y luego negó con la cabeza—. Ah~ mi hermano jamás me permitirá olvidarme de esto... ¡Oh! Tengo que buscar algunas cosas para hacer mi nido ahora que me quedaré por un tiempo. No podré usar el hanbok, es demasiado bonito para dañarlo y quiero tener algo que me recuerde a mi propia boda... ¿Tal vez hojas? No, se secarán y será un poco molesto cambiarlo cada vez... Supongo que tendré que apañármelas con lo que sea que encuentre en el camino. Oye, esposo, ¿sabes dónde puedo conseguir frutas? Necesito vivir de algo más que carne, a pesar de que mi lobo lo disfrute excesivamente...
De hecho, el alfa (su esposo) lo guió hacia una zona tranquila e iluminada del bosque donde reinaban árboles cargados con naranjas dulces y bayas comestibles, rojas y apetitosas. KyungSoo hizo un bolso improvisado con algunas hojas y ramas y guardó su carga en él. Cuando lo creyó suficiente, se lo ató al cuello con una hilera de ramas secas y flexibles y se transformó para poder transportarlo junto al conjunto de hojas más grandes que había cortado para su nido.
Su esposo (ah, qué extraño y gracioso sonaba) lo ayudó llevando ramas secas para encender una fogata que lo mantuviera caliente en su forma humana y le quitó la mitad de su carga inicial antes de emprender su viaje. Sintiéndose divertido y complacido, KyungSoo ladró su gratitud y se apresuró a seguirlo de vuelta a la cueva. Ahí dejaron su cargamento, KyungSoo se transformó y se vistió con la camisa y el pantalón interior del hanbok y procedió a ordenar todo a su paso y a construir su nido con manos eficaces y experimentadas.
—Esto llevará un poco de tiempo, así que puedes salir y distraerte si así lo deseas. ¡Y sin comer humanos, por favor! No necesito que los pueblerinos digan que he sido un fiasco y un marido inútil, no queremos eso, ¿verdad? Después de todo, te he ayudado muchísimo y he pasado por mucho hasta ahora. ¡Merezco un poco de crédito!... Uhg, esta rama no sirve, es demasiado dura y lastimará mi espalda... ¡Oh! ¿Sí vas a salir? —preguntó cuando vio al alfa levantándose y dirigiéndose a la salida. Su esposo giró su cabeza gigante, parpadeó como respuesta y KyungSoo asintió, sonriendo después de hacerlo—. Bien, ve con cuidado y no hagas desastres, ¿okay? Trataré de tener esto listo para cuando llegues.
Un nuevo parpadeo y luego su compañero temporal se puso en marcha, su cuerpo siendo un borrón musculoso y rojizo que se perdió entre los árboles y los arbustos.
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Su esposo volvió horas más tarde. KyungSoo ya había encendido la fogata y estaba terminando los últimos retoques en su nido mientras tarareaba alguna canción pegajosa y juvenil. Se había amarrado el cabello con uno de los tocados que habían sobrevivido a la faena de su caminata y su inquietud natural y había colgado la bella y delicada camisa del hanbok en una de las paredes rocosas, anudada con las ramitas que habían ido quedando fuera del nido casi terminado.
KyungSoo rió entre dientes cuando extendió la prenda colorida en el lugar oscuro. Estaba siendo un poco idiota, pero ya que estaba casado, era su deber seguir las tradiciones y honrar su unión, ¿verdad? Si su esposo quisiera divorciarse de él, entonces rompería el lazo deshaciéndose de la camisa y todo habría acabado. Mientras tanto, la tela se mantendría expuesta y hermosa para sus ojos.
Se echó en su nido y suspiró mientras se retorcía por toda la superficie mullida para impregnarla de su olor y hacerlo algo familiar y cómodo. Frotó su mejilla contra una de las esquinas y pasó sus muñecas por donde estaría su rostro al dormir, llenando el lugar del aroma fresco desprendiéndose de las glándulas olfativas alojadas en ellas. Finalmente, cuando se encontró satisfecho, giró el cuerpo y miró fijamente la madera crepitante siendo quemada por las lenguas de fuego naranjas, rojas y amarillas.
Había cortado un poco de la carne del venado con ayuda de una piedra filosa y había hecho una expedición necesaria al bosque para ir en busca de más hojas de palma y agua que transportó en una cantimplora olvidada que había hallado en el camino. Nuevamente en la cueva, hizo algunas cestas pequeñas y medianas con las palmas, tejiendo las delgadas hojas con agilidad; lavó la carne con el agua que había recogido, la limpió con la piedra y la guardó en las cestas recién hechas. Hizo un segundo viaje al río para cargar un poco más de agua, la hirvió junto a la fogata y volvió a desplomarse en su nido, cansado y aburrido por culpa de la soledad y el silencio.
De estar en algún pueblo, KyungSoo habría salido a caminar por las calles concurridas, compraría algunas baratijas en los puestos, algo de comida y dulces y buscaría entretenimiento callejero, como músicos y cuentistas que exhibían sus talentos de vez en cuando. De estar de humor y ánimos suficientes, iría en búsqueda de algún lago, se daría un chapuzón y jugaría con los jóvenes del pueblo, coquetearía un poco y armaría una pelea que lo distraería y divertiría por un tiempo... Pero no estaba en un pueblo, no tenía dinero y estaba pausado en sus intenciones para poder ayudar a alguien que lo necesitaba, alguien que ni siquiera estaba con él para hacerle compañía y escucharlo divagar.
Se sintió un poco miserable.
Retiró el agua del fuego y se acurrucó en su nido, una bolita humana pequeñísima y super encogida que había dejado mucho espacio en su lugar íntimo y seguro. Sus labios formaron un puchero involuntario y un bostezo molesto amenazó con romper su demostración de enfurruñamiento. Estaba aburrido, pero también estaba agotado y quería dormir un poco.
Sus párpados parpadearon, un poco más pesados con cada minuto transcurrido. Arrugó la nariz, luchando contra su impulso de dormir, y se pellizcó una mejilla. Supuso que sus intentos no dieron resultados, porque luego de eso no puede recordar nada más.
Despertó al escuchar pisadas en la cueva. Sus sentidos se movieron, alertas, y sus ojos se abrieron de par en par para, de nuevo, ser sacudido con la imagen del alfa trayendo algo para él. Parpadeó al ver las telas de diferentes colores entre los dientes del lobo, todas de distintos tamaños, pero con la particularidad de estar limpias y tener un aroma agradable.
Se incorporó y sentó en posición india y cogió la ropa cuando esta fue dejada frente a él. Su esposo se sentó en sus cuartos traseros y lo miró, expectante.
—¿Para mí? —un parpadeo de respuesta. Los ojos del animal se desviaron a su nido y luego volvieron a enfocarse en él— ¿Y para el nido? ¿Te preocupa mi comodidad? —un nuevo parpadeo acompañado por un par de orejas en punta. Ah~ qué lindo. KyungSoo sonrió, no sin cierta picardía—. ¡Oooh! ¿Quién hubiera pensado que después de poco más de un día y medio con un canalizador este increíble lobo feroz malvado y maligno sería tan educado y gentil? ¿Serás un buen esposo para mí a partir de ahora, aunque tengas que robarle la ropa a las pobres personas del pueblo?
El lobo ladró con fuerza y se movió para darle la espalda con las orejas bien rectas y el pelaje encrespado. KyungSoo rió con diversión ante su indignación, pero recogió toda la ropa y la colocó sobre su nido. Luego podría arreglarla, ahora era momento de agradecer.
—Hey, no te molestes, solo bromeo. De verdad te agradezco por hacer todo esto por mí... Aunque no siempre tienes que complacerme con los pedidos que haga en medio de mis divagaciones. ¡Vas a malcriarme de seguir así! —el cuello del alfa se giró y sus ojos relucieron al escucharlo. KyungSoo se levantó con determinación, se inclinó hasta su altura y dejó un par de palmaditas sobre su cabeza, justo entre sus orejas, para luego murmurar, más serio y cálido—.
—Eres un buen marido. Muchas gracias por preocuparte por mí, lo aprecio mucho. ¿Tienes hambre? Puedo cocinar algo de carne.
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Sin darse cuenta, ya habían transcurrido catorce días desde que había decidido quedarse junto al cambiaformas descontrolado que azotaba el pueblo cercano al bosque de esa ciudad apartada de su manada. KyungSoo había aprendido a convivir con el hombre atrapado en aquel cuerpo enorme y animal; sorprendentemente, no era algo difícil o molesto. Su esposo resultó ser una bola completa y musculosa de gentileza y atención cuando no estaba lidiando con los efectos del descontrol en su sistema, y eso era algo que KyungSoo disfrutaba sin reparos.
Siendo un omega quisquilloso y molesto, KyungSoo no había disfrutado de afectos y mimos. Era un omega problemático que prefería tirar orejas y dar puñetazos antes de permitirle a alguien acercarse demasiado a él, así que ahora, siendo el centro de atención de alguien bajo un punto de vista distinto, complacido en sus pedidos (¡Aaaah, si tan solo tuviera un poco de sal para darle sabor a la carne! ¡Aaaah, pobre de mí, no tengo jabón para bañarme! ¡Oooh, mis doloridos músculos. Si tan solo alguien me trajera un poco de agua para poder descansar! ¡Uuuh, qué frío hace y casi no queda leña!), un nuevo sentimiento comenzaba a apoderarse de su corazón, instalando el deseo de permanecer en estos nuevos hábitos por un tiempo más prolongado.
Con el pasar de los días, KyungSoo había hecho de la cueva un lugar habitable. Había tejido muchos bolsos, sombreros para el sol (que usaba cuando salía a explorar el bosque), cestas, bolsos e incluso un par de sandalias sencillas. Su marido había demostrado sus dotes de ladrón furtivo y había conseguido rescatar su bolsita de dinero y ropa en el tercer día juntos, así que ahora podría pasear por el pueblo con una capa que cubría su rostro y comprar bolsas de arroz, especias y pastillas de jabón para mantenerse limpio. Era todo lo que necesitaba, pues el bosque cumplía todos los deseos que pudieran presentarse.
Había trabajado muy duro en su nido, también; ahora era una construcción espaciosa, cómoda y calentita. Estaba lleno de sus objetos personales, como un par de juguetes y colgantes que había obtenido en su manada cuando era un cachorro, una túnica de su madre (que se había mantenido como parte de su nido original desde que era pequeño), de su padre y de su hermano, flores para decorarlo y su propio olor. Era delicioso, grande y suyo. Su omega estaba encantado.
Su esposo también había encontrado algunas mejorías en su condición. Ocasionalmente podría atisbar una muy, muy ligera esencia agradable desprendiéndose de su cuerpo ágil, tan sutil y fina que desaparecería ante cualquier movimiento. Sus pupilas, además, habían retrocedido a una zona más natural, dejando el tono negro prominente a un lado para darle paso a un lindo y cautivador café claro en sus irises brillantes. También, había aprendido a comunicarse de forma efectiva e inteligente.
Su marido era bastante expresivo, aún estando atrapado en su forma animal. KyungSoo podría saber cuando estaba indignado, cuando estaba agotado, cuando se sentía preocupado, el momento exacto donde no estaba de acuerdo con él y cuando se hallaba especialmente complacido. Su cuerpo era un estallido de información cada vez más humanizada que lo ayudaba a leerlo y captar lo que quería transmitir. Eran un buen dúo, combinaban muy bien y se entendían, por ello, KyungSoo se sentía tan cómodo y feliz de estar a su lado por un tiempo.
Ese día, ambos se levantaron muy temprano y se habían puesto de acuerdo para correr (con KyungSoo en su forma animal). Su omega se había mostrado inquieto y agitado, así que KyungSoo decidió que sería bueno que saliera a estirar las patas y encontrara alimento por sus propios medios. Su esposo vino a él cuando el cambio hubo ocurrido, encantado al ver nuevamente al elegante y casi, casi presuntuoso lobo blanco tan cerca.
Su animal se lamió una pata lentamente, sin moverse de su sitio, y clavó su mirada en la del alfa delante de él; luego, cuando lo creyó suficiente, se encaminó hacia su esposo para rodear su cuerpo, estudiándolo, observándolo y analizándolo en todo momento. El alfa se mantuvo quieto, pero no apartó su mirada de él. Sus orejas estaban erguidas y su respiración era pesada mientras KyungSoo lo rodeaba por completo, tan silencioso y tan tenso que podría sentirse la pesadez y la electricidad en el aire.
Entonces, cuando menos lo imaginó, la cola del más pequeño lo golpeó en el costado del rostro y luego salió disparado de la cueva con un aullido divertido y burlón, una sombra clara de su contraparte humana. El alfa ladró de inmediato y se apresuró a seguirlo, corriendo tras él e intentando atraparlo para vengarse, esto en medio de un juego que fácilmente podría tomarse como un coqueteo sutil entre ambos.
Corrieron a través de los árboles frutales, serpenteando entre los robles y los pinos gigantes, saltando sobre ramas sobresalientes y dejando atrás a los pequeños animales que los miraban con curiosidad. El instinto hacía mella en KyungSoo, instándolo a correr, a huir, a escabullirse, a ser cazado, y él, siendo más animal que humano, no pudo hacer más que rendirse a ellos y seguir adelante.
Se sintió maravillado y satisfecho ante la agilidad de su esposo. KyungSoo era un omega bien entrenado, escurridizo y rápido, así que era difícil para los demás atraparlo, pero este hombre, este lobo, definitivamente era algo diferente, pisándole los talones y esquivando los mismos obstáculos que él con absoluta facilidad. KyungSoo estaba encantado. Las piernas se impulsaron con mayor vigor.
Sintiéndose a punto de ser atrapado, con los colmillos del alfa a un palmo de distancia de su lomo, KyungSoo cambió de estrategia; esquivó el zarpazo, giró sobre su cuerpo y se abalanzó sobre el lobo. Su esposo amortiguó su caída, aún así, el impacto los llevó a ambos al suelo, donde rodaron y se mordieron juguetonamente. KyungSoo consiguió, de alguna forma, hacerse un lugar sobre el inmenso cuerpo del alfa; trepó sobre él, manteniendo sus patas en su pecho, y ladró con diversión, moviendo la cola de un lado a otro, para luego darle un mordisco indoloro en una de sus orejas constantemente alertas.
El contrario gruñó, una reprenda suave que se perdió entre ambos, y KyungSoo provocó más presión en su mordida como amonestación. El vértigo se apoderó de su estómago cuándo fue girado y postrado en el suelo una vez más, con el inmenso cambiaformas sobre él haciendo presión para que no escapara ni se moviera. KyungSoo se quejó, lloriqueó y ladró, pero su marido no se movió de su sitio, simplemente se mantuvo ahí, observándolo deshacerse en quejas.
Finalmente, sintiéndose derrotado, levantó la vista y se encontró con la bonita sorpresa de un par de irises brillantes y conscientes sobre su rostro. Oh.
Oh.
Hay un ser humano justo ahí.
KyungSoo se quedó muy quieto y devolvió la observación con atención; siguió sin moverse cuando la cabeza rojiza y gigante se inclinó lentamente hacia él; no respiró ni chilló al sentir la húmeda nariz sobre un costado de su rostro, pero cerró los ojos y se entregó al momento cuando la cara peluda descansó sobre su cuello amable y cálidamente, olfateando ligeramente sobre su glándula olfativa, frotando su mejilla contra el pelaje cubriendo la zona, recorriendo la nariz por el filo de su hocico, el pelo sobre sus ojos, sus orejas y lo que sería su mejilla en forma humana.
Su corazón se saltó un latido y luego corrió tan rápido que podría salirse de su pecho en cualquier momento.
KyungSoo no hizo ningún amago de apartarlo, de hecho, se sintió genuinamente cómodo y relajado recibiendo caricias de su esposo. Su cuerpo se derritió contra la hierba, sus orejas bajaron, en calma, y su cabeza se hizo a un lado para que el alfa continuara con su recorrido con más libertad y espacio. Era tan diferente al primer día que se vieron, tan suave y tan cuidadoso, que KyungSoo no puede hacer más que desear un poco más, que el momento nunca acabe.
Sin notarlo, él también se encontraba frotando su rostro contra el cuello del alfa, impregnándose de su aroma, deseando que su verdadera esencia personal comenzara a fluir para bañarse en ella por completo. Un gemido agudo hizo visible su deseo y su esposo respondió con una lamida sobre la esquina de su boca.
"Pronto."
Casi podía escucharlo en su mente, y la realización de todo esto, de esta capacidad, de la intimidad entre ambos, fue tan fuerte, repentina y aterradora que tuvo que ladrar y morder una oreja rojiza para poder salirse del agarre sobre él y volver a correr en los más interno del bosque.
Supo que, de estar en su forma humana, KyungSoo estaría sonrojado hasta el cuello.
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